Reverendo Flanagan

Transcripción de la sección “Consecuencias y agravios” del número 3425 de la revista Topos y Biblias.

(Hemos tenido acceso a los diarios personales del Reverendo Flanagan. A continuación, fragmentos de los “sermones” inéditos (y o experiencias) y relatos que el difunto religioso (popular por su rectitud y entrega a la fe católica en Periferia Microsoft) escribió. Hay algunas acotaciones y aclaraciones intercaladas debido a la dificultosa caligrafía, y a que ha sido imposible legalmente escanear las hojas originales; que también incluyen dibujos, etc. Queda en manos del lector la decisión de hasta qué punto algunos son sucesos reales o simplemente meras fantasías. La investigación oficial sigue abierta.)

Amigos de la realidad, hoy me ha visitado una dulzura de quince años. Una niña delgada y sin apenas curvas que decía estar muy arrepentida. Es obvio que esta ciudad ha pasado tragos terribles; la mía es una misión dura, y de vez en cuando necesito alivio y aliviar a quien me requiere. Mis hermanos de oficio lo comprenden, y vosotros seguro me sabréis perdonar. Ella era sonriente y estaba dispuesta. Dudaba pero hacía que sí con su cabecita. [Aquí se intercala en el texto el dibujo de la cara de una chica sonriente; peinada con cola de caballo y grandes ojos; el Reverendo parecía tener predilección por la estética Manga (dibujos japoneses).]
Comencé a hablar con ella mientras la llevaba a mi estancia. Ella me seguía preguntando que dónde íbamos, que qué hacíamos, que podíamos hablar en cualquier parte, que no era necesario… Solo quería confesarse, algo de apoyo moral, redención. Tendríais que haberla visto; porque el cielo está en la tierra, y hay personitas que no solo son alma y culpabilidad, sino también un manjar de los que te alejan del demonio de la mediocridad, del demonio del suicidio y del Demonio mismo, de la aplastante rutina de la masturbación que también conduce al Limbo digan lo que digan.
Quería tenerla desnuda como lo habría querido cualquier varón no invertido de nuestra querida Periferia. Era del barrio Tecnológico-5, ese hervidero de niñas de buena familia a quienes sus padres sobreprotegen y adoctrinan en mi amada fe católica.
[La transcripción del siguiente párrafo dejado a medias estaba pulcramente tachada con líneas horizontales, y parecía un desvío impaciente de lo escrito hasta ahora; aún así, era legible.]
Se mea en mí, hermanos. No cae ni una gota fuera de mi boca. Me masturbo mirando su tez avergonzada mientras el chorro amarillo baja por mi traquea, caliente, y lo bebo como si fuera agua de una fuente. Succiono esa vagina virgen y ella apenas suelta un quejido. Abro sus glúteos y meto la lengua en su ano, a fondo. Ella llora y la calmo, luego apenas hace ruido. Se tira un pedo y me pide perdón lloriqueando. No me importa, sigo lamiendo. Salen chorros de esperma de mi pene y el nauseabundo olor solo hace que excitarme más. Le azoto el glúteo derecho hasta dejarlo rojo e hinchado; luego pienso en que lo podrían ver sus padres, y eso me hace erectar otra vez… Me
[Fin de la transcripción del párrafo tachado. El siguiente párrafo parece retomar la narración anterior.]
