Archivo por meses: marzo 2008

Píldoras (1)

.Desquiciarse. 

Me enciendo siempre que te abres, es mi única verdad absoluta. Desperdiciaría cantidades esquizoides de dignidad por el sudor de entre tus pechos. Me alimentaría sólo de esa boca que podría resolver hambrunas. Te miraría sin pausa hasta dejar de reconocer las formas. Me tendrías miedo si supieses la verdad. Serías mis tres deseos de la lámpara. Me odiarías si supieras que podría matar a todas las demás, para poderte comparar con el infierno.

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.Erotismo muerto.

Júzgame, ahora un bulto crece en mi pantalón. Ejerciendo en los cuarenta lo hubiera hecho cubierto con una media de Betty Page. Mi compañero va a robar en la zapatería de Inés. Observamos desde mi coche, aparcados. Ella abre la tienda mostrándonos sin querer su tanga. Enciende luces iluminando esos maniquís fantasía de diseñadores de moda. Mi compañero baja del coche, se dirige hacia la puerta con su pistola barata. Ella se descalza, sus pequeños pies desnudos van de puntillas mientras pone en orden el escaparate. Mis prismáticos me muestran esos deditos de uñas pintadas. Oigo un disparo.

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.Amorales.

Me dio un beso y ya casi estaba todo preparado. Hizo la danza de la mujer confiada, deshojándose; naturismo privado del que no avergüenza a los hipócritas. Continuó danzando hasta el lecho para volver a besarme. Noté dos caricias en mi pecho de los suyos. Se acomodó encima como una sábana mientras Dios nos miraba de reojo. Entonces algo floreció desde lo más profundo del alma de Eva sin ser el sexto día. Y nuestros corazones bombearon sangre a prisa hasta que Dios tuvo que apartar la vista del todo.

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Pared con pared

Me presento: No tengo fuerza de voluntad. Como ejemplo, besarme es como chupar un cenicero después de una fiesta. Durante los años sesenta, cuando Bukowski hubiera podido escribir mejor que nadie aporreando su Olivetti con la polla, mis padres se conocieron. Algunos años más tarde me concibieron en el asiento de atrás del primer coche de mi padre, o algo así. Luego, mi madre casi se desangró, y llegué berreando al mundo. Lo sé porque una vez la oí de confidencias con mi tía. Cesárea, comentaron. Y además supe que mi padre había pronunciado otra significativa palabra siendo yo aún un garbanzo: Aborto. Es espectacular las cosas de las que se puede enterar uno tan sólo con escuchar. Y más si tus padres se pasan toda la vida gritándose, olvidando que tienen un hijo en la otra habitación que va a tener que asimilar que existe por accidente. La vida puede ser tan sólo por casualidad. Así que, cuando leo esas pseudopoesías que repiten sin parar que vivir es un milagro, pues sí, pienso, lo es.

He intentado dejar tantas veces el tabaco, que he pensado en desistir y aceptar lo que venga. Adelante, cáncer, soy tu huésped ideal, entra, soy la vagina que buscas; no pelearé, no tienes de qué preocuparte, si tú no acabas conmigo, lo hará la quimio. No hay que llevarse las manos a la cabeza, qué más da. Además, el primer humano que se pasó la vida fortaleciéndose ante la adversidad, antes de morir debió pensar: ¿Eh…?

Pero pelead, niños. Que nadie os tome el pelo. ¿Que por qué fumo? No deberíais hacer tantas preguntas, corréis el riesgo de que os las contesten. Y no aceptéis caramelos en la puerta del colegio, ni tan siquiera cuando seáis adultos. Lo malo de las drogas no es que maten, es que existen. Las drogas son la prueba más contundente de que como sujetos, todos somos proyectos de algo mejor que aún no ha llegado; o eso espero. Con suerte, en un par de milenios la Tierra será habitada por otra especie, de la misma forma que nosotros vinimos del mono. Junta las manos para rezar por los bosques. Nos encanta la vida siempre y cuando la vivamos a toda velocidad, o drogados, o ambas cosas a la vez; y eso no dice mucho a favor nuestro. El Big Bang es el gran parto por cesárea que nos trajo a todos al mundo. Y qué maravilla, fíjate cómo he aprendido a hacer aros de humo.

Siempre las mismas piedras para tropezar. No lo dudes, tu novia sí piensa en otros hombres; tu novio quizá no te haya sido infiel porque no ha tenido la oportunidad. Pero quizá unas tengan más motivos para el adulterio que otros. Es verdad que el mundo parece un lugar decidido a acabar con las mujeres. No creer en nada te coloca en un lugar privilegiado donde nada te puede decepcionar. Después sólo basta con hacer caso omiso a todo cuanto te digan. Te van a querer aleccionar, pero debes recordar que a menudo esa sólo es otra manera que tiene la gente de masturbarse. Te van a ver haciendo justo lo que te han dicho, y así vas a conseguir caer bien a todo el mundo, excepto a ti mismo. Que superes las dificultades no te convierte en mejor persona; que el día sea radiante y hermoso no significa que el Sol no pueda estar iluminando campos de concentración. Y un aro de humo… y otro aro de humo…

Ven a mí, enfermedad, yo no te recibiré con lágrimas. Sólo eres la hija bastarda de la creación. Eres la encargada del control de mortalidad, la que despide a unos para dejar paso a otros con la esperanza de que éstos lo hagan mejor. Yo no te odiaré, te acogeré donde quieras y con la forma que quieras. No hay que torcer el gesto, no es que no me importe la muerte, lo que nunca me importó es la vida. Todo esto ya lo sabía antes de los doce años, entonces, cuando vivía con mis padres, pared con pared. Uno puede aprender mucho escuchando maldecir a dos adultos. Y luego puedes luchar por ser diferente, pero no vas a conseguir que sea diferente lo que te rodea. No soy nadie para cambiar el denominador común. Sólo puedo escupir sangre para que la gente me preste atención. No eres tú, son los hechos; la gente va a mirar tu escupitajo antes de preguntarte qué te pasa. Mirarán sólo tu currículum. Se fijarán más en tu ropa que en lo que digas. Así que no, que nadie te diga que puedes cambiar el mundo, no dejes que te engañen. Que no se autofelen a tu costa con sonrisas autocomplacientes de quien se limita a barrer su parte de la calle, mirando con desconfianza en todas direcciones.

