Ahora todo está basado en el recuerdo de un recuerdo de un recuerdo (y así sucesivamente) de ti. Cuando recuerdo un día lejano, lo más nítido que tengo en la memoria es que aquel día también me acordaba de ti. El asunto es así de rosa, al menos desde fuera, supongo; y también algo desesperante para mí, y probablemente terrorífico en cierto modo para ti. Puede llegar a ser tan incómodo el que alguien esté muy pendiente de uno como el que pasen absolutamente de uno. Puede que por eso mucha gente escoja rápidamente una existencia más íntimamente relacionada con la Indiferencia cariñosa (por llamarla así), antes de que les aborde alguna emoción que no puedan controlar respecto a otra persona. Es una opción muy deprimente, pero puede llegar a ser comprensible. Esa estabilidad estable de relación “estabilísima”, ese tachar rápido un asunto importante de tu vida aunque en realidad tú sepas que no hay nada tachado y que lo único que haces es proyectar esa idea de que ya tienes eso solucionado y que así los demás lo crean (y con suerte te lo acabes creyendo también tú mismo). ¿Sabes que una vez oí a alguien ser totalmente sincero con su relación neutra? Era Ang Lee, el director de cine; que no tiene problemas en decir que él no está enamorado de su mujer, ni ella de él; que simplemente se llevan bien y decidieron hacerse compañía emocional y sexual. ¿Te imaginas lo que pasaría en el núcleo de muchas parejas si uno de los dos reconociera semejante idea anti-romántica? ¿Conoces las ventajas fiscales que da el matrimonio? ¿Sabes que si me pidieras en matrimonio –y no estando yo precisamente a favor de semejante ritual– diría que sí con tal de fijarte a mi lado de un modo totalmente planificado y para que tuvieras una atadura más si un día llegaras a la conclusión de que es mejor no estar conmigo? ¿Crees que podría hacer algo así?, ¿dejar que aguantaras la relación con tal de no meterte en un farragoso proceso de divorcio…? Aunque creo que lo que haría si la cosa se torciera, sería… sí, concederte el divorcio, pero para más tarde volver a por ti. ¿No te das cuenta que todos esos impedimentos no hacen más que agrandar la leyenda?… Y quizá dirás: “A lo mejor eres tú el que se harta de mí”. Porque aún no sabes que en mi estado no se puede hablar conmigo… (O sí… de hecho creo que sí lo sabes). Estoy embarazado a tantos niveles que ahora soy como una mujer llegada de otro planeta y del futuro y de una realidad paralela, y quizá también del mundo de los muertos. Una mujer en la que crece la semilla de Dios y no tiene problema en convivir con ese hándicap. Y lesbiana.
Uno puede disfrazar todo lo que dice y hace y escribe. Más o menos. Aunque creo que yo lo hago bastante mal. Pero no tanto como para que no se pueda intuir que todo lo bueno que sale de mí tiene que ver contigo, y lo malo con la imaginación o el mundo deprimente que a menudo me rodea (o fabrico). Si lees esto, ha de ser incómodo de narices, lo sé, e incoherente en parte, y sin duda algo muy complejo de gestionar, tanto como (espero) de ignorar, o de aceptar. Has tenido mala suerte, casi seguro es así. El novio ideal te espera donde sea que se reúnan esos tíos ocupados, inteligentes y a la vez sencillos y frescos como una manzana. Esos tipos trilingües y bien vestidos, siempre afeitados y demás, contra los que sabes que me encanta cargar; porque (la verdad) la sola idea de imaginarte con uno de ellos hace que me den ganas de conseguir un lanzallamas y pasarme por Fnac y Starbucks y luego dibujar tu nombre con cadáveres ardientes en la calle mientras algún poli me arrastra al coche patrulla el último día de mi vida vagamente cuerda.
