Archivo por meses: diciembre 2010

Julieta Chupa Chups*

No te preguntes cuántos infelices ha forjado el miedo, piensa en cuántos suicidios ha evitado. Ya sé, ya sé… soy un optimista, un romántico sin remedio. Y con esta luminosa actitud me acerco un día más a la máquina de tabaco, y tiro de mi historia hacia delante. Tendré que esperar a que venga alguien. No hay nadie en la expendedora de chupa chups. Huele a jazmín industrial. Las Chicas Julieta de la planta quinta a veces se retrasan. Pero no puedo quejarme; como Macho Romeo repleto de semen, estas tardes de CSC (Cita Sin Condón) son un regalo del sistema.
Te aconsejan haber estado al menos cuatro días sin masturbarte; si no estás acostumbrado, el dolor testicular puede llegar ser importante si has tenido la mente demasiado calenturienta.
Al módico precio de dieciséis anarcos con cincuenta obtengo mi paquete de veinte cigarrillos. Me enciendo uno. Tal y como yo lo veo, fumar no está tan mal, con suerte te acorta la vejez y te alivia durante la juventud y la mediana edad. Me hace gracia la gente que te habla del aire puro sin poder separarse de sus juguetitos Apple. Me parece más respetable fumar en la montaña que conectarse a internet desde un bar con los amigos delante.
Este es uno de los pocos interiores en los que aún se puede fumar. Y es importante recalcar el tema del tabaco aquí, igual que lo es remarcar el decisivo rol de la expendedora de chupa chups. Ambas máquinas tienen como propósito potenciar la pose, enviar un mensaje.
Obviamente cualquier chica puede sacar tabaco, y a la inversa. Pero aquí todos sabemos a lo que hemos venido, y los accesorios son importantes.

Viene ese tipo, Romeo 33002, y se pone a fanfarronear como siempre. Un antepasado suyo fue uno de los científicos que aceleró el proceso de embarazo. Cinco meses. Fue el primer paso, pero fue importante. Ahora la mayoría de bebés nacen sanos y completos a los veinticinco días.
Me apunté al PPN (Programa de Potenciación de la Natalidad) por lo que todo el mundo, por sexo y dinero. El tipo, Romeo 33002, me dice que si ya sé lo de las últimas estadísticas, que ya mismo vamos a repoblar el mundo, a llenarlo de pueblos con fiesta mayor cada verano otra vez. Quién sabe, quizá hasta vuelvan los valores familiares, dice, y los críos dejen de educarse en centros de acogida. Y hace una mueca. La verdad es que ante la responsabilidad de tener que educar a un niño… bueno, se me revuelve el estómago. Antes lo hacían como si nada, tío, me dice 33002 repitiendo su sermón diario, tenían críos como animales, ¿te imaginas?, y luego eran todos medio gilipollas, claro. Era como una tradición, creo, lo de, bueno, ya sabes, “prosperar”, como ellos lo llamaban.
Es verdad, y decirlo ya es una perogrullada. Para ellos procrear tan solo era un paso más, como estudiar, trabajar, independizarse…
Ya te conozco, pienso, ya te he oído. Yo también leo libros de historia. Aunque es cierto que no todo el mundo lo sabe: la insensibilidad va pareja con la ignorancia.
Así era. Nada de sexo a partir de cierta edad; es decir, nada de sexo variado; solo un coito semanal, y siempre con la misma Julieta. Esa gente se casaba, tío, dice 33002, ¿lo puedes creer?
Esa gente creía en Dioses, le digo, para ellos educar a un niño era un trabajo a tiempo parcial…
Las Julietas se retrasan. La verdad es que todo aquel pánico de principios del siglo XXI por la armas nucleares estaba justificado. Mi colega 33002 no anda desencaminado cuando habla siempre de niños gilipollas criados en familias irresponsables. Ahora más de medio planeta está contaminado aún de radiación por culpa de aquellos capullos asentados en aquel optimismo vital inértico tan en boga durante la época. Yo me crié en un albergue actual, 33002 también. Pero nosotros no tenemos que pensar en nada más que no sea volver a empezar.

El concepto de familia ahora, o lo más parecido, tiene que ver con reuniones de amigos que quedan para cenar, follar, cosas así. No hay padres desde un punto de vista emocional; todos lo somos a nivel biológico a partir de cierta edad, pero para hacer que esos niños crezcan y aprendan están los profesionales preparados para ello. Antes a cualquiera se le permitía educar a un niño; sólo necesitabas dinero y ganas de tener uno. El problema residía en el autoengaño; no todo el mundo quería tener hijos, aunque los tuvieran, y la educación a menudo se acababa basando en la amenaza y el bofetón. Era un bucle: mi padre no sabía hacer de padre, y por tanto mi hijo lo va a pagar, por muy buenas intenciones que yo tenga. Así iba la cosa. Dos más dos.
El hecho de que casi todo el planeta muriera en la guerra nos dio la oportunidad de volver a empezar en algunos aspectos. La población superviviente tenía demasiado miedo de la radiación y otras historias como para discutir sobre ciertas leyes, imagino. Ni sé los niños que habré traído al mundo, pero quizá los suficientes para llenar una pequeña fábrica. La mayoría los tuve con Julieta 40032, pero en su último parto la cosa se complicó y ella murió. Lo cierto es que sentí cierta punzada de culpabilidad, pero al centrarse nuestra relación sólo en la cuestión reproductiva, superé su desaparición en cuestión de días. Era mi pareja sexual habitual, pero antes en estos centros no te ponías a charlar con nadie antes o después del coito. Pagaban -y pagan- bien, pero no para que te enchocharas. Nunca quedé con ella fuera de aquí. Era dulce y callada, pasiva al follar, pero de coño siempre estrecho y humedad siempre servicial. Creo que le gustaba trabajar conmigo por que no le hacía preguntas ni la atosigaba, y no me interesaba demasiado tener una relación monógama.
Quienes deciden tener pareja estable, no pueden tener un hijo y mantenerlo fuera del sistema educativo. De todas formas ya nadie lo intenta. Si te falla algún remedio anticonceptivo también puedes abortar, pero al ser barata la posibilidad de ceder el niño a un centro, la gente lo deja allí y se olvidan. Aquí, unas plantas más abajo, hay escuelas y guarderías; los críos aprenden y aceptan el nuevo sistema de forma natural. Al no inculcarles valor familiar alguno, no notan ninguna carencia afectiva, aceptan su condición de neo-humanos e intentan divertirse.
El Programa de Potenciación de la Natalidad alberga el cincuenta por ciento de los puestos de trabajo a nivel mundial. Debido a que mucha gente muere aún por la radiación, el crecimiento de población es lento. En mi revisión médica semanal siempre estoy esperando una noticia terrible, pero al parecer, sigo sano.

Un par de Julietas se acercan a la maquina de Chupa Chups. Sacan uno cada una. Se ponen a hablar entre ellas y chupetean de forma mecánica, sin mirarnos. El problema de este sistema de cortejo es que la gente ahora a veces también se relaciona a otros niveles, y vienen y se entretienen mucho tiempo antes de los dos coitos obligatorios. Yo nunca hablo con ellas, no me interesa generar vínculos con lo que aquí son meros recipientes para espermatozoides. Y tampoco es que en este lugar suela encontrar el tipo de chica con la que establecería algo más que un intercambio de fluidos. Cuando aún estaba viva Julieta 40032, el centro era mucho más estricto con sus trabajadores. Aquí se venía a follar, no a montar tertulias. Pero quizá luego entendieron que cierto intercambio verbal o juego de miradas podía ser beneficioso para la repoblación. Si una chica te mira chupeteando su caramelo de forma insistente, es que le interesas, y acto seguido -si respondes a su mirada mientras fumas- os vais a una de las habitaciones de la planta. Es la simplificación de la química que puede surgir en una discoteca, pero sin ruido, sin malentendidos, sin dudas.
Romeo 33002 intenta captar la mirada de una de las dos chicas, pero no obtiene respuesta. Yo me limito a apurar mi turno para ver si viene o no Julieta 9800, una chica por la que estoy comenzando a sentir algo más que erecciones, y la cual, creo, tiene el mismo interés por mí. No hemos hablado, pero hay algo más que mete-saca entre nosotros, se nota en la forma de relacionarnos, en la excesiva educación y delicadeza; ya todos saben aquí que ni ella ni yo, coincidiendo, trabajaremos fácilmente con otros.

