Declaración de intenciones

Claro que lo veo, lo veo. No intentes convencerme, ya sé de qué va esto. Mi alma está a salvo. No te preocupes, todo irá bien. Tú si quieres puedes tener tesón, capacidad de superación. Pero no hace falta que evoluciones como se supone que toca: puedes usar condón. Puedes elegir. De todas formas la naturaleza nos borrará cuando ella decida. No es tan malo tener un mínimo de control ya sea en cuestiones de longevidad o de autodestrucción; puedes no hacer caso a tu médico y seguir con tu vicio, aspira fuerte la nicotina y valora tu auténtica libertad; no hay ningún canal por el que llegue la inmortalidad. No dejes que nadie simplifique tu vida, deja libre lo que más quieras aunque decida alejarse de ti. La fuerza de voluntad solo es otra decisión. Rechaza órdenes directas. Piensa en ti como el pasajero de un avión estadísticamente casi a salvo de siniestros; pero no totalmente a salvo. Y si ves que las azafatas se ponen nerviosas, hazme caso, pierde el control, grita y despotrica, pero que nadie hasta ese momento te haya conseguido cambiar. Te digan lo que te digan, eso es la libertad.

Me atraganto de felicidad. Basta con mirar a mi alrededor y ver cómo todos me miran de reojo buscando mi aprobación a la vez que desaprueban mi criterio. Estoy a punto de saber cómo sois, y la idea formada es tan ridícula en el fondo que no puedo para de reír; las lágrimas me ciegan como lo haría una explosión nuclear; todo está filosóficamente encajado en una ironía enorme que dejaría moralmente a salvo al pederasta más repulsivo. Bastaría con que nadie pudiera mentir para que las cárceles se convirtieran en las nuevas zonas de ocio multitudinarias. Afuera quedarían unos cuantos niños y cuatro padres de familia cornudos mirándose entre sí, avergonzados por no ser unos cerdos para poder mojar encerrados en orgiásticas celdas.

Ah, cómo lo veo; está tan claro. Es una imagen nítida, una violación. El Demonio agarrando a La Virgen por el pelo, empujando su cabeza y ahogándola con su pene cavernoso y lleno de venas. Veo esa imagen por doquier, en todos los hombres, todas las decisiones; cada vez que un grupo de personas se reúne un sábado y se van a cenar para hacer planes. Veo a todos los apóstoles y siempre es la última cena. Y en la silla donde se supone que está Jesús, el anticristo le provoca rotundos orgasmos a María Magdalena (su autentico amor), mientras él, apartado en un rincón, asegura a todos sus colegas que no le importa, que ella se lo ha buscado, que conseguirá arrebatarle su chica a papá Demonio. Y aún no lo ha conseguido. Aún estamos esperando, y yo no puedo parar de reír, como cuando alguien fracasa y los demás podemos comentarlo en acaudaladas comidas de aniversario.
Me tienen que sujetar para que no caiga al suelo hecho un ovillo de cómo me duele el estómago de tanto reír. Me baila la mandíbula. Cuando muera, ya sabes, me encantaría convertirme en un apóstol del Diablo, echarnos unas risas mientras damos de comer a las furias. Rodeados de grandes piscinas llenas de sangre, toboganes por donde bajarían las chicas del siglo veintiuno gritando para celebrar la paridad. Todo será mucho más justo, estoy convencido. Es mi gran esperanza, sentarme en una silla abatible mientras me fumo un buen puro llamando al cáncer, a la vez que una chica me trabaja la entrepierna sin sentirse un trozo de carne por ello. Puede ser un ejemplo idiota, pero imagina un mundo a salvo de hipocresía. Confío en el más allá, y no creo en el cielo. Y no pongas esa cara tuya de circunstancias, porque para entonces no veré nada y ya estaré a punto de tener arcadas.

