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Maskelyne!

El Maskelyne! (modo anglosajón) es más una realidad paralela color rojo que un local nocturno. El infierno si eres padre de una chica de 18. Techos altos y una extensión de un campo de fútbol, la palabra Desquiciante es más apropiada que Variedad o Eclecticismo. Es el lugar a las afueras de Periferia por el que la juventud de Periferia se provoca el vómito del día siguiente; el lugar en el que intentar descubrir por qué ser joven es tan Cojonudo como dicen. Grupos de amigos de todo tipo, desde niños bien hasta delictivos, acuden a beber y pelear y Ver y discutir otra vez por qué el sitio tiene el nombre de uno de los cráteres de la luna. Hablamos más de un circo de pesadilla que de una discoteca o sala de fiestas. Es el paso siguiente, unos nuevos años 70 ya siendo los 2000 unos hombretones, mientras los 2000 ya están pensando en depilarse del todo el pubis o preguntándose si las tetas les crecerán más. Si tu chaval o tu niña vuelven a las 7 de la mañana con la ropa hecha jirones no es solo puro cansancio o más bebida de la cuenta; hablamos de potencial sexo esquizoide y drogado en lavabos y un críptico padecimiento emocional que solo puede curar la lejanía de la muerte. Si es que eso se cura. Ya no hay nombres suficientes para tantos tipos de drogas. Incluso una de las pastillas que circula lleva dibujado un sol y se llama Vida. Si te meten un par de esas en el cubata acabas la noche tan mentalmente quemado (y desactivado) como si hubieras currado una jornada de 10 o 12 horas en Lo Que Sea por una miseria para que tus hijos puedan tener una educación alienante y así poder algún día «tener una vida mejor» que acaba siendo en esencia lo mismo + unas manos suaves y afeminadas, un dominio sorprendente de la tecnología y un apetito sexual que comienza unos diez años antes. Vida. Todos se parten el culo con eso. A veces literalmente. El Sexo Anal es el nuevo Beso en la Mejilla. Mucha de la química que circula sirve para que la chicas se conviertan en muñecas hinchables, en fantasías palpables, en aspiradoras; aunque a veces ni tan siquiera hace falta, algunas siguen poniendo como excusa que tuvieron sexo porque estaban colocadas; muchas siguen pensando que en lo relacionado con una chica Follar es peor que haber bebido siete cubatas mientras destripaban a la amiga que estaba en el baño para después sonreír todas juntas. Que quede claro, soy una Hija de Puta, pero solo follo cuando siento algo. En el caso de los chavales sigue siendo todo igual que siempre; hagan lo que hagan está más o menos bien visto siempre que no mueran o maten a alguien. De modo que la droga a veces funciona esencialmente para tornar a las chicas en chicos, y a los chicos en poco más que carne de estadística (si no lo son ya). Hay tantos lavabos en el lugar y son tan amplios que muchos los prefieren al asiento trasero del coche o una habitación barata de hotel. La entrada del Maskelyne! es más cómoda y económica, y nadie se te va a quejar por ruidos o suciedad, saben que has ido a eso, o al menos cuando la noche se considera Redonda… No hay enfermedad potencial porque el Carpe Diem lo puede todo, el lado oscuro del Carpe Diem está en cada barra y pista, en cada máquina de juegos y círculo de break improvisado. Una pelirroja te Mira con Intención y ya No Hay Mañana. El Optimismo en alguien salido de 19 años es parecido a tirarse en medio del tráfico o creer que Sida fue un Emperador que ahora solo reside como dato en aulas que ahogan el espíritu. La curva estadística de infectados se equilibra y los anticuerpos ya se cronometran a sí mismos para ver cuánto tardan en instalar sus tiendas de campaña en tus orgasmos. Al parecer hay que ser valiente y vivir la vida, pero ni así es recomendable ir sola por los sitios cuando tienes 20 años y eres de las que se topan muy a menudo con ancianos que no apartan la mirada, Hipsters que se empeñan en recitarte su currículo o estudiantes de Bellas Artes que quieren «pintarte». Quien todos llaman A., despierta en el suelo delante de una de las barras. Estaba sola en casa, ha decidido venir a la buhardilla oscura y casi metafísica de Periferia, un chico la ha invitado a algo y ahora ha despertado en el suelo cerca de la entrada principal de este… “garito”. Lo primero que hace es revisar su ropa, mete su mano derecha en los pantalones y se palpa la vagina, luego hace lo