Una tercera chica sale del ascensor del fondo del pasillo, y llega hasta la máquina de chupa chups. Y menuda es. Julieta 69. 33002 y yo la miramos hasta que mete su moneda en la expendedora y saca su acostumbrado caramelo de fresa. La asignación de números a Romeos y Julietas no sigue un orden establecido -o al menos conocido-, pero en nuestra generación un número de solo dos cifras es harto extraño. Las malas lenguas (y las buenas) dicen que 69 hizo un par de favores a dirección para conseguir dicho número. Se dice que es una ninfómana de tomo y lomo, y que suele operarse la vagina para parecer siempre una pipiola en cuanto a estrecheces. También se comenta que ha llegado a hacerse reconstrucciones de himen para algunos tíos que se lo pedían. Pero la única verdad que está a la vista es su aspecto, su forma descarada de vestir y de lamer su chupa chups, a menudo con toda la lengua fuera. Tiene esa recurrente cara de zorra con la que siempre parece estar mojando las bragas, con su media sonrisa permanente, ese brillo de putón en los ojos. Si hay algo más que le interese aparte del sexo, desde luego no está dispuesta a dejarlo entrever.
La verdad es que es la única Julieta aparte de 9800 que me atrae de verdad, aunque sea por motivos muy distintos.

Sucede de golpe. Nunca lo he probado, así que, sin pensarlo, lo intento, la miro. Miro a esa furcia, la muñeca hinchable real del mundo moderno. Aspiro fuertemente el humo. Lo expulso. Para cuando la nube tóxica me dejar ver a 69, ella se percata de mi atención, creo que algo sorprendida; no halagada, pero sí llena de curiosidad ante el hecho de que precisamente yo, que nunca he intentado nada, hoy tenga pensado descargar mis huevos en ella. 9800 sigue en mi mente, pero parece que hoy no vendrá. Además me aterra la idea de no erectar más que por una mujer en todo el mundo, y 69 es la prueba definitiva.
Creo que, por el solo hecho de la novedad, Julieta 69 me agarra de la mano y me lleva a una de las habitaciones.
Está atardeciendo, hay una cama redonda, unos amplios ventanales que llegan del suelo al techo, que por fuera se ven como espejo, y 69 dice:
– Ya pensaba que me tenías manía.
Y sonríe.
– ¿Por qué te iba a tener manía?
– Nunca me has follado.
– Que nunca te haya follado no quiere decir que no haya querido follarte. O que te tenga manía.
– Entonces mentías cuando no me mirabas.
– Sí.
– Pero ahora tienes a esa chica, esa 9800. Es muy mona.
– Sí.
– Te gusta más que yo.
– Sí.
– ¿Y por qué hoy quieres follarme?
– Siempre me ha apetecido follarte ¿Por qué no?
– Quiero decir que… has tardado mucho.
– Sí, pero por nada en especial.
– Creía que me odiabas.
– No te odio.
– Pero tampoco me quieres.
– No.
– Quieres a 9800.
– Sí.
Follamos duro, dos veces. Luego 69 dice:
– ¿No se enfadará ella?
– Si se entera, sí.
– Si ahora salimos y está ahí fuera esperándote… ¿qué vas a hacer?
Atardece tras lo edificios, la vista desde aquí es perfecta, el sol cada vez se ve mejor con los años. Me quedo en silencio, tirado, desnudo junto a 69. Desearía creer en dios y en el diablo. Quisiera creer en todo hasta tal punto que me viera a mí mismo como el muñeco de una maqueta, rodeado de gigantes que deciden por mí. 69 se pone de pie ante la ventana, mira hacia abajo. A solas con ella me parece mucho menos intimidante; más bien parece una cría, curiosa, preguntona. Vuelve a la cama y me dice que si quiero ella puede salir antes y entretener a 9800 si está ahí fuera, podría echarme un cable para que no se entere de que he estado con otra;
– Los demás hablarán, y se enterará. Pero gracias – digo.
– Tienes razón.
– Sí.
– Eres muy listo.
– No.
– Bueno, eres más listo que yo.
– Sí.
– Vaya… eres muy sincero.
– No.
– Ah, es verdad, le acabas de poner los cuernos a tu novia.
– No es mi novia.
– Sí que lo es.
Lo pienso mejor, y digo:
– Tienes razón.
– Y aunque creas que no, ella cree que sí. Yo creería que sí…
– Ella… Bueno, nunca hemos hablado.
– Uf… Esas son las peores.
– No te pases.
– Perdona… Pero ella te quiere, eso es seguro.
– No lo sé.
Silencio.
– Bueno – dice 69, sonriendo -, si me has dejado preñada tendremos un bebé muy guapo, ¿no?
– Sí, Romeo 666…
– ¡No seas malo!
– Es broma…
– Ya lo sé, no soy tan tonta.
69 saca un libro de su bolso. Es la guía Tab, una guía útil con consejos prácticos para suicidarse.
– No te creía una depresiva – digo, señalando el libro con el mentón.
No lo soy… No sé, Tab tiene algo que me pone burra. Y me hace reír.
Creo que 69 está dispuesta a quedarse conmigo para hacer tiempo. Si 9800 está ahí fuera, ya estará a punto de irse; ni yo tengo su móvil ni ella el mío. Dudo mucho que se acostara con otro. Aunque yo lo he hecho… Quiero darle las gracias a 69 por hacerme el favor, pero no me sale. Ella tampoco espera nada. Ahora hojea el Tab. Masca un chicle de menta. Es como si tuviera catorce años. Siento ganas de estrujarla, de besarla en la frente; es por esto por lo que no hay que intimar con nadie. Ahora siento ganas de protegerla, y no debería ser así. Hay muchos factores en contra, y no solo hablo de 9800. Le doy un beso en los labios. Ella lo toma como mi agradecimiento por la compañía, por aguantarme o algo así. 69, sin levantar la vista del libro, me dice que no me preocupe por esas dos que había antes fuera. Dice:
– Esas dos no dicen nada. Ya me encargo yo.
Comienzo a vestirme. No consigo recordar con claridad la cara de 9800, y siento una inmensa tristeza por ello. Luego recuerdo que no conozco a ninguno de mis hijos, y esa idea me anima. Y después me viene a la mente 40032, mi ex Julieta favorita muerta, y solo es un borrón, como un periódico con fecha de hace cinco años. Ya vestido vuelvo a tumbarme en la cama junto a 69. Ella, de súbito, se vuelve hacia mí con la cara seria, los ojos apunto de derramarse. Y con voz temblorosa, dice:
– Si yo me muriera… ¿te daría pena?

Repeat: Video de Reznor (clikar para ver en Youtube). Foto de Lily.

Tina Rock and Roll

Cristina es Tina para todos, y como casi todos, tiene un problema. Pero claro, el problema de Tina, como los problemas de todos, es algo que ella tiene a buen recaudo, enterrado en detalles, complementos y, en su caso, trucos fallidos de respiración y contracción de la vagina para llegar al orgasmo. Tina Rock and Roll es llamada así por una-larga-historia; o quizá no tan larga, pero sí es de esas historias que la gente estira como un chicle, a la que se le añaden cada vez detalles más rocambolescos y de la que la gente habla bebida los sábados para echarse una risas sin sentimiento de culpa alguno. Tina está en el centro de la diana, asociada constantemente a los solos de guitarra de Jack White, componente de los White Stripes, grupo de rock de Detroit cuyos videos en directo son para ella como un porno para un chaval de quince años.
La historia oficial sobre Tina Rock and Roll habla de que su primer novio -un estudiante de biología heterocromático y rubio hasta el punto de ser como la luna con esa bruma que veces se le pone delante-, les fue contando a todos que para que ella llegara al orgasmo no le bastaba con utilizar su polla albina de veinte centímetros y un considerable grosor. Esa polla realmente poco fotogénica, de un rojo color sangre cuando estaba en erección, era algo que Tina llamaba Mango. Y a menudo decía que no le bastaba con el mango. Susurro en tu oreja: No-me-basta-con-el-mango. Cuando su novio -tan blanco que su pelo rubio resultaba castaño-, intentaba dar placer oral a Tina, esta enseguida se revolvía en demanda de la la polla albina o mango que, por más que con su considerable grosor friccionara de sobras con las paredes vaginales, la dueña de éstas no orgasmaba hasta que el tema Death letter de los Stripes grabado en directo no alcanzaba el clímax con un solo tan afilado que se clavaba en las cabecita pelirroja de Tina, hasta dentro, hasta hacer que babeara incluso cuando a veces la polla albina ya estaba pasando al estado fláccido dentro de su condón corrido.
Conclusión: El novio y su polla albina y todo su rollo de piel lechosa, se fueron buscando tierras más fértiles.
Tina lloró todo un día y luego se pasó dos semanas enteras encerrada en casa y escuchando a todo trapo los discos de Jack y Meg. Meg White, no mencionada aún, es la batería y única compañera de escenario de Jack, y a veces si acercaras lo suficiente tu oreja a la boquita de piñón naranja de Tina, podrías oír la frase: No-soy-lesbiana-pero-me-tiraría-a-Meg.
Hay algo más jodido que tener que convivir con un rumor, y es que dicho rumor sea cierto. El binomio “Tina y la Masturbación” dio para que un compañero de clase cruel -y dicen que enamorado de Tina y poseedor de una gran calabaza desde el día que se lo dijo- escribiera un relato llamado “Tani y la Masturbación”. Dicho relato, leído en voz alta en una clase de literatura creativa, puso en evidencia a la chica de tal forma que esta salió de clase corriendo y llorando de ese modo teatral que solo suele darse en las películas, para después tener que soportar al autor pidiéndole perdón en privado justo antes de que ella descargara un derechazo y le rompiera la nariz provocándole además un leve estrabismo crónico.
Tina Rock and Roll hizo que todo el mundo hiciera a partir de aquel día comentarios sobre el chico del tipo “en serio, no creía que estuviera mirándome a mí”. Pero aquel puñetazo hizo que ella dejara de llorar, y el arrebato de violencia devolvió la paz a su corazón pelirrojo y luego en casa superó su propio record de orgasmos tan solo utilizando un dedo y el dvd Under Blackpool Lights de los Stripes.

