Parafilia

No sé si voy a poder soportarlo, refunfuña Nayelica.
– Aún faltan tres semanas… ¡tres semanas! – añade -. Entiendo que quieras esperar hasta estar casado. Sabes que respeto… me parece muy bien… Pero es que me voy a volver loca, Abel.
Abel dice que lo siente, que ya sabe lo que hay, que no le haga sentirse culpable, por favor. Al fin y al cabo la idea fue de ambos. Cuando él le propuso matrimonio ella podía haber dicho que no. Podrían haber dejado ese asunto de lado.
– …
– Eres una puta – dice Abel. De la calle llegan murmullos de línea de salida. Nayelica sonríe.
– Me gusta que me llames puta…
Se besan. Ella está en camisón y él ya vestido a punto de irse a trabajar. Son las siete de la mañana. Cuando ella oye cerrarse la puerta se mete dos dedos en la vagina.

La madre de Nayelica da vueltas alrededor de un altillo. Su hija lleva un vestido de novia y está subida en el altillo y las dos asienten a la dependienta cincuentona.
– ¿Seguro que este es el vestido más caro que tienen? – pregunta Nayelica.
La dependienta asegura que sí, que de largo. La madre está a punto de decir algo, pero Nayelica levanta una mano;
– No, mamá, este es el que quiero. Seguro. Por favor. Ya lo hemos hablado.
Faltan dos semanas y dos días para la boda. Abel, mientras su suegra y su futura mujer le dan una tarjeta de crédito a la dependienta, se masturba en los lavabos de su empresa a media hora de coche de ellas. Justo en el momento en que consigue correrse, la mamá de Nayelica le pregunta a ésta que si es verdad que no quieren tener hijos, que si lo han pensando bien. El esperma de Abel resbala por la puerta de uno de los diez minúsculos habitáculos del lavabo unisex. Nayelica dice que no, que no van a tener hijos, que lo siente pero no; es decir, que lo siente, sí, pero que no quieren tener hijos, mamá.
– Pero hija, aún eres muy joven, con el tiempo cambiarás… Todas las mujeres cambian.
Justo entonces Abel recoge su mesa y sale a la calle porque son las seis de la tarde. Monta en su coche, maldice en voz baja por el estrés y piensa en Nayelica y vuelve a masturbarse antes de arrancar. Su novia y su suegra, mientras tanto, se separan en la calle; la una se va a casa con su marido, pensando que jamás será abuela, y la otra se va a su piso de alquiler preguntándose si ya habrá llegado el libro de Amy Hempel que encargó a su librería habitual o si aún tendrá que resistirse unos días más en comprarlo ella misma en otra librería en la que sabe que lo tienen en inglés, aunque ésta está a una hora de coche y aparcar por la zona es una pesadilla demasiado recurrente.
Al llegar a casa se mete los dedos mientras su novio conduce camino a ella. El plan es estar lo suficientemente descargados de sexo en el momento de verse otra vez. Nayelica se toca mientras en la tele alguien llama cabrona a alguien y el publico grita y aplaude.
Cuando Abel llega, la besa y ella le hace olerle los dedos y él la llama puta y se ponen a ver la tele y cambian de opinión en lo de salir a cenar y cenan en casa y se quedan viendo una peli en la cama de matrimonio. Y ella dice:
– Al final se me ha olvidado ir a la librería.
Y Abel ronca.

