El parque temático-genérico Temible Adrenalina rebosa actividad los sábados soleados. Una extensión de terreno que ha batido cierto récord guinness, con algún número de dos cifras de montañas rusas y todo tipo de atracciones; pero sobre todo un lugar en el que dar vueltas, comer demasiado y evadirse (aunque por algún motivo odio esa puta palabra). Lindando con el desierto de Sonora, recibe cada fin de semana mucha visita proveniente de Periferia Microsoft, y uno, al estar aquí, no puede evitar sentirse mejor, más optimista, menos compungido y más alegre en definitiva. Esto seguramente se dé por el efecto que provoca en mí la idea de estar como adulto ante atracciones enormes que te hacen sentir tal que un crío; es, quizá, tan sencillo como eso. Mi discurso oficial es un tanto distinto y bastante más cínico, y es cierto que me resulta tedioso el que dos meses antes ya te estén planeando un solo día. Pero en verdad, cuando ya estoy aquí, y al ser un lugar de visita puntual, consigo desconectar y sentirme un poco menos crítico y culpable en términos generales. Sea lo negativo o positivo que eso sea, es así. Incluso así, como ya se ve, soy capaz de sentirme culpable de no sentirme culpable, si es que eso tiene algún sentido. ¿Y sentirme culpable de qué?, puede preguntarse alguno. Simplemente de estar vivo.
Voy acompañado de cuatro personas más. Viejos amigos de Periferia que me soportan y a los que soporto (creo que esa es la base de la amistad). Para empezar está Mira mi Mentón, amigo de la infancia, y viene acompañado de su novia, una chica con la que hace planes desde hace casi tres años, Chica Tulipán (alguien con quien me llevo bien igual que te llevas bien con un compañero de trabajo al que tienes que ver obligatoriamente). Luego están Chico Freno y la perpetuamente encantadora Obliteración Condicionada, que no están juntos, aunque Freno siente cierta atracción por ella, aún no sé si muy definida o si solo quiere quedarse a gusto y pasar a otra cosa. También me han dicho que Obliteración podría tener algo de interés por mí desde hace un tiempo, pero creo que es un rumor muy vago, no tanto basado en que yo le guste como en que estoy a tiro y ella hace bastante que anda sin “pareja estable”. Tanto Freno como ella son también amigos míos desde hace años, aunque son conocidos más recientes que Mira mi Mentón, al que trato desde mucho antes de que se “oficializara” su mote.
Somos gente entre los 25 y los treinta y pocos, ellas más jóvenes y nosotros en lo que llaman “los nuevos 40”. Los 30 son los nuevos 40 al parecer, aunque mi actitud lleva unos diez años siendo más o menos la misma, de modo que no he notado épocas de crisis personal o grandes altibajos, ni me han conseguido subir al carro de la filosofía de las revistas y la literatura gilipollas relacionada con mi generación. El estar arriba o abajo anímicamente no me parece algo relacionado con años, números o épocas, sino más bien con días, a veces incluso horas concretas, o hasta minutos. Pero supongo que es demasiado cursi o poco concreto o nada periodístico escribir sobre el reflejo de la luz tenue en el sudor de entre ciertas tetas, la Chica que estuvo contigo en el cine viendo algo de Woody Allen, o la vez que viste salir a Fulanita de la ducha y te sentiste como el puto amo de la montaña. La gente no quiere oír hablar de momentos, les suena a literatura, lo que quieren que les digas es que pueden planear la felicidad entendida como un constante fluir (siempre que les dejes quejarse al menos de los lunes). La simplicidad del pensamiento común es como la ley de la gravedad, con la diferencia de que la gravedad es muy terca y dominante, y el pensamiento común es más bien una opción, una opción que ha forjado tanto vidas tranquilas como vidas felices como vidas horribles y grises. Hay quien dice que la última posibilidad es en realidad la predominante. No seré yo quien diga lo contrario. Hay quien dice que estamos comenzando a darnos cuenta de lo bobos que somos en realidad, que lo de varias generaciones luchando por ser sencillos y normales solo nos ha aportado mediocridad e ignorancia, y que con eso nos hemos fabricado un gran y longevo campo de concentración occidental. Ese campo en el que ser uno mismo es cosa del tiempo libre, y donde Lo Importante es servir a una maquinaria mayor, aunque ésta nos vea como un niño cabrón con una lupa ve un hormiguero. Quién sabe, algunos son tannnn paranoicos…
Un parque temático, por tanto, no es a priori un lugar en el que uno piense que se va a fomentar el pensamiento crítico o idear la semilla para cambiar las cosas a mejor (o simplemente para que las cosas sean algo parecido a lógicas). Un parque temático es otro de esos lugares a los que la gente va para tener conversaciones en las que en un momento u otro te dirán que están hasta arriba y que no tienen tiempo para nada. Es el lugar en el que celebran el haber terminado por fin un puto periplo académico que odian, o el haber logrado llegar a las vacaciones al fin para poder descansar de un trabajo que les da por detrás al estilo asalto de callejón oscuro (aunque muchas veces no lo reconocerán). En estos lugares, de alguna forma, es donde el entretenimiento más básico se encarga de que el adocenamiento más popular siga su curso; estos lugares son los congeladores en los que se conservan los mejores venenos sociopolíticos del mundo. Estos lugares son los que hacen aumentar la leyenda de los viernes: la idea de que tú no eres nada sin bajarte los pantalones, y que solo durante unas horas podrás reponerte, solo hasta que la Polla académico-laboral de la dignidad moderna requiera nuevamente de tus servicios, deba seguir corriéndose dentro de ti y tú tengas que seguir agradecido aun mientras ensangrentas la ropa interior.
