La persona de la que quiero hablar tiene un montón de metas. Pero no te creas que me refiero a un ejemplo rebosante de carácter, no es una altruista cargada de buenas intenciones. Te hablo de una mujer aún joven, de unos treintaitantos, algo rellenita, guapa de cara, cuerda. Alguien con quien se puede hablar de algo más que del tiempo o la rutina. Lo cual no quiere decir que no sea peligrosa. No estoy inspirado, no estoy inspirado, no estoy inspirado, no estoy inspirado, las musas follan con otros, las musas son unas zorras…
Esa chica, la chica cuerda, en fin, tiene que tener algo especial, esconde algo, algo importante (decir “algo gordo” podría aludir para algunos a su físico, mejor utilizar la palabra Importante, no quiero desviar la atención). Regla básica: esto NO es un relato autobiográfico, o en todo caso no debe parecerlo. No dejar pistas, esa es la idea. Siempre hay que vomitar, pero usando otro orificio. Literatura. No intentes hacer literatura, o no harás literatura. Tu polla no es la más grande ni la más bonita. Escribe sin más.
Pero éste no es un personaje interesante, no se me ocurre nada para él, no le quiero. Podría morir en el segundo párrafo y no me importaría. Porque no sé llenarlo, las musas se están prostituyendo con algún Dan Brown otra vez. A la más mínima se van a lo fácil, esos tíos que son capaces de avanzar cincuenta páginas diarias con Más De Lo Mismo y las ventas aseguradas. Esas zorras a menudo no se conforman con alguien que sólo quiere escribir. Otra vez alguien está creando aventuras vacías y carentes de alma. A toda mecha. La mediocridad está de moda, está que se sale. La gente está enamorada de lo trillado, nadie está dispuesto a ponerse en tu lugar para tener otra perspectiva de las cosas. Ya sé que en realidad sólo estoy divagando; pero el mayor error que puedo cometer es volverme como ellos. Perdería todo lo que me hace ser distinto. No sé qué hay al fondo del camino alternativo, pero esos ruidos sospechosos de los que todos huyen para mí son demasiado atrayentes. Es el miedo, te puedes volver adicto a él; desde donde estoy de repente surgen un montón de nuevos y fascinantes enfoques vitales. Conozco el camino correcto, pero conocer los otros ha hecho que vea las taras de la normalidad, y con tan sólo mirar mínimamente a mi alrededor puedo ver cuán podrido está todo de decorados y disfraces. Realmente todos piensan ya que conocen las formulas para resolver día a día sus vidas, han adoptado sus imperfecciones recurrentes como parte de un todo supuestamente aceptable y tierno. En definitiva, puedes ser un gilipollas impunemente. Puedes humillar en público al prójimo y todos se regocijarán. La mayoría de las personas no serían capaces de ser felices si no tuvieran a quien mirar por encima del hombro. Y no puede ser. No puede ser que también las musas hayan sucumbido a todo eso, el auténtico fondo lleno de mierda, el de verdad, donde se reúne todo lo patético en armonía con el orden aceptado que mantiene a todos cercados en la misma filosofía: una perorata basada en la repetición de ciertas teorías recurrentes que pierden casi toda su fuerza más allá de los dos minutos de conversación.
La actitud que las musas están teniendo ahora conmigo, que es el reflejo de la actitud de la mayoría de gente, es la garantía de que nadie va a cambiar el mundo. El ser humano se extinguirá de una forma absurda. Y para poco antes de que lo haga, las musas se arrepentirán.
Mi ventaja es que yo sí sé que el mayor error que puedo cometer es pensar que sólo yo tengo razón. La razón es algo que se reparte de forma equitativa, pero toda esa gente tan normal y tiernamente imperfecta piensa que tiene la mayor parte.
Piensa como la mayoría y acertarás. Ese es el lema que triunfa, la panacea del sentido común, la materialización de la madurez. Hasta debe crecerte la polla si te crees esa mierda. Realmente hay quien asegura que uno es feliz si antes lo planea; cuando en realidad las sonrisas son únicamente el resultado de un momento feliz. En lo que vale la pena, la espontaneidad manda. Hay diferencias entre Actuar y Vivir. Y también hay distintas formas de positivismo. Puedes provocar cambios aunque sea haciendo lo contrario de lo que hace el vecino. Pensar es poner en tela de juicio esos abrazos sonoros que se da la gente los sábados a las once de la noche. No quiero ser como tú.
El victimismo y la soledad y la autocompasión tienen un punto de adicción. Y hay quien tiende a quejarse a la más mínima, pero no le juzgues sin conocer toda la historia. A veces dar el paso, atreverse, puede ser la opción equivocada. Pero eso las musas no lo entienden, y por eso muchas veces te ponen los cuernos con el gordo que vende bestsellers; fíjate en su tupé, en su pelo canoso, en la sonrisa auténtica de quien produce tochos tan profundos como la guia telefónica. No está de moda vivir la vida analizándola. Los demás te empujarán a la piscina porque ellos ya se tiraron antes.
