Biografía de mi entrepierna

Ayer Juan me dijo que no, por primera vez. Todo esto irá enterrado en una montaña de cinismo, o pesimismo, o nihilismo, o quizá de las tres cosas. O de ninguna. Porque hoy estoy en casa, en el sótano. Mi padre está atado de pies y manos a una silla. No se puede mover y le he puesto esparadrapo en la boca. Y yo sonrío, con un bate de madera en la mano, llena de rabia u odio, o lo que sea. Mi madre está en la peluquería y mi padre corre peligro. La tragedia en la vida suele caer a cuentagotas, hasta que un día todo revienta. Hablo de mí, está claro. Pero para que la situación presente coja sentido, debo explicar la historia de la vida de mi entrepierna. Porque pensaba que Juan si aguantaría mi ritmo, pero no. Todos me acaban dejando porque no pienso en nada más. Y ayer Juan, en su piso, después de tres meses de diversión, me dijo que no, que no le apetecía. Y yo me fui de su casa, y fue un final repentino. Después me llamó por teléfono y me habló de sus amigos, y de lo que piensan de mí, y le dije que no se preocupara, que se acabó. Él dijo con risas de fondo que vale, que lo sentía. Y no me hables. Me da por culo ese discurso de los muchos peces que hay en el mar. Una vez le conté a mi madre lo de mi ansiedad si no lo hago con frecuencia. Me dijo que eso tiene tratamiento, que no me preocupe. Me dijo que es una adicción más. Y sí, hablo de sexo, y es verdad, no es original. Normalmente me apoyo en mi madre porque ella sí me quiere, claro. Mi padre, bueno… mi padre siempre ha pensado que soy una puta. Lo mío no es un mito. Ser ninfómana es real y crudo en partes iguales. Para los demás pasas a ser una puta más, se adapte el término a lo mío o no. Eres una puta, y punto. Por eso no tengo amigos. Y por eso los hombres que se me acercan en la discoteca lo hacen borrachos, para evitar el sentimiento de culpa. Lo cierto es que suelen conseguir su objetivo. Cuando no sabes mantener las piernas cerradas la frustración es algo vano en comparación a la sensación que te invade. Puta, piensas, eres una puta, y ni tan siquiera cobras. Una ninfómana con sentimientos. A veces preferiría ser adicta a la cocaína, o ir todo el día liándome porros en cualquier esquina. La gente sentiría pena, te pedirían una calada. Y no me sentiría muerta en vida, en una celda de doble moral.

Muchas veces pienso que la vida debería ser como el cine porno: tíos con polla grande sin línea de diálogo, y tías gilipollas. Yo encajaría, y nadie se metería conmigo. Además, si incluyeras todas las variantes del cine marrano, podrías tirarte a un caballo, y la gente hasta daría su aprobación. No sé si sería un mundo mejor, pero yo ahora no sentiría este picor entre las piernas. No tendría que aguantarme; pero aun así no aguanto mucho. Quizá un par de días. Los hombres tienen suerte. Es fácil reconocer a las prostitutas, cualquiera las distingue. Pero no me va hacerlo con mujeres. Aunque, ni que decir tiene, lo he probado. Las mujeres tendemos a ser más suaves al tacto. Dormiría abrazada a una, pero no me va el sexo lésbico con juguetes. Lo mío son las pollas de verdad.

La masturbación es una solución, pensareis. Y es cierto. Pero cuando puedes conseguir sexo real con cierta facilidad, la masturbación pasa a ser un producto muy light. Es como comer arroz hervido sin tener problemas de estómago. Yo prefiero la paella.

Pero no, no quiero recibir tratamiento. Lo mío puede ser un problema, sí, pero sólo de tiempo. Lo mío no es peor que estar todo el día con los videojuegos. Es sólo la cuestión de que, mientras tanto, podía haber estado haciendo otra cosa. Follo y después sigo follando, y eso es lo malo, que casi no hago nada más. Sería como una droga, si no fuera por los condones. Al final sólo es una cuestión de tiempo y de moral. Y eso es muy triste. Y por eso mi madre quiere que me someta a tratamiento. Quizá no sea mi adicción lo problematico, sino la hipocresía de toda la demás gente. Mejor no entraré a hablar de los hombres promiscuos. Ellos simplemente se divierten.

