En la realidad al final nada se resuelve del todo, todos siguen dudando, y luego se mueren. De ahí las ganancias del cine comercial. Pero nadie dice que la versión real esté exenta de capítulos que valgan la pena.
En el entierro de una pizpireta rubia de diecinueve años (sobredosis) un chico no deja de reírse ruidosamente. Más tarde algunos de sus amigos le abroncan, sin saber que la rubia enterrada le había hecho prometer al chico en repetidas ocasiones que él haría eso en el entierro si ella se moría. Tenía que hacer enfadar a todos, y sobre todo joder a los padres; odiaba a sus padres. El padre era alcohólico, la madre no hacía nada por evitar que se aprovechara de la muchacha cuando era cría. Nadie sabía nada de nada; las familias, a priori, funcionaban (tenían que hacerlo, la mayoría de personas apostaban a ese número). Fue una sobredosis, pero quizá más de vida que de otra cosa. Los secretos eran un derecho.
Dios no existía, y aun así le preguntó a la rubia pizpireta por qué no había intentado hacer otra cosa que no fuera hundirse.
Verá, dijo ella, intentaré contestar a pesar de su estado de negación constante sobre la certeza de que no existe ni maneja los hilos y demás: lo que pasó es que estaba harta, era eso o intentar matarles; matar a la mayoría de los que asistieron al funeral; la única persona a la que quería la quería porque ella me quería por ser yo misma. Él jamás era como todos los demás. Ellos no sentían amor, señor Dios inexistente; toda esa gente solo formaba parte de un saco de Ego y Formas; ah, y humildad de marca… creo que ya se estaba vendiendo en Ikea para parejas jóvenes. La verdad es que creo que me he ahorrado un montón de gilipolleces. ¿Puede dejar de mirarme las piernas?
Había cuerdas seguras y edificios altos por todos lados. Cuchillas y agua caliente en habitaciones de hotel. Cianuro. Hipotecas. Personas de las que jamás dicen nada que no hayas oído antes (por más años que vivan). Todo combinaba muy bien. También residencias en las que te abandonaban como premio a aguantar y aguantar. Y habitaciones de hospital en las que todo acababa según lo estipulado. Hacía juego con cientos de libros de Darwin en calidad de adorno en todos esos pisos modernos minimalistas decorados por chicas de ni veintimuchos ni veintipocos; muchachas responsables, al menos dentro de lo que cabe esperar de cualquier persona que solo vea raíles públicos a los que acoplarse. Todo rodeado de relojes, incluidos los biológicos. Y estaban todas esas cenas de pareja guionizadas, hasta que el guionista se cansaba de trabajar y llegaba el silencio conyugal. A lo que seguía el proceso de madurez por el cual muchos aguantan, y en el que creen incluso con furia islámica. Todos los aniversarios. Ideal para entrar a vivir. Cambiarse de piso para tener críos. El cariño gracias al roce; alguien debería hablar con ese tal “Roce”, hacerle unas cuantas preguntas sobre qué relación tiene con el Amor; si se lleva bien con Cupido o lo que hace es entorpecer. O quizá es la puta de Cupido…, o el empleado pelota…
Pero de entrada lo único que vemos es a un tío con todos esos pensamientos llegando a una pensión cutre con un portátil y una bolsa llena de Kleenex. El recepcionista le da la llave. El tipo no sabe cuánto se va a quedar y así lo hace saber.
Al día siguiente una señora de la limpieza lo encuentra envenenado en el suelo de la habitación; todo apesta a semen y el portátil yace encendido en la cama. Olía fatal, pero en realidad luego se supo que a lo que olía concretamente era a lo que puede pasar si tu novia te deja después de seis años porque ella no era de las que aguantaba por madurez. Tú sin embargo te habías visto obligado a tratar con Cupido sin negociar nunca antes con Roce.
Algunos gamberros pesimistas y claramente desviados dicen que Roce no es quien dice ser. Dicen que solo se trata de Sexo. Dicen que lo de Roce es un pseudónimo. Además añaden que Platón era un farsante. Que todo el mundo quiere follarse a todo el mundo, y que el hecho de todos los impedimentos y baches… que sencillamente han sido disfrazados de algo hermoso y poético.
Gloria entraba en éxtasis a todas horas y también está incluida en el collage de personaje reales. Esta tosca tinta azul sobre cartón.
Se llama Gloria y se corre incluso con la ropa puesta solo dependiendo de dónde se siente. Un autobús que vibra con los baches, un cojín adecuadamente arrugado bajo el culo, la lengua de alguien, cualquier polla… Las bragas empapadas cada día al llegar a casa. Dios, incluso sin existir, está totalmente conmocionado con cada capítulo de la vida de esta otra mujer real. Que llega a los 35 años y decide que necesita a alguien que no se conforme con el habitual trío amigo-aceptable-a-quien-llamar-novio/amiga-a-quien-follarse/Roce. Sabe que no es fácil. Sabe que Roce sale en la mayoría de las fotos de pareja a nivel mundial. A veces basta con ver las expresiones, el modo en que él o ella aún no estaban preparados para el disparo. Y Roce otra vez ahí, cegándote desde el secreto mejor guardado de tantos amores provocados, tantos amores reales de la misma forma que una flor de plástico lo parece desde lejos. Y todo porque follar sin más, para muchos es incluso más violento y absurdo que invitar a Roce a vivir con ellos. El ente tranquilo y misterioso que algunos dicen provoca ruidos en las casas de las viudas intentando llenar vacíos que difícilmente llenaba ya antes aun con los maridos vivos.
