No camines por la cuerda floja, camina por el hilo que sabes va a romperse. Sonríe durante la caída y compón la canción con la que querías hacer llorar a todos de felicidad mientras tanto. Alguna clase de monstruos nos acecha abajo en el suelo. Pero hay un agujero; oyes una tonada de Radiohead, una letanía mientras el agujero te absorbe y sonríes mientras piensas que a lo mejor lo pierdes todo. Tú sí quisiste arriesgarte tanto que luego quizá ni tan siquiera sabrías explicar con palabras por qué lo hiciste y si existe esa clase amor al arte o la vida o las mujeres en un contexto realista. Porque ya no sabes mientras sigues cayendo en la oscuridad si en realidad te has reventado en el asfalto o si había un agujero de verdad; o si valía la pena esperar o la paciencia o las energías y el cariño enfocados a lo que realmente querías hacer en lugar de lo que realmente deberías haber hecho según suele decir la voz de esa conciencia colectiva de la que tan poco te fías. Siempre estás a tiempo de ser mediocre mientras sigues bajando hacia el infierno, y probablemente no te quede más remedio como a la mayoría. Eres cada vez más normal mientras bajas, y quizá pronto tendrás que hablar con frases hechas como todos, o con los pantalones bajados como todos, o con una sonrisa falsa como la mayoría. El color rojo comienza a sustituir al negro y comienzas a oír risas nada tranquilizadoras. Puede que sí estés muerto y que a Julieta no le vaya la necrofilia y que al arte le resultes demasiado ignorante o pedante o sincero del peor y más destructivo modo. No le caes bien al protocolo. Estás comenzando a notar un calor sofocante, y sin embargo tu sonrisa es cada vez más amplia. La naturalidad secuestrada por el interés hubiese hecho tu hilo irrompible. Pero caes y caes y no quieres mirar hacia abajo a pesar de que sonrías y de que sigas sin saber si ya estás muerto o si el mundo es así o si lo que has hecho es elegir un infierno en trabajos horribles mientras buscabas lo que querías de verdad. Y puede que hayas sido un capullo por no conformarte con el término medio gris popular. Y ahora ya puedes oír las llamas rugir muy abajo aún, pero sumamente hambrientas de irreverencia mal enfocada por ser demasiado personal y contradictoria y por no creer en las frases de los abuelos de los demás y por insultar a esos demás por carecer de frases propias, y por condenar la pose y por no tener productos Apple y por no querer pensar que te vas a quemar mientras opinas que son los demás los que viven quemados. Alguna clase de monstruos has creado, y te da la sensación ahora de que el agujero no tiene fondo y de que esos monstruos muerden y te pueden meter en un lío y quitarte lo que más quieres y dejarte sin tabaco y sin café y sin teclado ni ilusiones. Alguna clase de monstruos desvergonzados que hablan igual de flores que de parejas que de suicidio bien o mal razonado. Alguna clase de libertad en la que crees y que la mayoría usa para levantar una ceja mientras te mira condescendientemente cuando caes y caes y caes… Y al final es agua. ¿Un lago de fuego? No, es agua cristalina de verdad. Te has zambullido muy hondo. Y te preguntas si lo siguiente no será hablar con la clase de monstruo más famosa y espectacular, que es Dios, o si por el contrario el Diablo te dará un cigarrillo mientras te presenta a sus colegas y te dice que están preparando un ataque frontal al edificio de la Bolsa. Tú por si acaso sigues sonriendo. Sabes que a la mitad del camino de intentar aportar algo auténtico al mundo es cuando peor se pone la cosa, cuando estás a punto de ceder. De no cruzar la línea. Decidiste cruzar la línea. Decidiste que te daría igual que te juzgaran. Decidiste que proyectarías la furia en lugar de contenerla y quedarte en tu casilla de la cárcel junto a casi todos mientras otros tres o cuatro camparan a su aire por el tablero de juego. Eres consciente de que esa cárcel está llena de poetas y escritores a los que no les caes bien por no intentar caer bien a todo el mundo. Eres consciente de que además esa actitud sólo será analizada superficialmente y desde el punto de vista de quien se mide la polla con una regla. Eres consciente de que no tienes salida si no has afilado algún tipo de educación basada en las formas. Eres consciente de que existen los cabrones que insultan sin decir tacos. Eres consciente sólo más o menos mientras te sacan de esa piscina del infierno. Y resulta que tiran de ti tres o cuatro mujeres que tú mismo habías imaginado cuando escribías, y que en realidad sólo son una dividida en tres o cuatro, o más bien la misma con distintos nombres y aspectos. Les preguntas si te van a saber decir adónde te llevan. Estás empapado y quieres una respuesta, pero las chicas sólo te sonríen y tiran de tus brazos. Nadie te daba respuestas de crío más allá de la exigencia numérica y el bofetón, así que ya nada va a cambiar a estas alturas. Luego te presentan ante un trono. No puedes ver quién hay sentado en él, demasiado brillo en el ambiente, una luz blanca. Pero luego la vista se te acostumbra. Y ves que en realidad hay dos tronos. En uno de ellos hay una mujer que se levanta muy seria, camina hacia a ti, se arrodilla a tus pies y te dice que se llama Fluoxetina; murmura que siempre podrás tener sexo con ella y que no le importa la infidelidad. En el otro trono hay un ramo de flores y una nota.
[Arriba un poco del genial Daniel Johnston. Abajo + pin up.]
El relato sí que da para pensar y claro que a la Fluoxetina no le importa la infidelidad, excipientes más, excipientes menos; ella siempre será la reina 😛 La canción, preciosa. Buscando información sobre la vida de Daniel Johnston leí que una vez dijo que los antidepresivos que él tomaba eran mejores que la marihuana. En fin 🙂 Qué vergüenza poder dirigirse al escritor (es más fácil adorarlos cuando son inaccesibles). Pero bueno, que sepas que este blog me ha hecho alterar, emocionar y disfrutar TANTO durante el tiempo en que lo vengo leyendo que casi no tengo palabras para agradecerte. Te debo mil. Y espero con muchas ansias poder cargar «Alguna clase de monstruos» para todos lados y, por qué no, presionarlo con fuerza sobre mis pechos luego de cada lectura 😀
Saludos!
Brutal.
Siento no saber aportar más 😉
Gracias por pasar y leer.
Gracias por la fidelidad, Julieta 🙂 (Y el libro veremos si llega a existir…; yo al menos he dado hasta la última gota de sangre por mi parte…)
Un beso.
bien,me gusto «Eres consciente sólo más o menos mientras te sacan de esa piscina del infierno.», clímax Jordim,alguna clase de monstruos, superficiales lo somos todos. estuvo bien.mucho.