Una semana para la boda. Nayelica le cuenta por teléfono a Abel que hace un momento se ha metido un pepino casi entero en la vagina, y cuelga. Abel está en el trabajo y se levanta y se va al lavabo. Son las once de la mañana. Cae agua-nieve en la ciudad y Nayelica lee a Amy Hempel mientras espera a que alguien la llame para alguna entrevista de trabajo. Tiene la tele puesta sin sonido y cierra el libro y se plantea la posibilidad de hacer de verdad lo del pepino.
Abel acaba de masturbarse y vuelve a su sitio y medita seriamente la opción de hablar con esa becaria que dicen que le va detrás pero no se atreve a hablarle porque él ya tiene pareja y ella no es de esas. Finalmente decide no hacer nada por el momento y seguir trabajando. El ordenador va especialmente lento mientras su novia en casa ha cogido realmente un pepino de la cocina y se ha ido a la cama y le ha calzado un condón (por algún motivo de higiene, se ha dicho a sí misma), pero luego ha pensado que es mejor hacerlo también con lubricante. Así que, mientras ella baja a la calle a comprar el susodicho, Abel siente un impulso y se acerca a la becaria, en ese momento atenta a la fotocopiadora, y le dice:
– Déjame en paz… Me voy a casar en una semana. No quiero nada contigo. ¿Entiendes?
– ¿Pero que c…
– Lo que has oído.
Nayelica decide entrar entrar en un sex shop; y mientras deambula entre pasillos y pollas inhumanas, la becaria llora a media hora de coche sin haber podido articular palabra, al tiempo que Abel ha vuelto a su mesa de trabajo, satisfecho aunque algo preocupado, ya que no pensaba que la chica estuviera colada por él hasta el punto de mojar una fotocopiadora de mocos y lágrimas delante de todo el mundo.
Nayelica decide hacer caso a la dependienta del sex shop y compra el lubricante que ella le aconseja; inholoro, no tóxico por supuesto, muy efectivo. Eso le ha dicho la chica de detrás del mostrador, masticando chicle y con un piercing en la nariz mientras Abel ha sentido remordimientos y ha vuelto a consolar a la becaria, aún derrumbada en la fotocopiadora y que al verle venir le ha empujado y ha salido disparada en dirección a los ascensores con Abel detrás acribillado por las miradas de todas las mujeres de la planta.
Al llegar a casa, Nayelica ha decidido cambiar el pepino que tenía preparado por otro algo más grueso. Se ha quitado los pantalones y las bragas y se ha sentado pepino en mano en la cama de matrimonio.
– Eres un gilipollas – dice la becaria mientras tanto, sin mirar a Abel, los dos dentro del ascensor y bajando.
Nayelica le pone un condón al nuevo pepino, y cuando está a punto de meter la mano en el bote de lubricante, piensa en el piercing de la dependienta, lo cual le recuerda que es mejor que caliente el lubricante en el microondas tal y como la chica gótica le dijo.
– Oye, no pensaba que… – titubea Abel. Planta quince. Planta catorce.
– Eres gilipollas.
Unos pocos segundos bastan. El lubricante al menos ya no está frío, sino más o menos en la temperatura en la que que según la chica gótica están los fluidos durante el sexo. Y bote en mano, Nayelica vuelve a la cama mientras su prometido, que ella cree que está sentado delante de su mesa de trabajo pensando en ella, persigue por la calle a la becaria, que camina rápido y sin rumbo maldiciendo en voz baja y mirando de reojo a Abel, al que se le acaban las excusas; y llegados a cierto punto, decide caminar al lado de ella en silencio.
Nayelica empuja el pepino hacia su interior, mientras la becaria decide sentarse en una parada de autobús para romper a llorar otra vez violentamente con Abel sentado a su lado.
– Me voy a suicidar – dice la chica
– No te creo.
– Lo voy a hacer y te vas a joder. Por gilipollas…
– Vete a la mierda…
Abel se levanta y comienza caminar alejándose de ella, realmente cabreado por esa amenaza que cree completamente injusta para con él, que simplemente se ha equivocado hablando con una chica, cosa que, además, piensa, ha hecho toda su vida y jamás nadie se ha cortado las venas. Así que, mientras vuelve al edificio, su futura esposa llega al orgasmo no indoloro por segunda vez, sorprendida consigo misma al haber pensado no en Abel o cualquier otra fantasía, sino en la chica gótica del sex shop.

Cuatro días antes de la boda. Diez de la noche. Abel y Nayelica han llegado a casa algo preocupados, sin notarse satisfechos. Se han turnado para masturbarse en el lavabo. El libro de Amy Hempel agoniza. Ahora los dos están ya en la cama y Abel se limita a mirar al techo tumbado mientras su prometida acaba con el último cuento de Hempel.
A las once el teléfono suena. Abel coge el inalámbrico de la mesilla y contesta. Su madre, una mujer sana y risueña de sesenta años, ha muerto de repente. Abel cuelga sin saber cómo reaccionar; habla en voz neutra para que Nayelica sepa lo que ha pasado, y ella le abraza sin poder evitar pensar que eso va a retrasar la boda. Lo cual significa más tiempo hasta la noche de bodas. Y ahí está la gracia, le dirá él en susurros durante el entierro, de eso se trata, fidelidad. Según dicen, la mujer, justo antes de fenecer, dijo algo sobre que lo único que sentía era no poder ver la boda de su hijo. Luego le corrió un escalofrío por el brazo y se fue a ver si dios existe.

