Sobre cómo Miss Tab lloró al ver un graffiti

Lorena odia su nombre. Dice que le suena a cincuentona soltera. Solo tiene veintitrés años, y el suficiente carácter y vida propia y sentimiento de libertad como para que todo el mundo cuchichee sobre ella a sus espaldas. Es esa energía de algunas pocas personas que, desde el principio, entendieron que su vida no era un escaparate que tenían que ordenar a gusto de los demás.
Una de sus múltiples pasiones es el arte pictórico. No se considera una entendida, pero le fascina meterse en cualquier museo. Incluso con las imposiciones publicitarias actuales.
Una vez, hace cinco años, dos amigas la vieron por la calle con una bolsa. Se paró a saludarlas. La bolsa contenía la guía Tab. Eso, sumado a un carácter que todos los que la conocen reducen a la depresión constante y la amargura, hizo que en su entorno comenzaran a llamarla Miss Tab. Al principio a sus espaldas, luego en su cara.
Entonces Lorena entendió que ciertas cosas no podía compartirlas con los demás. Normalmente la gente no quiere entenderte (y muchas otras no puede); es muy difícil conocer a una persona, de modo que lo que todos hacen es simplificar la tarea. Eligen un adjetivo y todo lo que hagas lo asocian directamente a ese adjetivo de una u otra forma (esa imposición adjetival normalmente es irrevocable. No hay nada más sólido en la existencia que un prejuicio).
En esos museos por los que se pasea, a veces más atenta a las obras y otras veces más pensativa que otra cosa, ya existen lo que llaman Interrupciones Publicitarias. Entre cuadro y cuadro hay unas pequeñas pantallas colocadas para este fin. Cada veinte minutos se apagan todas las luces del museo, y en las pantallitas -y con un volumen atronador en la sala- todo el que esté dentro tiene que ver tres minutos de anuncios. Los mismos que se emiten por televisión.
De modo que en los cuadros hay unas telas negras que bajan de golpe justo antes. Y es luego cuando todo se queda a oscuras y alguien te grita que compres algo a la salida del museo.
Desde que las galerías de arte comenzaron a situarse sí o sí en complejos comerciales, Lorena no tiene más remedio que ver cómo ahora obras de una relevancia histórica incalculable son manchadas por algún niño con nocilla, o cómo amanecen cubiertas de escupitajos o mocos pegados por grupos de adolescentes que iban camino a una discoteca cercana. Dichas galerías o museos ahora siempre están llenos de gente, grupitos de chicos y de chicas, de familias numerosas, y por tanto el ruido de móviles y alarmas ha sustituido gradualmente al acostumbrado silencio de años atrás en tales entornos. Los equipos de seguridad contratados para proteger las obras expuestas nunca suelen dar a basto. Y si alguna vez cogen a alguien y lo sacan del museo tal y como lo haría un portero de discoteca, dicho empleado es automáticamente despedido al ser ya estos lugares un sitio de encuentro habitual no solo para amantes del arte, sino para cualquiera que igual podría estar en el zoo, o viendo alguna película escogida durante una discusión iniciada unos dos minutos después de haberle mirado a los ojos a la taquillera.

Lorena tiene esa pinta de chica joven que parece anclada en los dieciocho durante seis o siete años. Al tener la costumbre de comprar ropa solo cuando la necesita, y debido a sentirse bastante perdida en las tiendas de cosméticos, no subraya su edad, casi no la acompaña con adornos; de tal manera que su pelo siempre con su color natural y su cara redonda de piel blanca y joven hacen que una mujer estéticamente al uso -o como dicen: “a la moda”- de cinco o seis años más, pueda parecer su madre si las ves juntas de lejos.
Suele pasearse sola por la ciudad, de vez en cuando se queda extasiada mirando a cierta distancia cierta tienda de golosinas en la que trabaja una chica que atrae poderosamente su atención.
Nunca ha tenido dudas sobre su sexualidad, pero siempre se ha preguntado qué sentiría si besara a esa muchacha que parece extranjera, y también tener como cinco años más que ella (quizá diez en apariencia).
Una vez vio una entrevista al escritor Jonathan S. Cuthbert. Fue un momento importante para ella, desde que el autor dijo que el mejor día de su vida hasta ese momento estaba solo. Dijo estar convencido de que a mucha gente le puede pasar. Y de que son los mismos que se avergüenzan de estar solos sin saber por qué. La forma más rápida de valorar la comodidad sin límites de la soledad, dijo, es pasar todo el tiempo con gente. Lo cual pone en tela de juicio hasta tal punto ciertos pilares básicos de la felicidad, que da miedo. Piensa en un matrimonio, en hijos. La mayoría de gente, dijo, necesita que les dejen de querer durante ciertos lapsos en la vida para poder valorar el amor (y añadió: no necesariamente de las mismas personas que antes). El problema llega cuando tienes que elegir un estilo de vida: sobre todo más bien solo, o sobre todo más bien acompañado (y siempre de la misma gente).
Cosas así…
Y al día siguiente, y ante el rumor de que la guía Tab podía ser de la autoría de ese señor con argumentos tan desconcertantes, Lorena fue a una librería y se hizo con un ejemplar.