Tina no sabía por qué lo único que la hacía orgasmar era la guitarra de Jack. Estuvo con distintos chicos, todos desconocidos, pavos de Internet que querían follarse a la pelirroja. A ninguno de ellos les importaba que ella trajera su Ipod y sus altavoces y su Rock and Roll. Y todos creían que eran ellos los que se estaban luciendo en el sexo. Y no Jack en una de sus giras, no sus solos llenos de pinchos y ruidos a contrapelo. Tina Rock and Roll no encontraba a su Fulano de polla versión Death Letter. Eso se estaba convirtiendo en un problema.
Se imaginaba a ella misma haciéndose pruebas, autotorturándose con videos de los Stripes que intercalaran imágenes del nazismo o peleas callejeras o partos con cesárea. Imágenes desagradables. Un suplicio al estilo de La naranja mecánica para comprobar si rehuyendo su obsesión podía convertirse en una chica normal que se corriera con pollas albinas de grosor considerable.
Pero había, sin embargo, un hotel con unas vistas espectaculares al que Tina siempre había querido ir. Ella tenía la convicción de que follando en una de esas habitaciones de cinco estrellas podría llegar al orgasmo sin necesidad de música. Solo con una polla y ganas de usarla.
Así que quedó con un tipo, un desconocido que estaba dispuesto a pagar la fortuna que valía pasar allí una noche. Tina interpretó el papel de prostituta de lujo tan solo para ahorrase la pasta que valía todo el asunto. Para ella era un experimento. El tipo, uno de esos recién cuarentones que hablan a las chicas de veinte con ese tono en plan “Hola qué tal, soy Don Polla, no vamos a alargar mucho la cena”, tenía tantas ganas de pasarlo bien que bebió más de la cuenta antes de subir a la habitación. Tina le sujetaba por el pasillo de camino a la puerta. En ese momento ya sabía que poco iba a poder follar con ese tío casado y rico que al parecer ya era de esos que prefieren beber a tener una erección. Lo que no sabía Tina es que una vez dentro de la habitación, y desde el piso doce, el muy gilipollas intentaría saltar a la piscina del patio interior mientras ella estaba en el lavabo.
Resultados: Una mancha enorme de sangre por limpiar justo al lado de la piscina. Una viuda. Dos niñas gemelas de siete años sin padre.
Tina solo tuvo que decir que el tío estaba borracho, luego vino la autopsia y todos asintieron y la dejaron en paz. La vida parecía estar dándole un mensaje a Tina, y este no era necesariamente: Los cuarentones millonarios son gilipollas. Sino algo como: Déjate de mierdas, ve a un médico. Pero Tina no quería decirle a un médico que solo podía correrse escuchando a los White Stripes. No es la clase de anécdota divertida que quieras contar si tú eres el protagonista de la misma. Se sentía como esos animalitos con los que se hacen experimentos de asociación. Es como si desde cría alguien hubiera estado haciendo que ella asociara el sonido de esa guitarra eléctrica con el placer, como si tuviera ese rollo metido en la cabeza desde siempre y ahora no hubiera marcha atrás.

Una noche, desesperada ya con el asunto, decidió contarle a su madre -mujer comprensiva y tranquilizadora donde las hubiera- que tenía un problema serio con su sexualidad. Ese fue el principio de su soliloquio. Tengo un problema con… y aquí señaló con el mentón su propia entrepierna. Entonces la mujer se levanto extrañamente relajada y llamó a su marido, que ya había ido a dormir. Tina Rock and Roll se quedó de piedra cuando su madre, ya con el padre también presente, le preguntó qué grupo necesitaba escuchar para llegar al orgasmo.
Ella estuvo como un minuto en silencio. Sus padres la miraban como si hubiera tenido su primera regla, como si pensaran: “La niña está creciendo”. Eso desconcertó a Tina. Pero aun así dijo que tenía que escuchar a los White Stripes. Eran los White Stripes.
Su madre dijo que no los conocía, que quería escucharlos. Tina trajo un cd y utilizó el reproductor de dvd para la escucha. En el cd había unos treinta temas. Y su madre le dijo que cuál era la canción que mejor le funcionaba. Tina pulsó el botón hasta encontrar Death Letter. Mientras la canción arrancaba, su padre le dijo que si había ido al médico. Tina hizo que no con la cabeza; él murmuró algo tipo No hace falta que vayas, no tienen ni puta idea… Entonces su madre dijo: ¿sabes cómo me llamaban a mí de joven? Tina se sentía como una niña; hizo que no con la cabeza. Su madre dijo: Encarna Woodstock. Tina casi sintió un mareo. Su padre sonreía, la escena estaba sucediendo, era real. Y su padre dijo: La historia es muy larga. Dijo: Tu abuela Cristina era Jazz Tina.

[Uno de los blogs que me gustaría que se actualizase cada día, es el de Kobayashi Maru; básicamente porque su autora vuelca en él sus obsesiones sin tener miedo a la repetición referencial y con posts distintos cada vez. En esta ocasión quiero recomendaros su última entrada, en la cual habla del demoledor trío Reznor/Palahniuk/Fincher. La música de Reznor -como el tema del video, esa especie de canción-migraña enfermiza de la que no te puedes desenganchar-, es ideal para crear ciertos ambientes en el cine. Si no, ver: La red social. Abajo, y en homenaje a Kobayashi, una foto de una ídola que comparto con ella, y que es una de las musas principales de este blog: Lily Cole.
Actualización: Otra vez me tengo que cagar en Dios. Como en un anterior post no hay puta manera de que se me vea en el blog un video de Reznor, así que tendréis que clikar para verlo en youtube.]