Gloria no quiere ser una de esas señoras que buscaron marido; es decir, marido por encima de cualquier otra cosa; alguien no demasiado hijo de puta con quien intercambiar anillos. Gloria necesita dar con una persona que mantenga lejos a Roce. Que la proteja de él. Alguien con quien librar una dura batalla contra Roce. Se dice que algunas parejas lo consiguen; otras caen tarde o temprano. Para que Roce esté presente basta con que solo uno de los miembros de la pareja se encuentre en esa situación solo porque una noche decidió salir a ligar. Roce detecta lo forzado y se aferra como un parásito que acaba supurando por cada poro de la relación. Hay parejas que lo acogen (solo les falta poner otro plato más a la hora de comer), pero a más tiempo pasa, más hay que no aguantan para siempre semejante circo pseudosentimental. Las que aguantan, a menudo lo hacen trayendo un crío al mundo; es una etapa de negación en cuanto al asunto Roce. Pasa a haber tres platos en la mesa de verdad. Estiras el chicle y sonríes, aunque sigas notando una presencia detrás de ti cuando te miras al espejo o te quedas solo/a en casa.
Gloria seguía cumpliendo años y mojándose sin parar. Una noche le hizo tilín un chico diez años menor que ella y comenzaron a salir. Pero un día a 130 por hora ni siquiera el airbag de conductor funcionó, y nuestra heroína real decidió acabar de leer por fin “El amor en los tiempos del Cólera”. Cada vez que el aire azotaba las páginas en un parque, se preguntaba si sería su amor muerto o simplemente Roce acechando. Jamás tiraría la toalla.
Dios limpiaba su trono celestial de ciertas sospechosas manchas cada día. Estaba harto de no existir. No era fácil encontrar a alguien con quien compartir sus sentimientos. ¿Con quién debía hablar, con algún pueblerino mortal? Sencillamente era imposible. La gente seguía fustigándose y odiándose por él. Se mataban por él; y le deprimía el hecho de no poder hacer nada al respecto, la no existencia era dura. Hace un tiempo había conocido a cierta mujer también inexistente. Pensó que podían hacer migas, compartir la nada de después de la muerte, mirar puestas de sol inexistentes juntos. Tener algún hijo de mentira con el tiempo. Quizá prosperar falsamente como pareja y vivir eternamente en un cielo inventado (eso no era tan distinto a lo que hacían muchas parejas vivas)…
Pero no pudo ser. Ella –con sus tiernos 19 años– no entendía su miedo a la no existencia, su depresión por no existir. La no existencia no siempre era fácil de llevar, obviamente. Además uno ni tan siquiera podía suicidarse. Solo podías no existir eternamente. Tenías que vivir (o más bien no vivir) con eso. No se sentía cómodo charlando con almas ateas. Le avergonzaba cada vez más defender los argumentos que apoyaban su existencia. Todas le veían en la cara que ni él mismo se lo creía ya; nadie había muerto y se había reunido con sus seres queridos; de golpe todos descubrían que sencillamente habían dejado de existir. Habían sido materia sin más, notablemente bien administrada solo por casualidades evolutivas. La naturaleza era, de hecho, la gran rival de Dios. Siempre estaba viva a pesar de todo. Solo cambiaba según los caprichos humanos; pero sabía que la humanidad solo era otra fase. La naturaleza se reía de él. De sus métodos, de la forma en que seguía queriendo convencer a todos de su presencia, de milagros que jamás sucedían; siempre viviendo de la Biblia, de documentos trufados de historias que la mayoría de los vivos consideraban ya imposibles. Incluso aquella mujer con la que intentó relacionarse; incluso ella pareció lanzarle una indirecta regalándole un día una edición inexistente de “El señor de los anillos”. Aquella chica luminosa y joven de pelo ondulado, de ojos oscuros y enormes gafas inexistentes. Aquella chica tierna de bonitas piernas que ya no existían.
Que curioso, un Dios preocupado en su falsa fachada a ojos humanos, interesado en alguien que quizás entendió demasiado pronto que la vida solo era eso, un transito donde lo único que puedes llevarte a la boca es el orgasmo que se crea cuando el metro tiene los raíles holgados, pero la vida (efímera y engañosa) deja secuelas, como las que a esta pobre mujer le han llevado a relatar su historia, ya sea por una conversación con el inexistente o porque se aburre de no haber encontrado a los seres queridos que le habían prometido….
Pedazo de texto e historia, como siempre dejando al lector enganchado entre las líneas y con la cabeza repleta de preguntas que no tienen respuestas o que las respuestas que encuentras no te satisfacen porque no es lo que quieres oír. Nene, eres un dios, no de los que no existen, si no de los que todo el mundo debería aplaudir y tener cerca, te adoro mi Jordiiii!!!