Negociador A mastica su ensalada en la sala de recreo y almuerzo. ¿Te has enterado de lo de la foto?, murmura con la boca llena.
Negociador B dice que ese rollo de las ensaladas de negociador A ya le empieza poner de los nervios; engulle un plato de ternera con patatas, añade sal a cada bocado y pregunta: ¿Esa foto existe?
No puedo seguir así, dice el tipo, un desconocido más, una hormiga oficinista, glóbulo rojo de edificios de cristal. Se abraza a su maletín y mira al vacío. Cierra los ojos con fuerza. Llora. Su vida no tiene ya ningún sentido, grita. Nanay, nada de nada, cero, ¿por qué demonios debería seguir luchando?, ¿en pos de qué noble causa?, ¿debería seguir madrugando y haciendo horas extra todos los días sólo para alimentar al monstruo de su hipoteca? La cornisa en la que permanece de pie pegado de espaldas a la pared, no es particularmente espaciosa. Quince pisos; abajo se arremolina la gente en el suelo. Míralos a todos ahí en la acera, dice con calmada paciencia Negociador Z desde la ventana más próxima, son todos iguales que tú…; bueno, añade, quizá no es una buena idea que mires hacia abajo…, mejor mírame a mí. Negociador Z le pregunta al tipo, al suicida, que si no tiene a nadie, que qué pasa con las mujeres, con su familia…, o… eso, las mujeres… seguro que hay alguna mujer que le quiere. Mi madre ya murió, solloza el tipo. Vuelve a gritar que no tiene motivos para seguir viviendo. Vamos, dice Z, sé que estás casado, que tienes familia, a tu padre, suegros, tu mujer. Dice: Tu mujer está de camino, ya sabe lo que haces, está sufriendo, seguro que no hay nada que no puedas solucionar con ella. No es una buena idea que me hables de mi mujer, tío, grita el hombre, me estás empujando al vacío con ese rollo de mi mujer, ¿y tú eres el negociador?
Alguien toca el hombro de Negociador Z. El tipo, mientras, grita que su mujer es una furcia, que le ha puesto los cuernos al menos dos veces que él sepa, es una ninfómana, su mujer es la que le ha hecho subir a esa cornisa. Su mujer, embarazada ahora de tres meses a saber de quién. Alguien le pasa una foto a Z. Esta es la foto, le dicen; enséñasela, consigue que la mire. ¿Estáis de coña?, susurra Z.
Y qué pasó, farfulla Negociador B, masticando con los labios pringosos de aceite y blandiendo el salero. Lo que pasó, dice A, es que el tipo vio la foto y corrió a los brazos de ese cabronazo de Z como un niño perdido en un supermercado que ve a sus padres de lejos: eso pasó. Z es el peor negociador que he conocido en mi vida, dice B, no conseguiría ni que tú dejaras la ensaladas y volvieras a comer de verdad. Es la dieta, tío, dice A, intento… cuidarme. No, dice B, lo que pasa es que está de moda ese rollo de comer sin disfrutar, y tú eres una fashion victim.
Pues eso…, y no es el único caso que hay archivado, dice A, se ve que la foto está circulando, y ya sabes cómo es Z, ha hecho copias y se lleva un par con él cada vez que tiene una salida; pero al parecer la cosa funciona solo con suicidas. ¿En serio?, dice B con sorna, ¿no puedes solucionar un secuestro o un atraco a un banco? Ríete, murmura Negociador A, pero ayer mismo la fotito de marras solucionó otra papeleta que le surgió a Negociador S; pero creo que a él no le hizo mucha gracia; estuvo horas maldiciendo después y gritando que a él no le tomaba el pelo nadie; al parecer llevaba tres horas hablando con una tía de unos ciento cincuenta kilos subida al tejado de su casa con un cuchillo jamonero. ¿El tejado de su casa?, dice B. Sí, la tía decía que se iba a cortar el cuello; tenía unos cuarenta años, vivía sola, no paraba de decir que no podía encontrar trabajo ni pareja por culpa de su físico; Negociador S habló en tantos tonos con ella que algunos dicen que casi parecía intentar ligarsela; pero la tía ni caso.
Hasta que vio la foto, dice B. Hasta que vio la foto, dice A.
