Verá, dice el señor del traje, esta entrevista no pretende condicionarla; solo queremos que exprese usted en voz alta cómo ha llegado hasta aquí, por qué quiere morir. Dice: Digo “en voz alta” porque es muy posible que aún no lo haya hecho, puede que esté aquí por un impulso, y este servicio no quiere ayudar a nadie que solo esté sacando las cosas de quicio. Clara se remueve en su silla, el señor del traje es como un ruido de fondo; el señor del traje parlotea:… se trata de que haga un pequeño ejercicio de introspección en voz alta antes de… Clara mira la cara cuadrada del hombre, en apariencia tiene unos cuarenta y cinco años (el hombre) y habla con ese tono de quien te pregunta si tienes pareja en una entrevista de trabajo. El tipo arquea las cejas y la mira como si fuera una niña de siete años a quien hay que contarle algo básico de la vida que aún no sabe.
Verá, dice el señor del traje, esta entrevista no pretende condicionarla; solo queremos que exprese en voz alta usted cómo ha llegado hasta aquí, por qué quiere morir… El tipo comienza repetir lo mismo que antes, con el mismo tono de voz y los mismos gestos.
Surge una voz de algún rincón de la habitación. La voz metálica dice:
– “No haga caso al entrevistador, lo sentimos, ha habido un pequeño fallo…”
Alguien abre una puerta enseguida, una mujer; sonríe a Clara y le dice que si puede acompañarla, por favor.
Lo sentimos mucho, dice la mujer, el entrevistador es un prototipo en pruebas, yo misma solucionaré lo de la entrevista, vamos a mi despacho. Clara pregunta que si el entrevistador no era humano. Lo siento, dice la mujer, es que por fuera están muy bien acabados, es por esa gente de Laminas Natural; pero por dentro, en fin… aún queda mucho recorrido (y como para sí misma: siempre lo repito, pero nunca me hacen caso…). Clara dice que puesto que quiere morir no le importa, pero que Pretecnotimes debería ofrecer un sistema de filtro suicida de más calidad si lo que pretenden es conseguir empatía con cínicos y depresivos en estado crónico. Lo siento, vuelve a decir la mujer, de verdad.
Cuando era pequeña todo estaba en su sitio y a la vez no lo estaba. Es decir, todo tenía sentido en cierto modo (o en cierto modo nada lo tenía), más que nada porque yo me limitaba a aceptarlo (aunque solo de cara a la galería). Iba al colegio porque me obligaban. Hacía las cosas porque me espoleaban a hacerlas. Hice natación o mecanografía o la comunión por el mismo motivo por el que fui al colegio; era lo que todos hacían, era lo que los adultos me obligaban a hacer. Nunca tuve ninguna motivación personal real. No sé si era por eso por lo que era mala estudiante, pero está claro que eso no ayudaba. La forma que tenían los adultos de intentar motivarme se basaba simple y llanamente en el miedo. Si no estudias serás una desgraciada, Si no estudias no serás nadie, Si no estudias no tendrás futuro… Nunca nadie vino y me habló de las ventajas de estudiar (supongo que eso era más difícil). Cuando mis padres no sabían qué decirme me soltaban un bofetón y me castigaban sin salir. En realidad ese sistema funcionaba con otros críos, pero no conmigo. Cuanto más me zarandeaban psicológicamente con miedo y amenazas más o menos solapadas sobre ese futuro que venía a comerme, más rechazo sentía yo por todo, sobre todo por esas obligaciones que nunca supe bien para qué servían. Yo me fijaba en los demás niños, y su motivación era que si aprobaban todas las asignaturas les comprarían algo, o simplemente sacaban buenas notas para que no les echaran bronca o pegaran. Yo solo vagaba, me levantaba cada mañana como una niña zombie y esperaba a que no me hicieran leer los deberes en voz alta o me sacaran a la pizarra, ya que casi nunca había hecho esas tareas. Lo cierto es que aquel círculo vicioso de desmotivación y amenazas y rutina implacable, sumado a aquel ambiente de clase con treinta críos más a los que no entendía porque ni ellos mismos entendían bien nada de su vida académica, hizo que mi infancia fuera algo rayano en lo insoportable. Le aseguro que cuando acababa un periodo vacacional, el primer día de clase tenía tantas ganas de llorar al despertar que mi cuerpo no daba a basto, y mi aspecto acababa siendo el de un témpano de hielo con mochila. Porque el sinsentido volvía a comenzar, las horas y horas de lecciones que no sabía a qué venían (aparte del hecho de conformar una rutina infantil). Lo más cerca de entender toda aquella época que estuve, fue el darme cuenta de que el colegio era una forma de mantener a los niños ocupados.