Esto no está pasando

El hecho de que mi prima de diecinueve años esté ahora en mi ducha usando mi gel y -dios santo- mi toalla, no es porque yo haya estado poniendo su nombre en Google últimamente, ni rastreando en sus cuentas por las redes sociales. Ni tan siquiera el hecho de que necesitara hoy un sitio para quedarse es motivo. Ni que lleváramos mucho tiempo teniendo conversaciones por Internet con webcam. No es por eso, todo eso no tiene importancia. Ni el hecho de que últimamente ella pareciera estar insinuándose o que hace una semana me llegara un paquete extraño color rosa dentro del cual había una bolsita con unas bragas suyas usadas. Todo eso no tiene, no es… no tiene relevancia. Y tampoco la tiene que ella tenga trece años menos que yo y quince menos que mi mujer (que-se-quiere-casar-y-cree-que-yo-estoy-de-acuerdo-porque-no-le-he-dado-pie-para-pensar-lo-contrario). Vamos, que no es la edad (la cual incluye todas las partes del cuerpo y su aspecto por las mañanas), ni que sea una chica más tierna y más, como dicen los finolis, juguetona. No creo, la verdad, que todo eso influya. Ni tan siquiera la idea del incesto. No creo que sea por el incesto, en serio; aunque cada vez que pienso en la palabra incesto me cuesta un buen rato dejar de pensar en ella. Investigando por la red, las fantasías de incesto suelen ser más entre hermanos; entre primos sólo pasa cuando quien ha escrito el relato o la introducción del video quiere darle un tono más… ¿realista? O sea que no, no creo que sea el incesto lo que… No hay motivo para pensar que… Aunque si digo la verdad la idea de que la toalla con la que ella se va a secar cuando acabe de ducharse va a quedarse en el piso tal que así… Pero eso tampoco… no soy particularmente fetichista. Lo extraño es que con mi antes-novia no pasaba esto. La conocí durante mucho tiempo antes de llegar a tocarle una teta; pero no pasaba esto, o al menos no estrictamente; al día siguiente no había gotas resecas de semen en mi cama o en algún sillón de haber estado, digamos, pensando en ella. Así que el motivo por el que ahora mi prima de diecinueve años está aún duchándose en mi piso con mi mujer a unos quinientos kilómetros “trabajando” o por un congreso o algo parecido, no es que yo esté salido. Esto no pasa porque la posibilidad de metérsela a cuatro patas y a lo bestia provocando ese “plop-plop-plop” seco de quien agarra por el pelo a la chica para embestir más fuerte, sea algo con lo que haya fantaseando como opción real en absoluto. Yo no soy de esos. Bueno, lo soy, pero como todo el mundo, a un nivel de, digamos, “Mundo Interior”. Yo, como todos dicen, no hago esas cosas. No es que crea que ella pueda haber planeado que quizá viniendo a mi piso se podría dar la situación de que la abordara o la arrinconara, a mi pobre prima recién entrada en la edad adulta, y que escribe cosas como “hoy me he puesto mala mirando al profesor de antropología”, o, “este fin de semana voy tan salida que en una habitación oscura me tiraría hasta a mi padre”. No es que yo piense que la chica es de las que podría usar el cambio de marchas como consolador. Ahora mismo no está secando su cuerpo no-llegado a la veintena en mi cuarto de baño porque yo hace unos días me la machacara tantas veces seguidas viendo una foto suya que acabó saliéndome sangre. No. Sé perfectamente separar mis fantasías de la realidad. Sé separar la familia y el sexo. Es algo que hago con naturalidad. Soy otro tío felizmente casado. Nada más. Aún joven. Está bien, a veces tengo mis momentos de, digamos, huir de la realidad; pero creo que es bastante sano. Es cierto que he llegado a pensar en que quizá tenga un desorden obsesivo compulsivo en relación a la posibilidad de follarme a mi prima cada vez que mi mujer esté lo suficientemente lejos. Pero eh, soy humano, y las demás mujeres siguen existiendo. Incluso la hija de la hermana de mi madre. Qué se le va a hacer, ella es joven y guapa, y yo tengo pene y sangre corriendo por las venas. Esto no es nada de lo que preocuparse. Hasta a los curas se les va la mano si eres lo suficientemente joven. Y repito, no, ella no está aquí por la visión que tengo ahora de mi toalla liada a su cuerpo mientras se seca el pelo a medio metro de mí con el secador de mi mujer (a-la-que-quiero-pese-a-no-querer-tener-hijos-con-ella-ni-con-nadie). Pero querer a alguien es una cosa, y no morder la manzana cuando te la ponen en las narices es otra bien distinta. Es una mera cuestión de estadística. Y sigue siéndolo obviamente cuando mi prima, ahora, a ocho meses de cumplir los veinte, se quita mi toalla y la tira lejos y comienza a desabotonarme, desabrocharme, etcétera.
Y después, cuando me la está chupando mejor aún de lo que yo imaginaba, esto sigue sin ser parte de un plan, yo no había pensado en esto dentro de un contexto real. Esto está pasando y la sangre ya está fluyendo en la dirección que fluye cuando una mujer tiene tu polla tan adentro en la boca que le entran arcadas. Vale, yo, como he dicho, y como todos dicen, No Hago Estas Cosas.
Pero.
Estas Cosas Pasan. E insisto en que hoy mi única intención respecto a mi prima era, como mucho, la de ofrecerle cena y una cama. Esto, de verdad, no tiene nada que ver con el hecho de que llevo como cinco meses cascándomela en el lavabo si mi mujer estaba en casa para luego decirle Hoy no me apetece, cariño. Nunca he cruzado esta puerta. Y por más que me guste cómo me cabalga la chica ahora en este sillón en el que nunca lo he hecho con mi mujer, no, ahora esta acción no es en absoluto parte de un adulterio pensado con mucha antelación. De hecho, aunque técnicamente esté disfrutando como un cabrón, realmente Esto No Está Pasando. Porque yo soy yo y la chica a la que ahora le chupo los pezones es mi prima. De la que tengo recuerdos de cuando solo era una cría y jugaba con ella a la pelota en la casa de verano de mis tíos y yo era mayor y todos me veían como al primo mayor perfecto para “entretener a la niña”. Cosa que, vale, ahora es un recuerdo que no hace más que, si soy sincero, ponerme más cachondo aún. Mientras la estoy enculando ya está decidido que bueno, no quería esto, pero esto efectivamente Es Lo Que Hay. Esto es Verdad, pero la Verdad Oficial consta de la información a la que más credibilidad puedes incorporar, y no necesariamente de lo que haya pasado o dejado de pasar. Lo cierto es que la realidad a menudo es algo meramente anecdótico, cosas que se saben en grupos de dos y de tres, y muchas veces sólo a nivel individual.
Todo eso me tranquiliza, y el sexo con esta chica que ya no es una niña correteando mucho antes de su primera regla, es cada vez mejor y mejor. La calefacción está demasiado alta y sudamos y, en todo caso, lo más preocupante, es que para alargarlo, para evitar correrme, el pensamiento más eficaz es una instantánea ya potencialmente distópica de mi mujer en una sala de partos.

[Cuando tienes la mente en blanco, tarde o temprano aparece una teta. Así que para el video he elegido otro de Hannah Minx, últimamente muy presente por aquí, y así de paso os presento en sociedad a Elvira… Por otro lado, El amigo Thiago, lector habitual del blog, y a pesar de eso tipo con criterio en general, ha decidido que el mejor post del año en la blogosfera es mi relato “Tab”. Y como ha echado un rato escribiendo un post al respecto, y ya que nunca nadie me ha nombrado nunca el mejor del año en nada, he decidido destacarlo (y sí, es el criterio de una sola persona, pero el nobel de literatura es el criterio de cuatro suecos o algo así) Abajo, otra Pin up para la colección.]

Cuento de Navidad

Esta es la peor parte, la primera línea. Hay primeras líneas desastrosas, que invitan a dejarlo y hacer cualquier otra cosa que te convierta en espectador pasivo. Pero sucede que, si lees la primera línea e incluso la segunda y no lo has dejado, puede entrar en juego el orgullo, ese orgullo a menudo exagerado y estúpido; y ese orgullo puede hacerte pensar lo de “si he comenzado lo acabo”. La posibilidad de que el lector olvide su empecinamiento obviamente tiene que ver en gran parte con la longitud del texto. Por tanto, ante esa perspectiva, la mayoría de gente tiende a aburrirse al instante (el orgullo inicial no siempre viene acompañado de Fuerza de voluntad); tienes que ofrecerles fuegos artificiales enseguida para que no se vayan. Lo que sea, alguna palabra malsonante o algo que tenga que ver directa o indirectamente con tetas o violencia o etcétera (todo esto ya suena a cliché, pero es tan cierto como que quien escribe se mueve como lector por los mismos impulsos). Otro detalle para que sigan leyendo es la identificación con el texto. Pero esto no siempre es positivo, muchas personas prefieren dejarlo si lo que están leyendo les recuerda algo negativo de sus personalidades o vidas. Se sienten más cómodos, eso sí, si en el texto se generaliza y se habla con términos vagos, ya que pueden pensar que ellos no son así o asá y por tanto quizá si siguen leyendo la tormenta puede pasar.
Algo definitivo para que lean con interés incluso los que suelen repetir de forma insistente lo de “no tengo tiempo para leer”, es el morbo. Y el morbo para esa especie de lector tiene que ver con que el texto deje abierta la posibilidad de que podría basarse en algo real; ya sea en relación con el escritor o con cualquier otra persona, siempre y cuando ésta salga malparada o pierda algo de dignidad por el camino.
Ya a estas alturas del texto -pongamos que en un libro sería la pagina quince o veinte para un habitual no-lector, y quizá la cien para un lector habitual- la cosa empieza a ponerse seria. Quien lee ya puede estar o sumergido en lo que lee, o con la sensación de estar perdiendo el tiempo (adiós a esos y felices fiestas…). Al fin y al cabo esto no son más que palabras y líneas, nada visualmente atractivo si no se utiliza la imaginación. En la cultura del zapping la lectura es algo mortal para las personas que necesitan llevar a cabo diversas actividades a la vez para sentirse ocupadas y entretenidas (muchos priorizan casi siempre el Entretenimiento por encima de la Pasión). El hecho, además, de estar haciendo algo que les requiere un mínimo esfuerzo y que luego sólo va a ser meramente anecdótico en potenciales entrevistas de trabajo, no ayuda.
Por tanto, ya avanzado el texto, hay que hacer a veces auténticos malabares escribiendo. Pero ojo, la ambigüedad o la indefinición es algo que cabrea a muchos.
Normalmente la mayoría de gente se queda en estado catatónico si no tienen a quién llamar o dónde ir. Hasta el punto de que algo como Leer les parece la opción de quien está realmente solo o incluso al borde de la depresión clínica. Suele ser el tipo de gente que solo asocia el esfuerzo a las labores remuneradas; labores casi siempre repetitivas y exasperantes, o en el mejor de los casos anodinas, esfuerzos por cuadrar deberes cuyo significado resultante no les importa o sugestiona lo más mínimo.
Esto, sumado a los surrealistas e involuntarios -espero- planes de los educadores para hacer que odies la lectura ya desde bien pequeñito, convierte la actividad de leer en auténtico ocio sólo si por ti mismo le has dado una oportunidad de verdad a ese placer potencial.
Ya debería estar claro, pero cabe decir que palabras como «Conocimiento» o «Cultura» no ayudan lo más mínimo. Todos asocian términos de ese calado a empollones con gafitas mirando por un microscopio o intelectuales estirados comentando lo que les fascina tal o cual cuadro abstracto. Eso hace que muchos vean la lectura como lo que hay al otro extremo del orgasmo.
Desde el punto de vista del escritor -ser que comenzó a escribir investigando nuevos modos de masturbación-, si el lector ha llegado al final y ha disfrutado, prefieres que haya sido lectora. El escritor es un narcisista del mismo modo que el lector es un narcisista. Quien entienda esa máxima, tanto si es lector como si es escritor, ya tiene medio camino hecho.
Y para acabar, es importante saber que si el escritor se interesa por las impresiones de alguien que supuéstamente haya leído su material, debe saber que hay quien se lee tan solo la ultima parte del texto para dar credibilidad a su comentario.
Así, Pablito salió al jardín, y vio cómo el trineo de Papá Noel comenzó a deslizarse por la nieve hasta salir volando, y se perdió en el horizonte uniéndose como una luz a las demás estrellas. Papá y mamá dormían aún, y fue corriendo a despertarles para contarles lo que había visto.

