Es curioso cómo algunos que murieron ahogados en sus vómitos a los veintitantos aportaron más sentido inmortal a todo esto que la mayoría de ciertas [(“dignas”)] existencias. Esforzadas, exprimiendo la esperanza de vida, sonrisas de excremento cuyos viernes y vacaciones son las únicas posibilidades de lavarse los dientes. Y aun así tú no eres mejor y el aire te da en la cara porque llevas las ventanillas del coche abiertas. Hay suculentas curvas con barrancos desde los que mirar a los ojos a la tosca eternidad atea. Piensas en los artistas que frenan al modo de la autoescuela cada vez que están a punto de lograr un poco de magia. Derrapas casi avergonzado de no seguir recto. Maniobras otra vez igual conformándote con el paisaje. Tu mezquina humanidad estándar supura rutina que se acumula como moho para el que no hay productos de limpieza. El moho que muchos otros han querido transformar en prados y playas de ciudad. Viajes en avión con los que no podrás huir de ti mismo. Dedos que te señalan sonrientes como villanos racionales y tristes al final de un brazo musculado y sano aunque no por ello inmortal. Medias tintas y chicas guapas en las que buscar consuelo. Clavos ardiendo a los que aferrarse malamente, académicamente, laboralmente. Chicos rectos, cultos y tranquilos que no suponen amenaza alguna quizá más allá del aburrimiento a largo plazo. Y agarras el volante como te enseñaron sin atreverte aún a soltarte. Sin saber aún si quieres o no parecerte a uno de esos tíos algún día. Sabes que ellos tienen lo mismo dentro aunque muchas no se quieran dar cuenta. Te han dicho mil veces que no mentir es el fin de todas las cosas. Y hay tantas cosas muertas, vivas solo sobre los papeles. Tantas capas de barniz en los ataúdes. El sol te da en la nuca y no te importaría tragarte algún mosquito. No conduces por Mulholland pero más tarde la luna será la misma y podrás obviar mejor el paisaje. La gravedad es igual en todas partes, las manzanas que nos caen en la cabeza aunque luego nadie saque conclusiones. Bienvenido sea el lector/a que no lee del todo, ya que así se le puede llamar hijo de puta. Tantas veces lo has sido tú también cerrando los ojos porque hacías caso a quien no fuera tú mismo/a. No se te daba bien de todas formas, pronto no solo intentaste sacar conclusiones de la manzana, sino que seguramente te pasaras cuatro pueblos al talar el árbol buscando respuestas. La madrugada, ya sueño anodino para esos poetas responsables cuyas pasiones se quedarán en historias de juventud. Cuyo valor muy probablemente se enfoque en la dirección equivocada para seguir manteniendo el mundo congelado. Te quieres ver como un monigote de chat, sin cara, te hace sentir mejor parecerte vacío que estar lleno de según qué. Has descuartizado el manzano y sigues siendo un ignorante; sin embargo te alivia seguir pareciéndole un tarado a la persona adecuada. Has creído ser un niño biológicamente evolucionado para poder chapotear en la lava sin dolor. Un choque frontal no siempre es epatante, como no lo es abusar de los tacos o la prosa efectista. Frases tan cortas como tú en un mundo rodeado de basura espacial. Nuevamente das un giro brusco y te detienes en una cuneta. Nuevamente evitas echarte a llorar.