La boda no se retrasa tanto como Nayelica pensó, pero lo suficiente como para que ella se moje al más breve indicio de fantasía con cualquier cosa que pueda estimularla, ya sea de una forma autónoma o con ayuda onanista. Dos semanas más.
La pareja decide irse de viaje los primeros siete días de espera. No a Europa o al tercer mundo por aquello de la “sensibilidad” occidental que se acerca a la pobreza para poder presumir de una cosa más. Lo que hacen es coger el coche y se pasan los días de un lado a otro, gastando dinero, durmiendo en hoteles, en habitaciones separadas, contándose sus masturbaciones y hablando sobre morir y vivir bien. No es hasta el último día de viaje, ya volviendo a casa, cuando Abel rompe a llorar por su madre y no puede parar hasta pasadas unas dos horas. Entonces su prometida hace un amago de palparle la entrepierna, y él la aparta sin brusquedad pero con decisión y en silencio.
Abel consiguió adelantarse las vacaciones para poder empalmar el entierro de su madre con la boda. En el trabajo la becaria había dejado de hablarle, aunque al día siguiente de la fotocopiadora mojada la escuchó llorar en uno de los habitáculos del lavabo.
Los días siguientes al viaje son más calmados de lo que él creía. Nayelica lo lleva peor. Va a menudo a la frutería y compra cualquier cosa que tenga forma fálica. Por algún motivo se excita más con las frutas.
– Las fruterías son como sex shops encubiertos – dice siempre.

Tres días antes de la boda, surgen problemas con el lugar en el que estaba previsto comer con los casi cien invitados. Abel va al local y grita y casi llega a las manos con el supuesto encargado y consigue mantener en pie la reserva y luego llega a casa y le dice a su prometida que de alguna forma ha descargado mucha energía sexual, y ella se encierra en el lavabo con una zanahoria.
Ese mismo día por la tarde deciden visitar la iglesia en la que cumplirán su objetivo. Es tétrica y espectacular como lo suelen ser todas las iglesias; en cada rincón hay alguna figura o pintura o símbolo que sufre y pide piedad hacia la nada.
Esa noche se acuestan temprano y deciden que el día siguiente se lo pasarán en pijama, sin hacer nada, yendo por turnos al lavabo a tocarse, ojeando revistas viejas y cosas así.

Al despertar, Nayelica late fuerte al darse cuenta de que en veinticuatro horas se casa. Así que si no pasa nada raro, si a nadie se le ocurre la putada de morirse hoy, ella mañana tendrá sexo real con el tío de quien está colada. Tanto ella como él han despertado a eso de las diez de la mañana. Han abierto la ventana, está nublado. Han puesto la tele, le han quitado el sonido. Abel le ha permitido a su prometida que le abrace en la cama, siempre y cuando no haya movimientos o gestos que no harían un padre y una hija. Luego a mediodía se han aburrido y han salido a comer fuera.
La camarera de Alberto’s es rubia y parece Malin Akerman con unos kilos de más. Nayelica ha dicho que no le importaría experimentar con una mujer con su casi marido delante, pero que por otro lado no soportaría ver a Abel con otra persona. Abel no ha dicho nada y justo entonces se ha acercado pseudoMalin y le han pedido la carta de postres.
Por la tarde se han metido en el cine y Nayelica ha mojado las bragas con el contacto de su entrepierna encima de su propia chaqueta, colocada así por el azar, mientras Abel ha visto la película haciendo que no con la cabeza y evitando que la mano de su prometida se acercara a su bragueta.
Por la noche, temprano, han pedido comida china y han cenado viendo una película tan mala que al final se han centrado más en comentarla. Luego se han dado un beso y se han ido cada uno a casa de sus padres. Por la mañana todo debe estar en su sitio.