Las muestras de discreción auténtica son tan difíciles de ver como un ovni. Lorena sabe que la opción de ser discreta no se presenta cuando tienes a la persona delante, sino cuando la persona no está y tienes la sucia oportunidad de rajar sobre ella con otras personas.
Pero poco a poco, y mientras se aficionaba a buscar y fotografiar los mejores graffitis que veía, fue importándole menos que la indiscreción para muchos sea algo tan apegado a ellos como cagar o mear. Y quizá igual de necesario en sus vidas.
La pobreza de espíritu, a menudo sospechósamente ligada a la carencia de curiosidad y un pensamiento de extremos que suele escupir frases del tipo “No me arrepiento de nada”, es justo lo que Lorena quiere evitar. Lo que no quiere ser. No quiere que toda su vida pase ante sus ojos sin que haya variaciones en sus palpitaciones. Estar muerto no es necesariamente un hecho físico; de hecho, para Lorena, la mayoría de muertos suelen oler de maravilla, hablan como si estuvieran vivos de verdad, y hasta te intentar convencer de las ventajas de estar muerto. Dicho tipo de muertos suelen ser insistentes consejeros y se autoproclaman a la más mínima amantes de ciertos y contados pequeños detalles (beber en un bar, beber en una discoteca, tostarse en la playa), a la vez que arrugan el ceño y se cierran ante cualquier pequeño detalle distinto que pueda enriquecerles o hacerles dudar lo más mínimo sobre nada.
Son datos que, irremediablemente, marcan la diferencia entre estar solo o con gente. Lorena no sabe de ningún amigo/a que sepa disfrutar de una película que tenga más de veinte años. Sus vidas, a nivel temporal, encierran entre paréntesis todo lo que están dispuestos a digerir. Necesitan estar al día y que no les vengan con nada de lo que ellos no hayan oído hablar.

Así pues, la chica a menudo vaga por la ciudad, y se fija en algo, se detiene, se sienta en un banco a fumar, camina, entra en bares a los que sus amigos jamás entrarían, se queda absorta ante los mensajes escritos en los lavabos públicos, y de vez en cuando incluso inicia, si viene a cuento, una conversación con algún desconocido. Se ha convertido en lo que la mayoría -si se fijaran en ella- llamarían Tía rara.
(Algo que dirían muchos desde sus tumbas ambulantes marca Apple.)
No es fácil para Lorena ser una amante de la meta, de la profundidad y el contenido, cuando lo que todo el mundo ama ahora son los procesos, los mecanismos, los gadgets y las aplicaciones. A su modo de ver, el Iphone es la representación más pura del joven actual. Es el aparato que tienen en sus tumbas y que les conecta a todo en todo momento y desde cualquier lugar. Ahora todos están todo el tiempo en casa. Incluso estando en la terraza de un bar y haciendo chistes sobre pajilleros e informáticos, ellos tienen el acceso a Google en el bolsillo. Es el modo de no estar nunca al margen o desconectado, y a la vez hacen que los que les rodean se sientan solos (otra cosa es: ser solitario) mientras ellos trastean en sus aparejos para comunicarse con otros a los que ignorarán cuando estén delante para trastear con quienes están ahora. Es como quedar para follar con Maribí, y luego, mientras estás ahí dándole, ella sienta que estás en otro lado porque estás pensando en la chica de la tienda de golosinas que ayer te agregaste a Facebook. Es un juego de espejos infinito de búsqueda inconfesable de soledad intermitente. El modo de actuación radical basado en la discutible frase hecha: “La felicidad está en el camino”.
El ejemplo básico: Para ellos no se trata de Usar, sino de Comprar.
No es lo que te aporten “las ventajas de”, sino cómo pongo a punto esas ventajas. Es como si lo que más te gustara de echar un polvo fuera ponerte el condón. Cuando en realidad nadie echaría el polvo si no hubiera posibilidades de correrse.