Liev y Scar te desean una feliz Navidad

Doble vida

A Marga (Margarita en su DNI) todos sus amigos, simulacros de amigo, conocidos, etcétera, la llaman Pati, acrónimo de Puta Amiguita Tarada Independiente. Hace años que la llaman así, hasta el punto de no saberse quién inventó el apodo; hasta el punto de que muchas de las personas que la llaman así no saben por qué; aunque sí las suficientes, muchos de sus amigos y un buen puñado de simulacros de amigo. Ella por supuesto no sabe a qué viene el apodo, pero dada la insistencia de todos por llamarla así, y aun habiendo dejado clara su disconformidad, se aguanta y procura no recurrir a respuestas ariscas, o esa violencia cotidiana supuéstamente siempre injustificada que se puede ver reflejada en la prensa todos los días.
Ese acrónimo perverso, se deduce, viene de su facilidad para cambiar de pareja, de su supuesta inestabilidad emocional, de su cacareada incapacidad para mantener una relación que todos puedan llamar seria. Por otro lado, todos dan por hecho que si no la mantiene es porque no quiere, que no quererlo es malo, y que si no quiere es porque es una chica de vida alegre, a la que por tanto se le puede tildar hasta de irresponsable, o infeliz, entre otras muchas cosas (puta, guarra, zorra, zorrilla, zorrón, ninfómana…).

Pasan los años y Marga, al cumplir veinticinco, decide que se acabó el ser abierta siempre, transparente, inocente y cristalina. El prototipo de vida respetable -y en teoría fórmula de la felicidad- asociado a esa no-individualidad de persona monógama con una relación estable y varios álbumes de fotos en los que siempre ves las mismas caras, ráramente aprueba de verdad otros tipos de conducta sentimental y o vital en general. Los tiempos modernos no existen para Marga, y cada vez que la llaman Pati, y aun sin saber por qué, todos se lo recuerdan involuntariamente.
Marga nunca cree haberse enamorado ni nada parecido, y por tanto nunca ha sentido la motivación de construir una vida alrededor de alguien con quien no se imagina dentro de cinco años. El problema, según los demás, es que así te saltas la escaleta vital, y la mediana edad, la vejez y la muerte acechan.

Marga diseñó un plan clásico. Un plan a menudo asociado a gente perversa que le pone los cuernos a su pareja o trafica con drogas o delinque o etcétera. Pero en realidad, la doble vida, su plan, sólo tiene como objetivo dejar de justificarse por todo. La única tara del plan, el no hablar de todo lo que haces con todos, es que muchos intentarán llenar los huecos en blanco, y no precisamente con nada positivo. Cuando no llenas la agenda imaginaria relacionada contigo que tienen todos, los demás tienden a pensar mal. Pero lo bueno de eso es que utilizando la discreción, tarde o temprano no tienen base ni tan siquiera para pensar mal, y con el tiempo acabas aburriéndoles y suelen centrar sus ataques personales “a espaldas de” en otros objetivos que aún creen que ser totalmente abiertos con la gente sólo da alegrías. Lo que Marga cree es que la mayoría de las personas tienen un material ajeno con el que jugar, información sobre la vida de los demás que van a convertir en su patio de recreo cuando el objetivo no esté delante. En cualquier caso, a veces la mayor arma del indiscreto o el chismoso es el clásico “yo se lo digo en la cara”. Esto, en sí, está muy bien visto; se le llama, con mucho aplomo, sinceridad; pero en muchas ocasiones no es más que maldad gratuita, una falta de sensibilidad crónica y una carencia de escrúpulos por otro lado muy de moda en medios de comunicación y muchas otras vías (hasta el punto de simular esos arrebatos de “autenticidad” para ganar audiencia). Y hasta tal punto se disfraza esa maldad de sinceridad, que en muchos casos hay quien dice que si te está doliendo lo que te dicen, es positivo, porque en realidad sólo te quieren ayudar. Porque te quieren. Como si tú no tuvieras toda la información, como si a todos todo nos pareciera igual y tuviéramos exactamente la misma visión de la vida y la existencia.
Así que el plan, es que esa “verdad” que en realidad no hace más que convertir a muchos en gilipollas, pase hambre. Se trata de matar la habladuría por inanición.

Es una batalla brutal para Marga, una guerra contra esos “profesionales” de la vida: tipos y tipas de bufanda elegante en otoño que sólo buscan «pasar el rato». La existencia debe ser una leve brisa sostenible. Debe estar cimentada en directrices de madurez treintañera dispuesta a empujar un cochecito de bebé mientras tiene conversaciones sobre sus suegros, y los fines de semana ocupados por encuentros y cenas pactadas hace días después de haber visto una peli entretenida junto a otros seres maduros en una apacible sesión a las seis de la tarde, oyendo a personajes famosos doblar la última peli de animación en 3D.
Es terrible no encajar, pero es más terrible aún para Marga que encima la forma que tiene como pieza del puzle pasó los filtros de calidad sin problema, y fue expulsada por la gran máquina de la existencia a un universo en el que los bordes están controlados por personas que ríen a carcajadas una y otra vez con un chiste que no tiene ninguna gracia, y que está basado en su vida. Unas risas incontrolables a las que encima suelen llamar Preocupación o Amor. Y encima ni tan siquiera sabe si sólo están fingiendo la risa, si lo único que están haciendo no es seguir agarrados a la conga de los clichés y las fórmulas aun no totalmente convencidos, pero al menos sintiéndose arropados en el supuesto núcleo duro.

Llega el momento de la reunión, de sentarse con otras personas, con esos amigos de verdad y con los simulacros de amigo. Quizá es el cumpleaños de alguien, quizá solo es viernes o sábado. Da igual, Marga sigue viva e intenta encajar y a la vez protegerse; intenta aprender y no seguir tendencias horteras y gratuitas relacionadas con el vestir o el pensar o el follar. El Respeto es algo maleable. Todo el mundo intenta imaginar alguna vez quién lloraría en su funeral. A quién le importaría de verdad. Qué amigos o simulacros de amigo lo sentirían. Ahora, sea el momento que sea o el día que sea, Marga se sienta en su silla y en ciertos momentos de la conversación, cuando la temática roza algún detalle relacionado -o solo teóricamente relacionado- con su vida, ve cómo algunos se miran entre sí. Y se pregunta si de verdad creerán que no se da cuenta. Pero hay tantas cosas malévolamente divertidas, las estadísticas de divorcio, o detenerse a pensar en qué pensará alguien que pugna por parecer maduro cuando algo se tuerce en su vida (¿qué hace? ¿inmadurar?). Es tan divertido para ella ver cómo todos luchan por superar etapas que sólo existen en sus cabezas; la adolescencia, la edad adulta, la crisis de los treinta, de los cuarenta; verles revolverse por culpa de los clichés es como ver a alguien resbalar por la calle y no poder evitar reírte. Es tan descacharrante para Marga ver cómo padecen por idioteces solo relacionadas con el concepto que los demás tengan o dejen de tener de ellos (que son tan abiertos); ver cómo dudan sobre si devolver una llamada, o cómo leen libros que prometen fórmulas para vivir bien. Es tan sugestivo ver cómo quedan atrapados muchas veces en la maraña de sabidurías embotelladas congeladas en el tiempo. Qué puede hacer Marga, sino al menos pensar de vez en cuando en los patetismos aceptados, en que aunque ellos se crean mejores, a ella hace tiempo que dejó de importarle.