Esto es lo malo: esa parte pequeña de actitud que no cambia nunca en nosotros, en mi caso ya ha invadido mi caja torácica, y cada vez tiene menos que ver conmigo para estar más y más relacionada contigo; lo cual no es ni bueno ni malo, pero ES. Y ES tanto que no puedo ignorarlo o barrerlo bajo la alfombra del optimismo moderno. No soy tan inteligente, ni decidido, nunca he dividido la vida en fases de aprendizaje, ni siquiera he llevado nunca ese discurso de serie (porque seamos honestos, en muchas personas eso solo es un discurso). No soy tampoco detallista ni sé hacer que las cosas sean simples. Ya me ves aquí, hablando de mí para hablar de ti, no porque crea que tú eres como yo (por favor, que eso no pase nunca), sino porque al fin y al cabo lo que mejor me define ahora es tu no-presencia. La ausencia es quizá el mejor porno de quien escribe. Aquello con lo que más se masturba. Las masturbación es algo muy amplio, abarca muchas facetas de la vida. Pero… bueno, yo soy demasiado cerdo a veces como para que su significado más primario y carnal no ocupe un lugar importante en mí. Para ser atrevido te podría describir cómo llegué a salpicar varias veces sólo con la fantasía de lamer tu ano, solo eso, porque tú jugabas a dominar y no me dejabas hacerte nada más. Qué cosas tengo en la cabeza… por eso jamás seré un joven fresco como una manzana. Por eso, la idea de una suegra propia para mí es más fantasiosa que un marciano jugando un solitario en el salón de mi casa. Lo primero no sabría cómo gestionarlo, para lo segundo creo que podría reunir el valor. Pero no te creas que no pienso más en besos que en mamadas. Soy tan tontaina como quien más. Puedo ser perfectamente la niña que dibuja corazones en los márgenes. De hecho creo que llevo unos años haciéndolo cuando aporreo el teclado cada vez con más ínfulas de Hemingway (sin los toros), y al menos el ejercicio es más limpio que otras formas de vaciado…
Aunque no soy amigo de aniversarios, ni de celebrar los años que se sigue en aquello que uno no está aguantando, sino viviendo en paz, sí recuerdo perfectamente el día en que me comencé a sentir así. Recuerdo justo el momento. Y recuerdo que, unos días después, cuando conseguí volver a acostumbrarme a esa sensación de Una Sola Persona Dentro de Mí, cuando conseguí apartar de mí el miedo de estar sintiendo algo auténtico, y no solo numérico, o administrativo, o rutinario; cuando de algún modo resucitó otra vez mi yo intangible habitualmente enterrado en mierda legal aceptada, entonces ya supe que me tocaría esperar. A veces es así. Da igual lo práctico o decidido que seas, de hecho a veces esas cualidades solo te llevan a comportarte como un gilipollas (es decir, aún más). Esperar…
No podía hacer menos que, al menos, agradecerte la resurrección.
Y ya está.
Archivo por meses: mayo 2013
Tres «cartas autoconcluyentes» a Beatriz* (2 de 3)
Decir: ¿Pueden salir todos de la habitación menos ella, por favor?… (Así en genérico.)
Pero nunca funciona, ni como indirecta, nadie se mueve, tampoco ella; de hecho es probable que ni se dé por aludida (aunque es mejor eso a que se sobresalte y sea ella la única que se vaya…). O bueno, quizá se da por aludida pero disimula, porque hay un montón de tíos mejor preparados que tú aquí (y quién puede culparla). Incluso pueden hablar en otros idiomas cerca de ti entre ellos para que no les entiendas, y hasta ligar con ella sin que te enteres de casi nada hasta el morreo. No hay subtítulos, y aunque hablen en inglés hay demasiado ruido y filtros como para que llegues a pillar algo con tu escaso dominio del idioma.
O decir: En serio, esto no te lo puedes tomar en serio…
Para no asustarla. Y que no sepa lo que sientes de verdad. Puede que cambiar tu look ayudara; algo en esa línea en plan “me preocupa demasiado qué me voy a poner, aunque no lo diga”. Algunas agradecen eso si va acompañado de medallas. Porque “él” es un… porque no le importa acentuar su lado femenino, y es tan encantador, y tiene amigos gays. Pero tú no podrías… no podrías hacerte pasar ya por eso. Eres muy abierto y tal, pero eres de provincias, un poco bruto en el fondo, de barrio, solo conoces gays de la tele. Eres como de la periferia del entorno que ella habita. En fin, Tú, Yo… ya sabes, esto puede afectar a cualquiera, pero aquí la diana sigue siendo Beatriz* (aunque no hay intención pasivo-agresiva).