La sangre de Lorena, aun habiéndoselo negado a sí misma durante mucho tiempo, corre ahora gracias a esa chica de las golosinas. Se siente como un niño pequeño que se hubiera encaprichado de su profesora de párvulos.
Se ha preguntado muchas veces por qué esa mujer le gusta tanto sin ni tan siquiera haber hablado con ella y etcétera. Lo cierto es que cada vez que pasa por delante de su tienda hay algún chico intentando ligársela. Y la chica, atrapada tras el mostrador, solo puede tirar pelotas fuera y esperar a que el gallito seguro de sí mismo de turno se canse de intentarlo.
Le encanta que la muchacha sea en apariencia tan sencilla. Simple en cierto modo. Guapa de una forma serena. Es como si al verla pudiera olvidarse de todo, pudiera dejar de darle vueltas a todo. Y el hecho que la está convenciendo definitivamente de estar, digamos, enamorada, es que el objetivo sea otra mujer. Es un tipo de amor que parece trascender cuestiones sexuales. Es la idea preciosa que te impulsaría a empujarla fuera de las vías aunque luego el tren se te llevara a ti por delante. Es un rollo que no tiene tanto que ver con una mamada como con un beso en la frente. Y no es como si fuera su hermana mayor o menor o su hija o su madre o el resultado de alguna carencia afectiva. Es otra cosa, algo que si se pudiera catalogar tal y como la gente lo cataloga todo, no sería difícil de “remediar”, olvidarse de ello, etcétera. De hecho, para Lorena llamarlo amor es como llamar a alguien Narcisista, u Optimista, o lo que sea. Sería una reducción de la realidad compleja a algo comprensible que la gente pueda manejar durante una conversación relajada.