El día esperado amanece con sol y una temperatura adecuada para la monogamia con permiso de dios. La madre de Nayelica despierta a Nayelica y Nayelica se mete en el lavabo somnolienta. Se alivia con el mango de un cepillo de su madre intentando no hacer ruido. Se ducha y orgasma por segunda vez y más intensamente con el chorro de agua. Luego, mientras sale del baño con la toalla, Abel despierta a unos diez minutos de coche con una erección involuntaria. Los padres de ambos van excitados de un lado a otro, ansiosos por que todo empiece y salga bien y a la antigua. La madre de Nayelica atufa a colonia y está sonrojada por el maquillaje de tal forma que nadie puede pensar que no va a celebrar algo.
Abel, luego, en el coche, nota un cosquilleo entre las piernas y se pregunta si el traje no le estará pegando ladillas o vete a saber qué. Su padre habla sin parar sentado a su lado y por lo que sea solo puede pensar en si Natalie Portman practicaría sexo anal. Todo lo que está fuera de su cerebro se le antoja falso y previsible, incluido su progenitor. Al ver la iglesia de lejos, nota otro cosquilleo en el escroto, esta vez a sabiendas de por qué.
Su prometida, ya con el traje de novia, se esfuerza en no sudar, en no ironizar, en evitar el sarcasmo delante de sus padres y sus tíos, que la rodean soltando piropos prefabricados con sincera amabilidad de diseño. Hace un calor insoportable entre sus tetas. Intenta apartarse un poco de los demás y mira por la ventana; abajo en la acera una chica le tira el bolso al que parece su novio. Llora. La palabra que consigue llegar al tercer piso de sus padres y atravesar el cristal de la ventana es: Zorra. Un policía se acerca a ellos e intenta poner paz. Alguien llama a Nayelica diciendo algo sobre unas fotos.

Abel merodea por el interior de la iglesia. Da la bienvenida a los invitados. Cuando está a punto de saludar a una señora enorme y desconocida pintada como una puerta, su padre le pasa el teléfono móvil, que es el suyo mismo, y le dice que cree que es importante, que debería contestar. Es alguien del trabajo, parece que de personal, aunque no se identifica más que por el nombre. Es una voz de mujer que le dice que, en resumen, Sandra, que es como se llama la chica de las lágrimas de fotocopiadora, ayer se tiró a la vía del metro y se convirtió en hamburguesa humana. Al parecer se montó un gran escándalo, había mucha gente esperando para ir a trabajar; una adolescente salpicada de sangre y vísceras tuvo que ser atendida, atacada de los nervios. La mujer de personal intenta esconder cierto tono de reproche para con Abel. Él se queda mudo uno segundos, y luego se limita a agradecer la llamada, y cuelga sin más.
No muy lejos, Nayelica se siente embutida dentro de la limusina entre sus padres y enterrada en ropa. Tiene la mente en blanco y hace ya rato que ha aceptado que se va a casar con las bragas mojadas. Se plantea la posibilidad de ser hipersensible después de haberse sentado en la parte de atrás del vehículo y haberse comenzado a excitar por el roce de una costura a través del vestido. Cuando un pensamiento consigue abrirse paso en su cabeza, éste tiene que ver con la chica gótica del sex shop, que seguro, piensa, es como mínimo lesbiana, y podría acceder a lo que ella quisiera si quisiera. La gente se queda mirando el vehículo por donde pasa. Nayelica se pregunta si habrá estado negándose a sí misma una bisexualidad latente. Recuerda a Miriam, una compañera del instituto, y eso no ayuda por la zona de su entrepierna.
Mientras mira el reloj una y otra vez, Abel intenta digerir con calma el asunto de Sandra, la antes pretendiente y ahora carne picada. Por un lado, quiere echarse la culpa, deprimirse, pero por otro cree que esa chica ya era estúpida mucho antes de conocerle a él, y que si no hubiese sido por él hubiera encontrado cualquier otro motivo para ponerse en la trayectoria del tren que la llevaba a trabajar todos los días. Siente una mezcla de duelo y excitación, siente que quizá sea capaz de matar por su futura esposa, e intenta que no se le ponga dura justo en ese momento entre cruces.