Es verdad. Estoy notando poco a poco subir mi última comida a medio digerir, de tanto como se indigna la gente que puede oír mis pensamientos. Católicos dignos, mujeres autoproclamadas íntegras, y demás fauna realizadora de los más mediocres logros que nadie pueda conseguir en la vida. Merecen tragarse mis vómitos, y después casi podrían darme las gracias por ayudarles a superar sus logros, véase: beber agua embotellada, tener largas e hipócritas relaciones, y hacer arriesgadas excursiones programadas al campo. Sin exceptuar aquella vez en que se bañaron de noche en la playa. En fin, auténticos aventureros.
Y no es que yo sea Indiana Jones, pero ya he retado multitud de veces a Dios. “Señor, por favor, mátame, aquí y ahora.” Y nunca pasa nada. La mitad del mundo basa su vida en lo que yo puedo convertir en un comentario mezquino. Y los creyentes dirán: “Sería una demostración demasiado superflua de su poder”. Y yo soy un perdedor y por eso Él no me quiere a su lado. Si acabaran perdonándome, en el cielo los más espabilados intentarían asfixiarme con nubes pequeñitas; meterían mi mano en un cubo de agua mientras duermo para ver si me meo en la cama. Pero de momento lo que hago es partirme la polla; la vida es demasiado divertida como para no verlo; todo es un gag sutil y desternillante, y está por todas partes.

Y como esto se supone que es una declaración de intenciones, pues sí, sigo pensando que el Demonio me llama, me quiere con él, y está en todas partes. Sigo rezándole y sigue dándome igual que no quieran soltarme. Llevo pocos días aquí, y la habitación acolchada empieza a parecerme de lo más divertida. Por las noches, entre sombras, creo ver a Belcebú en las paredes, y suelo masturbarme pensando en ti, psicóloga cachonda en secreto. Seguro que eres una de esas cuarentonas estrechas, algo que me la pone sumamente dura, si no te molesta que te lo diga. En fin, yo me lo tomaría como un piropo. Estoy convencido de que tu marido no llega al minuto y ya está resollando encima de tu culo. Perdona si te tuteo, pero creo que ya comenzamos a tener cierta confianza.
Deberías aprovechar mi punto de vista, para poder tener una visión sin filtros del mundo. Amiga mía, tus confidencias para ganar mi confianza de loco a jornada completa me enternecen. No hace falta que cojas un avión nunca más si tienes miedo a volar. Y no hace falta que tengas hijos si no te apetece. Yo lo entiendo, no todas tenéis por qué estar dispuestas a desgarrar vuestras vaginas para sacar un puto bebé por ahí. Total, para que con toda probabilidad acabe siendo como yo, sólo que con la boca cerrada en el momento justo. Es un consejo, amiga cuarentona cachonda: vive acorde a como quieras vivir, deja a ese capullo de tu marido y comienza tirarte a veinteañeros si te apetece; no te infravalores, yo me pondría el primero en la cola. No permitas que cuatro normas morales, unas cuantas tradiciones y los putos curas te coarten tus impulsos. Recuerda, amiga cuarentona -a la par que atractiva y con estudios- que acabar en un manicomio poco a poco cada vez se parece más a la cordura. (Estamos emergiendo). El papel ya está lleno de saliva y sudor de tanto como me he divertido escribiendo esto. Espero que no me tengas en cuenta las insinuaciones. Jamás te forzaría para meterte la polla si no me dejaran libre. Así que, cuídate, muchos besos, y un abrazo a tu marido. (¿No son esas soplapolleces las que decís los cuerdos a la más mínima?… Tenéis más morro que espalda…). Nos veremos en el infierno algún día, sé que en el fondo eres una ninfómana desatada. Estoy deseando que leas esto delante de mí en la siguiente reunión, y que podamos hablar. Ya me comienza a fluir de verdad la sangre con sólo pensarlo.

[Trailer y cartel de la nueva peli de Spike Jonze, uno de los directores con más cojones del panorama actual, y con un currículum poco menos que brillante hasta la fecha. La peli se llama ‘Where The Wild Things Are’. Es la adaptación de un cuento clásico de Maurice Sendak, y las imágenes del trailer a ritmo de «Arcade fire» prometen, y mucho.]

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3 comentarios en “Declaración de intenciones

  1. El formato de relato «breve» se adapta de maravilla a la pantalla.

    Es interesante pensar qué ocurriría si todos estuviéramos obligados a decir la verdad.
    Buen relato, una vez más. Salta a la vista la pureza y propiedad del texto. Una retórica sencilla (casi minimalista) muy bien manejada.
    Apostaría por más como este.

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