La intención no siempre es la provocación, a veces sólo te están diciendo la verdad. Siempre puedes taparte los oídos con fuerza e irte a comprar ropa bonita. Puedes hacerlo ahora. El tabaco, aun siendo uno de los negocios de la muerte, no te va a defraudar. No te apuñalará por la espalda. Y hasta te puede hacer algún favor. A mi padre se lo llevó un cáncer cuando tenía cincuenta años. Fue mientras mi madre estaba en coma, porque mi querido progenitor la pegó incluso mientras apenas se podía poner en pie, cuando su tratamiento ya le había dejado calvo. Mi madre se recuperó y lloró delante de la tumba de mi padre. Si eso es el amor, a mí que me olvide. Pobre animal herido, piensan las chicas al conocerme. Soy el lobito eternamente atrapado en la trampa del cazador gordo que bebe cerveza. Es estupendo no tener que afeitarse apenas porque tu familia ha sido el cliché de los fracasos conyugales. Casi puedes hacer lo que quieras, y todo está justificado. Sólo tienes que decir <<Aborto>> o <<Maltrato>>, y todo es compasión sin límites a tu alrededor. Sigues hecho una mierda, pero por lo menos el motivo no es tu corriente y aburrida vida. Acabas envidiando a los que viven una vida normal mientras ellos la sufren. O la disfrutan, como quieras, pero fíjate, ¡fíjate!, ¡ese aro es perfecto!

Nadie construyó el camino de baldosas amarillas para que pudieras ver al Mago de Oz. Tu viaje en la vida no acabará con una recepción de Dios dándote la bienvenida al paraíso. Y si acaba así, tendrás que preparar un montón de excusas antes de morir. Así que no te limites a vivir con el temor a Dios en el corazón, y confórmate con formar parte de la cadena de montaje del Diablo si hay algo más después. Se te acaba la fe rápido cuando oyes los golpes que da la cabeza de tu madre en la pared de la habitación de al lado. O cuando la acompañas al hospital y la oyes decir que se cayó por las escaleras. Mi madre, la gata, el verdadero Mago de Oz, el Dios que te dio la vida a cambio de llegar a ver la luz del túnel que lleva a los gusanos. La gata que luchó por no abortarte, para acabar oyéndote llorar en la habitación de al lado mientras papá decidía si volver a usar los puños o utilizar algo más contundente. El drama convertido en rumor, que se convierte en cuchicheos, que se convierten en cliché. El cliché de la gente que habla de tu desgracia para tener algo de qué hablar. Todo eso puedes llegar a vivirlo estando pared con pared. Esa podría ser tu vida.

Pero no te sientas como si estuvieras espiando por un agujerito a alguien, esta pared es sólida y perfecta. Y antes de que te acabe de caer encima el mazazo de mi estúpido cinismo, debes saber que el ejemplo sólo ejemplifica. La verdad es para quien quiere oírla. Y la realidad es para quien sabe aceptarla.

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Del Señor Capitalismo

Antes de nada, no olvides que te odio. Eres una piedra en el camino y yo voy descalzo. Eres un obstáculo, arenas movedizas, agua hirviendo, fuego, un condón roto. Representas el competidor contra el que nunca voy a competir. Porque das vergüenza. Te veo y sólo tengo la opción de aplastarte y seguir adelante. Te aplasto mientras te digo que te quiero. Me bebo tu sangre porque el agua no está a mi nivel. Un nivel muy superior al tuyo, claro, porque no olvides que hay primera clase en los aviones por algo; zonas vip, mansiones, drogas sin adulterar. Tú sólo debes limitarte a morir en un callejón por una última dosis de algo que era un ochenta por ciento yeso. Porque incluso en la autodestrucción existe la guerra de clases. Sólo eres el fracasado que me trae el café, la secretaria que ordena mi vida, el empleado que me hace la pelota, la puta de lujo que me la chupa. Si miro hacia abajo, te veo. Estás ahogado en un mar de dignidad de farmacia, y todo lo que tienes yo lo podría canjear por un par de zapatos. Me río cada vez que alguien habla de la repartición de bienes, de la posibilidad de todo el planeta inmerso en una clase media. Y por muy fuerte que me ría, tú, desde ahí abajo, sabes que absolutamente nadie va a hacer nada. Eres un matado, una alimaña, un ladrón, un terrorista. Darías un dedo porque te doblaran el sueldo. Irías a la guerra por mí sin pensarlo. Darías la mitad de tus bienes a la Iglesia si creyeras que así ibas a ir al cielo. Eres un ignorante, y casi puedo ver a todos los de tu calaña reflejados en mi piscina si la miro el rato suficiente. Sólo eres eso, el matado que construyó mi casa mientras tu hijo se alistaba en el ejército. Acrecentas mi vida para mantener a duras penas la tuya. Tu triste existencia siempre está con el agua al cuello. Esto es lo que pienso de ti, creo que no eres como yo porque no lo mereces, no has trabajado para ello, has sido menos listo, has nacido en el lugar equivocado, y no has sabido ver que te estaba absorbiendo la corriente de lo simple; tu pisito, tu cara de póquer cada mañana, tu sueldo base. Todos tus esfuerzos se han echado a perder por algo que tiene más que ver con mi casa con piscina que contigo, tu familia o tus fines de semana de mierda. Eres tan patético que se me revuelve el estómago al verte junto a todos los demás yendo apelotonados a comprar a supermercados de rebajas, o cuando os veo parados en alguna autopista, esperando. Se me hace gracioso el pensar que estáis así y no os reveláis. Pero no lo hacéis, porque además de simples, estáis cagados. Os hemos metido por el culo nuestro sistema planeado para que os dé miedo hasta vuestra propia sombra. Sois tan individualistas y desconfiados que os peleáis hasta porque alguien se os cuele en la carnicería. Estáis separados y no existe nada parecido a la cohesión cuando de conseguir igualdad se trata. Hacéis girar la rueda todos los días con cara de asco, como remeros en la edad media, mientras os fustigan con látigos. Pero apenas sí levantáis la vista para cuestionaros algo, porque siempre tenéis algún triste trabajo que mantener, o algún crío que alimentar, que vivirá arrastrándose igual que vosotros. Os consoláis pensando que vuestros abuelos vivían peor, o que no habéis tenido que pasar una guerra, o que las penas con pan son menos; y yo sigo atragantándome de la risa, bebiéndome la leche fresca mientras vosotros estáis recogiendo la mierda de las vacas. Apestáis, pienso, aunque no os lo diga. Y cuando se me pasa la risa, saco un puro. Me acomodo en mi butacón y ver el telediario resulta un buen divertimento. El informativo es la sitcom moderna, lo que haces mientras comes; lo que ves mientras piensas que te la sopla. Y lo que tú decides no hacer me proporciona mi holgado sustento. Tu dinero sólo sirve para que continúes trabajando por mi beneficio. Tus impuestos hacen que todo fluya hacia mí. Y tu mediocre papel como padre, quizá un día haga que tu bonita hija decida quererme a pesar de mi edad. Y cuando veas que el matrimonio es sobre todo un negocio que a mí me permite tirarme a tu hija, entones la poca dignidad que te quedaba se desprenderá poco a poco de ti. Tú y tu hijo mayor entrareis a ocupar importantes cargos en una de mis empresas, y los aprietos económicos que tenía tu familia se acabarán para siempre. Serás feliz de algún modo, y formarás parte del pequeño grupo que está en las alturas, para acabar olvidando todas las veces que te quejabas de los ricos y de lo triste que era que medio mundo muriera por culpa de la avaricia. En Navidad, comeremos en familia, y rezaremos todos juntos para que Dios permita que todo siga igual. Amén.