O decir: No, estoy bien, no me pasa nada…
Para calmarla. Esa frase es un intento absurdo, como cuando un crío herido en su orgullo grita completamente rojo, con los ojos hinchados y las lágrimas goteando: ¡No estoy llorando!
Pero aun así a veces funciona, porque aunque ella no te crea, puede que decida hacer como que se lo cree… para sí misma. Las autonegaciones y demás siempre están en juego también; nunca hay que menospreciar la capacidad que todos tenemos para negar la realidad que tenemos frente a los morros. Han florecido familias de esas falsedades, generaciones y más generaciones producto de diálogos en los que alguien se ha querido creer frases como “No, estoy bien, no me pasa nada”, entre muuuchas otras. No importa, al fin y al cabo lo importante es que ella esté bien, ¿no?, ¿no va de eso todo esto? Quiero decir, la adoración, no estas líneas en sí mismas, que solo son como pegar una meada para no ir mojado el resto del día (o la vida)…
O decir: Tengo ganas de hacer un montón de planes para los dos, y lo quiero hacer ahora.
Que es algo así como dar aliento a la muerte. Y Beatriz* no está muerta, no es la del paraíso de Dante, ésa era Beatriz, aquella furcia sin asterisco. La que no quería sonreír para no deslumbrarte más de la cuenta (literalmente). Pero… eso, que no puedes lanzar ciertas frases así como así, y menos que conlleven planes a largo plazo, eso acojona a cualquiera, tenga amigos gays o no. Da igual lo moderno o anticuado que seas, necesitas tu parcela de futuro, pase lo que pase luego; necesitas pensar que nadie te quiere dejar sin eso. Que, como persona aún joven y luminosa, vas a seguir sacándole brillo a un hermoso y lubricado interrogante. Aún durante mucho tiempo. Eso es bonito. Supongo. Tanto para ella como para mí… sí… puede que un poco más para ella.
O decir: Podríamos disfrazar el sexo de viaje vacacional para tener de una vez una habitación lejos para nosotros.
O sea, proyectar decir eso si alguna vez… Convertirte en el tío definitivo que diga eso tras el cual no haya ya más (). Lo cual da una rabia cuando uno imagina a otro diciéndo(selo)lo… Esos mamones que tachan casillas y nombres y se les da tan bien vivir…
Pero te quería contar una cosilla (y ahora ya no me hablo a mí mismo en segunda persona; ni de ti en tercera)… Esto fue todo producto del mismo principio por el que uno come o incluso se autodestruye o autosupera (necesidades primarias). Y aquí se llamó Helena* (no la Helena del caballo de madera y la guerra, los mitos o Brad Pitt), aunque obviamente era solo un capricho, como una moda, y aquí la estética también tuvo mucho que ver. Ésta sonreía y no necesité gafas de sol, la cosa iba más bien de chupetones y vidas paralelas (mi entorno apenas te conoce, pero aun así me da vergüenza hacer ciertas cosas sin… ser tú, y que alguien lo sepa). Y mientras hacía todas esas cosas que haces a veces simplemente porque te dejan hacer, no me sentía como un Paris real. No sé si lo había. Más bien era un intento idiota por huir de ti unos minutos, aunque no servía de nada, porque siempre coincidía que todo pasaba dentro de las ocho o nueve horas diarias en las que pienso en ti. Yo no era Paris ni quiero ser Dante, aunque seguro que lo querría si fueras la Beatriz sin asterisco, aunque tuviera que comprarme unas gafas de sol graduadas para verte sonreír, cosa que me da una pereza horrible (lo de las gafas, no lo de verte sonreír). Así que eso pasó, y no fue la única vez. Pero la vergüenza me impide sacar más de lo que yo considero trapos sucios; eso de meter la cabeza bajo la falda equivocada. Y es que sigo sin tener amigos gays (y si los tuviera no necesitaría apuntarlo en el currículo).
