Gente a la que odiar justificadamente. Los clásicos. Esos que te preguntan si tienes novia (y si dices que no, por qué no). Esos que cuando la tienes comienzan a preguntar si no te casas. Esos que, te cases o no, con el tiempo te preguntan si no vas a tener hijos. Es esa gente a la que odiar con plena justificación, y que te hacen tantas preguntas sobre tópicos de la vida porque ellos se han aferrado a esos tópicos, y ya no se atreven a dar marcha atrás. Y claro, ¿qué coño te has creído que eres tú?, ¿libre?
Esa gente aferrada a los tópicos, existe, y son multitud. Están en cada norma, quizá en cada una de las decisiones que tomas, en cada papel que firmas, puede que en cada gesto que hagas. Están ahí, asintiendo o señalándote con el dedo. Haciendo que te sientas integrado o como basura. Son los enemigos reales de la creatividad, el cambio y la ilusión. Aseguran constantemente que son optimistas, pero que también son responsables, y luego te comienzan a hacer preguntas de ese modo autofelatorio.
Esas personas llegan a los treinta y tienen su vitrina mental ya llena de trofeos… Están al mando de la situación -o eso creen ellos-, y sonríen. Cuando sonríen no es tanto el resultado de su bienestar como algún intento más de quedar bien, o hasta de escalar más posiciones; ni tan siquiera sus sonrisas están al margen de sus currículos. Ellos no sonríen, es una inversión. Una comida de trabajo. Una comida de coño potencial… Ellos no se relajan, eso no va con ellos. Ellos saben sacrificarse. Han forjado sus vidas y este mundo. Hablarán cada cinco minutos por el móvil, tienen demasiado a lo que atender. Se desesperarán ante un mes de vacaciones; lo llenarán de deberes vacacionales. Es esa raza ya asentada de millones de personas que necesitan que alguien les dé cuerda para hacer algo. Personas a las que merece la pena odiar, aunque sea en secreto.
O sea, odiar el mundo tal y como es.
Por algo esto es el diario del odio, y este escenario se va a llenar hoy de educativo odio.
Dejadme que os hable de una pareja entrañable. Un par de chicos que un día deciden armarse y entrar en un Corte Inglés el día de los enamorados. Es curioso ese día, el de los enamorados. Alguien inventó esa palabra, «Amor», y ahora se usa a diestro y siniestro. Alguien se da un beso en los labios con una niña a los trece años, y a eso lo llaman “primer amor”; alguien se folla a una chica y se pelean al cabo de tres meses de folleteo, y hablan de un amor complicado; una pareja se aburre, por tanto se casan, tienen hijos, etcétera, pero sobre todo lo que les da es mucha pereza separarse y volver a empezar, y a eso lo siguen llamando amor. Mucha gente se morirá sin haberse enamorado, y sin embargo la gente ve amor por todos lados; del mismo modo que ese día de San Valentín hay corazones por doquier, pegatinas, globos, flores, cajas de bombones…
El amor es esa marca registrada por todas las empresas. Se trata de cuál es capaz de explotarlo mejor.
Así que esa pareja entrañable entra en el Corte Inglés. Ni tan siquiera voy a decir qué Corte Inglés era; hablamos de ese país maravilloso del comercio; ese lugar que ama de verdad toda esa gente que habla de amor sin parar. Esos lugares que “dan ambiente”. Lo artificial casi siempre es bonito. Fijaos en esas fotos de las bombas atómicas en acción, esa seta gigante de humo; ese penacho como lo llaman. Fijaos y decidme si esa imagen no es preciosa y espectacular. De hecho, nos tendrían que parecer preciosas hasta esas instantáneas de críos desnutridos y llenos de moscas: son nuestro seguro de vida. Más de un fotógrafo ha ganado premios con eso…
Total, esa pareja de la que os hablo, entra en ese comercio del que os hablo, y va planta por planta preguntando a parejas si estarían dispuestas a morir por su amor. Es decir, ¿morirías por tu pareja si sabes que de no morir tú morirá ella? Y claro, supongo que esa pregunta se complica si en la pareja no hay amor; es decir, cuando hay una relación, sí; cariño, puede; sexo, no puede faltar. Pero, ¿amor? Así que ahí los tenéis, a esos dos chavales quemados por tanta tontería, y a los que por otro lado entiendo perfectamente, poniendo a prueba la autenticidad del amor en parejas en las que probablemente sólo había una vaga intención por encajar en esta sociedad de valores a menudo ya terriblemente rancios.