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Sinceridad absoluta

<<Tengo ganas de descuartizar a alguien>>. Soñaba, y esa frase salió de mi boca cuando alguien sin cara me preguntó: ¿Cómo estás?

Obviamente no decía eso porque quisiera descuartizar a nadie en el sueño. Era más bien una forma de decir: ¿Me lo preguntas porque te interesa o sólo es tu forma de mostrarte sociable? Y entonces, la persona, hombre o mujer, sin cara, parecía sonreír. Hay un montón de maneras de mostrarte tal y como eres sin parecer del todo un gilipollas. Aunque lo seas. La sinceridad no es lo que dices, sino lo que quieres decir.

Lo más perturbador no era tanto el cuestionario que empezó con esa sencilla pregunta, como el hecho de que no sabía si hablaba con un hombre o una mujer. La ignorancia de no ver a mi interlocutor/ra, me dotaba de una cualidad poco común: la sinceridad absoluta. Así que me levanto de la cama y rápidamente comienzo a escribir todo lo que recuerdo.

– ¿Cómo estás?

Tengo ganas de descuartizar a alguien.

– ¿Estás enamorado?

Sigo con ganas de descuartizar a alguien.

– ¿La humanidad o el prestigio?

¿El prestigio es dinero?

– El prestigio es prestigio.

La humanidad.

– ¿Eres un filántropo?

En serio, descuartizaré a alguien…

– ¿Hombres o mujeres?

Todas las mujeres.

– ¿Familia?

Sólo una familia nuclear.

– ¿Has matado alguna vez?

Sólo una, sin querer, y no estaba solo.

– ¿De qué tienes más ganas?

No estoy mal, no me puedo quejar.

En este punto abrí los ojos, y es justo donde el sueño se cierra y acaba por escapar a toda lógica. Era como si la persona sin cara me hubiese calado sólo con unas preguntas. Y aún me late el corazón demasiado fuerte. Me sentía completamente sincero, me estaba desahogando, pero al final me quedé con la sensación de que incluso ese sueño tan sólo era otra persona intentando reírse a mi costa.

Una vez apuntadas mis respuestas, merodeo por la casa. Una de esas casas con grandes ventanas que dan al mar. Una casa que no es mía, claro. A unos doscientos metros llegan las olas. Aún son las cinco de la mañana. Medito la posibilidad de entregarme a la policía. Pensaba que al despertar me volvería loco pensando en la noche anterior, pero en realidad no estoy tan mal. Sigue llegando un olor nauseabundo del lavabo, aun con la puerta cerrada. Las próximas horas de mi vida son la transición inmediata de mi antiguo yo a lo que sea que soy ahora. Voy a la habitación de Rafa, abro mínimamente la puerta y le veo roncar como una marmota. Ni tan siquiera se ha lavado las manos de sangre seca. La sierra eléctrica está en el suelo cerca de la cama. Debería despertarle. Se me escapa una sonrisa, creo que de pánico. Obviamente, no quería descuartizar a nadie en el sueño, es curioso cómo funciona el subconsciente. Si no hacemos algo rápido, mañana media playa olerá a transexual muerto.

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El Arte

Ese día, si me hubieran estado haciendo una felación debajo de la mesa, no hubiera puesto más cara de tonto. El Arte, según la real academia, es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. El que te la chupen es otra cosa. Sí es una manifestación de la actividad humana, creo…, pero aunque no es algo exactamente desinteresado, sí es muy personal. Chupar a otra persona es algo personal, claro, si no te dedicas al porno o eres de los que le come la boca a su pareja sin parar haya quien haya delante.

Si la chica me llegaba de esa manera sin ni tan siquiera hablar, probablemente hablando sólo podía estropear mi concepto sobre ella. Nada más verla fue cuando se me quedó cara de tonto. Y no es que no hablara. Habló. Pero era una prueba de casting. Cuando ves a alguien interpretar se supone que no estás viendo a la persona, sino al personaje. El primer impacto es rápido; la ves, flipas, no escuchas, algo te hierve en el estómago y alguien chasquea los dedos en tus narices. Entonces vuelves a la realidad. La gente lo llama amor a primera vista, pero sólo es magnetismo, lo cual no parece tener mucho que ver con el amor, y ni tan siquiera con el físico de quien te atonta. Porque además no sólo te atonta a ti. Miré a la chica cuando entró a la habitación igual que el director y los dos productores que había. Todos dejamos de existir menos ella. Y luego, comenzó a interpretar.

Habíamos hojeado unos cincuenta books. Aspirantes a actrices que en sus dosieres tenían esas fotos de moda, esas que con sólo verlas puedes imaginar perfectamente al fotógrafo dando instrucciones y manejando focos y maquilladoras, despojando de toda su personalidad a cualquier mujer para convertirla en un anuncio de cosméticos. Te fijas en todas esas chicas supuestamente atractivas de cara asimétrica y delgadez alarmante, y los paneles de luz y el vestuario pueden hacer que todas parezcan iguales. Sirenas que perdieron la cola por culpa de la anorexia, las drogas o las revistas. Así que observé a ésta, con su porte de actriz de los cincuenta dejándonos atontados a todos, y creí que casi podía oír las carcajadas de venganza de Marilyn Monroe desde su tumba.