mismo con el ano. No parece haber sufrido de violación o acoso importante alguno. Alguien la levanta por la axilas… y oh, joder, sí que le han echado algo en el cubata, quizá una de Vida, puede que solo una Tamagochi, o un par de esas horribles Bulmas azules. Todo a la vista se hincha y comba, los colores son demasiado brillantes y borrosos, como si alguien que trabajara para Gaspar Noé le hubiese prestado unas lentillas infernales. Ahora el director de fotografía de A. es alguien realmente perverso. No todo lo que decide el cerebro puede llegar con facilidad a las extremidades. Hay que apoyarse donde sea. Alguien grita y se queja y A. tiene que pedir disculpas, se ha aferrado con la mano derecha a la cabeza de un enano, quizá uno de los empleados del Maskelyne!, esos inexplicables espectáculos… No ha debido elegir hoy tacones, ni siquiera suele llevar tacones. Intenta caminar, de vez en cuando entra en su campo de visión algún tío diciendo cosas que el cerebro de A. no sabe procesar ahora demasiado bien;
–¿Puede salir Dorothy a jugar?
–¿Qué?
Todos saben que ahora es carne de lavabo. Dependiendo de lo que haya tomado podría estar babeando por tener a mano los genitales empinados y venosos de alguien. Llega cerca de una especie de ruleta de concurso, un grupo de parejas grita y un tío muy bien vestido vocifera algo relacionado con un «gong». A. comienza a planear buscar un sitio en el que vomitar. Llegarse hasta uno de los lavabos se le antoja casi imposible, y no está en el mejor estado para afrontar ahora ese tránsito. Hay que imaginarse el Maskelyne! como un gran y truculento parque de atracciones en el que no siempre entiendes lo que ves, y donde la distribución es óptima en lo caótico. En lugar de los caballitos, una gran barra circular; si parece que algo se te va a caer encima, es solo que estás en la zona de equilibristas y gimnastas, lo que tienes a cinco metros de tu cabeza es la red. Todo espacio del lugar es susceptible de tener montado algún espectáculo. La indefinición de los locales de principios de los años 2000 se ha acabado convirtiendo en el pastiche autoconsciente esperado de polígono industrial. Estamos al otro extremo de lo Definido, de la Personalidad. Y ya nadie se molesta en defender que tiene un Pub Irlandés aunque luego solo tenga de irlandés el verde de la decoración. Ahora se trata de tenerlo Todo y de atraer un gran aforo. Se trata de ese carácter de vaso medio lleno, el vacío interior combinado con la titulitis académica y la personalidad real dejada a la edad de 13 años; la oferta está dirigida a esa clase de público, y joder, esa clase de público es MASIVA. No hay suficientes nombres para tantas drogas, porque no hay un límite de mitificación para los fines de semana y las vacaciones. De alguna forma hay que barrer la amargura y la terrible sospecha de oquedad propia bajo la descomunal alfombra de esta ya anal existencia. A todo se le puede coger cariño, es algo que el Ser Humano debería revisar de sí mismo. El Maskelyne! empieza a ser fascinante con la suficiente mierda dentro de uno mismo. A. es ahora como un maniquí en el gran escaparate de la intoxicación. Ella ha sido embaucada, pero cuando estas cosas se hacen queriendo, se dice que es pura irresponsabilidad. Nunca se analiza el fenómeno inductor, por qué tanta gente no se siente bien, o se aburre y agobia y cabrea si no les dejan perder la puta cabeza a 6 euros el cubata o 9 el Gin Tonic o ruido por todas partes. Por todos lados hay tíos y tías soltando palabras o frases inconexas como codificadores para advertir que venden tales o cuales pastillas, o coca, o simplemente maria, aunque obviamente no solo se fuma hierba. Para fumar no hace falta salir a la calle, lo cual hace que haya una gran nube cerca del techo, una gran nube de colores pardos y alquitrán que toma formas extrañas, se une y abomba, se separa en varias secciones, y en ocasiones hace ver a los drogados las caras de sus abuelas muertas o los ojos de sus ex, lo cual ha provocado no pocos ataques de histeria. “Coño, esto está petado de gente.” (o bien “Aquí no hay ni Dios.”) significa Coca. “¿Os habéis fijado en que los americanos siempre están acicalando el jardín?” significa hierba y hachís. “Me estoy meando.” significa Vidas. Y así un largo etcétera. De este modo se producen todo el tiempo conversaciones de lo más extrañas;
–¿Habéis visto alguna vez el sótano de una familia holandesa?