La oficina de la mujer no tiene ventanas. Hay un poster de Hawai enorme tras ella. La mujer sonríe. Dice que no es necesario que Clara cuente su vida entera. Clara murmura que quiere morir, y que quizá eso merezca la atención del personal de Pretecnotimes que se encarga del asunto.
Clara dice que aquella época en el colegio ya comenzó a sentirse como un dígito, una estadística. La gente no suele pensar en estas cosas, dice, pero hasta ellos mismos se pierden en esos sistemas; primero son un número de lista en clase, tienen un número de la seguridad social, otro en el DNI, forman parte de más listas en sus trabajos; hasta les gusta unirse a más listas en Facebook con gente que ya tiene trescientos amigos. No sé cómo explicarme, dice, el caso es que no les importa ser siempre insignificantes, números que los demás mueven o tachan, individuos sobre los que los demás hablan de forma seca, nombrándote y pasando enseguida a otros asuntos. Igual todo esto suena muy trillado, o puede que hasta se me pueda malinterpretar. No es que yo quiera ser famosa o popular o tener alguna clase de reconocimiento masivo, pero me gustaría entender esa relajación de mucha gente, esa falta absoluta de curiosidad y emoción, ese carácter aséptico al cambio; me gustaría comprender cómo se puede ser plano hasta el punto de no tener conciencia casi de ningún tipo; hasta el punto de ver el mundo en dos dimensiones y así no sentirse extremadamente fascinados y a la vez horrorizados por su potencial. Me gustaría alcanzar ese punto de semi-coma en el que puedes reducir la vida a objetos, en el que puedes transformar sentimientos apabullantes por los demás en una leve sensación de cariño tranquilizador y estable y unidireccional. Ese cariño que te hace superar años y años, hasta el punto de pagar hipotecas y soportar trabajos vacíos, labores que solo hacen que alimentar un sistema global esencialmente podrido en el fondo.
Y ya estando inmersa en parte de esa rutina, tengo que hacer como que ya no necesito nada más, ya no albergo más curiosidad; y por tanto, como no la tengo, no pasa nada si llego agotada del trabajo y solo tengo fuerzas para ver la tele, dormir y volver a trabajar.
Igual no me cree, pero estoy aquí porque me puse a escribir un diario. No solo por el diario, pero por eso de la gota que colma el vaso. La idea era escribir cada día más o menos lo que me había pasado durante el día. No se lo creerá, pero yo de más joven era una de esas chicas que continuamente dicen en voz alta que son optimistas porque no cabe ser de otra forma, porque no hay que amargarse y hay que ver siempre el vaso medio lleno y etcétera; hasta tenía un blog sobrecargado de rosas y lilas y aplicaciones por todos lados, hadas, muñecas, paisajes oníricos; mi avatar de messenger siempre estaba lleno de arco-iris y corazones por todos lados; si se te abría mi ventana por ahí ya podías prepararte para un festival de emoticons sonrientes y exclamaciones y dibujitos y Hello Kitys por todas partes. Era una chica color rosa en todos los sentidos, y créame, eso me duró hasta pasados los veinte. Para mí era una etapa de madurez; después de una niñez triste y desangelada, quería demostrar a todos que yo sabía vivir, y que sabía hacerlo feliz, sin ser una neuras. Me leía un par de bestsellers al año y veía pelis de moda; cada novio que tenía debía verme como una especie de bragas perfumadas que sueltan una sonrisita si las aprietas. Todo eso era lo que había en la superficie, ese ánimo constante de ser feliz antes de serlo de verdad. ¿Si una intenta ser feliz siempre, lo sea o no, no se acaba perdiendo la perspectiva? ¿No será que interesa que la gente sea así? ¿No es solo otro modo de potenciación de la negación de parte de los que somos para que se nos pueda seguir tratando como a dígitos? La verdad, vivir en un mundo que no acepta mi tristeza da mucho trabajo, y la gente no entiende de términos medios. Nada de eso de Ni una cosa ni la otra, no me trago ese rollo de ellos que son monógamos, de ellos que solo quieren de ti un Sí o un No, o que te valoran y son felices o desgraciados por comparación contigo. Lo siento, pero no me trago cuentos ya de estabilidad inteligente. No me fío un pelo de quien se atreve a dar consejos a todo el mundo.
