Lo de siempre y todos los días, Miss simpatía y Miss Universo y Miss Diosas celestiales Azumi abre otra caja marrón en su piso enorme y destartalado. Y saca la AK- 47 que esperaba, un clásico. Esto no es propio de una chica normal, se dice, a pesar de todo; esto está mal, es una equivocación. Esto, de hecho, no es propio de un ser humano corriente (o sea, feo). Carga el arma y apunta por la ventana a una mujer del montón (cincuentona, estéticamente muerta) que dobla una esquina entrando en la calle. Son las tres de la tarde, o algo así, no hay nadie más. Imagínatelo. Un zumbido, y su cabeza, la de la mujer, se zarandea y la pared queda rociada de rojo. Azumi cierra la ventana. Esto no está bien ni siendo la mujer más guapa del mundo, se dice. Pero ahora el mundo es una vieja menos más bonito.
En serio, tía, era aficionada a eso, Azumi se crió pensando que quedarse a medio camino es cosa de cagados, cosa de conformistas e inválidos sociales. Tenía cinco ligues a los que iba llamando; sabía las medidas de todos ellos; hombros, cintura, pene… Siempre firmaba con letra clara y el apellido delante del nombre, y pasaba los fines de semana siempre conmigo: sólo Miss Fotogenia (porque le encantaba mi lengua, o eso decía…). Aunque no dejaba de hablar nunca de sus novios, de sus “setas”como ella los llamaba. Se tiraba horas mirándose al espejo posando con pistolas y munición alrededor del cuello o la cintura. El mercado de las armas va viento en popa si es a base de sexo oral; hay ejércitos que esperan la llegada de cargamentos durante semanas, pero Azumi puede conseguir una ametralladora específica fabricada en el puto mundo de Oz en apenas tres o cuatro días. Podría tener su propio ejército de diferentes razas y orientaciones políticas y religiosas si comenzara a abrirse de piernas para esos patriotas idiotas funcionarios del gobierno. Créeme. El sexo lo puede todo, tía, destroza familias, convierte a las personas en juguetes, y le ha proporcionado a Azumi una colección de armas tal que hasta tiene alguna pistola que también utiliza como consolador.
Lo creas o no, nunca he sido bollera, pero ella me atraía, no podía evitarlo; no era una mujer, era como un pene de metro setenta con forma de mujer, como si a un hombre increíble en la cama le quitaras los únicos defectos que te molestan. En fin, no podrías entenderlo. Azumi era Azumi, podría haberme convencido para que me pusiera polla, me reconvirtiera en artista conceptual, me fuera a París y comenzara a hacer que todos me llamaran Adolphe.
Podría rezarle a Dios si ella no existiera, pero no a todos les gusta unirse al bando sospechoso de calumnias. Te escribo esta carta a ti porque sé que también sabes quién es. Nunca he escrito una carta así si no era a la persona de la que creía estar enamorada. Entiéndeme, estoy un poco descolocada, nerviosa. Ayer en todos lados continuaban hablando de esa luz sospechosa que se ve en el cielo, y de que dentro de poco podríamos estar todos muertos. Y lo único que pude pensar es que he desperdiciado un montón de horas en el gimnasio, con la gente equivocada, el trabajo equivocado, y la actitud polar que le vendía a todos y que he acabado por creerme yo misma. Mi mayor logro en este mundo con cuenta atrás es haber sido Miss Fotogenia. La señorita Palurda Superficial, de los Superficial Occidental de toda la vida. Pero sin mal perfil ante las cámaras. Ya sabes, soy como esas chicas que se ven en los marcos de los escaparates de las tiendas, y ahora veo que no me ha servido de nada. Azumi sabía darle una salida a todo eso, y ahora no sé dónde está. Con ella siempre podía coger y pegarle un tiro en la cabeza a alguien. Me gustaba ser la princesa que escondía una gran verdad, o la mentira que escondía una gran verdad. O bueno, no sé, ahora no sé por qué me gustaba a mí misma con ella. Pero eso es lo de menos. Mira, este era el discurso que tenía preparado si ganaba el certamen de Miss Universo:
“Gracias a todos. (Asentimiento, sonrisa, caída de ojos, limpiarme una lágrima imaginaria con el dedo, volver a sonreír, abrazarme a las compañeras más feas que yo).”