–No, gracias, solo queríamos ir a mear.
A. se comienza a sentir menos revuelta, pero cada vez parece tener menor control de cómo su cerebro interpreta lo que ve. Ha decidido pararse un momento junto a un corrillo alrededor de dos raperos que tienen una de esas peleas de gallos. Se lanzan pullitas y amenazas todo el tiempo, a lo que un chico que no entiende el juego reacciona con un “¡Pelearos ya de una puta vez y dejaros de gilipolleces!”. Dos colegas de uno de los raperos intentan sacar del corrillo al chico, que se resiste, y acaban tirándolo al suelo para darle patadas y más patadas en el estómago. A. se sobreexcita y se va haciendo eses. Los brotes de violencia suelen ser habituales aquí, aunque raramente acaban muy mal. Solo en un par de ocasiones ha habido un tiroteo, y en otro par alguna navaja clavada en malos lugares. Teniendo en cuenta el nivel de descontrol del Maskelyne! es casi un logro estadístico. A. se apoya en la siguiente barra que encuentra e intenta mantener fija la mirada en el tío que está sirviendo algo azul en dos copas alargadas. El tipo dice algo, pero A. solo quiere recuperarse a sí misma, dejar de sentirse como si para hacer cosas necesitara que alguien la obligase. No sabe a qué le recuerda eso, pero no deja de pensar en pupitres y folios con texto salpicados de tinta roja.
–¿Chica?
–No quiero nada…
–La resurrección es cosa de los pájaros sin jaula.
–Yo ya voy servida, gracias. Solo necesito un poco de tiempo.
–Los seres vivos tienen un fin orgánico.
–Ni siquiera sé qué significa eso.
Aquí a veces hay camellos hasta entre los que están trabajando.
–La maldad es la cualidad de los jerárquicos.
–Vale, vale, ya me voy.
Al dejar el apoyo de la barra está a punto de caerse de nuevo al suelo. De golpe alguien con perilla hace malabarismos justo delante con unas bolas de fuego.
–¿No te quemas?
–¿Cómo?
–¿Comes?
–No me desconcentres, Anaís.
–Me llamo A., no Anaís.
Luego aparece un payaso de extraño aspecto andrógino que se morrea con una corista. Parecen muy preocupados por que se vea que lo hacen con lengua, se lamen más que se besan. La nube de humo arriba parece formar las letras POM. Alguien, una muchacha desconocida que parece menor se presenta a A., dice que se llama Gloria y la abraza. Saca un pañuelo de tela de su bolso. Limpia las comisuras de A.
–Tienes que controlarte, chica, o despertarás más tarde con alguien intentando meterte el capullo en…
–Bleh… ihh…
–Qué verborrea…
–No me… siento bienn.
–Pues es una pena, te estás perdiendo lo del payaso.
El payaso intenta desnudar a la corista, aunque A. no está segura de que sea una corista. Una luz poco agradable aparece en su centro de visión mire donde mire. Parece algo casi hindú.
–No creo que sea algo hindú, cariño, creo que solo te han metido un buen cóctel, a no ser que te lo hayas metido tú…
–No mhe mmetido nadd…
–Si no vocalizas mejor… Ven conmigo, vamos a buscar algo donde poder sentarnos.
La luz desaparece poco a poco. Las imágenes siguen demasiado distorsionadas. Gloria la acomoda en algún tipo de sillón de cuero rojo. Dos tíos que parecen gemelos se pelean a puñetazos delante de un puesto de tiro no muy lejos, o algo que parece un puesto de tiro de feria.