La mujer, la entrevistadora, dice algo y luego comienza a repetir una y otra vez la última frase. Clara resopla, sale del despacho; topa con una chica bajita con gafas por el pasillo, y le pregunta que si por favor va a poder hablar con alguien que sea humano, o que la dejen en paz y la apunten ya para el Proceso de Desaparición Práctica. La muchacha titubea; murmura: Un momento, por favor.
Clara vuelve al despacho. Pasan los minutos. Mira el poster de Hawai hasta que pasa de ser playas y palmeras a ser solo formas y colores. Luego, pasado como un cuarto de hora, dos técnicos se llevan a la mujer y entra un hombre de unos treinta y pico, atractivo. Intercala la frase «le ruego nos disculpe» cada cinco segundos mientras se quita la chaqueta, la cuelga en la silla y dispone unas carpetas y varios folios delante de él. Se sienta y dice otra vez Le ruego nos disculpe, y murmura mirando un folio: Clara Martín Navas, treinta y tres años, entrevista para el PDP…; hola Clara, la verdad es que estamos aún empezando con esto y no hay mucha gente que esté dispuesta a llevar a cabo estas entrevistas. Le ruego nos disculpe.
Llega la noche (quizá en todos los sentidos). Ya tengo más de treinta años. Y me enfrento a mi diario, uno de esos con candado y todo. Obviamente la mayoría de días no hay nada que escribir. Y no es porque yo sea soltera o no tenga críos, es sencillamente porque la mayoría de días no son especiales. Y tampoco me vale eso de Tú puedes hacer que lo sean. Nadie que esté sujeto a una hipoteca y un trabajo y facturas y apretones económicos puede hacer que cada día sea especial. Fue el diario el que me hizo verlo todo con perspectiva, me hizo saber que la rutina con la que muchos se conforman a mí no me basta. De hecho, esa idea de Diario Personal puede ser una buena representación de cómo es o intenta ser -o quiere venderte que es- la mayoría de la gente. En mi opinión, alguien que es capaz de escribir cada día algo en su diario sobre su vida real es alguien que necesita ayuda, incluso más que yo. Pero puede que muchos prefieran vivir enmierdados en una mentira que morir en el seno de la verdad (o de algo mucho más parecido a ella).
Desde que me enteré de este proyecto de Pretecnotimes, he comenzado a ver la muerte como una opción más que valida. No soy tonta, ya sé que forma parte de una idea del gobierno, que tiene que ver con la superpoblación y que ahora cuantas más muertes haya mejor cuadran las cuentas. Ya he visto que incluso algunos partidos políticos regalaban la guía Tab antes de las anteriores elecciones. Me pareció un gesto muy sutil… Además me parece muy interesante la idea de no recurrir a la eutanasia, es una jugada inteligente por parte de Pretecnotimes. Antes la gente se iba a los hoteles baratos a suicidarse, pero ahora existen los hoteles de cinco estrellas para suicidarse. Muy inteligente. Pase usted por aquí, en la habitación encontrará todo lo que necesite para una muerte rápida… ¿De verdad se encargarán del cuerpo y aplacarán el dolor de mi familia? Son ustedes la leche, estoy aquí hablando con usted y ni tan siquiera sé si es otro robot.