Oh, pero ir a una montaña rusa no significa nada, se puede hacer de todo, sí. Poderse se puede. Mientras se te cura el culo el domingo, y teniendo un concepto muy extraño de la libertad.
El pensamiento más profundo al respecto (de lo que sea) de un porcentaje absolutamente estremecedor de la sociedad, será la frase:
“Es lo que hay.”
Es lo que hay y tú tampoco haces nada. Solo rajar. Hola, qué tal, lo mejor es no expresar nada, lo mejor es yacer sin tener una opinión, así podrías estar más a salvo de hipocresías. Buenos días, buenas noches. En un sillón cómodo, y luego en una silla de oficina de alto perfil. Qué digno vas a resultar en las cenas de grupo. O hago la revolución solo o soy sólo un bocazas. La gente no quiere mejorar, la gente quiere a Superman.
Son las doce del mediodía y aún no hemos montado en ninguna atracción. Mira mi Mentón dice que deberíamos ir a una montaña rusa ahora, a alguna de las más cabronas. Es el momento, hace ya mucho que hemos desayunado y nos sentimos bien. Somos jóvenes, más o menos. Obliteración dice que ha mirado demasiado hacia el sol y que ahora no ve nada. Hace cosas así. Pero nunca nos reímos de ella, ni arrugamos el ceño o la miramos por encima del hombro, sería como meter un gato pequeño en una mochila y acuchillarlo. Las buenas personas no son eso que se relaciona con dar montones de dinero o ayudar a las ancianas a cruzar la calle. La diferencia es que si Obliteración ayuda a una vieja en un paso de cebra, en ningún momento del proceso habrá pensado en sí misma. No lo habrá hecho para realizar una buena acción y ser una buena ciudadana, luego no le echará a nadie eso en cara. Lo hará porque habrá imaginado que quizá la anciana sin su ayuda podría ser atropellada y sus tripas se esparcirían por la carretera dando pie a una muerte horrible; la anciana sería el centro del motivo de su acción, y no ella misma. Se movería casi por mero reflejo. Es una de esas personas en las que la bondad viene de serie y nadie se la ha adulterado. Sus rarezas también vienen en el lote, y qué. No se trata de una chica que esté 15 horas al día pesando el modo de provocar que la quieran, y ese es uno de los motivos más poderosos para querer a alguien. Un ser humano merece respeto y amor porque no desea el mal de nadie en ningún sentido o forma, y no porque se lo esté trabajando con ahínco (esto hasta puede ser peligroso). Desafío a quien sea a hacer una lista de diez personas conocidas que sean como O.
El problema de fondo en el mundo no parece ser que la mayoría de gente no sea buena; el problema es quizá que la mayoría de gente quiere serlo, pero por las razones equivocadas; de modo que cuando les tienta el Diablo, fácilmente se vuelven débiles. Así, sin embargo, olvidando escrúpulos, es como ahora se prospera mejor. Por eso hay reglas también para ser bueno, por eso hasta para no ser unos cabrones o unos cerdos o unos aprovechados necesitamos que alguien nos “enseñe” un modo de no serlo, o que nos peguen un toque de aviso o hasta nos amenacen o paguen por ello. Hace poco vi un cartel dentro de un lavabo público. Decía: “No tirar pañales a la taza.”
En la puta taza del váter…
El día de hoy, aun con todo, tiene más de Obliteración que de Ser Humano común. Puede resultar paradójicamente agradable estar en medio de semejante maquinaria para el entretenimiento. El romanticismo moderno –y no creo que esto tenga que ser necesariamente negativo– no tiene que ver solo con prados inmensos, riachuelos o comerse una manzana bajo la copa de un árbol. También tiene que ver con cafeterías, máquinas expendedoras, atrezzos desquiciados y estómagos revueltos bajo raíles calculadamente retorcidos.
Mis potenciales contradicciones me ayudan a soportar notablemente bien ciertas circunstancias. Si no fuera por el día soleado y el ambiente relajado aun con tanta gente por todas partes, este lugar podría ser como una pesadilla, con toda su mezcla de épocas y decorados y disfraces, con todas sus imitaciones no tanto de la etapas de la historia como de las películas que todos conocemos; da igual si son buenas o muy malas, lo único que cuenta aquí es que todos las conocemos, y que podemos celebrar eso, reírnos con eso, y lo hacemos. Es ese momento en que hasta la gente que tiene una vida realmente horrible –y que por cierto a menudo han luchado por tenerla así–, tiene motivos para disfrutar. Disfrutar de la vida, a veces (pero no nos flipemos, solo a veces) es sencillamente ausencia de puteo, ausencia de dolor, sumado al no tener que mirar el reloj cincuenta veces durante la jornada para ver si ya se está acabando de una maldita vez.
Esperamos en la cola de una de las montañas rusas. Esta es una zona dedicada a la ciencia-ficción o algo por el estilo. Los raíles son azules, cuando el gusano de vagones se dispone a superar otro looping y nos llegan los gritos, todo se vuelve sugestivamente fantasmagórico. Pronto podremos no pensar en absoluto y todo será aún mejor de lo que ya es hoy.