Al entrar Nayelica a la iglesia, todo parece viajar hacia el pasado como pasa en cualquier boda por la iglesia. Se oye el órgano y todos miran a la novia y no hay nada que te haga pensar en innovación, libertad, sexo o evolución en general. Todos los invitados viajan al pasado en el que reside la fe del cura que hay junto a Abel, para aplaudir -muchas veces por inercia- la posibilidad de que la vida de los novios se detenga con esta ceremonia en muchos aspectos. Cualquier atisbo de volubilidad existencial se queda fuera de la casa de dios para dejar que quien quiera haga promesas dentro que quizá la naturaleza misma no deje que se puedan cumplir. Algunos de estos pensamientos pasan por la cabeza de los novios. Al llegar ella al lado de él, se miran tal y como tenían ensayado. Y el cura procede.

El sermón se les hace más corto de lo que ellos esperaban, y cuando se les da permiso para besarse, los dos se miran algo sorprendidos justo antes de notarse las lenguas para que todo estalle en aplausos. Al salir a la calle, aguantan las cataratas de arroz y se meten en el coche.
Se hacen una sesión de fotos en el parque central de la ciudad. Ellos y los pájaros, ellos y los árboles, ellos en distintas posturas y los pájaros y los árboles y el sol… El fotógrafo es descaradamente homosexual y no duda en demostrarlo insinuándose medio en broma medio en serio a Abel. Nayelica sonríe en todo momento y al final susurra algo sobre “clavarle un destornillador a ese tío”.
De ahí, marchan hacia la comilona que les espera en el lugar polémicamente reservado.
Al llegar, vuelven los aplausos y las miradas sonrientes de desconocidos y familiares a los que no ven casi nunca. Se sientan en su mesa junto a los padres, una mesa alargada situada encima de una tarima que da la impresión de que está más preparada para ruedas de prensa. El lugar incluye por supuesto pista de baile, y alguien ha contratado una orquesta formada por cinco señores mayores cuyo aspecto invita a la depresión, y que mientras todos comen se dedican a tocar una especie de jazz hawaiano.
Cada vez que a alguien se le antoja, los novios tienen que besarse, y luego todo el mundo aplaude. Nayelica le dice a Abel al oído que tiene el coño cocido, aunque Abel no entiende si insinúa que está cachonda o que tiene calor.
Para el baile, la orquesta toca una versión gris y errática de El Cascanueces. Nayelica guía a Abel y después todos se suman a bailar haciendo que los músicos pongan en este lado el pie que normalmente tienen ya en la tumba, sonrientes, casi eufóricos.
La cuestión de la orquesta y el baile y la fiesta se alarga de forma extenuante, de ese modo en el que estás de pie en un discoteca, ya de bajón, y sabes que aún tardarás al menos dos horas en volver a casa. Abel y Nayelica se sientan en sus sillas de rueda de prensa después de haber bailado con todas las combinaciones posibles del árbol genealógico, y solo pueden pensar en la excusa que van a poner para que nadie les arrastre a una discoteca más tarde.
Pero cuando ya está claro que hay intenciones claras de llevarlos de fiesta fuera de allí, Abel decide que pueden hacer otra cosa para no dar explicaciones. En lugar de salir de allí con el gentío para acabar en algún sitio aún más horrible, deciden irse a su piso, cenar tarde y consumar.
Salen por una puerta trasera, muy cerca de donde está la orquesta, pero también una zona menos iluminada. Corren hacia el coche de los padres de ella, él se sienta ante el volante y ella se mete en el asiento de atrás. Arrancan y ya nadie puede empujarles hacia la “diversión” obligatoria. Ahora, por primera vez en todo el día, pueden elegir.

Al llegar al piso, deciden dejar la cena para otra hora. Nayelica se quita el vestido pieza a pieza.
– Tienes que dejarte el velo y los zapatos… – dice Abel -. Era así, tres meses sin hacerlo, boda, y velo y zapatos con significado.
– ¡Ya lo sé!
– Solo te lo recuerdo…
– ¿Cuánto tardaba el divorcio express?
– Ya te lo dije, un mes, algo así… esperamos una semana y vamos a un abogado.
Nayélica se queda desnuda, solo con el velo, solo los zapatos. Dice:
– Ahora sí te gusta el disfraz, ¿no? Eres un cerdo…
Ella se abre de piernas en la cama. Abel tiene una erección de piedra. Se quita la ropa casi temblando. Murmura:
– Si no nos casábamos de verdad esto no tenía puto morbo.
– Eres un guarro.
– Y tú una puta. Se lo diré al juez.
– Ya verás la cara que pone mi madre cuando le diga que me divorcio.
– Eso es lo mejor de todo, todos los payasos crédulos… La chica que me iba detrás en el trabajo se ha suicidado, me lo han dicho hoy.
– Venga, joder, métemela.