Negociador B acude al despacho de su superior directo. Hace ademán de encenderse un cigarrillo. Sabes que no puedes fumar, dice B². Oiga…, dice B, esto le parecerá una chorrada, pero…, ¿qué narices es todo ese rollo de la foto?, ¿existe una… foto?… B² abre un cajón, saca algo de él y se lo entrega a B. Es la foto, una copia. Existe una foto, dice. En la foto: una chica, de cintura para arriba, pelo ondulado y castaño hasta los hombros, ojos grandes y marrones. Joven, en biquini, el mar de fondo. Sonríe, sonrisa pícara. Buenos pechos naturales. No hay nadie más, ni a su lado ni detrás. B arquea las cejas y mira a su superior. La chica es de aquí, pero se comenta que la primera vez que usó la foto un negociador fue hace año y medio en París, dice B², se hizo hace unos dos años por lo que sé. Está tomada en Cuba. ¿Es… cubana?, dice B. ¿Ya te has colgado de ella?…, murmura B². Bueno, desde luego está buena…, murmura el Negociador B. Se dice que está bajando la tasa de suicidios; bajando de verdad; ya se mata más gente incluso en accidentes caseros; resbalones en la bañera, autoasfixia erótica y cosas así, dice B². Añade que el primer negociador que usó la instantánea fue el tío de la muchacha en cuestión, tiró de chantaje emocional enseñándole la foto a cierto “tarado de cornisa”, diciéndole que era su hija; el tarado en cuestión también tenía una hija. La cosa se convirtió en coña entre los compañeros, y uno decidió que se iba a llevar esa misma foto para el siguiente trabajito que le surgiera; a la larga todos en la oficina se hicieron copias de la “ninfa-sobrina-cachonda”. Todo era Broma interna, Mofa de colegas.
Pero luego comenzaron a comprobar que cada vez que tiraban de foto se salían con la suya. Hasta el punto de que algunos negociadores ya no dicen una sola palabra, le dan la foto al tarado acabado de turno y éste al verla se aferra a la pared y retrocede llorando para volver a entrar por la ventana.
Por lo que yo sé, dice B², esa foto es la pastilla contra el suicidio; es mejor que te quedes ésa…
Hola, Jennifer.
Esto te parecerá raro, pero desde que te he conocido quiero tocarte y a la vez me da un miedo indescriptible hacerlo. Por eso ni siquiera te besé ayer al dejarte en tu casa; ni antes, ni durante ni después del cine el otro día; ni en la fiesta de cumpleaños de tu hermano… Lo que más miedo me da es: hacerlo contigo, liarnos más allá de la amistad, que nos enfademos un día y no volver a verte. Prefiero tratarte para siempre aunque sea sin sexo que mantener relaciones un tiempo y perderte para siempre.
Seguro que no entiendes nada. Pero esto es una declaración de amor. ¿Puedes ser mi amiga y sólo mi amiga? ¿Puedo ser tu hombro de consuelo para siempre en lugar de sólo tu pene de los próximos meses? Ojalá puedas entenderlo. Besos…
Días después, Negociador B lee esa nota con los ojos acuclillados. Mira a su superior. ¿Esto qué es?, pregunta. Nos han mandado decenas de correos así de la bandeja de entrada de Miss Suicidio, dice B². La chica de la foto hace tres años que no moja, dice. ¿Cómo? La chica de la foto tiene veintitrés años, dice, está como un queso; pero cada vez que conoce a un chico el chaval se acojona, se idiotiza y la prefiere sólo como amiga; cerca, pero vestida…; no entiendo a las nuevas generaciones; antes nos dábamos de hostias por un coño, y ahora preferís ser el “amigo gay”. ¿Este de la carta es homo?, pregunta B. No, joder, a eso me refiero, grita B²; nos han llamado, dice, la chica está metida en una especie de cobertizo o algo así, está como a una hora de coche, la dirección te la he apuntado en la nota; vais a ir tú y Negociador Z, a él se le dan bien la “taradas de cornisa”. ¿Es que se quiere suicidar?, pregunta Negociador B. No lo sabemos, o al menos no estamos seguros; sus abuelos dicen que ha amenazado con ello; sabemos que es la chica de la foto porque ella misma lo ha dicho; asegura que la han maldecido o no sé qué, en fin… está como una puta regadera, tenéis que ir allí y hablar con ella. Y… ¿sólo está metida en el cobertizo?, dice B.
