Buenos días
(Casi pediría perdón por esto, pero ahí va.)
Le informo:
La cabaña está muy aislada, fuera de la civilización, no hay nadie a muchos kilómetros a la redonda (esto era cierto). Por las noches –dicen las habladurías– merodea por el bosque el que llaman El Merodeador, el fantasma de un leñador. Dicen también que se ha cobrado ya varias víctimas, excursionistas desaparecidos. Además la casa tiene un pasado perturbador, un padre de familia mató a golpes a toda su ídem dentro estando de vacaciones. Luego los enterró, más tarde se arrepintió y los desenterró, alguien aseguró que le vio haciéndole el boca a boca al cadáver de su mujer mientras sus hijos muertos miraban (hay mucha discusión sobre este último dato…), y que luego se suicidó. Al parecer, por las noches se aparecen allí los chavales, un niño de ocho años y una niña de siete. La madre se refleja en el agua de la bañera, y el marido en cualquier espejo que haya o uno lleve a la cabaña. También se dice que uno de los árboles cercanos susurra palabras justo en el orden en que aparecen en el diccionario (actualizaciones de la RAE incluidas, juro que se me dijo esto tal cual). Aunque se comenta que es posible que no sea el árbol en sí quien susurra, sino el mencionado Merodeador (¿un ex académico de la lengua renegado y auto-condenado al exilio de la civilización?), o algún otro espíritu escaso de lo que se llamaría paz post mortem. Todo lo dicho es la información que me llegó. Parecía ser todo muy vago (además de… ya sabe, la flipada habitual). Ni aun en un contexto de credulidad notable se podía esperar algo (o sea, ¿el fantasma de un leñador que mata a la gente?, etc.).
A sabiendas de todo este refrito informativo, pasé tres noches en dicha cabaña. Solo topé con mosquitos y otros bichos, algunas arañas, ni rastro de los críos. Hice algunas pruebas, tomé algunas grabaciones, hablé solo intentando que alguien contestara, ya sabe cómo es. El reflejo del agua de la bañera solo era yo asomándome con el techo de fondo. Y nunca me he mirado tanto al espejo…
Para cuando me fui de la cabaña y estuve de paso en la aldea más cercana (bastante lejana), en la que más historias me habían contado, casi se escandalizaron de que no me hubiese pasado nada. Es como si ya no esperaran volver a verme. Me costó mucho convencerles de que no los consideraba unos pueblerinos idiotas por no haber muerto o sufrido algún colapso o infarto en la cabaña.
No creo que esto vaya a ninguna parte, sinceramente. Creo que está tirando el dinero.
Releo la carta y quito y de aquí y de allá, la firmo. Añado algún dato y luego algún otro. Decido no mencionar el miedo que pasé en realidad, aunque no pasara nada. Yo ya suelo ir sobrado de miedo, y a varios niveles, no me hace falta gran cosa para eso. Tampoco menciono que según la información de los periódicos de la época, lo de los asesinatos y el suicidio paterno es cierto. Hay un montón de historias así, de gente planeando hacer cosas así y de gente que ya las hizo. Las historias de fantasmas son los restos. O, como alguien dijo, todas las historias de amor son historias de fantasmas. Para bien y para mal. Puede que eso explique la búsqueda –¿inconsciente?– constante de mediocridad a la que mucha gente se somete. Quizá lo que eviten sea la posibilidad remota de la violencia o el mero descontrol. La intensidad. Cuanto más lees sobre ciertos casos reales, menos te interesan los supuestos fenómenos sobrenaturales posteriores y más las personas que dieron pie a las leyendas. La parte real de la historia da tanto miedo o más como las casas encantadas. Hay historias de besos en el parque y de desgarros vaginales, y mucha gente cree que hay que elegir entre uno de esos dos caminos, que no hay término medio. Yo investigo eso, aunque sea a la fuerza.
Cuando pasas por debajo de una rama en la que sabes que alguien se ahorcó, el escalofrío que te recorre la nuca suele ser cosa tuya; lo único que suele pasar es simplemente que sabes demasiado sobre esa rama. La ignorancia no es la felicidad porque sí, hay muchos motivos para ello.
Buenas noches
Acabo de llegar de ese otro lugar. El almacén de los ruidos. Me llevé un saco de dormir. El antro es famoso por haber sido un hervidero de muertes laborales debidas a la defectuosa maquinaria pesada. Ya sabe, espíritus que no han sabido irse en paz. Muertes horribles y tempranas de trabajadores que solo querían ver otro sábado. Las grabaciones que tomé están llenas de ecos de mis ronquidos allí dentro. Dialogué otra vez con nadie y me fui de vacío. Aún no sé bien qué intenta demostrar con todo esto, y creo que es justo que sepa que su hija tampoco.