[Como no sabía qué poner, me he decidido por el ultimo video que hay en la cuenta de youtube de Hannah Minx, una criatura adorable de la que ya puse algún video, y de la que me hacen gracia sus planos siempre descaradamente picados (otras deberían también atreverse, ya nadie se cree que sólo quieran enseñar su maquillaje, y -en contra de la opinión popular- el exhibicionismo no es nada malo si de verdad es lo que te apetece (ni aun siendo mujer). Abajo, otra pin up para la colección, que lucen mucho. (¿Ser tan hetero me hará parecer machista o algo así a veces?)]

El lector subnormal

Carolina es llamada comúnmente Carol, y tiene siete años. Está sentada en el despacho del director. Sus piernecitas gordezuelas cuelgan de la silla balanceándose y ya está empezando a hacer pucheros. El director hojea algún tipo de dossier y le pregunta si alguna vez se ha sentido agobiada por un adulto. Tocada. ¿Quizá por algún profesor del centro? ¿Por su papá? No llores, Carol, dice, sólo contesta a las preguntas. ¿Rafa, quizá, el profesor de gimnasia? ¿Entra en el vestuario de las niñas? ¿Cuándo entra? ¿Entra alguna vez? ¿Os… palpa? Carolina pregunta qué quiere decir eso de «palpa». ¿Alguna vez ha entrado en el vestuario? Sinceramente, dice Fernando (más comúnmente llamado Fer), sentado ahora en en una silla al lado de la niña, creo que habría que revisar el sistema educativo con urgencia. No hablo contigo, Fer, cállate. ¿Fer alguna vez se ha tomado alguna clase de confianza contigo, Carol? Fer se revuelve en su silla murmurando palabrotas, la niña hace que no con la cabeza. ¿Seguro?… ¿Y Rafa?… ¿Nunca entra en los vestuarios? ¿Nunca os toca?… Estás asustando a la cría, dice Fer.
Veinte niñas más esperan sentadas en el suelo en la sala de espera del despacho del director. Alicia, de veintisiete años, conocida como Alicia sin más, intenta que las crías no armen jaleo. Fernando es también uno de los profesores del centro, es hermano del director y le odia como hermano y como director.
¿Alguna vez te han besado en la mejilla y te has sentido incómoda? ¿Demasiada humedad, quizá? Fer acostumbra a escribirle largos e-mails a su hermano, detallándole los motivos por los que no está de acuerdo con su gestión cuando no está de acuerdo; aunque el motivo básico de esas parrafadas, sobre todo, es su odio hacia él. Estás interrogando a una niña de siete años, tío, le dice ahora. Cállate, Fer; ¿nunca una persona alta te ha hecho sentir incómoda, Carol? Entonces Carol hace que sí con la cabeza, y dice que no le gusta correr en clase de gimnasia. ¿Y después de correr, Rafa os alienta quizá de algún modo especial?… ¿Como tocándoos? Dios santo, murmura Fer. Cállate, Fer; puedes decir lo que quieras, Carolina, no pasa nada. Fer conoce a Rafa desde que aprendió a hablar. Rafa hace dos años besó en la boca a la mujer del director en nochevieja; ella respondió al beso con ganas. Ahora nadie sabe bien si siguen viéndose, el director tampoco. Lo que cree Fer es que su hermano sigue cabreado y mosca por aquel beso. Además, alguien dejó una nota en el despacho del director hace un año; ésta decía: “Yo vi el beso, duró más de cinco minutos”. Las controvertidas políticas del director hacen pensar que la nota la podría haber escrito cualquiera del centro, incluso algún crío. Lo que cree el director, por supuesto, es que la nota la escribió Fer. La opinión general es que Fer es básicamente un buen tipo (escribiera la nota o no), que el director es un perdedor en el más amplio sentido del término (incluso con sus numerosos méritos académicos y una familia formada y un sueldo más que decente), y que la mujer del director es ninfómana. La profesoras, además, suelen añadir que no les extraña nada si de verdad esa tía se está tirando a Rafa, luego añaden que ellas también lo harían, y luego se ríen en voz baja y suelen seguir murmurando obscenidades.
¿Carolina? ¿Tienes miedo de decirme algo? Carolina mira a Fer y luego al director, y llora intermitentemente. Tío, dice Fer, deja a la cría en paz, su madre la está esperando fuera. Carolina, susurra el director, si alguien te ha tocado yo me encargaré de él. No sabe ni de qué le hablas, colega; Fer murmura eso y se levanta y sale un momento a ver a Alicia. Tanto Fer como Alicia como las crías ya podrían estar en casa si no fuera porque el director tiene la sólida convicción de que Rafa abusa de las niñas en las clases de gimnasia. Fer intenta ligar con Alicia desde hace unos días. El ex de Alicia la dejó por algún motivo que Fer no alcanza a comprender teniendo en cuenta las muchas ganas que tiene de que ella abuse de él. Pregunta si las crías están bien o algo así, suelta alguna gracieta y vuelve a entrar. Las madres esperan haciendo corrillo en el patio, preocupadas. Fer no se extraña nada del circo que está montando su hermano, ya hacía mucho que no hacía algo así; el director sabe que todos piensan que es un perdedor y un gilipollas, y de vez en cuando aprovecha su poder para que todo gire en torno a él. Eso piensan todos sin dudar un segundo.
El móvil del director para acusar de pederastia a Rafa, es cierto relato que éste escribió y guardó en su ordenador. Rafa es popular también por haber ganado algunos certámenes literarios, y por ser básicamente el profesor más querido por los niños y los padres. Rafa es la antítesis del director, es percibido por todos como lo que hay al otro lado del espectro; y hasta tal punto lo es que ni esta acusación de pederastia está ensuciando en modo alguno su imagen en el centro. Nadie apoya -al menos en voz alta- al director.

El último e-mail de Fer son tres puntos con un texto adjunto de más de cinco páginas de Word en formato Times New Roman 12. Siempre le pone título a sus parrafadas para encabronar a su hermano. Esta vez el texto lo encabeza la provocación directa “El lector subnormal”. El relato que ha metido en este lío a Rafa -ahora de vacaciones e ignorante sobre lo que pasa-, tiene que ver con una niña de ocho años que es secuestrada por un hombre que pide un rescate a la familia; la relación entre el secuestrador y la niña se va convirtiendo poco a poco en una historia de amor del tipo niñita/hermano mayor que a las profesoras del centro les parece preciosa, y al director una clara pista sobre un comportamiento ilícito con las crías que él, dice, ha estado observando en Rafa.
En “El lector subnormal”, Fer desarrolla toda una perorata sobre lo que para él es el El lector subnormal. El lector subnormal, dice, es aquel que cuando lee un texto de ficción no intenta disfrutarlo, no quiere, no hay una relación entre él y el texto, o al menos no aparentemente; lo que hace esta tipología de lector es intentar deducir qué relación hay entre el texto y quien lo ha escrito. De este modo, no solo no saca ningún provecho del relato ya sea a un nivel de mero entretenimiento o vislumbrando qué le puede aportar o si siente empatía por algún personaje, etcétera, sino que además usa ese material para acusar o perjudicar a alguien fuera de la ficción; por supuesto, casi siempre, al escritor. El lector subnormal por lo general es subnormal en muchas otras facetas de su vida. Y obviamente también hay tipologías similares en otros medios; está el espectador subnormal, que es aquel que hace comentarios en el cine como si estuviera en su casa (a veces incluso intentando anticiparse al guión de la película); el cual es el mismo que intentan captar algunos canales de televisión con programas específicamente pensados para ellos. Según Fer, el espectador subnormal existe a un nivel masivo, se alimenta de mierda, y por tanto siempre hay alguien dispuesto a producir mierda en cantidades industriales. Así que tenemos al lector subnormal y al espectador subnormal, este ultimo en su variante televisiva y cinematográfica. Pero el caso del lector subnormal, según Fer, es especialmente grave.
Este espécimen suele ser incapaz de digerir información si no es para atacar a alguien con ella, y recrudece la situación si el texto que lee es de alguien a quien más o menos conozca. El lector subnormal es el responsable de que muchas personas con ese extraño hábito de escribir, no se atrevan a expresarse con libertad ni tan siquiera en un contexto de ficción. Hay diversos motivos; en el caso de los escritores hombres parece pura vergüenza infantil más o menos justificada, y en el caso de las mujeres los miedos se multiplican al estar ciertos estereotipos relacionados con ellas tan alimentados y bien vistos que les aterroriza la idea de no encajar en ellos según lo que escriban. El lector subnormal, por tanto, es quizá peor que el espectador subnormal, ya que donde uno se limita a comer mierda, el otro, en resumidas cuentas, es básicamente un mierda.

