– ¿Qué quieres hacer?
Natalia tiene a su bebé en brazos, en la cama del hospital. Dos horas de vida. Y Rubén dice;
– ¿Eh, Natalia?
Natalia mira al niño.
– ¿Qué vamos a hacer? – Insiste Rubén -, ¿eh?
Natalia sigue mirando al niño sin nombre.
– Ya lo hablamos, Natalia. Ya lo hablamos. O es nuestro o no es de nadie.
Natalia mira a Rubén, y luego otra vez al niño.
– No quisiste abortar. Y ya lo hablamos, joder.
Y el diálogo prosigue, envuelto en un sin sentido;
– Pero tú dijiste que…
– No, lo que yo decía es que…
– Ya, pero da igual que….
– No, no da igual que…
El niño sin nombre rompe a llorar, con quejidos histéricos de recién nacido, punzantes y minúsculos. La enfermera entra en la estancia, interrumpiendo la discusión, mira al niño, y de soslayo a los padres, y vuelve a salir. Natalia dice;
– No podemos quedarnos con él.
Rubén resopla. El niño sigue llorando, sin nombre, con la cara empapada, salada.
– Ya sabes que no – insiste Natalia -, sabes que no.
Rubén le coge el bebé a Natalia. Y sale de la habitación. Natalia alarga los brazos en dirección a la puerta, sin moverse de la cama, y prácticamente grita;
– ¿Qué vas a hacer? ¿eh?