Luego estamos envalentonados al bajar de la montaña rusa. Al pasar junto a una pareja –ella vomita mientras ¿llora? y su aparente novio le sujeta el pelo–, nos decimos que vamos a quedarnos también por la noche. Hoy este lugar no cierra hasta las 4 de la madrugada. La excusa es que ninguno de nosotros hemos estado en uno de estos sitios por la noche. Preveo que acabaré agotado, y puede que harto, pero en presente me da igual, quiero alargar el momento, estirarlo, forzarlo, dilatarlo, freírlo a cachetes. He estirado “responsablemente” otros días en los que no tuve ni un segundo de bienestar; días tras los cuales llegaba a casa estúpidamente convencido de que sentarse en un sofá sin tener que hacer nada que no te importa es el máximo grado de felicidad al que puede aspirar un ciudadano al uso. Eso es terrible, ahora lo sé. No es por el parque temático ni la descarga de adrenalina, o no del todo, es simplemente que a veces tienes unos instantes de lucidez y te das cuenta de todo lo que te están quitando, de cuánto han llegado a reducir tu mundo, para que creas que lo que te muestran, aunque sea infinitesimal, es todo lo que hay.
Hacia las dos de la tarde nos empeñamos en buscar alguna especie de restaurante o lugar cómodo, pero no solo para comer, sino en el que poder alargar la comida, en el que poder fumar, estirar los cafés, el plan es pasar algunas horas en el sitio antes de salir. Salir, como quien dice, con la digestión ya hecha. Ya sea porque ya no tenemos quince años o por lo que sea, montar en una sola atracción desde que hemos llegado ya nos ha parecido suficiente por el momento. Nos excusamos diciendo que por la tarde tendremos tiempo de sobras. Y por la noche. Ahora hay que hacer una pausa.
Hay una especie de Cantina enorme sujeta por varios pilares, sin paredes, corre el aire y está en la zona del Oeste Americano. Parece perfecta, con techo y con posibilidad de fumar. Hay incluso un pequeño escenario en el que seguramente por la noche haya algún tipo de espectáculo que incluya escotes brillantes y ligas. Freno comenta que el lugar se parece tanto a una Cantina de la época como él a un rudo pistolero. Freno es rubio y muy delgado, tiene el aspecto desangelado de alguien que tocara la guitarra eléctrica en los 90 en el Reino Unido. Suele gustar a las chicas, aunque no sé si a Obli, que es quien parece interesarle a él. La verdad es que se hace muy complicado descifrar los gustos o intenciones de la muchacha según su comportamiento. Mira mi Mentón y Chica Tulipán parecen algo crispados entre ellos desde hace un rato. O más bien ella parece enfurruñada y él intenta desenfurruñarla. Tulipán parece hacer enormes esfuerzos siempre por encajar en el cliché de la novia quejica, debilucha, lánguida, siempre cansada, siempre con ganas de irse de donde esté. Es la clase de mujer joven a la que por algún motivo te cuesta mucho imaginar follando, o mucho menos masturbándose. No es que me caiga muy mal, ni bien, sencillamente es asunto de Mira mi Mentón, el cual siempre ha parecido realmente colado por ella; de otro modo ninguno de los demás podríamos entender su paciencia, o por qué aún no ha sido denunciado por conato de maltrato; ella parece tener el perfil de persona que podría arruinar a varios niveles a otra, sacarla de sus casillas, provocar que hunda su propia vida. Cabe decir que Tulipán está lo que se dice escandalosamente buena (por mucho que esto choque con no poder imaginársela teniendo sexo), pero esto no quita que el enamoramiento Mentonil parece completamente auténtico. Mira mi Mentón, hoy por hoy, podría recibir una bala por esta chica a la que imaginas sin problema subiéndose a una silla para gritar histéricamente mientras llegas para matar a la cucaracha. Es decir, que lo que parece importarle más es tener a alguien que haga ciertas cosas por ella. El prototipo de chica ochentera de película americana que mascaba chicle y salía con el chico que tuviera el coche más guay… pues eso, encaja bastante. Mira mi Mentón, al igual que Freno, también ha sido alguien que ha acostumbrado a ser más o menos siempre el protagonista de dos o tres sistemas nerviosos femeninos simultáneamente. Eso sin contar las conocidas que simplemente se lo querían beneficiar. En cuanto a Tulipán, para más datos, aun con todo lo dicho, reconozco que siempre me ha causado rechazo y a la vez fascinación, al ser ese tipo de mujer que todo tío hetero diría que es un bombón, y cuya actitud hace que dejes de verla ni tan siquiera como un buen trozo de carne a la larga. Parece que represente a las mujeres de la misma forma que Hitler representaría a los estadistas; sabes que fue un cabronazo tarado, pero te interesaría leer su biografía. Es una muchacha complicada de analizar aun como aparente cliché andante, y eso, en cierto modo, no me cae del todo antipático.