–P… uta mierda…
–Lo sé, cariño.
A. está totalmente desubicada. Quiere preguntar qué hora es a la tal Gloria, pero no encuentra el modo de hacerlo sin babear o soltar galimatías. Esto le produce un terror tan indefinido que se abraza a la muchacha, de descripción rolliza, pelo rubio y chicle en acción.
–Te voy a tener que dejar, monada, mis amigas no dejan de aparecer en el móvil, he quedado con ellas al lado de la zona de aguas.
–¡¡Mmmmhh…!!
–Hablando de agua, voy a pedirte una botella… quédate aquí. Si ves elefantes azules o lo que sea, no te asustes, además podrían ser de verdad…
–Ihnghhh…
–Eres un encanto, ahora vuelvo…
La nube de humo tiene forma de clip de windows, con sus ojos y todo, se te ofrece, cree que estás escribiendo una carta. El gilipollas. A. intenta enfocarse en otra dirección. Una pareja se sienta a su lado, no dejan de explorarse con las lenguas. Se han sentado sin separar las bocas. Una sensación de hastío atroz invade a A. Empuja a la pareja con todas sus fuerzas. El chico se vuelve hacia ella; A. lo mira mientras recibe insultos y solo puede pensar en la palabra Ofendido, pero nada de tacos, no le sale ni uno, y ni una sola disculpa tampoco. Comienza a reír con los ojos entrecerrados. La chica que estaba con el tipo le pide que se calme.
–Está colocada, cariño.
–Ñehhgh…. Ofen… dido…
La pareja se va. Hay un corrillo alrededor del payaso y la corista. Al parecer follan en suelo. Se oye a la chica gritar, insultar al payaso, pedirle más, casi como si estuviera sospechando que el payaso se va a correr demasiado pronto. Follar en el Suelo es el nuevo Follar en los Lavabos de antaño. A. piensa en un chorro de semen multicolor. Consigue fijar la mirada. Cuando Gloria vuelve se sobresalta al notar su mano. La botella de agua está fría, le hace recordar los jarabes que le hacía tragar su madre de cría.
–Tienes que bebértela, cariño, y mearla en cuanto puedas. Si te han dado tamagochis… esas putas hacen que se te formen piedras en el riñón en un plis plas.
–Nhhg…
A. se bebe media botella de una sentada. Un grupo de chicos se pone a bailar ante las dos una canción que A. no conoce, se sincronizan casi como un grupo de boys. Un rapero se lanza contra ellos por algún motivo (quizá simplemente por su condición de rapero) y tumba a dos. Se monta una trifulca. Esta vez acaba habiendo unas veinte personas dándose puñetazos y patadas. Es el único modo de que alguien de seguridad llegue. Los seguratas van armados con esos trastos que te sueltan tal corriente eléctrica que te deja en el suelo viendo la nube del techo tomando las formas más horribles imaginables. Gloria se lleva de ahí a A. Ésta intenta caminar con más normalidad, y parece que lo logra. Su cerebro y su visión siguen con muchos problemas. Gloria se asegura de que se beba la botella entera.
–Deberías llamar a alguien y que te vengan a buscar, nena. Yo tengo que irme ya. ¿Lo harás? ¿Llamarás?
–Ngeh… Seh… Sí… Segh…
–Vale.
Gloria da dos besos a A. A. se queda quieta hasta que pierde de vista a su nueva amiga. Intenta sacar el móvil del bolsillo de sus tejanos. Alguien se le acerca; dice:
–Hay escasez de lavabos en África.
–Eh… no, estoy… voy servida.