El día en que Miss Tab acaba llorando al ver un graffiti, es gris de ese modo que es gris muchas veces en Londres. Todo el cielo es una capota de blanco sucio, como si el sol nunca hubiera existido. Es sábado y son las cuatro de la tarde. Lorena pasea ignorando los mensajes de su móvil, que la citan para una cena a la que no tiene ganas de ir. Es el cumpleaños de alguien. Alguien de veintitantos que sigue vivo.
Decide irse a las afueras de la ciudad, cree que quizá al cine después. No lo piensa mucho y aún no le importa demasiado. Lo importante es que el día le parece agradable, y si rompe a llover no tiene problemas para meterse en el primer bar que encuentre.
Camina paralela a la vía que sale disparada hacia fuera de la ciudad. Ve pasar el tren, y ver a la gente de dentro se le hace extraño con la luz interior de los vagones, como si fueran muñecos de una maqueta. Se enciende un cigarrillo y se dirige con su cámara a cierta zona de graffitis que cada día tiene algo nuevo que ofrecer. De hecho camina en línea recta hacia una de esas zonas que la gente suele evitar callejeando, pensando que graffitis, navajas y jeringuillas van de la mano. Pero la verdad es que cuando ha topado con algún grafitero, Lorena no ha tenido problema en charlar un rato y pedir permiso para hacer sus fotos y algunas preguntas. Ellos están más acostumbrados a la policía, así que ver a una chica joven con su pelo castaño ondulado y su mirada agresiva y a la vez vulnerable, debe hacerles sentir bien hasta el punto de contar luego la anécdota de la muchacha fotógrafa.
Hoy no parece haber nadie. Mucha gente prefiere quedarse en casa si está nublado. Es una especie de conducta residual que se deprende del comportamiento común habitual. No les gusta un día nublado por el mismo motivo que aman la rutina, por muy triste que pueda ser ésta. Por más bello que pueda ser el cambio, por más espectacular o profundo, siguen prefiriendo lo conocido; lo conocido les ha funcionado; los demás tienen un buen concepto de lo conocido. La normalidad a menudo mediocre es el mayor amor en la vida de muchas familias con hijos para los que se desea más normalidad mediocre. Quizá por eso Lorena camina hacia las afueras en un día nublado, mientras el resto de la ciudad se arropa en casa viendo una peli mediocre (y por tanto normal) y se ríen con escenas de perros haciendo trastadas o niños gordos comiendo en la fiesta de cumpleaños de alguna mascota doblada por el típico famoso de carrera artística tan exitosa como mediocre. (Alguien cercano y que cae bien. Un tío normal.)
Lorena camina. Los graffitis más viejos van perdiendo color, se resquebrajan. Es una pared gris al otro lado de la cual ya están las vías del tren. Recuerda cierto día en el que vagando por una galería de arte topó con uno de esos cuadros surrealistas y minimalistas. La obra se limitaba a un fondo blanco con una línea negra que atravesaba irregularmente esa nada; en la esquina superior derecha había un punto rosa que parecía aplicado con rotulador. Cuando estaba apunto de pasar del cuadro, un hombre le dijo que qué le sugería la obra. Ella titubeo, era un tipo alto con una gran barriga, traje de chaqueta… Al ver que ella no sabía cómo reaccionar, él dijo que era el autor. Dijo que el tema del cuadro era El amor. Lorena volvió a mirarlo; era insulso y vacío, y lo dijo en voz alta, sorprendiéndose a sí misma. El hombre murmuró con vehemencia que el amor también podía serlo con el tiempo. Dijo que llevaba un año divorciado después de haber pasado quince casado. Lorena le preguntó por el punto rosa. El tipo argumentó que cualquiera esperaría un paisaje amable o algo colorido o alguna imagen de la que se desprendiera alguna compleja carga de emoción, etcétera. Pero que lo único que le quedaba a él de todo aquello, de aquella relación que tenía que perpetuarse para toda la vida, se podía resumir con ese punto rosa. Es poco, añadió, pero para hacer justicia al cuadro tenía que estar ahí.
Ese recuerdo turbio y en cierto modo desagradable y nihilista, le viene a la mente a Lorena debido a su lucidez reciente respecto a la chica de la tienda de golosinas, en la que no puede dejar de pensar. Fotografía los graffitis que le gustan y no recuerda tener en la colección. Dicho arte urbano comenzó a gustarle porque podía verlo sin interrupciones publicitarias. Podía estar todo el rato que quisiera y sabía que nadie intentaría dejarla sorda con otro spot original de coca-cola. Además el hecho de estar en la calle y no en algún bar de diseño con sus amigos, la hace estar relajada ante la no perspectiva de asentimientos forzados en respuesta a soliloquios aburridos. Puede ir adonde quiera, fumar cuando quiera, volver a casa cuando quiera.
Camina ahora hasta la parte del muro en la que se encuentran los graffitis que se van añadiendo. Comienza a ver el último, la novedad, pero aún no sabe lo que es. Es la típica obra hecha con plantilla. Un rollo a lo Banksy. Está plasmada con color rojo, un rojo vivo.
Al tener la obra delante, al principio no se da cuenta de lo que es. Es la imagen de una chica, de cintura para arriba. Como fondo, botes redondos llenos de chicles y caramelos con envoltorio. Lorena no da crédito a lo que ve. Su mito no es sólo suyo. Los ojos se le llenan de lágrimas, sucede de golpe. Siente una especie de ramalazo de calidez; como si un grupo vocal versionara una canción desconocida que a ella le encanta y eso arrancara aplausos a una platea llena de esa gente que ahora está en casa viendo otra vez “Solo en casa”. Por primera vez ve que algo de lo que a ella le fascina de verdad, también causa fascinación en algún otro. La sencilla chica de la tienda de golosinas. Lorena se siente en el centro de su propio punto rojo aplicado con rotulador. Sabe que tendrá que hacer algo al respecto, y afirma sola con la cabeza mientras se enciende una cigarrillo y las lágrimas bajan por su cara.

[En el video: Motivos por los cuales creo que Damon Albarn es uno de los genios musicales de nuestro tiempo. En la foto, sí, otra pin-up (esta vez clásica) Por cierto… Visiten: Desaparezca aquí.]

17 comentarios en “Sobre cómo Miss Tab lloró al ver un graffiti

  1. Espero que este post no lo vean los directores de los museos. Es muy peligroso aportar según qué ideas.
    Por otra parte ya he descubierto el objeto de esta serie: descubrir al autor de la guía Tab.
    (En mi librería se ha agotado, por cierto. No digo más).

  2. Esta chica tiene un aire a personaje de Rayuela, a la maga. Gente sola o solitaria en medio de multitudes, personas incómodas a las que no se le puede adjudicar un adjetivo porque parecen haber huido de todos..