Escribí un soliloquio para ella, y luego, mientras salía de su boca, el texto parecía oro. No parecía la primera parrafada melodramática que se me hubiese pasado por la cabeza el día anterior. Incluso paró hacia la mitad del monólogo, sacó un cigarrillo, se lo encendió sin salirse del papel, y continuó. Al recordarlo, si fuera católico diría que Dios está en todos nosotros, pero ese día sólo estaba en ella. Rompió a llorar tal y como tocaba durante las últimas líneas, y arrastró palabras hasta hacernos dudar sobre si actuaba o no. Para pasar de persona a personaje, hace falta vivirlo, o como dice la real academia, expresar una visión personal. Muchos actores sólo pasan de ser personas a ser personas que no saben actuar. Aquella mujer hizo que un texto vulgar trascendiera provocando otra vez que algo nos hirviera en el estómago. Si tienes magnetismo está bien, pero tener talento y magnetismo es lo que te hace especial más allá de tus tetas, las portadas, el marketing. La chica acabó, se sacó un klinex y comenzó a limpiarse la cara. Yo no me movía de mi silla, sudaba y temía dirigirme a ella directamente; pensaba avergonzado en mi chapucero texto. El director sentía lo mismo, pero él sí tenía que decirle algo. Una parte de la gente le hubiera dicho que aprendiera inglés si no lo sabía ya y se fuera a la meca del cine a amasar pasta de verdad. Este país se quedaba pequeño para ella. Europa se quedaba pequeña. Vete, se le podía decir, no malvivas en coproducciones cutres o series televisivas que provocan vergüenza ajena. Si tu talento se tiene que desperdiciar, que sea a cambio de montones demenciales de dinero.

Pero cuando el director se atrevió a mantenerle la mirada a la chica, y se disponía a decir algo, uno de los productores intervino:

<<Gracias, ya te llamaremos>>

El director y yo nos quedamos petrificados. La chica se levantó de la silla y se fue, calmada en apariencia, pero sin decir nada. No encontraríamos a otra actriz así ni realizando castings todo los días durante un mes más. Y yo no dije nada, pero el director alegó en voz alta y sin mirar a nadie que era la mejor actriz posible, que tenía experiencia en teatro y que se la veía muy cómoda, incluso sobrada. A lo que el mismo productor dijo:

<<No da el perfil>>

El director se levantó, se encaró con los productores y comenzó a subir el volumen de sus quejas. Yo, sin decir nada, salí de la habitación y me paseé por toda la planta buscando los lavabos. El edificio era el típico de cristal, lleno de empresas. Por fin, encontré los servicios. Entré. Llevaba toda la mañana meándome y, por un rato, durante el casting dejé de pensar en ello. Las palabras del productor me devolvieron a la Tierra. Dinerolandia iba a joder otra película. Sabía perfectamente qué era lo que no encajaba para los productores. Por muy cautivadora que hubiera sido la chica, no encajaba con el canon de belleza que perseguían. Así que iba a haber otra película adulterada, retocada y endulzada hasta que cualquier canal de televisión o gran empresa de multicines quisiera comprarla. Una vez tienes convencido al público de que el cine es un entretenimiento de colorines que les ayudará a desconectar de sus vidas, no puedes arrepentirte y ofrecer emociones fuertes. Mucha gente, al oír la palabra <<arte>>, piensa en cuadros abstractos y estatuas sin las extremidades. No me jodas, piensan, el cine es eso que dan después del telediario los fines de semana, o lo que hago los domingos con mi novia. Digamos que, el peor polvo es más gratificante que la mejor película; ¿lo es? ¿Existen los orgasmos a un nivel intelectual? O, vayamos más lejos, ¿un clásico en versión original subtitulada o una buena paja? Todas esas cuestiones pasaron y pasan siempre por mi cabeza después de ver tomar decisiones a… a quien sea, a Mister Materialismo.

Cuando ya me estaba cerrando la cremallera del pantalón, oí a alguien vomitar. Salí de mi cubículo, y me puse de cuclillas. El lavabo era unisex, y en uno de los retretes había una chica agarrada al retrete, y claro, era la actriz. Aún no se había ido. Nada más pensar en huir sigilosamente, ella salió de su cubículo. Los separadores para los retretes eran tan estrechos que la puerta casi no te dejaba salir al abrirla. Cuando la chica consiguió salir, y teniendo en cuenta que ya me había visto y reconocido, pensé en decirle algo, animarla. Me crucé de brazos y sonreí mirándola, como si no acabaran de joderle el día.

– ¿Estás bien?

Ella me escrutó sin sonreír. Lo siguiente que dijera sería lo primero que escuchara de la persona, y no del personaje. Y dijo:

– Sólo te la chuparé con condón.

– ¿Qué?

– Que si me vais a pedir ese tipo de… favor… lo hago si queréis, pero con condón.

Estuve un buen rato callado, paralizado.

– ¿Alguna vez te han pedido algo así? – conseguí reaccionar.

Y me dijo que no, pero que a alguna amiga sí le había pasado, y que estaba harta de romperse el culo en el teatro y necesitaba un trabajo menos exigente. El cine era la respuesta. Pausas interminables de rodaje, horarios de mierda, pero sin la obligación de actuar cada noche sin saber si va a ir a verte alguien. No es que no hubiera oído rumores, pero por lo visto a algunos productores se los puede comprar a base de mamadas; quizá de ahí que no todas las películas sean una basura. Así que a la pregunta de si es más gratificante el peor polvo o la mejor película, pues bueno, digamos que muchos han tenido que currarse un buen polvo para acabar consiguiendo una buena película. Le dije a la actriz que yo no era productor, que sólo era el guionista y que mi guión ya lo habían tirado por tierra llenándolo de clichés y moralinas baratas para hacerlo apto para todos los públicos. Y fue entonces cuando todo comenzó a irse de madre.