Sí, pero en el cobertizo hay de todo, de todo con lo que puede matarse o matar a sus abuelos… joder, hay hasta bidones de gasolina según ha dicho el viejo por teléfono; si nos han llamado por algo será, ¿no?
Negociador B y Z van de camino. Z trastea en su Iphone. ¿Tú has visto la foto?, le pregunta a B. Sí, claro, murmura B. Está buena, pero no es para tanto, ¿no?…, y yo desde luego si me la llevo al piso no va a ser como amiga, murmura Z, subrayando con una risotada.
Hay dos coches de policía cuando llegan al lugar. B aparca; salen del coche y enseguida se les acerca un agente. ¿B y Z?, pregunta el agente. ¿Dónde está?, dice B.
El cobertizo es pequeño. Desde fuera, Z pide silencio a los agentes congregados. Los abuelos atisban desde el porche de la casa, no muy lejos. Z levanta la voz y dice: ¿Jennifer?… ¿Jennifer?… Pero continúan los sollozos, sin más. Z mira a B, abre su cartera y saca una copia de la foto de la chica. ¿Le vas a dar su propia foto?, susurra B. Tsss… calla, dice Z, no pasa nada por probar… Mientras se suceden dentro los sollozos, Z pasa la foto por debajo de la puerta del cobertizo. Pasan unos segundos, los sollozos se apagan…
¡Para qué coño quiero yo la foto!, grita la muchacha.
No ha funcionado, susurra Z.
B camina hacia los abuelos; están de pie en el porche, con la mirada alerta. Les pregunta con discreción si la han visto entrar. El hombre dice que él la ha visto. ¿Llevaba algo con ella?, ¿su bolso o…? Llevaba esa guía sobre el suicidio… ese libro grande… ¿La Guía Tab?, dice B. Eso mismo, asegura la pareja al unísono. B dice gracias y se va a dar la vuelta, pero la señora le coge por el codo… ¿Sí?, ¿algo más?, dice B. La niña dice que está embrazada, solloza la mujer, embarazada de dos meses… ¿Cómo?… nos han dicho que hace tres años que no tiene sexo con nadie… El hombre hace que no con la cabeza y cierra los ojos hacia el suelo. ¡Yo vi los test de embarazo!, grita la señora.
¡Estoy embarazada, joder!, grita Jennifer desde el cobertizo.
Z dice: ¿Me puedes devolver la foto, cariño?
B se acerca al cobertizo. Saca su móvil y llama a Negociador A. El sol cae en picado, todos los agentes sudan como cerdos. Negociador A dice: ¿Sí? Oye, dice B, aquí tengo un asunto entre manos de lo más jodido. ¿Te han mandado con Z?, pregunta A. ¿Eso que masticas es lechuga?, dice B, tío, ni tan siquiera es la hora de comer…
A dice que si la chica lleva tres años sin practicar sexo… en fin… si es verdad que está embarazada, puede ser el anticristo…, o la inmaculada concepción… ¿Vuelve Jesucristo?, dice B, te he llamado para que me ayudes, está claro que tienes que volver a comer carne y chocolate, tienes que recuperar tus kilos y así quizá dejarás de decir gilipolleces… Oye, dice A, si quieres sacar a la chica del cobertizo de momento tendrás que hacer lo que ella te diga. Tiene una Guía Tab, dice B. Y qué, murmura A, mi madre tiene una Guía Tab, hoy en día suicidarse por eso es como saltar desde un tejado después de haber leído un cómic de Superman… No seas gilipollas, sigue diciendo A, mete a Z en el coche y dile a la chica que la vas a llevar a un hospital, a ver si es verdad que está embarazada.
B cuelga y se acerca a la puerta del cobertizo. Z camina hacia el coche en el que han venido. Los agentes empiezan a refugiarse del sol en los coches patrulla.
¿Jennifer?, dice el negociador B, golpeando la puerta dos veces con los nudillos…
¿Jennifer?, repite. Dentro, ahora, hay un silencio sepulcral.
¿Jennifer?, insiste por tercera vez.
Entonces, la chica contesta, con un tono monocorde:
– Yo no soy Jennifer. Jennifer evita suicidios.
[En el video, no lo puedo evitar: Trailer de Transformers 3. Michael Bay me fascina, aburre, repugna y divierte en partes iguales… Abajo, una nueva musa: Jessica Chobot (ni sé si ya la he mencionado, pero poco importa…) Y, si le apetece, DESAPAREZCA AQUÍ.]