Hace dos años conozco a la que mi “suegro” cree mi futura víctima, su niña del alma. Es una chica joven y está siempre sola en la biblioteca. Cuando sale a fumar yo estoy fuera casualmente también fumando, no es que lo haya planeado ni lleve tiempo con ciertas ideas rondándome por la cabeza, no exactamente… Es un cuelgue natural, algo, como diría cierto colega, más serio que el cáncer. Irónicamente, mi suegro cree que soy la enfermedad paciente y terrible de su hija, de sus futuros nietos. Cree, en resumen, que siento demasiado, que no estoy en paz ni tengo una «salud emocional responsable» (sea lo que sea eso). Cree que soy una especie de hervidero psico-social, un imán de desgracias. Una sociopatía-aún-no-catalogada andante.
Para él soy el padre de familia de una futura casa afligida por mí.
Ella se llama Sandra, su versión es que su padre no quiere saber nada de eso de que su niña ya tenga más de 7 años. Después del día del encuentro casual forzado en la biblioteca, comenzamos a salir. Es a la siguiente navidad (meses después) cuando conozco a sus padres. Su madre es introspectiva (mucho) y callada, y su padre enseguida me mira como si yo tuviera planes abominables para el futuro, planes de los que no soy consciente. Me lo dice sin titubear entre polvorón y polvorón. A mí me da por reír, Sandra se enfada, y su madre no dice nada y se va a por otra bandeja de turrón.
Creo que el problema fue mi nerviosismo, mi avalancha de sinceridad. Pero no una sinceridad muy verbalizada. Lo que asustó al padre de mi novia fue que vio que la quería. Es decir, no como se quiere en base a ciertos «convenientes» planes de futuro (como cuando el amor es más una forma de hablar que un hecho); vio que la quería de verdad, que perderla me supondría demasiado dolor para poder superarlo. Eso fue lo que pensé al principio sobre todo este asunto en cuanto a la percepción paterna, y quizá no estaba muy alejado de la verdad. Lo que mi potencial suegro cree es que quiero demasiado a su hija para no hacerle daño. Tanto a nivel sentimental como físico. El hombre desarrolla una teoría a partir de la cual cree tener la certeza de que las familias en las que acaban sucediendo desgracias con sus propias psicofonías futuras, son aquellas en las que de verdad hubo Amor, Ataduras, Carencia de raciocinio, etc. Soy un peligro potencial, porque no soy un Novio al uso. Pretendo de verdad a su hija. No es que quiera una compañera para mi vida o tenga miedo de hacerme mayor y quedarme solo: quiero a la chica desde un sentimiento de Irracionalidad y Protección que no puedo sostener. Lo que mi suegro cree, para poner un ejemplo sencillo, es que si un día la pillara tirándose al fontanero, mi siguiente paso sería conseguir una escopeta y salir en el telediario.
De entrada intenté hablar con él. Pero no siempre sirve de algo hablar. Lo fastidioso de la vida es que hay demasiados asuntos pendientes siempre como para querer convencer a nadie de que no vas a matar a su hija. La vida o no vida después de la muerte, el castigo o recompensa divinos, el infierno, las consecuencias, las decisiones. Yo soy para mi entrecomillado suegro lo que alguien que vomita demasiado con arameo para un cura. Aunque por raro que parezca, el hombre no es muy espiritual, solo tiene miedo, está aterrorizado ante la vida y ante la muerte. Y sobre todo no entiende que lo que está haciendo es aquello de lo que me acusa a mí. Y también por su hija.
Hola otra vez.
Esta es la décima casa/antro/almacén a la que me ha hecho ir, las estoy contando. No ha pasado nada, otra vez. O bien: ha vuelto a pasar nada. Solo un extraño dentro de otro lugar abandonado. Creo que estoy cogiendo fama de friki en varios barrios. Para más señas, esta vez la historia era de lo más tétrica, aunque nuevamente coincidía poco con sus fuentes… Ninguna mujer había degollado a un bebé. Una mujer embarazada había sido sacrificada para un ritual satánico. Además, ahora el edificio no está completamente vacío. Hay un sótano en el que se celebran encuentros de Alcohólicos Anónimos. Estuve un rato allí, hablé con algunos de los miembros. Tienen esa lista de doce pasos para dejar de beber. La mayoría bromeaba con el decimotercero: volver a la bebida. No conocían ninguna leyenda sobre el edificio. No sé qué más decir. Es entretenido escribir estos informes para usted, pero ya sabe.
PD: No soy un asesino.