No hicimos nada de lo que yo quería hacer; ella estaba nerviosa. La hice sentarse en mis rodillas y apoyé mi mano derecha en las suyas. Le dije que me [ilegible] fuerte, que no tuviera vergüenza porque yo soy el Reverendo Flanagan y todos conocen mi reputación. Se confesó así como estaba. Había tenido problemas en casa, había hecho uso de un vocabulario sucio, había mentido y había dicho el nombre de Dios en vano. Había un chico que le gustaba y decía que no podía evitar tener pensamientos carnales en los que hacía cosas horribles con él. Se imaginaba besándose con él a escondidas, y luego su fantasía se torcía al pensar que el chico la rechazaría por ser demasiado atrevida o lanzada. Jesús te ama igual, le dije, y sabe perdonar. PUTA PUTA PUTA PUTA PUTA PUTA [ilegible]. [Bajo esa sucesión de mayúsculas, el dibujo de un pene grotesco eyaculando.]
[El siguiente párrafo también estaba tachado con líneas horizontales, y estaba totalmente desligado del resto del texto pese a no haber separaciones. Choca por su cambio de tono, casi como si hubiese sido redactado por cualquier otro.]
El cabronazo de Jesús se ha follado a otra ninfa caliente en el taller de carpintería. Dicen que la ha dejado medio destrozada en el suelo y llena de heridas. Incluso algunas de las más viciosas del lugar le tienen miedo a Jesús. Pero te gusta el rollo de Jesús y lo sabes. Muchas quieren pasar una noche con él como quien quiere hacer puenting al menos una vez en la vida. El Jesús redentor te [ilegible] el culo y te abre de piernas y no para hasta que salpicas. El Jesús redentor busca igual tus orgasmos que tus gritos de dolor, e incluso dicen que no le hace ascos a la coprofagia si es con un buen mozo dispuesto a soltarlo todo. Algunos dicen que Jesús es el Demonio en persona y que nadie folla mejor que el Demonio y que aunque te duela vas a pedir más y más porque la vida es corta y no existe el cielo. Jesús tiene hijos por todos lados y muchas deudas que pagar. Dicen que lo que más le gusta es follarse a la nueva madre joven que aparezca reclamándole atenciones para algún nuevo bebé producto de algún polvo que Jesús ya no recuerda. Dicen que le gusta oír los lloros del crío mientras vuelve a follarse a la madre [ilegible] … procura correrse bien dentro otra vez y echarla a la calle con el bebé a gritos mientras se carcajea y deja pasar a la siguiente que quiera tener LA EXPERIENCIA. Muchas mujeres hacen cola por las noches para ir a verle. Algunas le piden que las deje embarazadas. Otras le piden sangrar; todo en ellas son susurros y Jesús no parece tener límite alguno. Luego vienen los gritos, las mujeres que no pueden sentarse en mucho tiempo, muchos hombres cabreados que preguntan sin obtener respuestas. Jesús folla toda la noche con las voluntarias que se le presentan y cae rendido casi al amanecer para despertar ya a mediodía.
[El siguiente fragmento vuelve a tomar un desvío; es importante recalcar que aun estando en el original todo escrito en un solo párrafo sin espacios ni punto y aparte alguno, hemos considerado oportuno puntuar y espaciar el texto para el lector tras un análisis del pastiche de redacción del Reverendo.]
Hace días me llegó una carta con la que me masturbé (no sin sentimiento de culpa). Era de una deliciosa niña del Tecnológico-5 de (he sabido) trece años, con quien ya he programado una cita de confesión. Hermanos y comprensivos siervos de Dios, esta es mi parte favorita:

“Reverendo Flanagan, con todo respeto, necesito de su sabiduría. Un niño no deja de seguirme. Me levanta la falda y me dice cosas obscenas acercando mucho su boca a mi oído. El solo hecho de escribir sobre esto hace que me den ganas de llorar. Reverendo, qué puedo hacer, cada vez que el chico viene en mi busca quiero a la vez que se vaya y a la vez que venga. Siento que me alejo de Dios y que no me importa. Pero me importa, Reverendo. Espero ansiosa su consejo. Gracias anticipadas, y gracias también por su servicio a la comunidad.

Suya;
[Firma en el original; el Reverendo parece copiar el trazo de la muchacha, suponemos, para regocijo propio]
Laura.”

[En el siguiente texto, se retoma toscamente (en apariencia) el relato sobre Jesús.]
[Ilegible] … coño abierto porque a Jesús le gusta observar bien los pliegues, las minúsculas y rosadas cordilleras y los acantilados de la vagina. Mete la lengua cuando ellas se corren, y aunque protesten sorbe con fuerza y a menudo les pide a las muchachas que no duden en orinarse en su boca. Se dice que la polla de Jesús es gruesa y de una notable medida, que la fricción resultante es célebre ya entre quienes han sido penetradas por todos los orificios por ella. Se dice que a Jesús le gusta también ver a parejas practicando el coito delante de él, para después apartar al hombre y “enseñarle” cómo se hace “de verdad” el amor con una chiquilla que necesita que se la follen desde el deseo real de una vez por todas.
[A continuación, otro desvío. Esta vez acompañado de varios dibujos al margen; vaginas abiertas que expulsan chorros que tanto podrían ser orina como fluidos vaginales. Destacable también cómo elige para narrar esta parte la segunda persona del singular.]
Vas follártela hasta que sangre. Quieres matarla después y ella también quiere morir; pero quiere hacerlo luego de horas y horas de tu polla asquerosa empalándola. Se ha pasado años aburrida hasta el delirio y quiere que acabes con ella a base de sexo para compensar la falta de sentido de toda su existencia hasta ese momento. Te lo pide a gritos. Te dice que quiere que la maltrates, la penetres, la insultes; que está harta de la buena educación y el romanticismo y los falsos caminos de flores; harta de contar cuentos a los niños y mentirles sobre el dolor en el mundo. Quiere que la dejes inconsciente a base de embestidas y que la despiertes a tortazos. Y lo haces, porque tú sí sabes equilibrar la balanza; sabes lo que necesitan tus hermanas. Si Jesús es el Demonio, tú eres el Anticristo, y el placer solo existe por contraste. Tras habértela follado hasta hacerla picadillo, haces trazos en su vientre con un cuchillo y lo hundes de tal forma que ella vuelve en sí y te mira con terror. Va a morir pero nunca ha estado tan viva. La rajas en canal y sacas sus tripas; se las metes en la boca y le tapas la nariz. Tienes todo el [ilegible] para que ella vaya al cielo, y tú sabes ser un mártir. Eres una estrella mártir, tienes mucho que hacer y puedes demostrar todo lo que has hecho y ocultar todo lo que prefieras no mostrar. Y el mundo es un tablero y está blanco y solo lo atraviesa un chorro de sangre espesa (quizá mezclada con algo de semen). Vuelta a la Iglesia, vuelve y actúa. [Deducimos por ese final de “disquisición” que el Reverendo dirigía esas palabras a sí mismo; lo cual nos lleva a intuir que es probable que la mayoría de textos encontrados fueran escritos antes de tener que efectuar alguna obligación a contracorazón.]
[En el siguiente texto retoma la narración sobre Jesús.]
La cruz pesaba y todo lo demás, sí. Y Jesús incluso se reía con sorna de todos los que le miraban; todos los hombres cuyas mujeres fueron fornicadas por él como si fueran sacos de patatas, por ejemplo. Era una venganza colectiva, un asesinato que incluso el propio Jesús consideraba justo. Pero, ¡ay!, la justicia, era algo demasiado voluble, incluso abstracto; todo dependía del ángulo de visión; hasta qué punto había hecho el mal él dependía de a quién preguntaras. Era un Carpintero horroroso, decían algunos que no se enteraban, pero no como para matarlo. Dejó a mi hermana sin poder caminar para toda su vida, decían otros, espero que sufra y que el Diablo o quien sea se lo lleve. Yo prefiero no decir nada, decían otras con lágrimas en los ojos, o bueno, sí, añadían, conmigo se portó bien… estos moratones son de… me caí por unas escaleras. Algunos aseguraban que no estaba sufriendo, que solo fingía. Lo que sí es cierto es que, en cierta calle por la que pasa un acueducto subterráneo que viene del Monte de Sión, Jesús tuvo una erección brutal, y el grosor de su pene fue avistado por todos los que allí estaban o le seguían. ¡Jesús! –gritó una mujer–, ¡yo sí te quiero!