Nuestra comida se basa en carnes grasientas y salsa barbacoa y montañas de patatas fritas. Todo muy goloso y guarro. Lo que en equivalente sexual sería una hermosa cincuentona bien conservada y separada, con grandes tetas, multiorgásmica y muy agradecida. Todos comemos sin hablar demasiado. Al paso de los minutos Tulipán parece animarse, al menos lo suficiente como para que no te den ganas de prestarle una pistola cargada un domingo por la tarde. Mira mi Mentón procura no hablar demasiado ahora que su novia parece más estable, Obliteración mira hacia todos lados mientras mastica, como analizando el lugar. Freno lucha con su costillar y menciona algo sobre que estos lugares deberían tener también duchas y habitaciones con amplias camas de sabanas blancas para después de semejante sucia comilona. Después de esto, no dejar pasar un par de horas antes de la siguiente atracción sería bastante más peligroso que no hacer caso a los comentarios de una madre sobre hacer la digestión en la playa. Aquí parte de la gente que muere, lo hace ahogada, pero por sus propios vómitos. Sería bueno mantenerse lejos de Google antes de ir a ciertos sitios… Durante los cafés todos fumamos menos Tulipán. Tenemos previsto pedir también chupitos. Puede que incluso puritos si los hay. De no muy lejos llegan letanías de primera bajada, gritos femeninos de un par de atracciones de agua situadas en la zona que fusila el diseño de producción de pelis como el primer Indiana Jones o Tras el Corazón Verde. Hemos regado toda la carne y las salsas con abundante cerveza, y aun habiendo comido como si hubiéramos conocido hambrunas, los chupitos hacen que ya estemos algo distinto a sobrios, incluida Tulipán, cuya versión borracha podría o bien hundirla más en la mierda o bien salvarle el día a Mira mi Mentón (y por ende al resto). Freno me deja caer en voz baja mientras la pareja comenta algún asunto superfluo que pedir otro chupito sería idóneo en términos de potenciar la calma. Obliteración, en uno de sus arrebatos inesperados, llama a una de las camareras y pide esa otra ronda. Nadie protesta. Todas las camareras lucen extrañas enaguas y escotes poco discretos. Un par de ellas son del tipo Invadamos Troya o pensemos en una hipoteca al menos esta noche. Están buenas al modo en que está buena Tulipán, excepto que ya conocemos demasiado a Tulipán, y las camareras hasta ahora solo nos han proporcionado placer, tanto al paladar como a la vista. Ninguno lo comentamos, ninguno sabemos cómo podría reaccionar Tulipán. La única que podría decir algo al respecto sin que nadie se molestara sería Obliteración, la cual siempre se ha subestimado en cuanto a su atractivo físico (que tampoco se ha preocupado por potenciar, lo cual forma parte de su atractivo), a la vez que nunca le ha costado mostrar su admiración por otras mujeres, incluso con comentarios más propios de un grupo de tíos cuyas novias no estén presentes o tengan la suficiente confianza en sí mismas y en su relación.
Acaba cayendo incluso un tercer chupito. Tulipán ha entrado en modo sonrisa tonta y Obliteración le sigue el juego. Obli podría ser descaradamente cruel con Tulipán (si no fuera porque no es ni de lejos su estilo), ya que es tanto más inteligente que el mero hecho de mencionarlo en cualquier foro sería un acto de violencia estúpido.
Algo se tuerce dentro de la cintura estilizada y pocos minutos después del cuarto chupito Mira mi Mentón tiene que acompañar a su novia al lavabo. Cuando vuelven, respiramos aliviados al saber que ha sido una falsa alarma. La tarde después de una vomitona de Tulipán hubiera sido como un guión de Ken Loach. Pedimos agua y preguntamos si ofrecen puritos. Una de las camareras (que hace que te entren ganas de llamar a los bomberos) nos dice que sí. Nos decidimos por el sabor vainilla y esperamos a que se nos baje un poco la ya obvia borrachera. Estómago cargado y un dolor de cabeza creciente en mi caso. Freno comenta que no se encuentra mal, pero que agradecería algún lugar mullido en el que estirarse mientras dos asiáticas menores que se hicieran pasar por mujeres le abanicaran con plumas enormes poco útiles para semejante menester. Al cabo del rato preguntamos a la misma camarera si pueden ofrecernos gelocatil o algo por el estilo. Nos dice que lo tienen prohibido, pero que ella cree que tiene algo en su bolso y que si la esperamos un momento puede darnos un par de aspirinas. Los demandantes somos Tulipán y yo. Obliteración dice que la camarera me ha echado el ojo, Tulipán dice que es a su novio a quien le ha echado el ojo. Freno dice que si hacemos que esa tía vuelva muchas más veces va a necesitar una paja y una ducha fría.
La camarera no solo vuelve con las aspirinas, dice que si queremos también puede proporcionarnos sal de frutas, y parece que luego va a añadir algo más quizá relacionado con porros, pero se aplica autocensura. Nos mostramos agradecidos. Cuando la muchacha ya se está dando la vuelta, Obliteración la coge delicadamente por la muñeca y la detiene para decirle sin ningún atisbo de sonrojo que todos o casi todos en la mesa pensamos no solo que es encantadora, sino que además es tan guapa que cuesta asumirlo. Tras eso, añade que no lo dice solo porque esté algo borracha y con las tripas trabajando a pleno rendimiento y en la hora de la siesta, que lo diría también estando perfectamente sobria, y que la disculpe si ha sonado demasiado repentina o desconcertante. La camarera reacciona como puede, se sonroja y suelta un par de carcajadas mientras dice Gracias varias veces. Los demás procuramos que toda la atención se centre en Obliteración, damos largas chupadas a los puritos; Tulipán mira a Obli de tal forma que hasta parece alguien tierna y nada pagada de sí misma.
Mientras la camarera se va (quizá algo asustada), me doy cuenta de que a nadie se le ha pasado por la cabeza ni por un momento pedir postres.
Los comentarios comienzan a ser ya más favorables en cuanto al estado de estómagos y cabezas pasada ya una hora desde el último bocado. Si uno es observador, es fascinante mirar hacia cualquier lado y ver las pintas de todos, las madres preocupadas, los padres obstinados, los grupos de chicas y chicos, algunos de ellos empapados por alguna atracción, los empleados que introducen el llamado Cosplay en el mundillo de los gritos y los mareos… Llega el jaleo apagado de alguno de los espectáculos programados en alguna zona del parque. No hemos recorrido ni un tercio de las instalaciones, pero ahora estamos a gusto y se ha adueñado de nuestra mesa un silencio que deja notar y apreciar mejor el ambiente brillantemente surrealista del lugar. Es algo estético y sonoro, pero también la versión psicotrónica e inabarcable del parque de atracciones de toda la vida, con su noria, sus caballitos y sus puestos de tiro.