¿Estás harto de que no respeten tu trabajo? ¿Alguna vez tu creación artística inmortal (o que tú pensabas que lo era) no la ha arrasado un productor que se comería a su madre por un millón de euros? La chica, la actriz, me comenzó a convencer, a hacer preguntas. Me dijo su nombre: Helena. Me dijo que había estado durante años trabajando en un peaje y otros tantos malviviendo de obras de teatro que nunca cuajaban. Me dijo: ¿No estás tan harto como yo? Y acabó a un centímetro de mi cara murmurando que yo iba a escribir el guión que quisiera, y el papel protagonista iba a ser para ella. Y luego me contó el plan.

Como casi siempre que uno busca gloria y grandes recompensas, el plan era rebajarse. Sólo nos quedaba confiar en la escasa fibra moral de los productores. Fuimos los dos a la habitación en la que ellos aún se encontraban. El director ya se había ido. Helena les dijo que ella y yo podríamos follar (utilizó ese término) para ellos. Ellos podrían mirar y masturbarse con la condición de que nosotros y el director pudiéramos tener el control creativo de la película. Los productores al principio dudaron. Pero ninguno de los dos se negó en rotundo, cosa que encajaba en los planes de Helena. Al final dijeron que sí, pero que tendríamos que hacerlo para ellos una vez a la semana. Hubo algunas clausulas más. Yo tendría que tirarme a sus mujeres siempre que ellos quisieran, y para celebrar el final del rodaje se organizaría una orgía en la que tanto Helena como yo y los productores con sus respectivas, intervendrían.  Firmamos el acuerdo con encajadas de manos. El Arte es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos y blablablá, sí; pero aunque es una visión personal, no es desinteresada. Costó mucho esfuerzo, hasta viagra, y la cara de tonto con la que me quedé al ver a Helena por primera vez, me duró meses. El Diablo nos vino a visitar a todos y le recibimos con los brazos abiertos. El Diablo está en todos nosotros.

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El buzo muerto

Puede que sólo sea otra forma de diversión. Mentiras elaboradas. Pero como historias funcionan a la perfección, como un reloj, como esas ideas por las que muchos guionistas y escritores pagarían. Da igual si es la muerta de la curva o el buzo del bosque calcinado. Son ideas originales y tétricas, las historias falsas o verdaderas que conforman la gran historia de tu vida. Que nadie te engañe, las mentiras también cuentan, la mentira forma parte de la verdad. El amor no es el motor de la humanidad. El amor es lo que tienes en la cabeza mientras alguien miente. Alguien miente mientras llenas el depósito de tu coche. Da igual el envoltorio que uses; la verdad a medias, la mentira a medias, la ocultación, el silencio… Todo eso es mentir. La mentira es tu Matrix real. Muchas relaciones y contratos y acuerdos siguen vigentes gracias a una gran mentira piadosa. <<Buen trabajo>>. <<Sigue así>>. <<Te quiero>>.  Pensar demasiado  en las mentiras de las que podrías haber sido receptor pone la piel de gallina, pero luego piensas en las veces que tú has mentido y enseguida se te pasa el disgusto. Por todo eso, y porque en el fondo mentir no siempre es malo, yo, me identifico con el buzo. El del bosque calcinado.

Obviamente, mentir cuando ya eres una persona adulta no es como cuando de pequeño tirabas la sopa y le decías a tu madre que te la habías comido. Con la edad, los engaños se tornan más sutiles, y muchas veces salen solos, sin ni tan siquiera haber pensado en que lo que decías era mentira, o no del todo cierto. De todos modos, callarse es la forma de engañar más popular. No decir lo que sabes, el silencio piadoso. La vida se forma de una retahíla de silencios que ocultan la realidad al prójimo. La ocultación de la verdad funciona como bisagra para que el engranaje vital pueda seguir haciendo que te levantes todos los días. Así de importante es que nadie sea completamente sincero contigo. Si quieres durar, no mires a los ojos a tu pareja y le digas que nunca se atreva a mentirte. Lo que nadie quiere aceptar es que se puede confiar perfectamente en alguien aunque ese alguien pueda ser un mentiroso. Porque de hecho, la gente que menos parece mentir es la que miente sobre las cosas realmente importantes de la vida. Los llamados <<mentirosos>> sólo te contarán cosas como los muchos polvos que han echado o las heroicidades que han llevado a cabo. Una cosa es ser un fantasma y otra un hipócrita; y los fantasmas, en comparación, son divertidos.

La cuestión no es tanto si alguien te va a mentir como si vas a poder confiar en ese alguien. Conceptos como la familia, el matrimonio o la amistad, llevan toda la vida sucumbiendo al poder de la mentira. La mentira tiene el monopolio de la verdad. Mucha gente no acepta la mentira como no quiere aceptar la muerte. Aunque la muerte aún tiene mucho que aprender de la mentira. Porque la muerte es dominante, pero la mentira puede ser eterna; la misma mentira puede viajar intacta de generación en generación intoxicando y acomodándose entre esos nietos que puedas tener. Hasta que algún funesto día quizá sean sorprendidos por algo que puede ser mucho más terrible, la verdadera historia. Elegir entre la verdad y vivir engañado no es una elección fácil. Porque hay gente que se  miente incluso a sí misma. Sólo hay que ver esa foto del planeta Tierra desde el espacio, en la que en el continente Africano apenas hay alguna luz de noche.

La mentira puede tener igualmente poder tanto si la gente se la cree como si no. Muchas veces la gente no quiere la verdad. Una mentira disfrazada puede ser preciosa. Como esa persona de la que te enamoraste y acabó matándote. Como ese estilo de vida que todo el mundo cree tácito y que mantiene África a oscuras. La justicia suele salir perdiendo. Porque no es una cuestión de mentiras o verdades, sino de lo que creemos que es mentira o verdad. La filosofía barata tiene menos valor, pero al igual que la verdadera, puede llevar inoculado el veneno de la verdad auténtica que hace que arruguemos el ceño. Vete al baño y mírate al espejo, o vete al baño y ponte las gafas y mírate al espejo, que por más que creas que todo lo ves bien, es muy probable que andes equivocado.

Así que, como el buzo de la leyenda urbana, yo cambié durante el viaje. El murió, y yo cambié. La versión que sé de la leyenda urbana es la de que cuando el hidroavión pasa por el lago y recoge al buzo, éste muere por el camino, quizá de un infarto. Cuando el avión suelta el agua al pasar por encima del incendio, el buzo ya cae muerto. Alguien jugó con esa metáfora reflexionando sobre la muerte prematura. Todos somos buzos, dijo.