Antes cualquiera me encandilaba. Me vendían profundidad y futuro y yo tragaba como una buena actriz porno, en serio, luego abría la boca a cámara y no había ni una gota. Era una buena niña, una niña perfecta para este mundo. Hasta me espabilé con los estudios. Durante un tiempo me sentí realmente integrada, encajaba en la sociedad como un pene bien lubricado; cuanto más falsa era, mejor me veían todos; cuanto más me mentía a mí misma más de verdad me veían los demás.
Y no digo que aquella vida no tuviera sus ventajas; me gustaba el sexo, y el arte mainstream tiene sus buenos momentos. Pero claro, obviamente mi forma de ser -la real- estaba en algún sitio, enterrada en peluches y cenas vacías con braguetas llenas. Me topaba con alguien por la calle, y cuanto más ocupada y estresada y copada de todo me veía quien fuera, mejor concepto tenía de mí. Dejé de fumar. Durante un tiempo fui un saco de nervios, pero un saco sonriente. Estaba patas arriba, me sentía mal física y emocionalmente. Cuanto más sana y centrada me veían todos, más enferma y podrida me notaba yo. Estaba haciendo justo lo que tantas personas hacen: entregué mi vida a los demás. En lugar de ser yo, fui Lo Que Hay Que Ser, y fui el orgullo de todo el mundo excepto de mí misma. Fui una buena puta de lujo de occidente. El otro extremo de la mujer apedreada de oriente: estaba Dentro del sistema, de nuestro sistema cultural, y llegué a creerme que era así porque así era como debía ser. Era yo la que había estado equivocada, había un buen programa educativo, un entorno perfectamente libre en el que crecer y expresarse, la gente era buena, la sociedad próspera; todo estaba en su sitio, yo tenía que ser un buen ejemplo de Mujer, y acompañar al resto de ovejas dirección al corral.
No he vivido ninguna dictadura ni ninguna posguerra, ya lo sé. Disfruto de ciertas libertades. Puedo ir por ahí y follarme a todo quisqui, y “lo único” que pasará es que todos me llamarán zorra a mis espaldas (incluidas las mujeres). Si me esfuerzo puedo conseguir muchas cosas; ese era el mensaje -supongo- que intentaban darme los adultos cuando me amenazaban de cría con que sería una desgraciada si no aprendía a hacer ecuaciones; si no aprendía a aprobar exámenes en definitiva. Es pasmosa la facilidad con la que la gente trae a un niño al mundo y luego se extrañan de que el niño arrugue el entrecejo y se niegue a hacer los deberes; como si el niño se hubiera pasado cien años pidiendo por favor nacer, que alguien copulara para que él pudiera hacer análisis sintácticos de oraciones. Es como si miraran al crío y pensaran: “Esta no era la idea.” Como si hubieran tenido un hijo por el mismo motivo por el que la gente viaja dos semanas al extranjero: cuando el muchacho ya lleva años en la familia, se preguntan por qué la táctica para desconectar de los problemas de cuando lo tuvieron aún sigue entre ellos. Y encima quejándose.
Creo que seguramente es usted uno de esos cyborgs de Pretecnotimes, de esos preparados para trabajos administrativos desagradecidos, con emociones de serie y un montón de atrasos. Así que le agradecería que me facilitara el proceso. Si quiere saber lo que pienso, por qué quiero morir, es fácil; quiero dejar de sentirme como una hipócrita; porque cada vez que intento encajar y ser como las personas supuestamente respetables, sinceramente, me siento como basura. He topado con anarquistas que viven como ocupas, sacando calderilla tocando la guitarra en vagones de tren; y he sentido envidia de ellos, por su facilidad para pasar de todo y tener un mínimo de ideología contraria a esta época de Iphones y ropita guay y pijadas. Estoy harta de no poder ser sexual por ser mujer, de pasarlo mal cuando alguien me gusta porque tengo que reestructurar toda mi puta filosofía de vida para que esa persona me haga el más mínimo puto caso. Me siento esclava de un modo de pensar, como si mi verdadero yo saliera solo en momentos fugaces, cuando me río sinceramente, cuando me corro de verdad, cuando le suelto en la cara a alguien que le quiero (solo para que todo se tuerza). Si tuviera que responder con pocas palabras, Señor del traje, diría que quiero morir porque soy una romántica.