No es nada, solo se trataba de hablar un rato con algo que no fuera la almohada. No volverá a pasar. NO.
Tres “cartas autoconcluyentes” a Beatriz* (1 de 3)
De todas formas esto no será significativamente leído, pero al menos quedará escrito, o marcado, como una pintura rupestre, y puede que descubierto con el tiempo, aunque sea solo para levantar cejas de desconocidos, o para indignar o hacer sentir un agradable calor en los pechos seguramente equivocados (no me refiero a las tetas sin más, aunque las haya, y seguro muy bonitas). Si me preguntaras si pienso en ti cada día y a todas horas –y aunque yo entienda que eso suele ser solo una forma de hablar–, pues yo diría que no; puede que solo lo haga unas ocho o nueve horas al día… Y creo que no es menos que antes (porque esto hace ya tiempo que dura), pero ahora lo sobrellevo mejor. Antes me tenía que centrar cuando me daba la sensación de que me iba a estallar el corazón, y respiraba hondo. Contenía el aire unos segundos, y luego lo expulsaba lentamente. Eso me calmaba durante unos cincuenta segundos.
Desde aquí abajo no es fácil verte. Pero supongo que Pareja Estable existe o existirá, y es posible que con el tiempo llegue a existir también un buzón de los Estable. Pareja Estable y Beatriz* Estable. Y claro, podrían llegar –a poco tiempo pasar– algunos pequeños Estable, puede que una Beatriz* Junior, o algún Oriol Estable. Tú ya sabías que eso conmigo podía ser complicado, supongo.
Aquí abajo las cosas no han cambiado mucho. Sigo muy ocupado odiando a mucha gente, creyéndome de alguna forma superior a ellos, y siendo en el fondo tan patético como ellos. Pero he de decir que hago un gran esfuerzo por serme sincero, por no traicionarme más de la cuenta. Eso obviamente hace que las cosas no sean fáciles. (Más bien así se hacen casi imposibles.) Sospecho que la sociedad tiene siempre un plan para todos nosotros, y que es un plan nada fácil de llevar a cabo, pero factible. Es decir, como es bastante chungo, eso hace que la gente se sienta digna aunque todos hagan lo mismo, porque cuesta mucho esfuerzo hacerlo. Eso, creo, hace que la sola idea de hacer algo distinto ni se les pase por la cabeza, o hasta les resulte una irresponsabilidad el mero ímpetu del intento. La verdad es que se nos sigue dando genial lo de ir en rebaño. Teniendo en cuenta eso, quería decirte que tengas cuidado con ese potencial Pareja Estable, porque tú estás allí arriba, es obvio que tienes algo, y se me pone el estómago del revés al imaginarte rebajándote a ciertos niveles de acción y percepción con tal de parecerle alguien común y “manejable” al Tipo Recto de turno. La sola idea me parece algo vomitivo. No te culparía, porque no sería capaz (dijera lo que dijera), pero esto ya es suficientemente doloroso tal y como está como para que algún día te descubra vacía de ti misma en algún ambiente recurrente.
Ya sé que parezco como muy exigente o potencialmente hipócrita o lo que sea, pero no se trata de eso; simplemente me consuela pensar que sigas por ahí viva y coleando sin haber dejado de ser de verdad lo que eres. Sé que es un consuelo estúpido, pero uno a veces no elige lo que le consuela. Eso no quiere decir que fuera yo capaz de humillarme en un futuro (algo así como cuidar a los pequeños Estable mientras Pareja y tú os vais por ahí a tener sexo en otra franja horaria), pero podría llegar a estar peligrosamente cerca de de la autovejación. Puede que en próximos capítulos.