–¿Seguro?, porque también han quemado a Juana de Arco…
–Lo sé… es… pero no, gracias…
El chico se va sin hacer caso al muy inestable tambaleo de A. Ella decide ahora caminar tal que si no estuviera colocada perdida. Por culpa de ese encuentro se acaba de olvidar por completo de que su plan reciente era llamar para que alguien viniera a buscarla. De modo que se acerca a una zona de casinos, una zona celebre del Maskelyne! Hay mesas de juego por doquier y la media de edad sube como la espuma. También hay más sospechas de prostitución, y hasta se rumorea que habita la zona el fantasma de cierto empresario adicto al juego que murió por tener deudas con quien no debía. Cuando los dados hacen algún extraño todos hablan de Gregorio, ese bribón al que se cargaron a tiro limpio hace ya como treinta años. Debía a tanta gente que ni se sabía cómo aguantó tanto tiempo vivo. A. se acerca a una de las mesas. Hay un tipo de unos doscientos kilos lanzando los dados. Todos le jalean. Parece haber muchas cazafortunas, y no pocos caza-cazafortunas. El gordo necesita un siete. Los dados dan un seis y un uno. A. andaba cerca. La mesa para ella es como alguna clase de reptil verde con una boca capaz de tragarte casi sin querer ni masticar. El gordo decide que A. ha sido quien le ha traído suerte.
–¡Niña!… ¡Niña!… ¡Quédate aquí conmigo! ¡Fijaos!, ¿tiene o no tiene cara de ser una musa?
–No tengo cara de…
–¡Sííííííí! –Todos al unísono.
–Necesito otro siete, nena. Otro siete. Sóplalos, venga. ¡Sóplalos!
A., desconcertada, sopla la mano portadora de los dados. Pero se pregunta qué clase de ritual necesita de semejante idiota alimentando un lagarto gigante claramente hostil con dados. El tipo lanza y el bicho mueve ligeramente su cuerpo para engullirlos. Un tipo elegante que parece ser el domador o dueño del lagarto, se lanza sobre el animal y mete la mano en su boca. Parece buscar los dados de nuevo. Todo el mundo grita, reina el júbilo. El tipo idiota rodea a A. por la cintura con su mano derecha.
–Necesito que los soples una vez más, cariño, ¡una vez más! ¡¿Sí o no?!
Todos otra vez: ¡Síííííííííí!
A. sopla. Esta vez el lagarto no se molesta y los dados le rebotan en el lomo. Entonces mira fijamente a A. y le dice:
–Los tiburones solo existen en la películas.
Alguien toca su hombro y A. se vuelve.
–¿Eh?
Un chico de unos veinte años:
–Que los tiburones solo existen en las películas.
–Creo que no, c… creo que son reales de vverdad…
–¿Ah sí?, ¿tú has visto alguno?
–Pues n…, pero…
–Entonces, ¿los peces domésticos solo son diseño de interiores?
–Oh, no, en serio, ya voy servida…
–Tú, soplapollas –salta el jugador–, deja a mi chica, no la descentres, fuera, fuera de aquí… ¿Cómo te llamas, cariño?
–A.
–Precioso… Precioso, de verdad, puro, blanco. La primera letra de abecedario. Primario, útil, celestial… Tienes que ayudarme y soplar otra vez los dados, ¿qué me dices? Una vez más.
–Solo una vez más.
–¡Una vez más!
Todos: ¡A.!, ¡A.!, ¡A.!, ¡A.!…
A. sopla, más bien resopla, casi sin querer. El tipo lanza los dados, los ojos como platos e inyectados en sangre. El enorme reptil esta vez abre la boca y de modo brusco los caza y se los traga. El señor elegante intenta recuperarlos como antes, pero esta vez el bicho mastica su brazo y se lo arranca de cuajo. Todos ríen a rabiar y aplauden, la sangre les salpica como chorros de aspersor. Es un caos.
–Hostia puta…
¡A.!, ¡A.!, ¡A.!…
–Me tengo que ir, de vvverdad, tengo… he quedado con unas amigas, en l… la zona de aguas…
A. sale andando con brío, se sorprende a sí misma de su capacidad motriz. Trota hasta apartarse un poco de la zona de casinos. No consigue librarse de la percepción atrofiada. Le entra llorera y encuentra una barra en la que pedir más agua, parece que al menos la botella anterior ayudó. Una chica casi tan gruesa como el idiota jugador se sienta a su lado en un taburete y pide una copa de cerveza.
–¿De verdad estás tomando agua?
–Sí, no me encuentro muy bien.