[Un de las películas por las que tengo esperanzas para ir al cine a gusto este años es «The book of Eli» (trailer arriba), de rollete post-apocaliptico, con Denzel Washington en plan tipo duro, Gary Oldman haciendo de malo, y con la musa Proyeccionera Mila Kunis (foto). El reparto me atrae sobremanera, además de la idea de que como concepto parece una especie de versión serie B de «La carretera», otra peli a punto de estrenarse, más que interesante y de la que todo el mundo habla y muy bien (al menos el libro de McCarthy es potente…).]

62 comentarios en “Parafilia

  1. Joder, no esperaba ese final!! me lo he pimplao de cabo a rabo, ya estaba con mis disquisiciones morales tras la muerte de la chica de la fotocopiadora, me la hubiera follao sin ser lesbiana, incluso hubiera follao sabiendo que acababa de morir… o no, no lo sé, pero ganas no me faltan… y sólo era por el puto polvo???!!!! jodeeerrr!! no lo entiendo!
    Si vieras que me he parado en algunos momentos a pensar si era moral o no, algunos de los pensamientos que tenía, sobre todo tras la muerte de la chica… joder! jajjajaja desde luego…

    Besito

  2. Jajajajajaja! Qué final! De verdad, me sorprendiste, no esperaba eso.

    Morbosísimo, pero excelente. Me pasó igual que a Mariola, me detuve varias veces a pensar en lo inmoral que sonaban algunas cosas, y finalmente, debo reconocer que estallé en risas por sentirme una idiota.

    Un abrazo.

  3. me has chafado mi primera idea de comentario que era que esperaba que hubiese lavado el pepino, pero mira tú por donde después realiza todo un despliegue de medios higiénicos

    después de tanta frutería yo me he saltado unos renglones de lectura, la parte del convite y orquesta, era para llegar antes a la noche de bodas

  4. Vaya, ¿tanta cosa para echar el polvete culmen? me estaba poniendo nerviosa Jordim, quería que follaran ya! claro, la gracia -en la historia- estaba en esperar, cosas así de verdad no las comprendo muy bien… es decir, si no quieren follar, tampoco que se masturben, no sé… fuerza de voluntad leñe, jaja. Por cierto… mi humilde observación, me parece que quien se debe morir es la abuela de Abel…es que si repasas el texto, en un párrafo dices que muere su madre, y luego la resucitas con la suegra (cuando se estan preparando para el bodorrio), ;).

    No me suena la peli que recomiendas. pero los actores sí me llaman la atención.

    Besos!

  5. Ok, solo una cosa mas, leyendo el significado del título, entiendo mejor toda la trama, jeje. aun así mi opinión es si eso se da en el plano real, fuera de este contexto…

  6. Jajajaja! qué genial! me ha encatado, lo que más, la parte masturbatoria de los dos.

    Y sí, siempre he pensado que sería lo más hacerlo con el vestido de novia, con él puesto o medio arrancado, medio borracha y encantada de que todo hubiese terminado ya. Incluso he pensado que esa sería una de las pocas razones para casarse de blanco. No me parece una filia rara en absoluto.

  7. Hace unos meses estuve en una boda. Se separaron a la vuelta de la luna de miel, una semana después y al poco empezaron los trámites del divorcio. Ahora lo entiendo lo todo…

    Un relato increíblemente bueno! ^^

  8. Un cuento excelente, de verdad.
    Mencionas La carretara, de McCarthy. Seguramente la leerán este año mis estudiantes de Antropología Jurídica, pero si pudiera y la peli estuviera bien, haría un proyección en el Museo del Cine de Girona para ellos. Te avisaría en ese caso por si quieres venir y nos conocemos.
    De nuevo, enhorabuena por el cuento.

  9. Buen relato, muy gráfico. Por pulir algunos detalles nimios, pero con una capacidad visual estupenda; incluso me gustaría verlo convertido en cómic. Sólo el tema del final, el divorcio, me ha dejado un poco perplejo: ¿cuál es su motivación, el dinero?
    Abrazos mil!!