A veces el aire se hace irrespirable por aquí abajo. Ahora es una ironía mi ateísmo. No parece encajar con mi actual relación (o no-relación) contigo. A veces oigo un cada vez menos metafórico ruido de algún pequeño cauce de agua o líquido, aunque suena poco a río llegando a sitio alguno si me detengo a escuchar. Luego surge una imagen que se va haciendo cada vez más nítida; a veces aparece justo en ese momento en el que no duermo ni estoy del todo despierto. Salpica ese líquido y se añaden nuevos matices tanto al ruido como a la imagen. Lo siguiente es ver unas bragas a la altura de unos tobillos y a una chica sentada en el trono; alguien que no ha puesto el pestillo y se queja aun medio riendo. Yo te interrumpo y digo que solo voy a lavarme los dientes. Dices que no te gusta hacer pis acompañada y yo digo que incluso me pone verte hacer pis. Finalmente siempre salgo del baño y tú solo has fingido enfado. Y en serio, no voy a volver a escribir más sobre esto.
Vorágine
La primera frase es muy importante. Hecho. Aún no ha cambiado nada (en mí), tampoco el grado de cinismo. Siguen las pulsiones intactas, todas las de los últimos años. Las malas y las buenas. Las pijadas y las vaciladas y los romanticismos (baratos o no). Las mierdas a todos los niveles, literales y metafóricas. Los tacos. La vaga sensación de inutilidad, de hincharse para poco después deshincharse. De ego. De búsqueda del halago. De codearse con quien sea siempre que habite la risa teatral del infierno. No maduro, porque solo las frutas lo hacen. Al menos no me engaño demasiado, o no con las cosas con las que la mayoría se engañan. Eso no me hace fiable, claro (creo), al menos en la versión oficial (que es la que cuenta), la M se dio cuenta. Puede que también el resto de letras. Lo abstracto sigue girando más bien lejos de mi alcance. La magia. Todo es un intento desesperado por encontrarla. Por Volverla a Tener (de haberla tenido ya). Añorar no es ver todos un álbum de fotos rancio, la añoranza debería funcionar con los ojos cerrados, en privado; no creo necesaria esa popular pornografía de los recuerdos. Y la autodestrucción… qué decir de esa amante común; de unos por abrazarla, y de otros por tener la ocasión de acusar a los demás de albergarla; si estos últimos creen que tienes tendencia a tratarte mal (o lo que ellos consideren tratarse mal), tienden a alejarse, creen que se les podría pegar algo. Esos mismos que no se reconocen guerreros de jerarquías, pero que necesitan rodearse solo de lo que ellos consideren individuos de su misma especie. Hay tantos tipos de odios, de apologías de la separación de grupos (excepto quizá en clase, donde haría más falta). Apologías Aceptadas. Por los intocables, dignos, respetables. Ciudadanos. Miserables, criaturas políticas futuras en los mismos raíles que las presentes. El señor Cabeza de Euro, responsable por la mañana y por la tarde, sacrificado desde el primer día de su vida en un aula, y luego en una molona oficina (porque él había estudiado y no iba a hacer trabajos de bajo perfil, ni de coña), y luego multiplicándose, teniendo al menos un par o tres de Cabecitas de Euro, proyecciones de futuro. Yo me sacrifiqué y ahora vosotros os vais a sacrificar. Para ser dignos. Bajaos los pantalones e intentad tocaros los pies con la punta de los dedos, ahora quedaos así hasta que os diga; enseguida vendrá mamá, luego papá, luego vuestros profesores, puede que algún buen párroco, jefas de personal, luego los competidores. Y ellos serán los que carguen con el gran cilindro fálico de la vida correcta, pringado con el lubricante de Dios (si es que no queréis que todo el mundo piense que sois vagos y maleantes). Sonrisa. M formará parte del pasado junto a las otras consonantes y vocales. Antes vuestros tíos os preguntarán si tenéis novia, a partir de… qué, los seis años, quizá antes. La presión os ayudará (que sí). Seréis vosotros mismos de la