Hace poco salí a hacer algo que llevo pensado desde hace tiempo. Compré un consolador. Como ya dije antes, prefiero la carne, los surcos, las venas y las características propias del sexo real. Pero la verdad es que hace dos meses que empecé a leer un libro, y me gusta, pero no soy capaz de terminarlo. Quiero demostrarme a mí misma que puedo sacar tiempo para hacer otras cosas. Y quizá el hecho de tener un consolador a mano me ayude, si no voy demasiado caliente, claro está.

En “Monstruos invisibles”, Chuck Palahniuk escribe:

“ Por mucho que creas que quieres a alguien, te echas atrás cuando el charco de su sangre se acerca demasiado”

Es el libro que me estoy leyendo. Y quiero acabarlo. Es curioso que el trauma inicial de la protagonista sea el de tener la cara destrozada. Yo soy guapa, nunca me ha costado reconocerlo. Y sin embargo hace tiempo que soy invisible para la gente que me quería, exceptuando a mi madre. Para todos soy la putilla del barrio. Aciertas, me reconocerás por mi ropa. Pero no te confundas, pasa página. Chuck Palahniuk me gusta porque es visceral, triste, crudo, divertido. Es bastante parecido a la vida. Aunque no a la mía, claro. Más bien hablo de la vida en general; de la vida de los que se me follan.

Todo esto está resultando muy discursivo. En mi vida cuando pasa algo fuera del terreno de lo sexual no suele ser bueno. Quizá por eso procuro estar siempre “ocupada”. Verás, cuando tenía quince años mi padre me tocó el culo. No soy de esas personas que almacenan fechas y recuerdan fácilmente los cumpleaños de todo el mundo. Pero ese día si lo recuerdo. Ya con quince años era una chica de curvas. Fue un 14 de Octubre de hace doce años. Pasé muy cerca del sillón donde él estaba sentado. Alargó su mano derecha y amasó mi glúteo izquierdo: Te estás haciendo mayor, nena. Fue el momento más asqueroso de mi vida, si tenemos en cuenta que fue el primero. Al día siguiente, en el colegio, un chico me dio una palmada en el culo, y le partí la nariz y empezó a sangrar como un cerdo. Parecía que el mundo me estaba diciendo a gritos que a qué esperaba para usar mi cuerpo. Me estaban diciendo: No seas egoísta, comparte. Pero después de ver toda aquella sangre ningún chico se atrevió a nada conmigo. Hasta tal punto, que cuando me gustaba alguien siempre era yo la que tenía que dar el primer paso.

Es fácil que surja la condescendencia al oírme, pero oye, aunque te niegues a escuchar. Cuando tenía diecisiete años me partieron el corazón. Él se llamaba Pablo y me dejó después de dos meses juntos. Lloré mucho, y debí gastar las lágrimas, porque ese mismo año mi padre me violó, y ni me inmuté. Fue un 3 de Agosto. Desde entonces, más valía que te apartaras de mi camino. El problema es que todo se acumula. Nada malo se olvida. No se pueden seleccionar los recuerdos. El amor caduca, o se corrompe. Pero el odio y la frustración se amontonan en ti. Ese es el problema, cuando el nihilismo se enamora de ti y te resulta demasiado atractivo. En mi vida me he despertado todos los días pensando en cómo seguir adelante, sin encontrar respuestas. Mucha gente habla de eso, pero yo no las encontraba, y en mi caso era verdad, ninguna respuesta.