A eso de las cinco y pico de la tarde ya hemos dado un buen paseo, revitalizante y crucial para nuestros cuerpos al parecer ya poco jóvenes, solo tímidamente jóvenes, porque no tenemos ya ninguno 18 años, y muy pronto, se supone, las chicas monas que atiendan en ciertas barras ya deberán tener a lo sumo 14 o 15 años. De seguir acotándose el concepto de la juventud, pronto existirá la crisis existencial de los veinte. Las chicas de 19 años leerán con ansiedad artículos que se harán pasar por ansiolíticos pero que solo potenciarán más la ansiedad para que sigas acudiendo a consejeras expertas y maduras de 25 años que ya han pasado por eso, que tienen las claves para seguir sintiéndote joven aún siendo ya una acabada mujerona de diecimuchos que ya ve la boca del lobo. Los veintipico: el fin de lo terso y el comienzo del declive mental que precede a los 30 años, la nueva tercera edad. Vive la vida a tope, y rápido. A los 26 años todos hablarán de las cosas que hacían cuando eran jóvenes, cuando aún tenían toda la vida por delante. Oh, tiempos de juventud, aquellos polvos sudorosos a los doce años cuando aún follábamos como conejos, ¿os acordáis?; las novietas de la primaria, los largos viajes por Europa y América a los 15 años, la locura de los 16 y los 17, saltando desde puentes y aviones, haciendo surf y escalada y explorando los límites justo antes del inevitable bajón imparable y demostrado que llega de forma inminente. Aquellas pasiones de juventud que tuvimos que dejar atrás en pos del producto interior bruto, las compras en pareja y la cuenta corriente como expresión de la personalidad… Que alguien me meta un cactus falso del Oeste Americano por el culo, por favor.
Hemos pasado por dos atracciones más antes de las seis de la tarde. Una que emula esas vagonetas de El Imperio Maldito, y otra menos acuática de lo que esperábamos. Hay gente disfrazada por todos lados, y no sin cierta alegría exacerbada hemos descubierto una zona dedicada a la venta de cómics de todo tipo. La atracción central de la misma tiene que ver con algún Manga que no conocemos. Freno no puede evitar adquirir un par de tomos hentay de esos en los que algún tipo de mujeres-niña tetonas son penetradas por extraterrestres con tentáculos. Las chicas iban a su bola cuando ha aprovechado para hacer la compra y meter los cómics en su mochila. Me ha parecido raro que tuviera tantos reparos. No tardamos mucho en ir hacia otro lado, ya que el centro neurálgico del territorio Cosplay es menos extenso de lo que quisiéramos. La atracción Manga, eso sí, es otra montaña rusa descomunal en la que decidimos no hacer cola. Decidimos que nos merecemos algún refresco o helado, ya han pasado las fiebres de la comilona y volvemos a sentirnos golosos. Paseando, llegamos a una zona que incluye esos ecos a los años cincuenta que retrataba la primera Regreso al Futuro. Descubrimos con alborozo uno de esos bares-cafetería con camareras de imposibles peinados, maquillajes llamativos, uniformes rosados, tocados, zapatillas planas y calcetines blancos. Toman nota a mano y alguna hasta mastica chicle igual que cualquier estereotipo peliculero. Un coche enorme azul pastel típico de la época da vueltas por la zona, la gente se fotografía con él. Lo conduce un muchacho con un tupé rubio. El lugar sigue manteniendo ese formato abierto de ampuloso techo sujeto por pilares con el que estás a la vez dentro y fuera, parece crucial el que en todo momento recuerdes que sigues en el parque, que no sería divertido el que pudieras encerrarte en algún sitio e intentar olvidar dónde estás. Por raro que suene, no me parece mala idea. El sol de la tarde comienza a ser menos histriónico, las luces del bar-cafetería-restaurante ganan en presencia. Creo que la idea aquí podría haber sido recrear el Jack Rabbit Slim’s de Pulp Fiction, pero en este caso las referencias son múltiples. En todo caso, sí hay un escenario central bastante amplio en forma de huevo en el que un tipo canta en plan Chris Isaak una balada tras otra creando una suerte de hilo musical de ascensor. Entre tema y tema la gente se hace fotos con él. Nos hemos encajonado en una de esas mesas tipo Salvados por la Campana y hemos pedido unos batidos. Todos chocolate excepto Tulipán, que ha optado por la vainilla.
Aquí sientes que formas parte del mundo de tu educación sentimental relacionada con la ficción y los iconos pop. Todo muy americano por supuesto; lo cual no te deprime necesariamente, ya que te empuja a sentir ciertas cosas que siempre se te dice has de olvidar para crecer. O no olvidar, pero sí arrinconar. No es tanto un viaje al pasado como la sensación de estar contento sin sentirte avergonzado, sin pensar todo el tiempo en si lo que haces está acorde con tu edad o si tu actitud es algo parecido a correcta o idónea en pos de los engranajes establecidos. Puede que en parte sea un gesto de condescendencia del Sistema hacia ti, pero a veces es mejor no pensar a tantos niveles en potenciales manipulaciones, algo con lo cual a algunos importantes personajes de la historia (y seguro que también muchos anónimos) no les quedó más remedio que tener que elegir entre el sarcasmo amargo y el suicidio. Quizá sea bastante irónico que una sociedad por lo general convencida de que basta con arreglar lo que hay en lugar de cambiarlo, recuerde normalmente mucho más a los suicidas.