El cyborg le dice a Clara que no es un cyborg, y luego lo repite una y otra vez. Esta vez no salta ninguna voz metálica hablando desde ningún altavoz. Dos técnicos con bata blanca entran en la habitación. Evitan la mirada de Clara. Clara saca un cigarrillo; puesto que nadie humano quiere hablar con ella decide que se saltará algunas normas de las instalaciones de Pretecnotimes.
Al cabo de unos cinco minutos, entra por la puerta una mujer joven. Lleva un traje de chaqueta, sonríe. Clara se levanta, coge la cara de la mujer y le planta un morreo en la boca. Se despega de ella y dice en voz alta:
– ¡Sabe a aceite de motor…! ¿Puedo hablar con alguien que mee por las mañanas?
La mujer cyborg se ha quedado quieta con la boca abierta, los ojos abiertos, ojiplática. Clara la observa; por fuera se diría que la tía se lo ha currado para trabajar en Pretecnotimes. La miras y te la imaginas yendo a la universidad, tirándose a su novio, viendo pisos, yendo al médico, estando de mal humor por la regla. Te la imaginas siendo una buena tía, haciendo bien las cosas, siendo el orgullo de sus padres; la imaginas enamorada. La miras a la cara y casi parece que tenga sexo entre las piernas; la ves enjabonándose en la ducha por la mañana, o leyendo algún tocho de moda antes de dormir por las noches. Hasta la puedes ver embarazada, envejeciendo, gritándole a algún crío exacto que ella que no corra hacia la carretera. Clara la ve, y si no fuera porque ya sabe de qué pie cojea, estaría dispuesta a experimentar el lesbianismo con ella. Su pelo real, su aspecto impecable. Clara ha visto cuerpos iguales rellenos de tripas, músculos y huesos.
Una punzada de decepción. Pasillos y más pasillos; Clara va fumando, y se pregunta si el humo del tabaco puede activar la alarma anti-incendios. Nadie la sigue ni la llama. Un ascensor enorme de cristal y metal, siete pisos. Luego camina hacia la puerta de salida del edificio, una de esas giratorias.
Sale a la calle. El típico suspiro del tráfico. Aire de ciudad. Siente una especie de paz provocada por la mente en blanco; esa sensación de encontrarte donde no imaginabas que ibas a estar: en el margen de tu agenda mental. Se pregunta si la estarán echando de menos en el trabajo desde un punto de vista humano. Se mete en el primer quiosco que encuentra. Hay un señor mayor, con cara de salido. Hay tres chicas de instituto revolviendo unas revistas juveniles a las que el hombre no deja de mirar. Clara le busca los ojos al anciano, y le murmura si tiene la guía Tab.
[En los próximos posts me dedicaré a colgar fragmentos de películas que considero memorables por uno u otro motivo (los que vaya recordando). Esta vez son cuatro minutos de «V de Vendetta», una carta que alguien le escribe al personaje de Natalie Portman, que está recluida, y por si acaso no diré nada más para quien no haya visto toda la película: basta decir que el contexto del vídeo es de régimen totalitario y mal rollo (clickad para ver en Youtube). Eso sí, abajo más pin-up.]
Pobre chica, mira que no tener ni la minima esperanza de cumplir sus visiones de futuro suicidio con gente de carne y hueso en una empresa que gestiona la vida artificial, es deprimente y creo que retorcido, pero al parecer ella buscara unos nuevos métodos de ejercicio para esa decisión, la guía Tab es un medio muy digno de volver a plantearte si en verdad quieres desaparecer del todo, o simplemente te planteas si el mañana será diferente, (cosa que dudo desde mi punto de vista) Es cierto que todo puede cambiar, pero hay facetas de la vida que siempre serán decepcionantes porque si, porque la vida esta creada y echa así.