Imaginaos esa pistola en vuestra cabeza, y ese ligue de turno a vuestro lado. Pensad en ello. Puede que siempre hayáis actuado como lo habéis hecho porque constantemente os han tenido puesto un cañón en la sien. Podéis notar su presión. Cualquier chaval no llegado a los treinta y con un hijo en camino nota esa presión seguro todos los días.
Cada pareja que comienza a aburrirse.
Cada estudiante que escogió la carrera supuestamente útil en lugar de la que quería de verdad.
Es una bonita metáfora, ¿no es cierto?
Esa pistola que cada uno se crea o le crean.
Cada día de cumpleaños y en navidad, y el día de los enamorados y en los santos y en los putos aniversarios de pareja… siempre ese cañón imaginario amenazándonos para que hagamos todos lo mismo.
Porque o lo hacemos o estamos muertos.
Y luego yo no tengo derecho a odiar. No tenemos derecho. Nos bombardean con literatura sobre levantarse con el pie derecho y ser honestos y usar siempre la palabra y nunca la violencia.
Hay una manifestación. La gente no tiene un duro, se han quedado sin curro ni perspectivas, sus derechos recortados, sus ilusiones ya no digamos… Y entonces un grupo de protestantes decide pincharle una rueda a alguien, o bloquear el parlamento, quizá hacen unos cuantos graffitis, algunos destrozos… Son esas muestras de odio, querido publico. Ese odio que no surge de la maldad, sino de la desesperación. Y sin embargo luego coges los periódicos y hay una avalancha de artículos que condenan ese odio, esa violencia. Un periodista, en casa, bien calentito, alguien que seguro colabora para varias publicaciones y que tiene un piso cojonudo, se pone a rajar contra quienes tienen menos suerte que él, se pone a defender a los que oprimen a ésos que tienen menos suerte que él. Porque antes de todo está la paz. Claro. La bonita paz y el diálogo con los que todo se debería solucionar.
Es la nueva moda, amigos. La opresión a través de la idea de que cualquier movilización o protesta es una provocación antidemocrática e inadmisible.
No sólo no tenemos derecho a ser libres, además tampoco podemos odiar esa situación. Si lo hacemos, no seriamos lo suficientemente inteligentes. Sólo seriamos unos negados, unos vagos, pesimistas, narcisistas. Seriamos todo lo negativo.
Así que, qué nos queda.
Yo os lo diré. Y luego me largaré de aquí; puede que birle algo en alguna tienda de ropa de camino, seguiré librando mi guerra personal desde el bando del odio.
Lo que nos queda, al parecer, es ser como ellos, y lo que tenéis que decidir es si queréis ser así. Si lo queréis sólo tenéis que seguir la corriente. Estudiad mucho -siempre dentro del sistema educativo- y sed emprendedores. No mováis un solo dedo si no es para formar a vuestro yo profesional. No dudéis. Sed voraces. Triunfadores tal y como se puede triunfar en este mundo. No penséis, la filosofía sólo es una, y se puede calcular de forma numérica. Todo lo demás es perder el tiempo. Se trata de que tengáis un trabajo de responsabilidad, y que ascendáis. Se trata de que no penséis en Bukowski cuando escribió que él prefería tener un trabajo de poca responsabilidad porque así se sentía menos partícipe del funcionamiento de este mundo. La clave es que todo te importe un carajo, que te dé igual contribuir a que todo siga igual si eso te lucra.
La pistola imaginaria seguirá ahí, pero cómo os va a querer el sistema.
Por mi parte, hablo de odio porque amo este mundo, y ahora odiarlo me parece lo más inteligente para que despierte. De eso, creo, es de lo que va el amor.
[Arriba, «supercollider», tema inédito de Radiohead, es de un EP con otro tema más, y ambos me encantan. Abajo, más kate Upton (mi idea es actualizar el día de navidad con una foto de ella vestida de Mamá Noel: ése es el motor del blog ahora…).]
¡Qué texto grande! Me hace pensar en algo que decía Nietzsche: «Está usted enojado y desabrido, lo cual está muy bien. Y aún sería mejor si se enojase del todo. Hablando claro: es necesario que alguna vez nos «enojemos del todo» para que las cosas vayan mejor». Esa definición del amor es todo un espectáculo 🙂
Muchas gracias, Jordi.
Saludos.
Magnífica la última frase, y bueno, el texto en general. Mi aprendizaje a día de hoy se basa en quitarme la pistola de la sien, «buscar mi verdadero yo» (por muy hippiesco-trasnochado que suene) y no «entrar en el juego» como una borrega más.
Muy insipirador. Gracias.