Alicia les dice a las niñas que van a tener que hablar un momentito con el director, pero que no pasa nada, no está enfadado y ellas se han portado muy bien hoy. El director, sin embargo, lleva ya diez minutos ametrallando a preguntas a Carolina, que ya no tiene miedo de decir que quiere irse a su casa, lo cual la niña expresa diciendo que quiere irse «con mamá». Fer, sin decir nada, en un momento dado, coge de la mano a Carolina y le dice que ya puede salir, que la va a llevar con mamá. El director dice que quiere hablar con otra niña, que está convencido de que tiene razón. Mientras espera, siente una tremendas ganas de llorar repentinas. Pero no puede ceder, si cede será aún peor. Tal y como afirma Fer en su e-mail, el lector subnormal nunca se rinde, nunca aprende, nunca duda.

[Hablemos de canciones enfermizas (en el buen sentido). Son esas que tienes que escuchar varias veces seguidas cuando las descubres y que probablemente te van a acompañar durante días en tu cabeza. Tanto al principio como al final de la película “Zodiac” suena un tema de Donovan, Hurdy Gurdy Man. Es un ejemplo de canción-clima, podría hacer que cualquier cosa pareciera importante o trascendente. En el video, el tema. Abajo, unas pin ups supuestamente lavando un coche…
Actualización: Me cago en Dios. El tema de marras está pillado por sony o no sé qué y no consigo que ningún video me vaya en el blog; clikad para verlo en youtube. (Es un temazo)]

Día oficial en Librolandia

Me acuerdo del título del libro, pero luego recuerdo que es hora punta y se acercan las fiestas; y me topo con toda esa gente que solo pisa las librerías para comprar regalos. En la que entro, las tres o cuatro dependientas van de culo cobrando y envolviendo libros. Se agotan los rollos de papel de regalo. Las cubiertas de todos suelen tener sobrios diseños vagamente similares al de “Los pilares de la tierra” y sucedáneos, ves nombres recurrentes como Jorge Bucay o Federico Moccia por todos lados. Uno se pregunta cómo toda esta gente que apenas debe leer en todo el año, puede creer que un libro es el mejor regalo (y cuanto más gordo y de moda esté, mejor). De repente todo el mundo tiene amigos y familiares a los que les chifla leer, por lo que se ve no paran ni un momento; y aun así -parece ser- aún no han conseguido pasar de “La catedral del mar”. Aunque supongo que no todos esos superlectores tienen gustos tan neutros. Esto también me hace pensar en esos padres que antaño le compraban un videojuego al crío, y éste al desenvolverlo descubría que era de golf. Así deben sentirse algunos de esos amigos y familiares receptores del “sorpresivo” obsequio. Muchas personas deben creer que no se trata del libro, sino de Leer; como a quien le gusta el chocolate o el macramé; como si fuera lo mismo follarte a tu mujer que a tu vecina de veinte años.

Salgo de la librería y decido esperar un rato, a ver si con suerte se despeja un poco el asunto. Además no sé qué pensaría toda esta gente de mí al ver que compro el libro para leérmelo y no para regalarlo. De todas formas solo son las seis y media, y es muy difícil que dejen de llegar riadas de personas ansiosas por consumir para demostrar así el amor que sienten por sus allegados. Supongo que demostrarlo de otra forma menos material y más sincera sería mucho más farragoso que hacer media hora de cola para comprar una novela de misterio light.
Cuando voy por mi tercer cigarrillo seguido, la multitud sigue entrando y saliendo, y la librería siempre está llena; se me están quedando las manos heladas y me siento como un imbécil. Pero a la vez me entretengo viendo qué libros elige la gente, cómo los sopesan y hasta los huelen, algunos parecen estar eligiendo más un melón que un libro.
Propósitos para el año nuevo que se acerca: Seguir fumando. La leyes cada vez son más duras, y al parecer lo que antes era básicamente problema tuyo, ahora te convierte en un capullo de mierda que intoxica con peligro de muerte a hombres de bien, frágiles mujeres e inocentes bebés. Al ver a todas estas parejas casadas de cuarenta años perdidas y más bien desubicadas en la librería, no puedo pensar en otra cosa que en seguir fumando. Libros, café y tabaco van de la mano en lo que a mí respecta; añadiría también la prensa, y quizá las reuniones con amigos (aunque esto último es más complicado dados los depuradísimos hábitos de higiene de algunos, que incluyen el indignarse cuando la ropa les huele a tabaco igual que si les oliera a mierda de perro).
Doble y triple y cuádruple moral. A todos les encanta, todos quieren ser guardianes de la moral, del buen comportamiento, de “lo correcto”, lo que es válido y aceptable y lo que no. Etiquetas. El blanco o el negro. Grupos radicales potenciales: Al Qaeda, ETA, No-fumadores, Compradoras de ropa compulsivas, Adictos a las fiestas oficiales. El concepto Vida Sana a menudo convierte la existencia de muchos en el ensayo constante para una segunda vida que jamás vivirán. Y Bill Hicks dijo: “Son ustedes los que se mueren de nada los que están jodidos”.
El concepto de libertad imperante es ya tan voluble y ambiguo que el montón de libros de autoayuda de la autora suicidada Choi Yoon-Hee está desapareciendo. Imagina la cara del lector receptor del regalo, un libro de autoayuda escrito por alguien que se ha matado a sí misma hasta los huevos de vivir. Parece el resumen perfecto del mundo de la Felicidad Oficial; es un hecho que resume tantas cosas que me dan ganas de coger por la solapa a alguna de estas resoplantes criaturas ya imbuidas en la navidad, y preguntarle cuánto tiempo de cola ha hecho para comprar lo que haya comprado.

Cerebro lavado. Este concepto funciona en multitud de direcciones, se solapa y esconde, y a veces sencillamente está en nuestra puta cara, y aun así seguimos sonriendo y asintiendo. Esto ultimo es lo que cada vez se lleva más y mejor a la práctica, la convicción de que aunque lo que hagamos sea contradictorio, aunque nuestras propias opiniones choquen muchas veces de frente y sean como agua y aceite, nosotros somos el ejemplo a seguir. Claro que sí, qué más da. Con los tubos de escape soltando humo por la calle luego la ropa no me olerá mal, así que bien tendré que tener una opinión si me preguntan. No es una cuestión de coherencia, sino de tendencia. La catedral del mar. Europa. Cerebro lavado. Y ahora me pregunto yo por qué cuando no fumaba no me molestaba en absoluto el tabaco ajeno (y a nadie parecía molestarle especialmente) más de lo que me pueda molestar ahora que soy fumador en una habitación en exceso cargada. ¿Si no fuera fumador yo también me habría convertido en Miss Vida Supuéstamente Ejemplar?

La mayoría del tiempo me alegro de no saber la respuesta correcta. El caos tiene cierto encanto si tenemos en cuenta que nadie es inmortal. Cuando Vives más que preocuparte por el Vivirás, de repente un bar lleno de humo no tiene ninguna importancia. Es un ejemplo extrapolable a cientos de situaciones.
De golpe un tipo coge una escopeta y mata a su jefe, a un banquero y a no sé cuántos más. El tipo llevaba meses sin cobrar y el banco comenzó a putearle con una triquiñuela de sucursal; así que el hombre aguantó esos meses de palurdo obrero, y cuando se cansó cogió su escopeta. Y lo que te da cierta paz no es repetir una y otra vez lo trágico que es el suceso, o lo loco que debía estar el tío; lo que te podría dar cierta paz es preguntarte si eso no podría haberlo hecho cualquiera: si no somos violencia del mismo modo que somos vicio del mismo modo que somos muerte.
Quizá se pueden reordenar los instintos, pero nunca negarlos. Ese es seguramente uno de los mayores problemas, la negación a niveles incluso académicos; tíos y más tíos que salen con un diploma bajo el brazo y licencia para permitir que todo siga igual. Un montón de datos almacenados y una elegante línea más en el currículum. Pero en muchos casos, cero pensamientos propios.
Periodismo. Información. Ciencia. Y nunca sabes del todo si fiarte de ellos. Cada vez suena todo más distante. La sobreinformación es una bruma espesa que raramente deja entrever la verdad. El tono de los profesionales de la comunicación supuéstamente seria cada vez se parece más al de los políticos. Cada vez hay más profesionalización y menos profesionalidad. Alguien lo dijo, Inflación Académica. Todo el mundo tiene estudios pero nadie es un estudioso, todos tienen interés pero con prontitud casi todos pierden la ilusión.
Yo fumo y fumo en la puerta de la librería, y la gente pasa en un escena ya repetida cualquier año anterior en esta fechas. Nos movemos en bucle, nuestra felicidad debería estar a la par con nuestro nivel de raciocinio propio libre de dogmas y comportamientos impuestos por chantaje emocional. Yo no tengo ninguna escopeta en casa, pero ahora preguntar por la justicia es como intentar hablar con Dios.
Quiero ser Jorge Bucay. Quiero ser esa última señora que ha salido de la librería con uno de sus libros envuelto en un papel rojo y verde y plateado. Pero sólo quiero serlo en la superficie. Por dentro espero seguir hecho un puto lío, lleno de humo y sin saber si entrar o no para hacer cola.