Y me identifico como el buzo. Imagina al buzo dentro de ese cubículo lleno de agua, asustado y fuera de lugar. Con toda probabilidad, y aun existiendo sólo en esa leyenda urbana seguramente ficticia, ese buzo supo entonces que a cierto nivel nada tiene sentido, y que aunque su vida fuera ficticia y él sólo fuera un personaje, también él era real. Él iba a dar una lección a esos que se empeñan en desprestigiar toda mentira en pos de la hipocresía. A sabiendas de que iba a morir, ese buzo pensó cuando se acrecentaba su taquicardia: Aún no existo, pero esperad.

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Quincuagésima carta

Hola.

Ya no sé ni cuantas cartas te he mandado. Y aunque me duele, ya casi no me importa que no me contestes nunca. Es igual, ahora ya lo hago para desahogarme, para tener algún vínculo contigo. Prefiero que me odies a dejar de existir para ti.

Últimamente me encuentro de mejor ánimo. Los medicamentos me hacen efecto y ya apenas pienso en ti exceptuando las veces en que te escribo. Por otro lado, no sé si te importa, pero hará unas tres semanas murió una amiga mía. Últimamente éramos inseparables. Murió asesinada. Se metió en un lío, o estaba metida en líos hace tiempo, no lo sé seguro. Le dieron doce puñaladas y se desangró enseguida. Me dijeron que le seccionaron la aorta, que sino quizá podría haberlo contado. Los primeros días después de aquello tuve muchas pesadillas, y en ninguna salía mi amiga y en todas salía yo en peligro. Miré en un libro de medicina dónde está la aorta.

No te lo he dicho, pero últimamente también me he aficionado a la lectura. Quién me lo iba a decir. Cuando era adolescente odiaba eso, odiaba los libros sin fotos ni dibujos. Será porque aparta los malos rollos de mi cabeza o lo que sea, pero no puedo dejar de leer, y ya llevo unos tres meses leyendo tres o cuatro horas diarias. El último tocho que me he leído es de Henry Miller. Es algo denso, pero muy erótico, y quizá lo vuelva a leer. No lo tengo a mano y no consigo recordar el título, ¿lo puedes creer? Alguien me dijo que este autor se había estado tirando a Marilyn Monroe en los cincuenta, y enseguida me atrajo.

No te lo creerás, pero es verdad que me estoy portando bien. Ya no tengo los impulsos de antes. La lectura y la escritura (sí, también escribo) me mantienen alerta y en calma. No me cabreo como antes a la primera de cambio. El otro día me dijeron que la psiquiatra a la que mordí ya se ha restablecido del todo. Me alegré por ella, y te lo creas o no estuve muy preocupada todo el tiempo que estuvo en coma. La nueva psiquiatra es muy recelosa. Yo intento ser amable con ella, pero es tan repipi y académica que te juro que a veces me dan ganas de coger su bolígrafo y clavárselo en un ojo, a ver si veo una reacción auténtica en ella aunque sólo sea una vez. Pero no te preocupes, esto es lo bueno, antes pensaba estas cosas y luego las hacía, pero ahora como mucho las escribo. Me gusta sentirme normal, me da la sensación de que eso me acerca un poco a ti.

Aparte de las cartas, lo que escribo son cuentos infantiles. Nunca te lo dije mientras salíamos, pero mi madre me contaba cuentos cuando era pequeña. Mis amigas se reían de mí por eso. Me costó mucho acostumbrarme a dormir cuando se acabaron los cuentos porque mi madre decía que ya era muy mayor. Así que ahora al escribir me acuerdo de cuando era pequeña, y me pregunto si alguna vez algún niño escuchará un cuento de los míos. Cada vez estoy más convencida de que sería una buena madre. Aún espero poder serlo…

Hoy tengo visita otra vez con la psiquiatra, y no me hace ni una pizca de gracia. Está tan alerta por lo que pueda hacerle que lo único que hace es esperar a que termine la sesión. Así es imposible desahogarse. Es muy incómodo hablarle sobre tus amigas o tus cuentos a una tía que te mira como pensando que debería haber estudiado periodismo. Puta… Tengo miedo, porque no quiero hacerle nada.

A veces fantaseo con volver a verte. Seguro que andas tirándote a alguna princesita de esas que te gustan tanto. Me da la impresión de que no te gustan los matices en tus parejas. Quieres vivir tan relajado que yo para ti era como el caviar para alguien que se conforma con la comida rápida. No es que te lo reproche, pero tienes demasiado carácter como para ser tan del montón. Deberías complicarte un poco la vida. Ya sé que conmigo tuviste una buena ración de disgustos, pero no todo el mundo es como yo. No deberías asentir y después bajar la cabeza como haces siempre. Deberías atreverte a volver a salir de la caverna.

Siempre me prometo no alargarme, pero una vez empiezas a largar es difícil dejar de tener la sensación de que te dejas algo en el tintero. Es porque te quiero y todo eso. Pero no te confundas, a cierto nivel, el odio es mutuo. No hay un solo día en que no me arrepienta de haberte conocido. Ni yo merezco sufrir tanto. Mis actos y mis problemas no redimen a gente como tú. Puedo quererte más que a nada, pero no voy a negar nunca tus defectos por muy abstractos y aceptados que sean. Sobre todo y ante todo, quiero que sepas que NO eres mejor que yo. No en el fondo. Además, estoy convencida de que en tu lecho de muerte, yo seré una de las cosas que recordarás; yo, mis actos, mis cartas. Y estoy segura de que si lees esto me darás la razón en secreto. Un secreto que te resguardarás a ti mismo. Te negarás a aceptar, pero eso no impedirá que aceptes. Me da igual que te acuerdes de mí a regañadientes, siempre que te acuerdes de mí. Obviamente, la razón por la que maté a esa novia tuya como la ex resentida que fui, será la razón por la que sabrás que hubo alguien que te quería tanto como para matar por ti.

 

PD: Desde hace unos días tengo una nueva compañera de celda. Sospecho que me roba pastillas de forma gradual. No me cae bien.