Míralas a todas, esas zorras que juegan sobre seguro, que morirán en el regazo de algún periodistucho de segunda. No merecen más. Ahora no pueden imaginarlo mientras se la chupan a Ken Follet y masturban a J. K. Rowling con vibradores de oro, pero morirán llenas de halagos comerciales y vacías de espíritu. Irán al cielo de las musas corrompidas, las que se burlan de los poetas y el escritor amateur. Arderán entre cenizas, entre las brasas de los poemas que escribió Bukowski cuando nadie le quiso tener en cuenta.
Mi personaje no encuentra su lugar, la chica cuerda aún no es nadie; se parece demasiado a una persona real. De momento sólo es gordita y tiene muchas metas. Dice ser modesta y conformarse con poco para ser feliz. Hará planes y se unirá al tráfico en el camino cómodo con la demás gente normal. No se puede escribir sobre alguien así. Como mucho podría ser ella la que escribiera, quizá novela rosa, quizá alentada por musas con sobrepeso, guapas de cara y adictas a las listas de ventas.
No hay forma de dar forma a sea quien sea ella; ni tan siquiera se me ha ocurrido un nombre.
Estoy solo en mi habitación y no hay manera de que una de esas cabronas aparezca. Así que la única opción que me queda es intentar cazarlas. Miro a mi alrededor; pilas de películas y discos y libros… Y de golpe me doy cuenta de que he tenido una idea por el camino y la he ignorado. La chica gordita y del montón aunque guapa de cara podría ser escritora. Escritora de bestsellers. Quizá era una perdedora de pequeña pero ahora sus tetas mandan, las musas chupan de ellas hasta que ella se cansa. Ha escrito una saga de novelas sobre una chica adolescente; una chica adolescente gordita, a quien nadie hace caso. Hasta que un día el chico más guapo de la clase se hace amigo de ella. Al principio no quiere ser su pareja por el qué dirán, pero después descubre que lo importante está en el interior. Un bestseller perfecto. El tipo de moral ideal de la que todo el mundo hace apología sin después llevar esa filosofía de vida a la práctica. Obviamente sus tramas no serán tan tópicas en apariencia, pero en el fondo sí; la gran diferencia entre las grandes obras y las que sólo son de consumo, es que cuando rascas en unas nunca dejas de encontrar nuevas posibilidades e interpretaciones, y en las otras sólo hay tópicos: tópicos cómodos para gente normal que sólo quiere ver un camino en la vida, precioso y rebosante de hipocresía. Sobre eso podría escribir, sobre ser imperfecto e interesante, o previsible y cruel como la mayoría.
Las musas siguen sin aparecer; la viagra literaria no se consigue en farmacias.
De todos modos, antes de intentar comenzar a escribir he decidido salir a dar una vuelta. Luego he vuelto a casa y me he echado una cabezadita. Luego me he puesto a leer. Me he masturbado. He puesto la tele. He leído otro rato. Se ha hecho de noche. Y he decidido que lo escribiré mañana. Deja para mañana lo que consideres que hoy sólo vas a poder hacer mal. No tengas miedo a llevar la contraria a los refranes y las frases hechas.
Esas zorras quizá aparezcan mañana; quizá mañana el escritor económicamente acomodado se tome un día libre, o tenga que dar entrevistas a periodistas lameculos. No se puede forzar la espontaneidad; el trabajo sólo sirve para ir tirando; el arte de verdad surge de otra forma, y te sobrevive. Sólo es cuestión de horas; las musas aparecerán bailando como las Rockettes, y la escritora de bestsellers cobrará vida. Así que piso el freno.
Una vez más miro a mi alrededor y todos me miran. Y no entienden nada.
[He visto un trailer que no he podido evitar publicar. Tiene su punto bizarro, pero esta película promete ser interesante; y además no es un remake, ni una adaptación, ni muñecos ni nada… Es una idea original. La película se llama «El cuarto tipo (The fourth Kind)». Se basa en la escala de medida establecida en USA para encuentros con alienígenas. A la llegada de un OVNI se la califica como un encuentro del primer tipo. Si se logra juntar evidencia el encuentro es del segundo tipo, y si hay contacto con extraterrestres estamos en un encuentro del tercer tipo. El secuestro es el cuarto tipo, de ahí el título de la película. Las imagenes del trailer son potentes, la idea es interesante e inquietante. De momento el proyecto tiene mi voto de confianza. Abajo, una foto de su protagonista en «El quinto elemento» (ouh yeah), Milla Jovovich, actriz maltratada en exceso por la crítica, que aquí tiene la oportunidad de abordar un proyecto interesante.]