[He visto “Balada triste de trompeta” (en el video, trailer presentado por el propio Álex), y es imperfecta y deslavazada a nivel de guión, sí. Pero también es furiosa, espectacular, cómica, trágica, profunda, y probablemente premeditadamente caótica. Álex de la Iglesia ha pisado el acelerador, y aun sin Jorge Guerricaecheberría, con permiso de “El día de la bestia”, ha conseguido no quizá su obra más equilibrada académicamente hablando (por decirlo así), pero sí su mejor película. La palabra que mejor puede definirla es: BRUTAL. Id a verla.]

Relato diario (4 de 5) – Diario

Me siento cada vez mejor. Pero hoy he conocido a ese chico y es la hostia de raro. Habla utilizando palabras como «conspicuo» o expresiones como «con toda probabilidad…». Maeva ya me había avisado de que me estaba metiendo en un jardín, pero no he hecho caso. Tengo ganas de acabar de escribir para hacerme unas fotos y editarlas y colgarlas en el blog… Creo que mi padre sospecha con el tema de las bragas. Desde que se las envío por correo a desconocidos voy diez veces más cachonda; no sé si me sale a cuenta, la verdad. Luego cuando quedo con un tío nunca está a la altura del ritual. Como el de hoy, que parecía más querer culturizarme que querer follarme. Creo que además se ha pensado que iba en serio, porque me ha dado su teléfono y no me ha invitado a su casa ni a un hotel ni a nada. Solo a un café. Ni siquiera recuerdo cómo se llama. Pero ahora ya da igual, ya todos mis amigos me llaman puta a mis espaldas y he dejado de preocuparme sobre por qué hay un silencio siempre que llego adonde están reunidos. Los oídos me pitan todavía, pero apenas me afecta ya. Empiezo a sentirme por encima de ellos, como si hubiera superado alguna etapa que la mayoría de gente nunca supera; relacionada obviamente con el sexo, pero sobre todo con las apariencias a cualquier nivel. Además hoy me he sentido rara porque esperaba encontrarme con un salido, y en cambio me he encontrado con ese ratón de biblioteca. Y en parte ha estado bien hablar con alguien que lee y no solo hace cursillos y está siempre agotado por su práctica existencia y el entrenamiento para el futuro. Es como si ensayaran para una siguiente vida. Pero este tío no era así. Y por desgracia tampoco era un cerdo, o al menos no lo parecía. Tengo ganas de irme a otro país o algo así, venderme a mí misma como una persona totalmente distinta. He pensado en la prostitución de lujo. Dicen que una chica joven puede ahorrar mucho con eso en un par de años y dejarlo. Dicen que si inflas los precios la gente que maneja pasta siempre pica; casados y etcétera. Porque creen que la discreción también se paga y que una chica cara no puede ser mala en la cama, etcétera. Ya veremos lo que hago; por el momento deambulo pensando en las musarañas, y el correo ordinario y follar con desconocidos hace me que me imagine a mí misma en el futuro como una abuela enrollada. Casi no se me notan ya las cicatrices de los cortes en las muñecas. O igual es que me estoy acostumbrando a verlas. Noto un cambio.

Relato diario (3 de 5) – Potitos Nutripack

Estimado Sr. Martínez;

No pensábamos contestar a sus ya decenas de cartas e e-mails recibidos a propósito del problema que tiene con -según dice usted- nuestros potitos. Pero dadas las circunstancias nos vemos obligados a ofrecerle nuestro parecer.
Debe saber que Nutripack no puede hacerse cargo de los forúnculos de su pene, así como no puede responsabilizarse de que su mujer no lubrique. La composición de los alimentos infantiles está regulada, y los filtros de calidad son todo lo exigentes que deben ser. Como sabrá, nuestro producto está pensado para la alimentación infantil, y no para facilitar coitos. Es obvio que, dados los ingredientes y/ o componentes de nuestros potitos, su problema físico no puede venir dado por untarse el pene con un compuesto de plátano, manzana, naranja y cereales.
Desde Nutripack, le rogamos que acuda a un profesional médico, y que deje de invadir nuestro correo con insultos y amenazas. Nadie va a pagarle una indemnización ni va a recibir ayuda alguna por más promesas sin credibilidad de carta bomba que solape en sus discursos.
No nos importa si su mujer consigue lubricar y disfrutar del coito sólo con nuestros compuestos, no investigaremos ni variaremos su composición, y no entendemos por qué no recurren a lubricantes pensados específicamente para eso.
Todos sabemos lo nociva que podría ser una asociación directa de nuestro producto con el sexo, pero tampoco con esa amenaza de difusión al respecto va a conseguir nada.
No es cierto tampoco que en nuestra campaña publicitaria “Cincuenta años de niños sanos con Nutripack” de hace un año, hubiera ningún mensaje entre líneas sobre un doble uso como alimento para los niños y lubricante para los papás. Creemos que está seriamente perturbado, y que debería movilizarse en otra dirección; Nutripack no tiene respuestas para usted.
Para finalizar, sólo queremos dejar claro que no nos gustaría tomar ninguna medida legal contra su persona; sepa que a estas alturas intentar desprestigiarnos a nosotros es como emprender una cruzada contra Coca-cola.
No pierda más el tiempo; por más hilarantes que nos parezcan sus cartas -incluidas las absurdas parrafadas relacionadas con las fantasías libidinosas de su mujer con Hugh Hackman- ya se ha pasado de la raya. Coja las riendas de su vida; no emprenda acciones de boicot contra empresas que podrían dejarle en la ruina. Con esta carta, esta Compañía ha intentado ser lo más honesta posible con usted. Esperamos que se detenga a pensar, y que recurra a otras acciones para solucionar sus contratiempos.

Mª Ángeles Espinosa
Atención al cliente

Relato diario (2 de 5) – Preliminares

Potencio mi vena naïf, a menudo enterrada en desconfianza y motivos para sospechar de todo (algo no necesariamente malo si afilas la habilidad de leer entre líneas cuando parece necesario). Ordeno mi piso para que parezca que normalmente siempre está ordenado; incluso insinuando algún matiz de desorden para que no sólo se intuya que soy ordenado, sino que además hoy no he tenido un buen día y todo podría estar incluso mejor. Intento proyectar una imagen de felicidad personal en base a la estética, lo cual es filosofía de vida hasta unos límites que rayan la subnormalidad y el absurdo.
Me ha dicho que quiere venir a mi piso, quiere estar conmigo aquí. Le tengo tantas ganas a su coño que he estado dudando todo el día sobre si masturbarme antes o no. No siempre da buen resultado. Leí en algún artículo que hay chicas que saben valorar una eyaculación abundante. Ella me pone hasta el límite de haber recurrido a textos prediseñados para confundir y alertar a la gente sobre los “riesgos” de quedar mal en una cita. Nunca me ha pasado con nadie, esto, los nervios, este nivel de inseguridad, de acojone. La conozco muy poco, con lo cual sólo tengo tópicos en la cabeza, mierdas, etiquetas, errores y sabiduría popular; mamonadas que la gente dice. Normalmente mamonadas que potencian sesgados y falsos modos de actuación; idioteces alimentadas por la teoría de que la primera impresión es lo que cuenta (dicha teoría suele ser subrayada por los mismos que presumen de profundidad emocional y enrevesados sentimientos).
El suelo está como una patena, todo huele a algún producto de limpieza mezclado con un supuestamente ligero perfume que alguien me ha recomendado. La cama está perfectamente hecha y mi sillón de tres plazas intoxicado del aroma premeditado del ambiente. Según lo leído y escuchado, sea como sea es igual de positivo que ella crea que te has estado esmerando; es un principio muy ligado a las bases de superficialidad que imperan; según dicen, al parecer da igual que seas un desastre si en el momento adecuado no lo pareces. Por dentro puedes ser un saco de putrefacción relacionado con lo poco que te importa el envoltorio del sexo, pero por fuera debes proyectar la imagen de alguien que habla con sus plantas y considera que una cesta de gatitos es tan mona que podrías estar toda la noche besando a tu novia en la frente en tu día libre sin ir más allá de tan sensible y atento como eres con su supuesto dolor de cabeza.
Estoy vestido de tal forma que no sé quién coño es ese pijo que me mira desde el espejo. Tengo tantas ganas de dar una buena impresión que si alguna divinidad me vigila, la única forma de salvarme sería volarme mañana la tapa de los sesos.
Ella llega puntual y ambos nos sentamos en mi sillón de tres plazas; ambos sabemos lo que queremos; y ambos estamos vestidos como si fuéramos a ir a algún paraíso de cristal. Pero antes de que todo empiece de verdad, me levanto algo incómodo y procuro que ella me vea depositar los trescientos euros cerca de donde ha dejado su bolso, intentando restarle importancia al gesto.