Sandra tiene una conversación estéril cada semana con su padre, intenta ayudarme. Lo enfoca todo desde el punto de vista económico para intentar que frene. Todos esos trastos que el hombre ha comprado y sigue comprando para que yo pueda investigar a fondo, convencerle de mi futuro sin violencia, cazar fantasmas… Lo que yo tengo que hacer es dialogar con alguien muerto, hacerle preguntas. Mi suegro el de las comillas no quiere pruebas de que hay fantasmas, él da por hecho que los hay, lo que quiere es que les haga entrevistas en profundidad. No quiere ruidos que piden socorro en una grabadora, ni vídeos con detectores de movimiento volviéndose locos sin nadie a la vista. No quiere sombras extrañas ni niñas serias de camisón blanco que se aparecen en pasillos de hoteles suntuosos. Lo que él quiere es que yo me relacione con el otro mundo, quiere que tenga una relación estrecha con alguien a poder ser adulto, alguien que haya sido asesinado o que se suicidara después de haber asesinado. Hasta llevo un papel siempre conmigo con preguntas (que yo no redacté) a las que me tendrían que contestar, con las que tendría que volver una y otra vez al lugar en el que captara algo raro. Si ya parece fuera de lugar preguntarle a un vivo si está enamorado, figúrate a un fantasma. Lo que necesito es a alguien muerto que me diga que no se cargó a su mujer y a las gemelas por cuestiones de posesión y dependencia emocional, sino que simplemente estaba tarado y tenía sed de sangre. Eso quiere el vejestorio obseso de mi “suegro”: pruebas. O bien que su hija se líe con alguien que solo quiera quitarle las bragas…
Qué tal está…
Este fin de semana tenía cosas importantes que hacer. Pero claro, no tanto como investigar la casa chunga número 16… Esta casa tenía el interesante historial de tres niñas asesinadas por alguien con un cargado currículo de varios conatos de abuso de menores. (En serio, tiene que hablar con sus fuentes…) El tipo desnudó a las niñas, las trató como si tuvieran 18 años un sábado y luego las destripó al estilo londinense… Pero la grabadora ha estado muy ocupada encargándose de los coches que pasaban por la calle, de algunos mosquitos, y de mis ronquidos otra vez (me está comenzando preocupar eso…). Me va a ser difícil mantener una conversación mundo a mundo así.
¿En serio cree que le enseño estos correos a Sandra antes de mandarlos? Y si se los enseño, ¿qué más da? Le diré una cosa, no le enseño nada. Es más, su hija me interesa también a nivel físico. Y mucho. Si se quedara paralítica o impedida de algún modo, es muy probable que la dejara yéndome por la puerta de atrás. Tampoco aceptaría amputaciones, ni siquiera episodios tempranos de alzheimer o similares.
PD: Solo le busco las cosquillas. Pero sepa que aún no siento el impulso de hundirle a nadie un cuchillo en el pecho.
Por raro que parezca, el tono de los correos no molesta al obstinado Padre. Raramente los comenta en voz alta, y está convencido de que me esfuerzo en parecer un imbécil para que él pueda respirar tranquilo y dejarme en paz. Alguna vez defendió en voz alta, eso sí, la estabilidad de la familia tal y como él la entendía. Estamos hablando, cabe decir, de alguien cercano a los setenta años. Su forma de pensar tiene más que ver con la idea de edificar algo en relación con la continuidad del árbol genealógico, que con buscar ser feliz o nada por estilo, cosas que seguramente asocia más –y solamente– a los anuncios de cerveza o móviles. Su percepción de la realidad y de la ficción, e incluso de la publicidad, no es tanto la de alguien cínico, realista o conservador, como la de un Lord de 1912. Hay una serie de objetivos que él quiere cumplir, y está convencido de que el sentimentalismo es un bache. Está aterrado con la perspectiva de que todo comience a ir mal cuando él muera, y hasta he llegado a temer (sin comentarlo con nadie) que pueda intentar alguna clase de suicidio o muerte absurda que a él le encaje con la idea de poder quedarse después a merodear por casa.
1- ¿Puede confirmar en voz alta que es un espíritu o fantasma y que por tanto no es de carne y hueso?
2- ¿En qué circunstancias falleció?
3- ¿Estaba emparejado o casado? Y si es así, ¿cómo definiría su relación con su pareja?
4- ¿Tenía hijos? Y si es así, ¿cuál es su idea de una educación correcta y responsable?
5- ¿Puede repetir su nombre, su estado civil de persona viva y su número de hijos?
6- ¿Cree que su situación podría haber sido distinta?
7- ¿Qué volvería a hacer si se le diese otra oportunidad?