Cuando dijo que solo quería estar bien, que no quería ser juzgada por sus creencias o gustos, que no quería ser una más de rebaño que sigue la corriente, me sentí tan identificada, porque no me gustaría una vida de “guitarra en el metro con platillo en mano” la verdad, pero tampoco soy feliz siendo el numero de un papel que carece de importancia.
Como todo lo que escribes una genialidad, espero que esta mujer encuentre en breve lo que anda buscando, ya sea una fría tumba o un calido abrazo.
Un beso como pago Jordi, desde aquí solo puedo ofrecer eso, aunque si algún día te editan, estaré encantada de pagar por leerte, ya lo sabes.
«Lo Que Hay Que Ser»
Me asusta comprobar que no estoy a veces, tan lejos de Clara como me gustaría.
Un saludo
Clara es una parte de la esencia femenina que, harta de no saber cómo vivir una vez que perdió la inocencia, se encamina hacia un desierto psíquico, creo, representado por la clínica para suicidios con los bots y sus respuestas grabadas. Ella se choca con los muros que ella misma ha levantado, con esas copias vacías, pero logra salir de allí a buscar la perspectiva. Después de todo lo que ha pasado era lo menos que se merecía.
Me encantó 🙂
La mayoría de los humanos, somos la mayoría de las veces, como Clara, por no decepcionar a los padres, por no dar que hablar, por dar ejemplo a nuestros hijos…….
Y los sentimientos de serie, no están tan lejos de la realidad.
Hay veces que combinar reflexiones socio-personales filosóficas con la ciencia ficción no obtiene demasiados buenos resultados… Afortunadamente, éste no es el caso
Gracias Clara, por poner en palabras lo que yo no he podido. Yo en vez de suicidarme, intento escribir.
Me pregunto en qué momento dejé de ser chico a ser hombre. Yo tengo ya 45, donde quiera que esté esa línea, leyendo tu relato sé que la he sobrepasado. Ahora me va a tocar saberlo todo 😦
Romek
¿Pero es que aún quedan romanticos en la tierra?
Un abrazo!!!
Tal vez un pequeño error… que tal vez sea de expresión o tal vez esté en mi cerebro:
«gritándole a algún crío exacto que ella que no corra hacia la carretera.»
mmm, así a bote pronto no sé ver el error… Quizá debería ser «a algún crío exacto A ella»… pero creo que como está también es correcto… Si hay algún filólogo en la sala…
Es el relato más denso, creo, que has escrito, se hace difícil arrancar. Debe ser por la costumbre, al leer, que tienes de dar pequeños giros a las historias al principio o de imprimirle una fluidez tremenda. En fin, el hecho es que la atmósfera del relato es oprimente que te dan ganas de salir de él ya mismo, y no puedes. Genial.
La reacción de Clara, diría que, es normal frente a tanta gente que sólo quiere encajar en el molde. Darte cuenta que eres uno en un millón. Eso no te hace famoso, eso sencillamente te excluye. Seguro que ese es un buen motivo para terminar con uno mismo.
Lo de Pretecnotimes es para darles… Caray, que para morir hay que ¿pasar una entrevista?. Menos mal que hay aún ejemplares de la Guía Tab en circulación, que si no…
Un saludo.
Esto es grande:
«Me gustaría alcanzar ese punto de semi-coma en el que puedes reducir la vida a objetos, en el que puedes transformar sentimientos apabullantes por los demás en una leve sensación de cariño tranquilizador y estable y unidireccional.»
Esto también:
«Estoy harta de no poder ser sexual por ser mujer, de pasarlo mal cuando alguien me gusta porque tengo que reestructurar toda mi puta filosofía de vida para que esa persona me haga el más mínimo puto caso. Me siento esclava de un modo de pensar, como si mi verdadero yo saliera solo en momentos fugaces, cuando me río sinceramente, cuando me corro de verdad, cuando le suelto en la cara a alguien que le quiero (solo para que todo se tuerza). Si tuviera que responder con pocas palabras, Señor del traje, diría que quiero morir porque soy una romántica.» (A veces pareces una tía, en serio Jordim, ¿nos lees el pensamiento?)