misma forma que vuestros padres fueron ellos mismos: el Señor Euro y la Señora Lavadora. O mejor: la Señora EuroMaternoLavadora. El Señor Moneda, la Señora Moderna. Y esos nuevos AA, los partidarios de las Apologías Aceptadas son los nuevos drogadictos anónimos, enganchados a las drogas “legales” actuales mientras critican el tabaco. Algunos ni tan siquiera creen que deban ser legales (ellos mismos). Pero aún no se reúnen ni reconocen sus adicciones a lo Normal, a Mamá y cómo era ella, a los Consejos de Papá, a cualquier trámite burocrático del que después quejarse (aunque en el fondo se quisieran quejar de otras cosas, cosas quizá demasiado profundas para que puedan aún reconocerlas, o que no las reconocen por no saberse aún los nuevos AA). Uno no se daba cuenta de hasta qué punto se estaba poniendo en peligro la primera vez que le pasaron lista. La Ratita del Salón del cómic no era un personaje reconocible para ti. No era Minnie Mouse, era algún personaje anime; debía tener unos 17 años, entre los 15 y los 19 (las tetas a veces despistan), y te miraba y eras incapaz de hacerte una foto con ella; no por reparos, sino por no sentir a esa chica en tu mundo, tu mundo avergonzado constantemente; se podía considerar que era una chica creativa (era un buen disfraz), desinhibida, feliz, atrevida, como si realmente fuera ella misma. Como si de verdad hubiera sabido sortear todos los rollos sectarios de las instituciones, los miedos del sistema educativo, las amenazas de lo desgraciada que sería si no aprobaba un montón de exámenes estandarizados. Era como si no perteneciera a ese porcentaje obsceno de personas responsables que se sienten con la necesidad de tener cierto Sentido Común único, quizá Hijos, y Habitaciones que enseñar a los amigos. “El piso es sencillo, pero nos gusta así.” Entonces estás a punto de pisar un gato que tiene nombre y todos te miran como el soltero irresponsable que eres. Demasiado tarde para ti, no tienes lo que la Ratita tiene. O bien te has dado cuenta de ciertas cosas demasiado tarde. No tuviste la habilidad suficiente para no tomarte en serio los imperativos “adecuados” de la niñez, de la adolescencia. Junto al batiburrillo de pseudocreéncias y gilipolleces adultas; esas mismas gilipolleces que otros de tus contemporáneos (las mayoría) han continuado alimentando, mientras otra generación entera vuelve a formarse olvidando… eso, cultivarse, ser personas únicas, encontrarse a sí mismas más allá de los putos fines de semana en la montaña de los cojones (que les importa cuatro mierdas). Tifón académico, viajes, idiomas. Si les das a elegir entre saber cinco idiomas o descubrir que estos “sólo” son el medio para profundizar en la vida, te preguntarán en qué hay que profundizar; al fin y al cabo si sabes cinco idiomas hay un montón de trabajos que odiarás disponibles para ti. El medio es la clave, la hoja de papel de circuito cerrado, sin confusión, el nombre de tu mascota, el plan apuntado en un post-it enganchado en la nevera, la ocupación, el entretenimiento, el reproductor de películas, el sillón nuevo. Hay muchos motivos por los cuales trillones de jubilados solo saben seguir reformando el puto piso o la casa aun sabiendo que están en la fase final de sus vidas: y el principal no suele ser que tengan una vocación extremadamente honesta en cuanto a la albañilería. (Y saber llevar esta última línea de pensamiento hasta algún tipo de conclusión, proporcionaría alguna de esas grandes Respuestas. Grandes, y Humillantes.) “Mi abuelo no es así.” Tu abuelo es así, tu padre también, y tu hijo también. No estás enfadado conmigo, que sí, que tienes razón… Solo te daré un buen consejo, si intercambias fotos obscenas con alguien, procura no confundirte de correo, no te despistes: tu vida seguirá igual, pero al menos vigilar eso te servirá para tu vida paralela… Saludos a tu abuelo. Dile que le dé duro, que tumbe ese tabique, de todas