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Programa de prevención

Seguro que sí, pero he llegado a dudar sobre si hay alguien más como yo. He llegado a pensar que estoy solo. Mi familia no sabe nada de esto. Y no es que yo sepa mucho más que ellos. Cuando tu tarea es publicitar de forma subrepticia lo bonito que es vivir, puedes acabar abusando del prozac. Soy Mister optimismo subliminal. La primera persona de la que no deberías fiarte.

El P.P.S (Programa de Prevención del Suicidio) existe para mí desde hace dos años, pero no sé cuánto tiempo debe llevar activo. No sé cuántas personas más hay con mi cargo, y no sé nada de la gente para la que trabajo, aparte de que tienen línea directa con el Ministro de Interior y que no debo hacerles preguntas. Los funcionarios de Correos y toda esa gente con horario fijo y preocupaciones de clase media, bueno, no saben la suerte que tienen.

La chica de esta noche tiene un largo historial de depresión y crisis de ansiedad. El paquete básico. Su último novio la ha dejado por otra, eso comienza diciéndome. Y éste, dice, era el definitivo, tenía que serlo. Rompe a llorar en medio del restaurante. Nos es la primera vez que me veo así. Lo que tienes que hacer ante esa desesperación es seguir comiendo, atender a tu filete como si no estuvieras delante de alguien con el perfil óptimo del suicida inmediato. Poco después, la persona en cuestión te mira, desconcertada ante la falta de respuesta. En este contexto, la indiferencia siempre funciona. A una persona que podría querer morir le importa menos no ser el centro de atención. Coges cuchillo y tenedor y cortas un trozo de tu filete sangriento, te lo metes en la boca, y miras a tu acompañante. Dentro de tu comportamiento como Preventor, no se aconseja comer ensalada o nada que insinúe la idea de que pretendes llegar a viejo. Si la idea que tiene tu acompañante es la de quitarse de en medio, esas cosas le empujarán más hacia la tumba, comenzarás a caerle mal. El cinismo y la conversación casi inexistente pero certera, es lo mejor para comenzar a encauzar el problema. Es decir, ella quizá quiere morir, pero a ti tampoco te vuelve loco estar vivo; ése tiene que ser tu mensaje. El primer paso para comenzar a ganarte a tu Objetivo es la empatía.

El motivo por el que soy la versión oscura de un agente de la C.I.A, es que en los medios siempre se habla de asesinatos y guerras, de violencia de género, de profesores acosados, de lo que sea. Se habla de todo, menos del suicidio. Sabes que hay gente que toma esa decisión, pero no sabes con qué frecuencia, ni dónde, ni cuándo. En todo lo que respecta a la gente que se mata a sí misma, el periodismo no existe si no eres una celebridad. Cuando llevas un tiempo con esto y te sabes las estadísticas de memoria, sabes que el tema tabú por excelencia no tiene nada que ver con la violencia explícita o el sexo. El suicidio, a nivel mediático, sólo tiene cabida si antes de pegarte el tiro has matado a tu pareja. Los suicidas no pueden ser el blanco de tu compasión como ciudadano informado. Los soldados mueren en la guerra, los conductores en la carretera, las mujeres a manos de sus parejas, y todos merecen nuestro momento de luto. Los suicidas, en cambio, bueno, ellos sólo van de cabeza al infierno.

El caso es que un día, quizá hace muchos años, alguien decidió que podían tomarse medidas en cuanto al tema en cuestión. Alguien formó una agencia y comenzó a untar a los psicólogos que estaban dispuestos a cobrar en negro. Hoy todo eso del acuerdo legal de confidencialidad sólo es una ilusión del cliente. Los pacientes con depresión aguda o insalvables problemas económicos, siempre hacen un amigo nuevo después de su última y muy conflictiva sesión de terapia. Quizá al día siguiente, ya conocen a alguien como yo, con estudios de psicología y no demasiados escrúpulos. Alguien que te invitará a cenar y comerá como un cerdo y fumará como una chimenea, para entretenerte como fiambre potencial, y quizá incluso acabarte convenciendo de que todo eso de superar obstáculos y envejecer es la panacea de la felicidad sin límites. Se puede pensar que un psicólogo no podrá hacer nada más fuera de la consulta de lo que se puede hacer dentro, pero las estadísticas nos abalan.

Todo el secretismo se debe a una especie de pánico social de las altas esferas. Las altas esferas están convencidas de que eres imbécil, de que si te enteras de que el vecino se ha cortado las venas en su bañera, tú correrás a imitarle. Las altas esferas están convencidas de que eres infeliz, y de que en el fondo tienes ganas de acabar con todo. Según ellos, el suicidio se contagia. Los psicólogos que más apoyan esa teoría son los que no están haciendo lo que yo hago ahora. Piensan que este modo de actuación acabará trascendiendo a los medios tarde o temprano, y se niegan a colaborar. De esos rebeldes, los que parece van a dar alguna voz de alarma sobre nuestras prácticas, suelen encontrarse una bala en su buzón antes, o quizá incluso una carta de advertencia. Como con todo, la hipocresía forma parte del engranaje. La agencia sabe que un buen francotirador te puede ahorrar un montón de horas en juicios y un posible follón en el Parlamento. No es que yo sepa todo eso, pero entiendo bastante sobre la previsibilidad del comportamiento humano. Eso, y que un día alguien en Madrid pasó a su consulta para la charla semanal, y se encontró a su psicólogo con un tiro en la cabeza y un agujero en la ventana que había detrás de él. Lo único que se supo es que la bala se hizo trizas al entrar en el cráneo, señal de que sólo podía haber sido alguien con acceso a munición del ejército. La conclusión oficial fue que alguien “poco conforme” con los progresos de su terapia decidió acabar con aquel matasanos.

Mi Objetivo de hoy ha dejado de llorar por el momento, y se ha puesto a comer de una vez. Con las mujeres es harto difícil llegar a buen puerto. Su complejidad implícita hace mucho más complicado el trabajo que con los hombres. Ellas tienen más capas, sentimientos y principios de los que los hombres podamos imaginar. Con lo cual, cuando a una se le mete en la cabeza que no hay salida, reconducirla al camino de baldosas amarillas es casi imposible. No ayuda tampoco el hecho de que tenga que ser un hombre (otro) el que les devuelva la ilusión por lo que sea que antes las empujaba hacia delante.