… A la cual fueron sumándose otras. Jesús sonreía ampliamente; era una estrella amada y odiada. Más odiada que amada, sí, pero eso solo parecía hacerle mucha gracia. Dicen que Pilatos estaba arrepentido. Dicen que María no asistió al Calvario (algunos señalan que ese día estuvo teniendo sexo todo el día con cinco hombres a la vez; algo que ni ella pudo disimular con sus más que habituales mentiras y miradas vírgenes). Cuando llegó el momento de la crucifixión y la lanza y todo lo demás, Jesús sólo se limitó a sonreír y mirar a todos como un recluso realmente hijo de puta que solo estaba esperando otra oportunidad para joder vivo/a a alguien.
[El siguiente fragmento parece entrar de golpe otra vez en la posible vida personal del Reverendo.]
La niña, hermanos, me miró y me dijo que tenía una hermana gemela. Ambas de catorce años; solo 28 años entre las dos. Y le dije que ambas vinieran, que las confesaría muy a fondo. No era bueno que anduvieran por ahí arrastrando más culpabilidad de la recomendable, ya me entendéis. Ya en mi estancia, hice que me lamieran donde ya sabéis hasta que aquello se pudo bien duro. Luego vino lo de siempre, la confesión vaginal; la redención anal. Cuanto más gritaban más se redimían. Eran siervas de la cultura del sacrificio y el trabajo duro; eran unas auténticas profesionales de dejarse manosear por todos lados. Hacían que la Biblia me pareciera tan real como las instrucciones de una batidora. Era perfecto y humillante para ellas de tal modo que era casi imposible no mirarlas a los ojos con desprecio y volver a penetrarlas con fuerza por detrás. Llegado cierto punto, la sangre comenzaba a hacer de lubricante natural. Lloraban y se quejaban como cualquier obrero un domingo por la tarde ante la perspectiva de que ya mismo van a estar dándole por detrás como él sabe que, en el fondo, digo yo, le gusta. (Si no de qué sigue aguantando). Está el masoquismo popular; están la Biblia y la Constitución y un montón de documentos oficiales más, y sin embargo ser legal, al final, hermanos, solo consiste en seguir sabiendo tragar como una buena menor. Y cómo tragaron las gemelas. Incluso se besaron jugueteando antes con mi néctar cuando lo ordené valiéndome de mi santo cargo. La vida era algo importante, real, admirable. Era un sinfín de opciones. Solo había que saber elegir, y luego saber que el único camino es el de la dilatación y la sana sumisión que, en el fondo, casi todos aceptan incluso de buen grado y con un más que sano optimismo (casi diría un optimismo anal).
[A medida que el texto avanza, el Reverendo parece adoptar un tono neutro más agresivo, quizá ya naufragando en la volubilidad de su forma de escribir. Lo que sigue es su forma de concluir la historia sobre Jesús.]
Luego el cabronazo resucita a los tres días, y la primera persona con la que topa es una campesina con la que fornica como siempre había hecho con todas. Ella a cuatro patas y babeando, y un ano a punto de ceder ante la polla del quizá auténtico Señor de las Tinieblas. Ahora además Jesús puede moverse a su aire, aparecer y desparecer. Se mete en la cama de las parejas como una leve brisa y fornica con mujeres que no le pueden ver. Enseguida se expande el rumor de que Jesús ha vuelto. En el monte del Calvario un día amanecen todas las cruces derribadas y nadie sujeto a ellas. Comienzan a verse mesas de carpintero al amanecer en las calles, igual de mal hechas que las que Jesús hacía, y con el tiempo todos saben que si una de esas mesas amanece construida cerca de casa, la mujer de esa casa tendrá pronto los orificios dilatados y serias heridas. Algunas campesinas intentan dejar notas y pistas para que Jesús acuda a esa llamada. María, al enterarse de todo, pasea una noche (en realidad pasea todas las noches buscando sexo), y ve cómo una de esas mesas se construye sola ante la casa de una mujer a la que ella odia. ¡Jesús!, grita, ¡y yo qué! Mamá, contesta Jesús desde la invisibilidad, no comiences otra vez; somos la línea de salida, dice, somos el año cero, solo te pido un poco de discreción, a mí no se me da bien. ¡La gente ya lo sabe todo!, grita ella. No, mamá, contesta Jesús, puedes estar tranquila; ellos son solo mi rebaño, eso es todo lo que son ahora; reaccionan solo a las formas, solo debes cambiar el modelo del bastón cada cierto tiempo para que sigan siéndolo.

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