Cuantos matices se respiran por aquí, la sublevación del ser humano, el ir a contracorriente como única lucha de lo que nos dicen y dictan que es lo correcto. Emborracharte y luego decir que no lo harás más, follarte a las que estén por la labor y desprenderte de esa sustancia tan inocua que te atosiga, de lo que es verdad o mentira, de lo establecido por quien cree que tiene derecho a planificar tu vida. Lo sé, hoy no se me entiende, es lo que hay. Pero creo que las personas dentro de tu mundo utilizan muy mal los medios que tienen, porque todos deberían hacerse esa pregunta, ¿morirías por lo que quieres? Sea lo que sea, persona o cosa, pensamiento o ideal, y la respuesta afirmativa es la que te deja complacido, si no es así, sal corriendo en otra dirección y no mires atrás, porque has pedido gran parte de tu vida en algo que no tiene sentido.
Ya lo dije, hoy no se me entiende, pero a ti sí. Fantástico texto, para recapacitar.
El video colosal, mis chicos…….ains
Kate, como siempre una delicatessem, lo de Navidad un acierto por cierto.
Un beso
Es que firmaba todo esto, vamos. Lo de las preguntas tópicas que te hace la gente. Yo las resuelvo diciendo que porque no me da la gana tener hijos ni esposa ni nada de eso. Y me responden que claro, que soy egoista por no querer tener hijos y yo respondo» y vosotros sois egoístas porque queréis sacar una pobre criatura al mundo porque os sale de la polla y del coño y solo por eso y para distraeros o como decía Schopenhauer, «porque necesitais un monito que os entretenga». Y eso sin pensar al tipo de mundo que lo arrojais ni si el mundo necesita más gente, sólo porque queréis». Bueno, las resolvía así. Ahora ni las respondo.
Seguir los caminos marcados es propio de la gente sin ideas, necesitan sentimiento de grupo porque su pequeño cerebro no les protege nada, toman prestadas las ideas de otros a falta de tener las suyas.
Y de qué viviría el capitalismo si no hubiera masas de humanos hambrientos por demostrar su amor comprando una estupidez en una gran superficie o las operadoras de móviles si no hubiera muchos enamorados llamándose durante horas por el móvil cuando se acaban de ver para demostrarse que se aman mucho(nadie sabe si daría la vida por otra persona hasta que llega el momento, las diversas guerras han demostrado que llegado ese momento la mayoría opta por querer vivir a costa de su pareja salvo casos excepcionales).
Pero ya no peleo con esas ideas ni con esa gente. Eso es cosa del pasado. Voy seleccionando entre la gran masa los individuos-as que me interesan y elimino al resto. En un sentido metáforico y no nazi de la palabra, claro.
Creo que esa gente que hace preguntas, lo que suelen decir cuando uno les dice que hace lo que quiere, es que acabarás haciendo lo que ellos, “ya llegará”, dicen. Lo que no piensan nunca es que hay una diferencia abismal entre la gente que hace las cosas porque quiere y la gente que las hace para imitar a los demás. Lo que piensan es que de algún modo vas a “ceder” un día (y les gusta pensar que no es que no quieras lo que tienen ellos, sino que no sabes conseguirlo).
Lo que sí que puede pasar es que conozcas a alguien por quien cambies respecto a ciertos temas de la vida (por iniciativa propia, y al margen de los demás, la edad y las tradiciones).
Sea como sea, a mí siempre me ha dado la sensación de que quienes viven para imitar a los demás son mayoría, y que no se plantean prácticamente nada, el solo hecho de sentirse adaptados les basta.
Por otro lado lado, el consumismo seguro ayuda mucho a esas actitudes zombi…
Saludos a todos.
a mí me han entrado unas ganas locas (más locas todavía por inviables) de que Kate Upton leyese este texto y después escribiera un comentario, con rulos puestos y tetas tan impecablemente recolocadas
pd: una vez que se tiene el primer hijo la siguiente pregunta de rigor del Ku Klux Klan del lema déjame vivir como me dé la gana es…¿lo vais a dejar solito?
Seguro que preguntan eso. Pero de hecho una de las pistas más claras para deducir que mucha gente ha tenido hijos solo porque el hermano de turno o los amigos los han tenido, es ver cómo los tratan.
Si Kate entrara al blog, quizá no entendería nada… (aunque supiera español…), a veces a mí cuesta entenderlo…
El texto me recuerda a una frase de Camus, en la que decía que la única manera de tratar con el mundo es volverse tan libre que tu mera existencia se convierta en un acto de rebeldía.
La derrota más triste es cuando se asume que ese modo de vida es el único posible, cuando realmente consiguen que parezca que no hay más opciones o que estas son inviables.
Un abrazo!
Ehse
Joder, es tan simple, tan claro, tan… obvio. Que no entiendo cómo a veces actuamos (y aún me incluyo) como gilipollas.