–Bueno… Los trotamundos en realidad querrían quedarse en casa y formar una familia…
–¿Cómo?… Oh, no, en serio, precisamente estoy mal por las drogas, no…
–¡No vendo drogas! Solo conversaba.
–Oh… Lo siento.
–No te preocupes. Este sitio confunde a todos. Pero es lo que buscan.
–Supongo.
–Pero no todo el mundo quiere estar confuso. Hay mucha diferencia entre estar confuso y ser dubitativo.
–Dios… he estado en la zona de casinos. Me ha puesto el gancho un tío de esos.
–¿Los dados?
–Sí…
–¡Ja ja…! Niña… tienes el perfil ideal para los caza-cazafortunas.
–No soy una cazafortunas…
–Da igual, esas tías se parecen a ti, o tú a ellas. Son jóvenes y deambulan solas. Tienen una vida privada y luego otra más privada aún. El tío debió creer que a ti tampoco te importa follar o casarte con alguien odioso que lleve veinte años sin verse la polla…
–Creo que ya no estoy tan jodida… pero no paro de ver historias…
–… ya sé que yo tampoco soy una sílfide, pero ya me entiendes…
–¿Trabajas aquí?
–Oh, sí. En una mesa de blackjack.
–…
–¿Has venido sola?
–No es que suela hacerlo… Estaba aburrida.
–Tú también…
–Sí.
La mujer se bebe de dos tragos la copa, se baja de su taburete y deja un billete de cinco en la barra.
–Te aconsejo que no recurras al bombo demasiado rápido, eso es un extra, no una solución… Ahora las chicas lo queréis todo enseguida, vivir a tope, viajar y ser madres jóvenes… No te conformes con un buen chico y punto, no tengas miedo de dudar un tiempo más…
–No lo haré.
–Cuídate, muchacha.
–Lo intentaré…
–Ah, y por el amor de Dios, no te vuelvas Realista, ya sabes a qué me refiero… es el modo más rápido de perderse a una misma y no volver a encontrase jamás…
La mujer se aleja hacia su puesto. A. se acaba de beber la botella, lo cual sienta muy bien, aunque su cerebro sigue haciendo que lo que ve solo sea una base sobre la que algo muy retorcido, vivo y viscoso, trabaja. Trabajando duro en pos de las pesadillas. La nube del techo parece más estable, solo una masa uniforme vaga de amplio restaurante de los 90. Con lo que vale la botella pequeña de agua podrías conseguir pan para días. A. se baja del taburete y camina con calderilla en la mano. Acierta a metérsela al menos en el bolsillo. Decide acercarse a esa Zona de Aguas. No sabe por qué, pero sabe que está muy al fondo, al otro extremo del local, en la otra portería del campo, en este partido de fútbol a favor de las drogas. Lo bueno de la autodestrucción es que a menudo suele estar más lejos de la hipocresía, y es menos dañina que esa cosa fluctuante y siempre presente de la sociedad a la que llaman Responsabilidad. A. mira otra vez hacia arriba y la nube sigue estable, aún. Pero acaba de ver encima de una barra a dos lagartijas que se movían de forma coordinada, sobre el tren trasero, parecían bailar claqué, aunque ha apartado rápido la vista. Comienza a atisbar peceras, acuarios enormes. Hay un juego de luces y agua decorativo, por todos lados se refleja el movimiento del agua con líneas brillantes, móviles, constantes en su ondulación. La zona no es muy amplia, pero es una de las más elegantes de Maskelyne!, y sin duda la más cuidada. Hay dos barras muy largas, y una gran fuente. Es como una gran plaza, aunque pensada más desde y para las drogas que para ancianos y palomas. La fuente salpica chorros que juguetean entre ellos. A. se pregunta cuánto de lo que ve es real.
–¿¿Es que acaso lo que tú ves no es real??
A. se sobresalta. Un sobresalto más. Ha llegado al borde de la fuente, y ha aparecido este tipo por detrás, Viste con chaqué y lleva un bastón. Un bombín en la cabeza. Cincuentón.
–Sí, demonios, no me mires así, me gusta lo clásico, me gusta… ser un caballero. O bueno, parecerlo, ya me entiendes.
Sonrisa “maligna”.
–No te hagas la ambivalente, sabes perfectamente quién soy. Has oído hablar de mí.