  10. ¡¡Hola Jordim!!

    ¡¡Pasmada me has dejado, de verdad!! ja,ja,ja…Mira, te he visto en mi blog (mil gracias por tu visita) y me he acercado al tuyo. La verdad, es que tengo una prisa que ni te imaginas y mírame, me he tragado tu magnífico relato y aquí diciéndotelo a toda prisa…¡¡¡Alucinante!!!¡¡Vaya pareja de locos que has dibujado!! Tras ver tu comentario en mi casa, lo último que me esperaba era encontrar una cosa así en la tuya, ja,ja,ja…En fin,

    ha sido todo un placer y un descubrimiento, y eso que te había visto por ahí, no sé exactamente en que blog…¡¡vaya sorpresa!!

    Bueno, lo tuyo, no sé si es imaginación o lo que sea, pero, de verdad, muy bueno tu texto, engancha, que no veas y el final genial, ja,ja,ja ¡¡Divorcio al canto y otra vez a comenzar la locura!!

    En fin, si necesitan abogado, les hecho una mano…¡¡Visto lo visto!! estos dos no salen del juzgado. 😉

    ¡¡Como regaderas, vamos!!

    Me voy, pitando.

    Gracias Jordim.

    Muchos besos.

  11. Un buen, por el momento, descubrimiento. Un mejor, seguro, cuando te lea con carácter retroactivo. Empiezo casi ya.

    Me ha gustado esta escena. Los diálogos son geniales, en cuerpos y verbos.
    Claro que para leer según qué cosas… hay que estar, de alguna manera, anestesiado.
    En fin, supongo tus acentos son la justa penicilina que necesitan nuestras palabras (Ramón G. de la Serna).

    Un placer saberte.

    Hasta pronto.

  12. Porque esto no cuenta como entrenamiento olímpico que sino habría batido el record de lectura maratoniana para llegar al final ( que por cierto se sale XD.)
    Abrazote

  13. Ostras, si ya la lectura es impactante, el final me ha parecido genial! Esto es llevar una fantasía hasta las últimas consecuencias, jajajaja! Yo me estaba imaginando que llegada la consumación ella descubre que él no tiene un pepino sino un lápiz por pene, y el desencanto es horroroso. Y a partir de ahí, el le tiene que meter el pepino, el de la frutería, cada vez que quieren sexo, mientras él sigue practicando el onanismo. Sí, ha sido una visión patética, menos mal que le has dado otro sentido a la entrada muy lejano a mi patética imaginación, jajajaja!
    Oye, estaba pensando que estaría genial un libro con estos relatos tuyos. Sería un libro muy bueno. En la última página, una lista de las mejores fruterías de España, que por supuesto, se encargarían gustosas de los gastos de edición, jajajaja!

    Me ha encantado, pero me temo que eso ya te lo he dicho en anteriores entradas, y que seguiré diciéndolo en las que inventes 😀

    Un beso

    Lala

  14. Ay me cago en mi estampa…. a parte de gilipollas son idiotas, anda q iba yo a esperar con esas ansias por el morbo. Morbo?? q morbo ni q na, al primer calentón ya estaba yo metia en faena.

    No se como tomarme la indeferencia de ambos ante la tragedia de la pobre Sandra, que tambien hay q ser idiota pa tierarse al tren, las cosas como son.

    En fin, que he pillao un calentón mu malo tontamente.

  15. Eres increíble, no se como decirlo para que no parezca que quiero comerte la polla, jajaaj Es simplemente antologico, es impresionante el nexo sexual que hay entre los protas sin estar nunca juntos… es algo mágico casi, que tuvieran esos orgasmos tan cósmicos unidos por algún hilo invisible mas fuerte que la fidelidad…. Genial

    y para colmo lo acabas asi, jajaj lejos de lo que cualquiera pueda imaginar, pues lo faciel es pensar que no iban a consumar, y tu lo conviertes en un simple pasatiempo morboso, ´¡lo que montan por un orgasmo! jajaa Es genial, cada frase se mastica y es un tratado litarario en si mismo. Pero bueno, voy a parar que me estoy poniendo cachondo yo mismo, jajajaa

    Me da una rabia y una envidia sana leerte estas cosas…. jajaj Nunca entiendo bien el distanciamiento final, creo que queda muy Bertoldbrechiano, y eso hace mas originales tus post, aunque tus conocimientos de cine, merecian quizas mas importancia….