Mi madre lo sabía todo. Era religiosa, reservada, sumisa. Mi madre sabía que mi padre ya no quería sexo con ella. Lo quería con todas las demás y conmigo. Desperté temblando de miedo todos los días desde los diecisiete años hasta los diecinueve. A esa edad tenía cuerpo de muñequita. Soy de baja estatura y sin fuerza para casi nada. Eso facilitó que por aquel entonces mi padre me volviera a violar: 13 de junio. Y en serio, ese día dejé de temblar. Lo tengo marcado en el calendario, aunque ya no recuerdo si con sangre o pintalabios. Al final llegó esa sensación de desidia, de que ya nada tiene arreglo, y de que absolutamente todo va a acabar mal. El resto de días me he levantado sin buscar respuestas, una luz, Dios, Buda, la paz. Y ahora frena, respira, vuelve al presente. Tengo veintisiete años, un libro sin acabar, recuerdos de mierda, a mi madre en la peluquería y a mi padre atado en una silla con esparadrapo en la boca. La eterna incomunicación entre mi padre y yo tiene como resultante el increíble hecho de que él se piense hoy que esto es sadomasoquismo. En serio, así es mi padre, es problema mío; sigue mirándote al ombligo si quieres, no hay que darle vueltas a la cabeza. Lo que él piensa es que le voy a hacer una mamada. Que le voy a follar. Piensa que le he atado para eso. Y yo sonrío, con el bate en la mano. El bate ha entrado en escena una vez mi padre inmovilizado. Y no me puedo resistir, el primer golpe lo recibe en la boca. Grita debajo del esparadrapo. No sé si la violencia es la salida, o si así se va a arreglar algo o no. Ni tan siquiera sé qué harían otras chicas en mi lugar. Pero sé que al golpearle por segunda vez me siento bien. Muy bien. Además estoy en el sótano. Me doy cuenta de ello, no se oirá nada en la calle y yo podré oírle gritar. Al quitarle el esparadrapo escupe dos dientes. La sangre le mancha la camisa. Nadie le puede ver ni oír excepto yo. Este es mi momento favorito, la muerte lenta: Señoras y señores, mi padre. Le vuelvo a pegar en la cara con el bate, le parto la nariz, y aquello se convierte en una fuente. Es la segunda nariz que parto en mi vida; como ninfómana resentida debo tener el record. Espero a mi madre sin saber cuál será su reacción como mujer beata y asustadiza. Mi bate trabaja ahora las rodillas, parte que debe ser especialmente dolorosa. Mi padre grita tanto que comienza a tener arcadas. Fíjate cómo se le contrae la cara. Oigo un ruido detrás de mí. Se abre la puerta del sótano y aparece en escena mi madre: Señoras y señores, mi madre. Se acerca hacia donde estamos y observa. La mujer mira a mi padre, me mira a mí, y luego al bate ensangrentado. Se va sin inmutarse; mi madre beata. Mi padre sigue gritando poco antes de su final. Se me ocurre traer algo para drogarle; si se desmayara esto dejaría de ser divertido. Ejem… Señoras y señores, yo, para servirles. Porque en la vida la tragedia cae a cuentagotas, y puede que un día todo reviente. La buena noticia es que mi padre aún está consciente. Las malas aún están a tu alrededor.

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9 comentarios en “Biografía de mi entrepierna

  1. Sigue impresionándome…
    Dos años hace que te lei la primera vez,(en OurenseNet)no imaginas todo lo que pasó por mi mente…(que ingenua)..jajajajaja
    Un abrazo Jordi,eres grande.

  2. Hola Jordi, gracias por el comentario de mi blog, que desde luego no cerrará sino que se toma un merecido (creo yo) descanso temporal. Así tendré tiempo, por ejemplo, de leerme y releerme tus estupendos relatos. Un saludo

  3. Hay almenos seis personas en mi vida de las que jamas me alejaria del charco de su sangre, sino que me quedaria en el para ayudarlos o bien para decirles adiós, lo digo porque la frase me ha chocado…y si hay alguien que de verdad se la cree…es que no ha sentido amor «visceral» por asi decirlo

  4. No es muy correcto decir ordinarieces en un blog tan pro como este, pero tio, ole tu polla morena!!

    Al principio me he dicho… bueno, le esta saliendo un relato cafre (sin más), pero luego todo ha tomado sentido y se ha vuelto aún más crudo.

    He disfrutado como un enano leyendote, que con este relato el que me lea va a pensar que soy un perturbado, pero me ha sabido a miel.

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