Luego el presentador me hubiese preguntado a quién iba dedicado mi premio. Para lo cual también tenía algo escrito:
“(Sonrisa amplia justo después de la pregunta, caída de ojos menos evidente que la anterior, amago de puchero, esperar mientras el público aplaude mi estado de aturdimiento debido a la felicidad, nueva sonrisa, respirar hondo y vocalizar con seguridad): Quiero dedicar este maravilloso premio a todos los niños que pasan hambre, y desear la paz en el mundo. Y que todos seáis algún día tan felices como yo ahora. (Asentimiento, sonrisa, pedir un pañuelo a alguien, limpiarme las lágrimas aunque a esas alturas aún no haya conseguido llorar, volver a abrazar a las perdedoras. ¡Y no tropezar!).”
¿Lo has leído bien? ¡La paz en el mundo! Para decir esa mierda entonces debía tener unos cojones del tamaño de Mercurio ¡La paz en el mundo! ¡Los niños hambrientos! Creo que en aquella época hubiera matado a niños de esos a cambio de saber elegir siempre el color de pintalabios adecuado según la ocasión; ya sabes cómo son esos artículos de las revistas, aprovechan la más mínima para tirársete al cuello.
La cuestión es que Azumi arrasó en aquella farsa, en todos los certámenes de belleza por los que pasó, y en los que muchas tuvieron que lidiar sexualmente con los tíos más asquerosos para asegurarse un puesto entre las diez primeras de su ciudad o país. ¿Imaginas mejor coartada para librarte de la acusación de asesina en serie que la de ser Miss? ¿Y si eres Miss Universo, la mujer administrativa y legalmente más guapa del mundo? Me hice amiga de Azumi porque ella sabía que no, nadie a priori pone en tela de juicio a una chica guapa en ese contexto.
La cuestión era: ¿matarías si supieras que hay una posibilidad entre un millón de pagar por ello? Yo miraba en los semáforos a la gente enfadada de los otros coches, oía las conversaciones que algunos tenían sobre sus jefes, y hasta los gritos absurdos de muchos padres a sus hijos pequeños. Y no me costaba tanto imaginarles abriéndoles la cabeza con un bate a sus enemigos sociales; rivales en el trabajo, ex-parejas, parejas de ex-parejas, cónyuges, suegros, alguien más guapo, yo misma, un personaje odioso de la tele… Todos muertos. Solo que todos dicen que lo piensan, pero que nunca lo harían. Porque respetan la vida. ¿Lo has oído? Respetan-La-Vida. En serio, tía, ese rollo me parece tronchante. Una vez me dijeron que era tan guapa que no parecía humana, y creo que es el mayor piropo que me han echado. Azumi me desmarcó de todo este juego de hipocresías, peajes y trincheras. Hacer el mal no estaba bien, pero nos pareció que era mejor hacerlo a nuestra manera que hacerlo de forma sutil para luego venderles a todos lo muy digno que es hacer cosas como tirar la basura en cuatro cubos distintos.
La policía suele venderse por una experiencia nueva. Cuando conocí a Azumi supe que con ella tenía la misma inmunidad ante la justicia que tendrías siendo el amigo de un mafioso que tiene untado a todo el mundo. Es todo tan trivial y previsible, el sexo, el hombre y el sexo, lo que hacemos si nadie nos ve, que un tío quiera que una chica se la chupe antes de llegar a los cuarenta… Azumi decía que hay por ahí un montón de gente que va diciendo que perdieron la virginidad a los dieciséis, cuando aún nadie se los ha follado de verdad. Prácticas como el sexo oral, o hacerlo con más de dos posturas, son cosas que un setenta por ciento de parejas no han hecho nunca. O eso decía Azumi, y yo la creía. Cuando ella llevaba a la práctica esas teorías siempre funcionaba. Policías, agentes de aduana, vigilantes de aeropuerto… Y a menudo cuarentones, casados, con la cara larga, la polla colgando triste dentro de sus pantalones y sin la más mínima posibilidad de hacer nada que les llenara hasta el día de su muerte. Así que imagina lo que significaba para esos tíos una mamada de Azumi. Para ellos era como meter la mano en el televisor mientras veían algúna porno a escondidas de sus mujeres, y poder agarrar por el pelo a la actriz de turno y meterla en sus salones tristes, perfectos y femeninamente amueblados.