Y esto:
» la ves enjabonándose en la ducha por la mañana, o leyendo algún tocho de moda antes de dormir por las noches. Hasta la puedes ver embarazada, envejeciendo, gritándole a algún crío exacto que ella que no corra hacia la carretera.» (Cuando te pones cotidiano-costumbrista es cuando más me gustas)
Yo lo único que he visto es un «témpano» sin acento; pero como la RAE ahora se ha vuelto insumisa…
«V de Vendetta» me la agencio en breve; y las pin-up me ponen hasta a mí. Al menos se revindica algo de chicha.
¿Qué es eso de la consulta de psicólogo del final? ¿Forma parte de la entrada?
Gracias por los halagos.
Se te echaba de menos por el blog (soy así, echo de menos a algunos lectores/as) 🙂
V de Vendetta es cien por cien recomendable, a pesar de que el autor del comic Alan Moore no se fíe un pelo y no quiera ni ver lo que le adaptan. Y ya que estamos con Alan Moore, atrévete con “Watchmen”, que el público generalista rechazó, pero que a mí me parece una joya (aunque el cómic brille más).
Lo de las pin-ups es una obsesión personal, me hacen gracia, y hacen apología de lo que yo entiendo por mujeres de verdad, naturales y sanas (hablando superficialmente).
Y, el qué del psicólogo?… Si hablas de algún otro post, no, son independientes (aunque con nexos comunes como Tab, Pretecnotimes, etc..)
corrijo lo del témpano 🙂
Saludos a todos.
Joder, mira esto:» Ads by Google
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estaba ahora después de la foto de la pin-up. Pues antes estaba un anuncio sobre una consulta de psicología…Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaah, ¡es propaganda!, son enlaces de anuncios.
(Jordim, yo no había desaparecido del blog; muchas veces entro a escondidas… Lo que pasa es que cuando me pongo a leerte me entran unas ganas locas de fumar; es un ejemplo claro de acción-reacción; y yo llevo 4 meses sin fumar, y no quiero volver a meterme un cigarro en la boca en mi puta vida. Por eso, (bueno, y porque yo paso una mala racha y tus historias no son alegres) me contengo a la hora de entrar y leerte.)
muy bueno-demasiado bueno-mirrorshades
mi hijo Juan es un vagabundillo imposible de convencer para q sirven los estudios
tampoco le obligo-me gusta más cuando va por ahí en su Long(board) libre
tal vez soy el proto-tipo de madre/mujer/puta romántica-pero no me lo callo-ni me voy a plegar jamás al sistema- eso de q me elimine con un Delete-jeje-antes los aniguilo a ellos-los inhumanos jaja
beso
Gata:
Estoy alucinando con lo de la publicidad, más que nada porque yo no he puesto publicidad en el blog…. Yo cada vez entiendo menos lo que veo en la pantalla del pc, en todo caso yo aún no he visto saltar publicidad ninguna aquí. En fin, ya me informaré si sigue pasando.
Por otro lado, yo llevo tres semanas sin fumar, y no lo llevo mal; ya veremos cómo evoluciono. Mi plan es llegar sano a los 65 o 70 y entonces ya fumar todo lo que quiera (quizá también me meta caballo para experimentar), que para entonces ya no hay mucho futuro que cuidar. Sano sí, pero gilipollas no 🙂
Y en lo de que mis historias no son alegres, pues en general seguro que no, pero insisto en que procuro que la mayoría sean cachondas en parte, y a veces incluso románticas…
No, si románticas si son, pero de un romanticismo decadente, ya sabes, el de sufrir y eso; quiero decir que me evoca a esas historias de mujer sana intelectual y alegre con un grandísimo talento para el canto por ejemplo, pero que por amor su vida se vé sumergida en una vorágine de destrucción hasta que acaba convertida en una yonki prostituta con SIDA en el puerto de Marsella. Solo que todo eso, ambientado en una novela de Asimov y con cierto apego por la idea del suicidio. Es un ejemplo.