    Bezos, y gracias por poder leerte… No sé, me parece muy generoso que regales estas perlas (perdón por la cursilada, jaja) asi a la blogosfera, en un post… Tremendo, jajaa

  16. ….El polvazo del siglo.
    El otro día hablabas del conformismo;decías que hay pocas fichas de dominó que se libren de él.Pues estos dos chicos, son un ejemplo.
    Ah, y con esa capacidad de sacrificio llegarán lejos.
    Cualquiera come ensalada en casa de Nayelica….

  17. Me tenías en vilo sobre si llegarían a follar o no con tanta incidencia de por medio. Estaba segurísima de que al final, o ella le dejaría plantado en el altar, o se morían uno de los dos, o algo así.
    Bien resuelto.
    Besos!

  18. Pues un primo mío se casa dentro de cuatro meses y en verdad que ahora, después de leer este relato, veré esa boda y a los novios con otros ojos. ¡Je,je,je! C´est magnifique, amigo Jordim.

  19. Bueno, Jordim, me volvió a enganchar el texto y la forma de contar los dos presentes de los personajes. Me pareció curiosa e interesante.
    Un beso.
    LADY JONES

    PD. ¿Y el dinero de la boda lo devolverán?

  20. que retorcidos son tus personajes, me gusta 😀

    Si sale Gary Oldman, por supuesto se ve. Y la de Mortensen también, va a estrenar una obra de teatro en madrid en una semana, que ganitas…

    Lykke Li es para enamorarse, no me extraña

    un beso!

  21. No sé qué me impresiona más: que ellos encuentren más placer en la masturbación (y en todos esos recovecos que dan), o que ella diga que las fruterías son en realidad sex shops disfrazadas.

    Saludos

  22. La verdad que el relato es muy bueno… despreocupado y no por eso liviano. Un relato excelente. Donde todo se remite a ese necesidad de satisfacción del ser humano tan predominante.

    Escribís muy bien, guías al lector por los caminos de tu relato, y uno se siente si o si alguno de los personajes.

    Te dejo un saludo. Hasta pronto.

  23. Pues un relato que tiene su punto D/s…. Dominación, sumisión…. en el fondo, los instintos siempre salen a flote…. Me gustó leerte, hacía tiempo que no pasaba, felicidades jordim, como siempre tienes arte escribiendo, narrando, contando y abofeteando con la realidad en medio de la frente…. saludos 🙂

  24. Vaya, he leído con muchoi nterés toda la historia, además te va llevando y es de lo más gráfica… pero, oiga, no me esperaba ese final, caramba!

    Eso es lo bueno, cuando algo te sorprende te quedas así… pensando y saboreando otra vez lo leído!

    Bravo!

    Saluditos!

  25. Gracias por estas perlitas de literatura gratuitas. Me ha gustado pero no es ni de lejos tu mejor relato. Parece que le das al público lo que quiere: sexo descarnado… Hoy no te voy a dorar mucho la píldora. Saludos meridionales!

  26. Este matrimonio sí que me parece coherente. Es una de las pocas razones válidas que encuentro para contraer. Y de verdad, han merecido la pena tantos calentones y tantas masturbaciones (que por otro lado a punto han estado de deshidratar a nuestra parejita). Oye, que te lo digo en serio, y no me considero parafílico.

  27. Que lindo es pasar por tu sitio,me raconforta leerte,siempre tan bello todo por eso pasare siempre.Esta vez llego deesde Cuentos y Orquideas y de paso invitarte a leer un nuevo cuento,espero te guste y sea de tu agrado.Mucha luz y hasta pronto…

  28. Me ha encantado la historia y el uso que le dan a la fruta, ya lo dicen los entendidos que al menos son necesarias tres piezas de fruta al día, ¡pero creía que se referían a comérselas!

    Salidos, digo, saludos.

  29. Es un relato muy bueno. Me gusta el exceso de sexo y el final inesperado.
    Las bodas son muy fetichistas, siempre lo he pensado. Y bueno. El poder visual del relato increible, un guión magnífico.

    Felicidades!!

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