Los batidos están buenísimos, y volvemos a tener una camarera favorita. Nos preocupa un poco cómo pueda reaccionar Obliteración al respecto; siempre le ha hecho gracia ver cómo reaccionamos cuando ella hace o dice cosas que en realidad no tienen ninguna importancia ni afectan a nada para mal, un rasgo que sin embargo es quizá lo más parecido a la maldad en su persona. Estamos tan cómodos con el ambiente y el despliegue multicolor de desfiles de disfraces y familias y grupos de amigos similares al nuestro, que decidimos quedarnos todo el tiempo que sea necesario. No tardamos mucho en pedir más batidos. La camarera favorita esta vez tiene una delantera muy llamativa, y una peca sobre la comisura izquierda que debatimos sobre si es real o parte del contrato. Su pelo está muy cardado y parece su propio pelo, algo que hasta Tulipán admira en voz alta.
A estas alturas, ya todos estamos de acuerdo en que no ir por el lugar con un mapa y corriendo a verlo todo ha sido una buena idea. La única que apostaba por la acumulación en detrimento de la calidad (una conducta, por cierto, muy popular), era Tulipán, pero curiosamente no ha vuelto a sacar el tema desde un pequeño comentario hastiado que hizo por la mañana. Quizá le ha tranquilizado el que al menos todo el parque esté lleno de carteles y rótulos que te informan de dónde estás y hacia dónde vas.
Mientras Obliteración presta cada vez más atención a la camarera de delantera amenazadora, Freno no duda en desarrollar todo un monólogo sobre la película Destino Final 3, la cual comienza con una escena desquiciada y muy divertida sobre un viaje en montaña rusa en el que todo se acaba averiando y el gusano portador de figurantes y secundarios acaba saliendo volando para matarlos a todos. Casi no meto baza, pero creo que el auténtico motivo de que ambos no solo sepamos de la existencia de la peli, sino que además la hayamos visto, es Mary Elizabeth Winstead. Y hablamos de esa peli (de ella, en el fondo) porque Mira mi Mentón ha mencionado a Tarantino a propósito del local, eso nos ha llevado a hablar sobre Death Proof, en Death Proof salía la actriz mencionada (la animadora), y de ahí hemos llegado a la montaña rusa mortal. Entonces Obli no ha aguantado más y ha llamado a la camarera neumática. Los demás hemos sacado un cigarrillo, Tulipán se mira el reloj de pulsera como si acabara de descubrir que lo lleva puesto.
–¿Queréis algo?
–Yo te quería decir que no soy lesbiana.
–¿Cómo?
–Te quería decir que no soy lesbiana, y que quiero que hagas un esfuerzo por entender el drama que eso supone ahora para mí.
–Bueno…, yo tampoco soy lesbiana.
–Hace una media hora que no puedo dejar de mirarte. Espero no haberte molestado.
–No me has molestado.
–…
–…
–¿Tenéis Coca-Cola con vainilla?
–Tenemos Coca-Cola con vainilla.
–¿Entonces tenéis de verdad Coca-Cola con vainilla?
–Tenemos de verdad Coca-Cola con vainilla.
–¿Y crees que podrás traernos una a cada uno?, aquí todos somos muy fans de Tarantino, aparte de que nos encantas tú.
–Me encanta encantar.
–Si alguien está ensayando con posibles tratamientos para volverse lesbiana, me presentaré candidata de inmediato. Lesbiana, o bisexual.
–Marchando cinco Coca-Colas con vainilla.
La camarera ha mantenido el tipo, casi sin sonreír, y cuando se ha dado la vuelta, Obliteración ha comentado que quiere a esa mujer, y que ahora siente la imperiosa necesidad de vivir con ella en un piso amueblado al estilo minimalista e iniciar los trámites para adoptar al menos un par de niños negros guapísimos. Dice que tiene unas ganas locas de cortarse el pelo y desconfiar de todos nosotros, putos heteros xenófobos que vamos de liberales y progres. Dice que en este puto parque no hay una sola atracción que demuestre el más mínimo respeto por la comunidad gay; todo tiene forma de pene o de vagina siendo penetrada por un pene harto largo, gordo y venoso.
El atardecer resulta una imagen poderosa y estrambótica para bien visto a través de raíles y patas de acero por todos lados. La iluminación de Temible Adrenalina te hace pensar en Las Vegas te hace pensar en jugar te hace pensar en excederte. Hoy hemos caminado como seguramente no lo hacíamos en meses. Y ahora hemos llegado a la zona del parque dedicada al Terror (o al cine de terror), lo cual incluye avisos por todas partes de que si formas parte de una familia con críos o sencillamente padeces del corazón o eres por lo que sea más impresionable que el consumidor de combustible fósil medio, deberías limitarte a pasear sin entrar en ninguno de los túneles del terror que hay por la zona. De todos modos hay también un par de montañas rusas cuyos raíles ya se han iluminado, aunque sea con luces rojas bastante apagadas. Un sonsonete de algo similar a ventiscas, chirriar de puertas y murciélagos y risas histéricas de brujas nos acompaña por todo el lugar. Esta vez la cosa no es ancedótica ni pretende solo atraer a un target concreto, el apartado dedicado al terror es realmente amplio en extensión, y abundan, eso sí, los disfraces de todos los personajes conocidos relacionados con el género y hasta las leyendas urbanas más retorcidas. Máscaras por doquier y también los imprescindibles escotes haciendo contraste con amplios ropajes y barrocos conceptos. Nos quedamos embelesados junto a una gran Noria cuya excentricidad terrorífica consiste en un chirriar constante, parones y aceleraciones inexplicables y hasta temblores. Vemos cómo una chica muy joven (o joven sin más) de unos 15 años se baja de la atracción al borde del lloro. Un muchacho que parece mayor de edad la abraza y ella se aparta furiosa. Freno y yo caminamos un poco por detrás de los demás y nos preguntamos si valdrá la pena probar a entrar en uno de los túneles del terror teniendo en cuenta que Tulipán, al margen de que le pueda dar o no mucho miedo, podría interpretar el papel de fémina gritona revienta tímpanos cobijada tras el novio (el que sea), en este caso Mira mi Mentón, que no dudaría en hacer el papel de protector y a la vez cínico para con ella para intentar compensar. Hay solo una cosa más irritante que ver a un grupo de amigos desde fuera, y es ver a una pareja desde fuera. No puedo imaginar lo que sería poder ver al Ser Humano en sí desde fuera…
Elegimos uno de los túneles y dejamos claro desde el principio que no todos tenemos que entrar, que quien no quiera puede esperar perfectamente fuera y evitarse sobresaltos. Llegamos a ese acuerdo entre todos, y luego esperamos a que Tulipán y Mira mi Mentón lleguen a un acuerdo entre ellos…
Hay como un grupo de vampiresas que van dando vueltas dispersas por toda la zona, y no se sabe muy bien si funcionan como puntos de información móviles o si solo son figuración. Los pronunciados escotes siguen alimentando cierta sensación de que cuanto más tiempo llevamos en el parque temático, más parece que estemos en algún videojuego de nueva generación. Una de las vampiresas nos invita a entrar en el túnel elegido. Abre unas cortinas para nosotros mientras fuerza una voz brujeril que nos recuerda que no deberíamos entrar si padecemos algún rollo cardíaco, o si el personal de la atracción va a tener que entrar a por alguno de nosotros que se quede paralizado, lloroso y encogido en medio del trayecto. Al parecer eso es más habitual de lo que uno imaginaría.