O sea que tu plan es llegar sano a los 65 ó 70 años…¿ves como en el fondo eres un optimista? Aquí todo el mundo pensando que el mundo se acaba en el 2012; ahora con toda la movida de las catástrofes naturales y las guerras en oriente, y resulta que tu plan es llegar sano a los 65 ó 70 años…
Huy, yo caballo no, que hay que pincharse en vena y me da mucho yuyu.
(Mira, ahora no ha salido publicidad)
¿Hay alguna historia romántica que no conlleve al menos una época de sufrimiento? Yo es que no sé escribir sobre ese amor puro y redondo y sin tachas de cierta clase de ficción (del mismo modo que no sé escribir cuentos infantiles).
No me considero pesimista ni optimista, pero sospecho de la gente que se autodenomina optimista (sospecho mucho…)
En cuanto a los apocalipsis repentinos, es una idea que siempre me ha parecido divertida, como los ovnis por ejemplo; pero luego si viera uno me cagaría encima…
Una cosa es una época de sufrimiento y otra lo del final catastrófico.
El amor puro es que no existe. Redondo sí. Pero puro no. Claro que la guía Tab tampoco existe y sí escribes de ella.
Lo de los cuentos infantiles depende de para a qué clase de niños/as quisieras escribirlos; porque por ejemplo, para Hit girl, te quedarían cojonudos.
Me permito comentar que tienes un sentido del humor inquietante.
¿Que no has visto ovnis? Jo, yo sí. A mi padre una vez se lo llevaron unos marcianos. Dice que le faltan dos horas de su vida. Nosotros le creemos, nos cuadra todo.
Yo prefiero un ovni que Hugo Chávez, por ejemplo.
Yo no escribo siempre finales catastróficos, el mismo relato en el que nació Tab acaba de hecho con el inicio de una historia de amor en el ultimo párrafo (pero claro, la gente siempre es más morbosa que sensible).
Por otro lado la guía Tab nace de una idea perversa para muchos, y es que a mí me hace gracia el humor negro; y por otro lado es una excusa perfecta para reflexionar sobre el suicidio (que sí existe), que es un tema tan genérico como el amor, el trabajo, el sexo, etc…
Vale, vale, vale…Que te estás poniendo profundo.
«la gente siempre es más morbosa que sensible» ¿qué quiere decir eso? Anda con ojo con las sentencias ¿no es acaso el morbo un tipo de sensibilidad?
Y tu inquietante sentido del humor, es una de tus virtudes, te hace atractivo; así es que deja de defenderte que no era un ataque, mon amour. (sí, si te estabas defendiendo)
Y el tema del sexo está sobrevalorado. Ése sí que me hace gracia a mí ¿ves?.
Me despido querido, que voy a acabar de ver «Ratatouille» (¡huy! quizá no debí confesar eso)
Muac.
Lo de la gente es más morbosa que sensible… quizá no sea la mejor forma de explicarlo. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: película «Irreversible», una parte de la peli es violenta y salvaje, incluso hay una escena de violación mostrada «a tiempo real». Pero luego la otra mitad de la película son escenas en las que el director se recrea en el amor de la pareja protagonista del mismo modo en que nos enseñaba la violencia, son escenas preciosas, nada artificiosas, sin cortes, etc. ¿Pero de qué se acuerda la gente luego?
(ratatouille es una gran peli)
Coño, si muestra una violación a tiempo real, espero y confío que sea de eso de lo que se acuerde la gente. Es «normal» Jordim, porque eso es y debe ser impactante. Yo mismamente, sé que me saldría del cine sin acabar de ver la peli, por muy bonitas que me hubiesen prometido las siguientes escenas.
Lo siento Jordim, pero acordarse de esa escena no sería «morboso». Morboso es meterla en una película.
Bona nit.
Muac.
No amiga, para mí es la escena de denuncia sobre esa clase de violencia más efectiva que se ha rodado; por eso el cine es un arte, porque cada uno puede expresarse a su manera, unos con elipsis y trampas, y otros sin miedo a hacer realismo de vez en cuando.
He puesto ese ejemplo porque creo que es una gran película que se hizo famosa solo por esa escena; lo cual creo que solo demuestra lo cerrado que es el publico cinematográfico (y toda su doble moral).