Recorrimos miles de kilómetros. Y con esos tíos, lo agentes de aduana, los policías, etcétera, bueno, lo que luego hacíamos era matarlos. Es decir, con elegancia. De verdad, no montábamos un escándalo. Siempre se iban en paz y felices. Se iban agradecidos por haber vivido intensamente unas horas antes de morir. Y ten en cuenta que la otra opción para ellos era aburrirse durante treinta años más y acabar drogados en una habitación de hospital. En fin, Azumi decía que lo nuestro era humanismo, y que la vejez está sobrevalorada, igual que las parejas estables o la posición del misionero. Azumi decía que seguro que José lo hacía al estilo perrito con María. Decía que ella podía leerlo en las estrellas, y que podías descubrirlo si interpretabas como es debido cierto pasaje de la Biblia. No bromeo, fue una fuerte influencia para mí a nivel espiritual. Yo antes era otra.
Esto fue lo que me preparé para el pregón de las fiestas de mi ciudad de hace dos años:
“Conciudadanos y conciudadanas: Es para mí un honor dar el pistoletazo de salida en las fiestas de este año. Bebed y follad con prudencia. Gracias. (Levantar los brazos con energía y saludar con ambas manos a la gente de a pie)”.
Demasiado corto, me dijeron algunos, pero todos me aplaudieron a rabiar. Azumi me había animado a incluir la palabra «follar» en el discurso. Y era verdad, cuando aparece, todo lo demás importa poco. Y lo mismo pasaba en la vida. Todo el amor y la confianza y la estabilidad, todo el dinero y los logros y la prudencia y la familia formada y el cariño… Todo al traste. Azumi tragaba hasta los veinte centímetros con facilidad, y el resto de cosas desaparecían de sus vidas. El cincuenta por ciento de la gente dudaba, y el resto accedían siempre. De los que dudaban, al final casi todos se lanzaban. Solo algunas mujeres decían que no. Por eso siempre procurábamos canjear sexo con tíos. Viajar sólo es gratis dependiendo del concepto de moral del que hagas gala. Todos esos hombres que se corrían en la boca de Azumi eran tíos normales, a los cuales solo con cinco minutos convertías en hipócritas que habían envenenado todo su pasado, a sus mujeres e hijos, las reuniones familiares y todas sus ideas sobre la dignidad. Cuando Azumi escupía el semen, esos eran los restos de integridad masculina que quedaban desparramados por el suelo, y que esos tíos ya jamás podrían volver a recuperar.
Era una mamada hacia el nuevo mundo. Creías que eras de una forma, y al final resulta que eras humano como todos. Azumi decía: Gracias, cariño. Y pasábamos la aduana, o no nos multaban, o entrábamos gratis, o no pagábamos la gasolina. Y seguíamos nuestro camino.
– Tía, las campañas de marketing hacen llorar a las chicas de quince años.
Esa fue la última frase que me dijo Azumi antes de invitarme a vagar por ahí. Supongo que fue un curso intensivo sobre la naturaleza humana.
Las dos en el coche, y cuando llevábamos cincuenta kilómetros y yo aún no sabía dónde íbamos, ella va y dice:
– ¿Lo has entendido?
Para mí era muy importante que no me considerara una idiota, así que asentí. Pero me caló enseguida. Y dijo:
– Las campañas de marketing hacen llorar a las chicas de quince años. Porque los tipos de las discográficas se reúnen y eligen a un chico guapo vía casting. Y luego le escriben canciones cualesquiera y le dicen cómo tiene que cantarlas. Y hacen pasar eso por música a través de la publicidad. Y niñas de quince años conocen al chico de tanto verlo en la tele y adquieren su disco; y lo escuchan hasta la saciedad y en los medios no dejan de poner una canción del mismo. Y van a sus conciertos. Y lloran de felicidad. Así que las campañas de marketing hacen llorar de felicidad a las niñas de quince años. Pero con banalidad. Y nuestro primer objetivo es uno de esos peces gordos mentirosos. ¿Lo entiendes?