formas eso es mejor que ver la tele (si es que no dan el partido). Una clave en todo esto parece ser a veces el fútbol. Aficionados al fútbol. Yo lo fui hasta el fanatismo, hasta los 18 o 19 años. No había nada más en la vida (aparte de los instintos y las reacciones fisiológicas, como querer mear o cagar, o comer, o follarse a quien entonces fuera M). Todo era fútbol para mí, hasta que de una forma natural –y obviamente sin darme cuenta (en aquel momento era aún más imbécil que ahora)–, descubrí que el mundo está lleno, repleto de cosas, está a reventar de estímulos, y no solo eso, está rebosante de esos estímulos, sí, pero además estos van mucho más allá de la emoción efímera del gol de un (casi siempre) idiota con suerte que gana dinero al mes como para ahogar a un caballo con billetes de cien. Lo triste es que hubiese bastado con una sola asignatura teórica de fútbol en el colegio para que todo el mundo lo considerara un rollo aburrido e intelectual, algo más de lo que hablar en las entrevistas de trabajo. “Me dice que sabe cinco idiomas, pero… ¿sabe explicarme el fuera de juego?”. Coges el paquete de tabaco y el cenicero, y usas una mano para hacer de delantero, los objetos son los defensas, si el delantero está por delante de los defensas cuando el balón sale de la bota de quien da el pase, es fuera de juego. Siguiente clase, examen sorpresa, no es mi culpa si nunca estudiáis, pero si habéis estado atentos en clase lo aprobaréis. Lo que pasa es que si no estás motivado no sabes lo que significa “delante de la defensa”, porque no sabes quién está delante y quién detrás, cómo has de mirar el terreno de juego. No levantes la mano para preguntar, tienes treinta y cuatro compañeros que quieren que la clase siga y no la vuelvas aún más tediosa, y vais todos juntos. Y luego, trabajo grupal, tendrás que hacerlo con quien te diga el profe, con aquellos que te caen mal, porque así es como las cosas mejoran, con cojones, mirando al frente, comparando, haciéndote amigo de TODO el mundo. O eso o tendrás que aprender a fingir, la ventaja es que la gente adora eso; si mucha gente follara igual que vive, no ganarían para muñecas hinchables. Es ese amor por lo artificial, a todos los niveles. El descontrol no suele ser tal, la mayoría de veces solo es un resquicio de naturaleza colándose en el pastiche sintético que has montado con tu vida. “Pasad al baño, mirad, bueno, tenemos dos, DOS, uno está cerca de la habitación y el otro cerca del comedor, subid, os quiero enseñar a los gatos, GATOS, también tenemos dos, y por cierto, nos han invitado a otra boda, BODA, aish… ya no nos acordamos del último fin de semana que no tuvimos compromisos.” (¿Orgullo?) Y así sigue todo, siguen cantando los pájaros de mentira, aunque antes eran analógicos y ahora son digitales. El arte solo es un eco del que oímos hablar, cosas raras. Lo normal es tener dos baños y dos gatos y a los críos en el colegio, allí sabrán qué hacer con ellos. Gente formada para ello. Mientras tanto, tú no, tu bajas escaleras y cada vez huele más a cerrado, con tus sólo dos idiomas e intentando interesarte por la vida como si eso fuera productivo; o peor aún, por las abstracciones. Leer libros de los que no has sacado más partido que simplemente el placer de haberlos leído. No hay quien lo entienda. Has perdido tanto el tiempo, es vergonzoso. Perdido en esa vorágine de estímulos potenciales que ofrece la vida. Sin Iphone aún, sin billetes de avión, sin inglés, sin gatos, ni perros, escalera abajo, y cada vez huele más a azufre. Sin remedios caseros ni habilidades domésticas. Lo contrario al novio ideal, al yerno ideal, al consumidor ideal. Ya apesta a lo que haya en el fondo. La pesadilla de cualquier suegra; lo inadmisible para cualquier suegro. Ni siquiera puedes explicarte de modo que te entiendan aunque solo sea un poco. “Haz lo que quieras con tu tiempo libre, pero pon el culo como todos el 