La cosa va de oscuridad y sobresaltos. Se hace un tanto tedioso, en el sentido en que todo se reduce a esperar el siguiente resorte efectista. Hay algún escenario conseguido, pero no hay nada lo suficientemente chocante como para que Freno no pueda evitar comentar mientras tanto la escalofriante escena del túnel del terror de la peli El Maquinista, u Obli no intente dar conversación a la gente disfrazada de susto hasta que salimos por el otro extremo de la cosa. No es una experiencia tan terrorífica como simplemente un tanto molesta. Un comentario de Obliteración resume muy bien todo el asunto:
–Es un poco raro que alguien te dé un susto oliendo a recién duchado y colonia.
Hay que cenar. Se nos ha hecho bastante tarde, aunque no tanto como para preocuparnos de que cierren este sitio con nosotros dentro. Nos hemos quedado en la zona del terror, en la que también tenemos la ocasión de comer guarradas; aunque en la carta una hamburguesa con queso y cebolla se llame Hamburguesa Profecía o un filete poco hecho Filete Sangriento (…) Es una especie de Foster’s Hollywood de formato abierto y con decoración de Halloween. Después de pedir, le sugiero a Obliteración que eche un buen vistazo y nos avise cuando dé con la camarera a la que tenemos que mirar mucho más de lo que resulta educado. Da que pensar Obliteración con su tradición de fijarse verbalmente solo en las chicas cuando anda en grupo. Cuesta recordar las veces en que haya hablado sobre un chico en términos de atracción, aunque solo sea en broma. Parece su forma de decirnos que el asunto tíos ella lo lleva en privado, y que si alguna vez hacemos alguna pregunta al respecto, nos daremos de narices con el muro que rodea su intimidad.
Puede que hayamos recorrido como un 40% del parque, quizá bastante menos. Deben hacer falta unos cuatro o cinco días para recorrer todo el sitio y montar de verdad en todas las atracciones y ver todos los espectáculos y demás. Supongo que la idea es precisamente esa, que el lugar te sobrepase en cuanto a deberes pendientes, además de la intención de que vengas otra vez pronto o te quedes un día más, etc. Ni que decir tiene que hay varios hoteles dentro de las instalaciones, y que quizá no sería difícil conseguir habitaciones, aunque sí caro.
Esta vez la camarera es definida por Obli como la Ariel real. La Sirena con vagina. Una pelirroja natural de pelo ondulado y sedoso y con un vestido de bruja zorrón un tanto similar al de las vampiresas que vimos antes. Tulipán hace una mueca cuando nos traen lo aparatosos menús a rebosar de carnes y raciones grandes de Patatas Fritas con Cianuro (cierta salsa de tomate más oscura de lo normal). Por ciertos altavoces no dejan de salir topicazos musicales relacionados con la temática, incluido el Thriller de Michael Jackson… Esta es la zona que al menos a Obli, a Freno y a mí podría habernos gustado más, y sin embargo parece ideada con prisa y sin demasiado ingenio. Por suerte tenemos hambre como para disfrutar a lo cerdo de demasiada comida otra vez. Tulipán comenta que no va a pesarse en al menos dos meses después del día de hoy. Mira mi Mentón le acaricia el mentón. Obli dice que su báscula tiene unos treinta años, y que solo podría saber bien de un cambio en su peso si fuera más allá de los cinco kilos de menos o demás. Freno cuchichea que Ariel se acerca a nuestra mesa. La muchacha nos dice que si queremos podemos aprovechar cierta oferta relacionada con las patatas o el cianuro o no sé qué. Obli la mira y le enseña una sonrisa brillante:
–Yo quisiera una gran ración de ti…
–¿Cómo?
–Ella quiere decir –interrumpe Freno– que todo está perfecto por aquí, gracias.
–No he querido decir eso, he dicho que eres muy guapa y que tienes un pelo precioso y que vi una peli de niña en la que salías, y cantabas eso de Bajo el Mar, o aquella balada tan bonita, cómo se llamaba… da igual. Eres preciosa y mi amigo tiene razón, todo está perfecto por aquí, gracias.
–Gracias, ¡pero yo tengo piernas!