Cuando la cosa se pone fea, si ves que la chica parece seguir en sus trece de no seguir, entonces, hay que recurrir a la autovejación, el cortejo. Es un coñazo, pero también un gran recurso de emergencia. Te ves mintiendo y abrazándola y prometiéndole cosas, y recuerdas lo fácil que es esto con la mayoría de hombres; sólo basta con llevarles a un club de streaptease, o hacer que se emborrachen, y ese primer impulso de acabar con todo se difumina hasta desaparecer. Pero con las mujeres no, ellas te van a preguntar cuál es el sentido de la vida, y es entonces cuando vas a tener que allanar el camino para poder contestarles con un ramo de rosas que lo justifique todo. Por supuesto, es una táctica de doble filo, porque sabes que ella no puede descubrirte, y que tendrás que dejarla por mucho que hayas conseguido que te quiera. La idea es devolverle el amor propio, quedar como un gilipollas, y asegurarte de haberla hecho conocer a alguien que va a ocupar tu lugar para hacerla feliz de verdad. Claro, ese substituto tuyo puede ser un mamón, pero al menos será un mamón verdadero, y una vez has conseguido hacer que ella no piense en querer matarse, como poco has ganado tiempo, y con suerte, quizá puede que hasta hayas conseguido apartar de su cabeza las intenciones terminales para siempre.

Mientras fumo como un cosaco, encendiéndome el siguiente cigarrillo con lo que queda del anterior, mi Objetivo, que tiene los ojos y el cabello oscuros, y se conserva bien para ser una cuarentona, me dice:

– ¿Eres muy joven, no?

Me encojo de hombros.

– Eres muy poco hablador…

Mientras hago que sí o que no con la cabeza a todo lo que me dice, intento poner la agenda al día en mi cabeza. Mañana he quedado con otro de mis Objetivos, pero es hombre, así que no dará demasiados problemas, espero. Debo iniciar una conversación fortuita con él en el bar al que acude habitualmente cada tarde. Espero poder solucionar el tema con alcohol. Mis otros tres Objetivos pendientes son mujeres. Dos de ellas piensan que tienen una fructífera relación conmigo; la otra es lesbiana, veinte años, no es un caso fácil. En la “vida real” no soy ni de lejos tan sociable, no calculo tanto cada movimiento, no me lanzo a ligar así. No tiene nada que ver el tratar con gente supuestamente feliz o que harán cualquier cosa por hacerte creer que lo son, que con personas que no tienen problema en reconocerte que piensan que todo es un montón de basura. Y además, en la vida real no tengo un dossier con el currículum y las aficiones de todo el mundo.

Llevar una doble vida ya es complicado de por sí, pero cuando en una de tus vidas paralelas la gente que conoces quiere morir, pues bien, digamos que tienes que llevarte el trabajo a casa. Bajo mi responsabilidad sólo han muerto tres personas. Diría que la agencia debe estar contenta conmigo. Pero ese nivel de efectividad requiere estar enganchado al teléfono de forma constante, tienes que saber siempre dónde está todo el mundo. El tipo de gente que trato suele caer de noche, y por algún motivo la estadística se dispara si hay luna llena. Esto no es como un servicio de urgencias, aquí tus conciudadanos no tienen accidentes, los buscan, y el servicio también es de veinticuatro horas.

La mujer, de repente, se vuelve a convertir en un mar de lágrimas. Me saca de mis pensamientos. Me mira a través de toda esa humedad y maquillaje echado a perder, y dice:

– Si te cuento una cosa, sabrás ser discreto, ¿no?

– Claro.

La mujer sorbe, saca un pañuelo de su bolso e intenta limpiarse el rímel corrido. Mientras lo hace, murmura:

– Trabajo para el gobierno…

– ¿Eres funcionaria…?

– Sí… bueno, no exactamente.

No puede ser.

– Trabajo para el gobierno, pero en otro… ramo.

Es imposible.

– El caso es que no lo estoy haciendo bien… me pagan mucho dinero y… no lo estoy haciendo bien.

Decido callar y ver hasta dónde llega su diatriba. No parece querer confesar qué es lo que hace, en qué trabaja. Si fuera lo que yo pienso, debería sospechar de mí. En su hoja de Objetivo se detallaba que es funcionaria. Funcionaria del Estado. ¿Si yo entrara en un estado crítico de depresión, en mi hoja también pondría eso? ¿Funcionario del estado? Siempre me he visto más bien como un superhéroe, una especie de Batman de la psicología extrema. Es desilusionante, y además no tiene sentido. ¿Cómo puedo tratar a una igual? ¿Sabrá qué es lo que hacemos? Nadie me ha llamado para avisar, aunque quizá me esté montando una película. La mujer dice:

– Ha muerto gente por mi culpa… ¡Muertos! – grita – ¿Entiendes?

Todo el restaurante se vuelve a mirarnos. Me levanto y dejo un billete de cincuenta en la mesa. Agarro por el brazo a Doña psicótica. La guio entre las mesas hacia la puerta de salida, y ella no deja de mirar a la gente y decir: ¡Ha muerto gente por mi culpa! ¿Me oís? ¿Eh?…

Salimos por fin a la calle. Mi móvil comienza a sonar. Suelto a la mujer;

– Tranquila, tranquilízate, ¿vale? Déjame atender la llamada…

– Muy bien… – dice, comienza a respirar hondo. Descuelgo.

– ¿Preventor? – dice una voz, la misma de siempre, con distorsión.

– Sí, soy yo.

– Llamo para informarle de que uno de sus Objetivos…

Entonces, oigo un golpe, algo me salpica, y dejo de escuchar lo que me dicen por teléfono. Miro a mi alrededor, la mujer no está. La acera no es muy ancha. Hay un autobús parado en la carretera, muy cerca de mí. No debí dejar de sujetarla, pienso, demasiado tarde. Necesito prozac, mi dosis. A sabiendas de lo que pasa camino cabizbajo para ver la parte delantera del vehículo. Hay una mancha de sangre que ya comienza a chorrear y gotea en el asfalto. La gente se para a mirar. El conductor del autobús y los viajeros, salen. Dos críos comienzan a hacer fotos con sus móviles metiéndolos debajo del vehículo. Me limpio la sangre de la cara con la manga, absorto, mientras sale una vocecita de mi móvil: ¿Oiga?… ¿Oiga?…

 

(Superadas las cincuenta mil visitas. Gracias a todos)

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