90% restante de vida.” No puedes explicarles que seguir cediendo a esos imperativos podría estar siendo el primer y mayor error. Atrapado en tu pupitre, con el cilindro de Dios haciendo que sangres, el lubricante mezclado con la sangre, por un buen futuro. “¿Qué os ha parecido el piso?” El piso está genial, el problema es el relleno. Los nuevos fantasmas siguen surgiendo, no mueren con las generaciones viejas. Fantasmas físicos, follan entre ellos, se independizan juntos, se mantienen ocupados, lo inundan todo, y, cuando unos pocos llegan arriba, cuando de verdad «triunfan», cuando logran atesorar poder y bienes, se dedican al montaje de cilindros fálicos, aun ellos mismos con heridas anales, heridas del pasado que no dudan en olvidar. Conoce a una chica en un ascensor, que no es la letra que sabes, detén el ascensor con ese botón que suele haber, sonríe a la chica, así, hasta que ella ceda (lo llaman conquista), luego dile que así ya estáis bien, tenéis todo lo que necesitáis, aunque ella no sea tu letra y tú seguramente tampoco la suya. Con el tiempo os olvidaréis de si el ascensor iba hacia arriba o hacia abajo, o cuál era vuestro destino físico. Fabricad un destino casual abstracto premeditadamente espontáneo. Salid de vez en cuando a por provisiones, resoplad saludablemente cada día hasta el fin de semana con del cilindro de la dignidad. Repetíos que todo podría ser mucho peor, la tele os ayudará con eso, seguid mirándoos en vuestro espejo favorito, el pasado de otros. Y, finalmente, reuníos con más habitantes de ascensores, otros modelos pero igual de modernos. Quedad con ellos para lavar esos ascensores los domingos con ropa cómoda. Y mantened el silencio en relación con todo lo que sea relevante, a excepción del dinero, y puede que también de lo tocante a cómo os han dado por culo esa semana con el cilindro. Compartid, pero sin trascender lo logrado. No sois tontos, conocéis el mundo, no os van a dar el cambiazo. Tachad, numerad, avanzad, caeros, levantaros (¡sonrisa!), contad, lunes, martes, viernes, sonrisa, etcétera, empezar, repetir. Pero tú no…, tú bajas. Las enumeraciones, tú querías que desaparecieran, que no fueran el centro de todas las cosas. Pensabas más en colores, en colores en un sentido emocional, en sensaciones reales, más allá de lo fugaz del orgasmo masculino. Pensabas más bien en un entorno femenino, a varios niveles, tonos de atardecer. En realidad no era tan distinto a lo conocido; de hecho incluso puede que fuera los mismo, gatos incluidos (por qué no). Es decir, lo mismo pero genuino; o sea, no necesariamente cuando todo el mundo, no necesariamente como todo el mundo, no con el mismo estilo, no por imitación o miedos post-académicos mutados en dos lavabos en un piso que necesitas enseñar para que todos vean que no te equivocaste (porque supiste conseguir lo mismo que ellos, o lo que se supone se ha de conseguir). No se trataba del qué, sino de que ese qué fuera algo real, y no producto de una puta competición entre los 20 y los 30 años. Rezabas para que un par de generaciones murieran y los hijos fueran distintos y las nuevas hornadas tuvieran otra mentalidad. No pudo ser, no parece poder ser. El mayor logro de ese Limbo terrenal, ha sido el de hacernos creer que éramos libres. Mucha gente aún lo cree. Fallecidos en vida a los veintipocos. Copias de la fotocopiadora de un Dios producto de la mística enemiga de la Aceptación. En lugar de observar y cambiar a mejor, nos inventamos a un creador con la gran excusa de que es imposible demostrar su inexistencia total. Muchos no han creído que yo, que tú, que los putos gatos o los maestros de escuela amargados, pudiéramos ser espirituales también, aunque no tragáramos porque sí. Aunque algunos nos caguemos en la madre que los parió cada vez que nos han querido romper el culo, amparados ellos en la «responsabilidad», en la «integridad», en la puta era del sacrificio aún latente.