–Oh dios mío, me encanta tu voz…
–Ja ja, vale, me tengo que ir.
–¿No eres lesbiana? Porque yo no lo soy. Si lo eres podría pensármelo…
–Ya está bien, Obli –dice Tulipán.
–Hetero aguafiestas…
Caminamos otra vez. Apuramos realmente el día. Estamos bastante cansados y nos apoyamos los unos en los otros y hacemos el tonto, nadie diría que ya mismo seremos el inicio de la tercera edad (o puede que sí). Han caído algunos chupitos tras la cena, y Obli le ha preguntado a Ariel si le podía dar un beso. La camarera ha dicho que pero cómo; Obli ha dicho que un pico, un beso en los labios, casto, como de hermanas, de hermanas de verdad, no de hermanas de peli porno o imaginación hetero masculina. Como Obli suele caer bien sí o sí, y la camarera se veía un poco acorralada al no querer hacerse la antipática frente a semejante torbellino, finalmente ambas, de pie y ante la mirada de todo el local, se han dado un beso…, pero nada precisamente casto ni corto. Ni siquiera hemos sabido si ha llegado a haber lengua, aunque la última mirada de la camarera ha parecido –algo que hemos comentado por lo bajo Freno y yo con bastante entusiasmo– algo más que amistosa o relajada o carente de significado especial alguno. El aplauso en ese lugar del terror mediocre ha sido atronador y alcoholizado.
Llegando a las dos de la mañana, vamos rumbo a una de las montañas rusas de la zona, con sus raíles iluminados de rojo. Era uno de los objetivos del día, quizá el único claro, el de la atracción bestia pero por la noche. Solo media hora después de la cena y con una borrachera aún considerable. El cuerpo machacado de dar vueltas y comer/beber y dar más vueltas. Obli dice que le ha encantado besar a Ariel, dice que no sabe lo que nos perdemos los tíos hetero al no ser una mujer hetero y no poder saber qué se siente al besar a una igual. No replicamos. La cola de espera para la última cosa del día no es demasiado larga, impresiona ver cómo está iluminado todo el tema, sin grandes alardes pero con efectividad. El sonido del gusano metálico recorriendo esos raíles, el susurro tembloroso, es de esas sensaciones físicas de la espera que nunca se te olvidan, y que cuando vuelves a sentirlas te vuelven a causar cierta impresión. Ese juguete adulto, recuerdo que la primera vez que monté en uno así casi rompí a llorar en la primera bajada, y que luego todo fue confuso y demasiado rápido (había puntos en común con perder la virginidad). Las siguientes veces, aunque no muchas, fueron bastante más emocionantes. Luego, al paso de los años, los parques temáticos comenzaron a ser una de esas cosas contra las que cargar. Uno de esos imanes para rebaños. Aún creo que lo son. Aunque ahora sé que todo –incluso lo peor– tiene matices, sobre todo dependiendo de la compañía. Aún prefiero el sarcasmo al suicidio, y además no tengo tanto valor, ni tan siquiera para ser mi propio mártir. Puede que esto sea positivo en parte, o puede que más bien sea, si somos la mayoría así, el motivo por el que todo apesta. Todos a medio camino de intentarlo de verdad. Todos a la mitad de lo que somos. Todos demasiado tímidos, con nuestro potencial real al 40%. Quién sabe, la gente es tannn neurótica…
Una vez ya situados, tengo al lado, a mi izquierda, a Obliteración, a su izquierda está Freno. Detrás de nosotros Tulipán y Mira mi Mentón. El traqueteo lento de la primera subida siempre es una de las mejores partes. Podemos observar el paisaje nada desdeñable de Temible Adrenalina, todo sembrado de luces, o de luces alucinadas en movimiento. El aire parece más movido y más frío aquí arriba. Llega el murmullo de la gente de abajo, incluso de los que están lejos, eso parece. La cultura popular desparramada en la noche del batiburrillo temático. Obliteración se ríe de la emoción casi sin darse cuenta. Mira mi Mentón grita algo que no entiendo, luego lo hace Tulipán. Justo antes de caer al vacío con la primera bajada, Obli mira hacia un lado, luego hacia el otro, y sus ojos color miel evocan algún tipo de Literatura sobre la alegría aún no muy explorada.
Me cae simpática la manera en que se van desarrollando los personsajes a lo largo del día. Pero a partir de la zona Manga y las Coca-Cola con vainilla siento cierto desgaste, por su extensión, y he dejado de leer tras varios momentos de volver a engancharme.
Aquí sonrisas, carcajadas y reflexiones:
«La gente no quiere mejorar, la gente quiere a Superman.
Es una de esas personas en las que la bondad viene de serie y nadie se la ha adulterado. Sus rarezas también vienen en el lote, y qué. No se trata de una chica que esté 15 horas al día pesando el modo de provocar que la quieran, y ese es uno de los motivos más poderosos para querer a alguien. Un ser humano merece respeto y amor porque no desea el mal de nadie en ningún sentido o forma, y no porque se lo esté trabajando con ahínco (esto hasta puede ser peligroso).
Hace poco vi un cartel dentro de un lavabo público. Decía: “No tirar pañales a la taza.”
En la puta taza del váter…
a veces tienes unos instantes de lucidez y te das cuenta de todo lo que te están quitando, de cuánto han llegado a reducir tu mundo, para que creas que lo que te muestran, aunque sea infinitesimal, es todo lo que hay.»
Pues no sé qué decirte. Largo es, pero hasta que no lo lea en un tiempo no sabré si es demasiado irregular. Con tanta relectura seguida y escrito en tres días es fácil perder la perspectiva.
Gracias por leer!