Entonces asentí, y ella se quedó satisfecha. Era una pena que a veces se colocase o se emborrachase, porque entonces surgía su vena más superficial, y no dejaba de hablar de minas antipersona, pistolas elegantes y granadas antitanque. Cosas así. Siempre que se la chupaba a alguien teníamos que volver a verle al día siguiente para repetir la jugada y dejarlo muerto en cualquier lugar. “¿Vieron a alguien sospechoso por la zona?” “No, sólo a dos chicas monísimas…” Dos chicas así jamás le meterían a nadie cinco balas en la cabeza. Ya se sabe. Azumi decía que había que matar a esos tíos a los que les hacía el favor sexual de su vida, porque una no puede sacar a alguien de la mediocridad para dejarlo tirado en la cuneta. De igual forma que la gente sacrifica a un perro terminal, lo más lógico parecía ser hacer lo mismo con una persona social y autoconvencidamente muerta.
Así que las víctimas circunstanciales tenían antes un achuchón de Azumi. Pero los elegidos, como el productor musical, a esos sólo los matábamos. Una gran belleza también conlleva una gran responsabilidad. No puedes tener el poder de conseguir cualquier cosa sólo con sonreír, y guardarte eso sólo para ti.
Estuvimos tres meses de un lado a otro, prácticamente sin gastar dinero. La policía buscaba a un tío, un asesino en serie. Lo hacían fijándose en el retrato robot de un calvo de mediana edad que, mientras nosotras engrosábamos su lista de cadáveres, debía estar en un curro de mierda, o viendo partidos y comiendo pizzas.
Luego Azumi despareció de un hotel en el que nos hospedábamos. Desperté y ella ya no estaba en mi vida. Espero que puedas aportar algo de información. He mandado esto a todas las personas allegadas, todas las chicas del certamen. Me ha servido de desahogo, y de testamento espiritual según dicen los telediarios. Podría haber escrito un libro, es la única persona a la que he querido de verdad. Espero que todo te vaya bien, seas quien seas. Te dejo con la carta de despedida que ella dejó para mí en su lado de la cama antes de irse.
Querida Miss Fotogenia:
No quería despedirme de ti. Mientras dormías he estado a punto de matarte, he llegado a poner el cañón de mi Colt favorita en tu nuca. No por nada. Tan solo por el meteorito. Pero luego se me ha antojado que sería muy injusto por mi parte. Has sido una buena chica, has soportado con dignidad que todos los tíos me eligieran a mí para las mamadas. Ya sabes por qué no quería hacer tríos; me parecía injusto matar a un tío después de hacerle realidad semejante relato de Hustler.
Tengo un proyecto para antes de que llegue el fin del mundo. No te he involucrado en él para que pudieras verte libre de ataduras. Además he decidido no matar a nadie más. He tirado toda la munición, y hacen rebajas del setenta por ciento en cualquier tienda de ropa que puedas imaginar. Aún hay quien no se cree lo del Apocalipsis. Créeme cuando te digo que somos afortunadas. Tenemos asientos al lado de las ventanas para recrearnos en nuestra propia muerte. Querida Miss Fotogenia, si recordara tu nombre ahora lo pronunciaría en diminutivo, y lo acompañaría de los adjetivos más cariñosos que pudiese reunir. Disfruta de la vida. He dejado bajo la cama una pistola preciosa para ti. En estos tiempos de final repentino, aprovecha para darle un tiro en la cabeza a algún ser mítico con ella.
Lamrabet, Azumi.
[Antes que nada, decir que el relato (para los que no lo conocieran; es decir, casi todos) tiene una continuación (o algo así) aquí, por si a alguien le interesa. Para el video, he elegido uno curioso para ser de youtube, ya que son nada menos que veintitrés minutos. Es una interesante forma de promoción muy recurrente en Estados unidos; en este caso son Emma Stone y Jessie Eisenberg cuando estaban de promoción por «Zombieland». Ellos mismos se lo guisan y se lo comen; presentan el espacio y contestan preguntas, tanto externas como las que se hacen entre ellos. Los que como yo pilléis un treinta por ciento de lo que dicen (o nada), fijaos más en el formato, o en los ojos de la muchacha, etc; los que ya seáis cinturón negro en vuestra academia de inglés -y si realmente se aprende inglés en esas academias- disfrutadlo. Obviamente Emma Stone pasa a ser a partir de ya musa proyeccionera, todas sus películas me gustan por un motivo u otro, y sobre todo me gusta ella. Aunque son muy recomendables la ya mencionada “Zombieland” y “Supersalidos” (sí, esta ultima incluso llamándose así). En otro orden de cosas, he escrito para Paniko Nuclear un artículo sobre uno de mis heroes personales: Takashi Miike.]