    Genial la escena del museo, por cierto.

  3. Buen relato. Lo que más me gusta es la premisa de que una chica se emocione al ver un graffiti, y que todo el relato narre la causa del por qué. Y eso está, además, sólidamente construido a través de un retrato de la soledad. El final me ha emocionado de verdad, y eso no me suele ocurrir. Pero, como lector habitual, siento que este relato es básicamente un ejemplo de perfeccionamiento de algo a lo que ya estoy acostumbrado. Aparte, aisladamente tiene el inconveniente de que no termina de mostrarse la importancia y la fuerza de la Guía Tab, cuando le das el nombre al personaje. La única renovación que le he encontrado al tipo de personaje es el de la temática lésbica. Por último, entiendo el contraste buscado entre el arte de calle y los museos o galerías, pero la parte utópica que incorporas a esto me parece inconsistente desde el punto de vista visionario.

    La foto de la cabecera me gusta, ¿de quién es o dónde la has encontrado?

    Saludos.

    1. Llevaba un tiempo escribiendo de forma casi automática, y con este texto he intentado hacer algo más sólido. Me alegro de que lo hayas disfrutado. En cuanto a la guía Tab, intento ir dándole un significado con cada ocasión en que la menciono, sumando todos los relatos en que está directa o indirectamente presente (además de ser un guiño a los lectores habituales).
      Para la foto quería poner algo sobre Londres, una ciudad que me encantaba antes de ir y que luego me gustó más aún desde fui hace unos años. La foto la encontré de casualidad trasteando por Google.

      saludos.

  4. Ayyyy, gente incomprendida, vaya vaya, si que hay mucha, si o sabre yo, jajaja. Como siempre me ha encantado, es que ya no me sorprendo por ello, a ver cuando una entrada mala, eso si seria una novedad. Me ha gustado en sobremanera esa chica de la tienda de golosinas, mira que ya la imaginaba a las dos debajo del estand de los regalices, no se…
    Bueno lo de los grafitis me ha impresionado porque yo soy de las que siempre se queda fija mirándolos, me ponen nerviosa y no me gustan los que solo se dedican a poner un nombre en letras abultadas y punto, en cambio los que realmente poseen una reivindicación o un contenido artístico me gustan y seria capaz de pasarme un día mirándolos como si de un museo se tratara, así que de inverosímil esta parte del relato no tiene nada, al menos para mi. A lo de la guía Tab, pues coincido como muchos, que ya debería tener un ejemplar en mi casa, que esto ya se tarda.
    El video, me gusta, no es lo que habitualmente veo por estos lares pero me ha gustado mucho y la foto de esa pin up, no se, creo que me suena
    Un beso Jordi y nos vemos

    1. Hay épocas en las que actualizo como mucho una vez a la semana, y otras como ahora en las que escribo mucho más (por el mono a lo que sea). Sobre cuándo escribo, no lo sé, cuando quiero supongo, es la forma de que de vez en cuando pueda salir algo que valga la pena..

      saludos.

  5. De acuerdo, si me toca quedar como boba, será que lo soy, pero por favor ¿qué es la guía TAB?

    Salvando la incógnita, me resulta muy atractiva tu forma de escribir y las historias que cuentas.

    Un saludo

    1. La guía Tab me la inventé para un relato, y ahora de vez en cuando surge en otros (y este es el riesgo de sacarla a colación) El relato donde sale por primera vez se llama «Tab». Es una guía (a priori) sobre el suicidio, incluso con consejos útiles para suicidarse…

      Saludos 🙂

  6. jaj es verdad que se siente algo especia. me pasa a mí cuando recomiendo un grupo poco conocido en mi blog y, luego veo al poco tiempo un reportaje en la tele o en la prensa…. Me siento como si yo fuera el descubridor y lo diera a conocer personalmente yo.

    Y me gusta eso de sacar el arte a la calle, en realidad asi debería ser, a pesar de que lo presentas un poco apocalípticamente con lo adolescentes pegando chicles en los velázquez y a los niños pintando frasecias encima de los goyas, jaaja

    Bezos.

  7. voy a venir muy cada tanto para tener de què escribir, es lo unico medianamente justo que puedo obtener de toda esta mierda. Salud!

      1. No te preocupes por las críticas de las multinacionales telefónicas, los humanos seguimos leyéndote!

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