En el lugar malrollero número veintisiete tengo que salir corriendo, de hecho aullando como un crío, y buscando –mientras hago atletismo nocturno por cierto polígono industrial – a alguien, a quien sea. Hasta pensé en llamar a la policía.
Antes de dormirme en mi saco de los sábados, y después de haber intentado captar algunas psicofonías, oigo cómo una voz susurra dos veces mi nombre. Una de esas voces que igual podría ser de un tío o de una tía, de un chico o una chica, de una niña o de un crío. Un susurro rápido. Incluso me pareció sentir el aliento de alguien en el cuello. Encendí la linterna y no vi nada, solo el amplio almacén, palés abandonados. Mi zona estaba despejada y a nadie le había podido dar tiempo de esconderse. Intenté calmarme; comprendí que tenía que haber sido un sueño, uno de esos sueños que te invaden cuando aún estás casi despierto, cuando solo una fina capa te separa de la realidad. Llegué a reírme de mi ingenuidad. Me puse en posición fetal.
Cuando cerré los ojos para intentar volver a dormir, esta vez la voz pronunció mi nombre una sola vez y vocalizando lentamente con un susurro imposible de ignorar… Entonces encendí mi linterna, no había nadie. Casi lloriqueando como jamás lo había hecho en la edad adulta, recogí mis cosas y salí echando hostias del siguiente lugar: Hace setenta años en la pequeña fábrica reconvertida en almacén reconvertido en antro de fantasmas, algún tipo de jefe se dedicaba a acosar a sus empleadas. Pero pronto no bastó con el sexo forzado. El tipo quería emociones más fuertes, y comenzó a torturar y matar a las esforzadas mujeres. Todas esas mujeres desaparecidas. Necesitaban el trabajo, y él necesitaba satisfacer sus cada vez más exigentes necesidades.
Por fin una mujer le hizo tilín al tipejo por encima de las otras, aunque no era una trabajadora. Tras eso, cerró la fábrica. Su obsesión emocional y psicópata estaba engullendo el resto de aspectos de su vida. Salió con ella durante tres meses. El sexo pasó de cuidadoso a duro, de duro a incluir cachetes, de eso a más cachetes, de cachetes a golpes, y tras unas cuantas sesiones de golpes, la chica le dijo al tipejo que quería cortar la relación, que ella buscaba otra cosa.
El tipo no quiso asumir tal decisión de su novia. Un día, con cualquier pretexto, quedó con ella y la llevó a la fábrica cerrada. Se dice que a partir de ese día la torturó durante siete meses. La alimentaba y drogaba según lo consciente que la quisiera. Estaba desnuda y maniatada. Llevaba una mordaza. Cada día soportaba nuevas formas de sufrimiento. Había sido, sin duda, su víctima favorita. Aunque no la última.
Cómo andamos…
Este sábado quería tener una maratoniana sesión de sexo reprochable, irresponsable y nada higiénico con su hija. Pero entonces he recordado que tenía una cita con su antro número veintisiete. Ya sabe que jamás me perdería una cita con lo desconocido…
El caso es que sus fuentes esta vez estaban bastante en lo cierto. Se trataba de un tipo que se cargó en tiempos a unas veinte mujeres de las que trabajaron allí, pero por lo que sea la que más acabó pagando fue una camarera de 25 años con la que practicó una especie de Inquisición personal durante meses. Estoy seguro de que estaba muy interesado por saber cuánto teníamos ese tipo y yo en común, pero voy a tener que decepcionarle otra vez.
La buena noticia es que creo estar superando un poco lo de mis ronquidos, ya no resulto tan ruidoso. Así que, en cualquier caso, si me convierto en un asesino, podré ser sigiloso el día en que despierte junto a su hija con intenciones de hacer que expire para que usted pueda decir a grito pelado en el cielo o donde sea que tenía razón…
PD: ¿Su mujer también es tan reacia al sexo anal?
El suelo de cemento parecía crujir y yo latía y me convertí en algo más de lo que era.
1- Soy lo que usted cree que soy, use la palabra que use, y no estoy donde usted cree que debería estar.
2- Fallecí por cuenta propia porque ya no había nadie más, y es duro estar solo, pero lo es más cuando aún hay quien te lo puede recordar.
3- Solo le puedo decir que estaba con quien quería estar, y que la mayor mentira con esto es que se pueda volver a comenzar.
4- La educación es un mito igual que la paz es un mito igual que yo lo soy, al menos por comparación con usted.
5- Ya he contestado a todo eso.
6- Solo debe saber que no controla nada en su vida, nada al menos que tenga una gran importancia.
7- Es una pregunta estéril.