–Eh…
–¿Sí…?
–Eh… eh… pues no lo sé.
–¡Vamos…!…
–…
–…
–Lo siento, de verdad.
–¿¿Pero quién puedo ser si ahora solo me ves tú??
–Oh…
–Sí, oh…
–¿Es usted Gregorio?
–¡El mismo que viste y calza!
–Ya… Si usted lo dice…
–Oh, vamos, ¿quieres que te enseñe los agujeros de bala? Podrías consultar tu moderno móvil mirando a través de algunos de ellos…
–Creo que no hace falta.
–He oído que esta noche te has llevado la palma. El cóctel definitivo… Pero ¿sabes qué?, el chico que te ha envenenado ha acabado en coma en el hospital, porque él también lo estaba, pero bastante más. Lo bueno de este sitio es que nadie que envenene acaba menos envenenado. Todo el que intoxica aquí lo hace desde la intoxicación suprema.
El tipo se ha metido en el agua, que le llega casi hasta la rodillas, y habla dando grandes pasos, como si estuviera a punto de echar a bailar como en un musical.
–No te preocupes, niña, no voy a cantar. Pero me encanta haberte encontrado. Hoy has sido la sutil y elegante atracción del Otro Lado.
–El Otro Lado…
–Sí, pero no te emociones, soy muy celoso con el Maskelyne! Este es mi antro, mi casa, mi pasado, mi bendición. Aquí solo puedo hacer dudar a todo el mundo yo solo. Es como vivir en una cámara en grúa constante. Así me entiendes, ¿verdad? Plano picado. Pero no te creas todo eso de que manipulo los dados o influyo en el juego.
–Creo que nunca voy a salir de esta…
–Oh, sí, lo harás. Solo hace falta una noche de sueño y todo volverá a ser… Bueno, volverás a creer que puedes controlarlo todo o casi todo y que el mundo no tiene misterios para ti.
–¿Y se puede saber por qué soy la atracción hoy?
–Oh, niña… ¡porque eres una Alicia moderna! Una de ellas… ¿Cómo, si no, se os puede hacer Ver? Hay que poneros drogas en la bebida, o en la rutina, donde sea. Estáis tan jodidamente dormidos, tan metidos en vuestro rollo adulto…, la situación ha llegado a tal punto de gravedad que hace falta química o distorsión para conseguir de vosotros un poco de Naturaleza…
–¿Nosotros?
–¡Los señoritos vivos! Sí, vosotros. Y sobre todo los jóvenes.
Gregorio se desabrocha la ropa y deja su panza al aire.
–¿Quieres ver algo? ¡Sé que quieres verlo!
Se pone un cuclillas, bebe agua, se pone en pie y al menos cinco chorros salen de cicatrices poco agradables a la vista en su barriga.
–No creo que usted sea nadie para dar grandes lecciones…
–¿De dónde te crees que salen la imágenes de la cultura popular, la creatividad, la belleza, todo eso con lo que babeáis los jovencitos? No te pido que me escuches a mí, te pido que al menos no enmarques las citas que oyes de tíos que se han pasado la vida diciendo que la Vida es demasiado importante como para arriesgarse a vivirla.
–Ahora parece un anuncio de Coca-Cola…
–Dios… Es verdad. Ahora los hacéis así. Eso es lo más extraño de todo, podéis decir sin parar cosas como Persigue tus sueños o Vive la vida… Lo habéis convertido en ruido. Habéis eliminado el significado de esas frases a base de repetirlas. Como esas parejas horribles que solo hablan y hablan… justo para eso, para no tener que decir NADA… para no tener que plantearse nada. Es el modo perfecto de vivir en mullidos artificios, ahogar los pensamientos en palabras.
De un modo bastante cómico, el tipo se sienta en el borde de la fuente con los pies aún en el agua.
–Yo fui un gilipollas… Seguro que piensas eso…
–Hoy no pienso demasiadas cosas…
–Pero lo crees.
–La gente debe pensar que estoy loca aquí en pie delante de la fuente, hablando sola.
–La Primera Lección siempre es la gente. Quererla y escucharla poco. Casi como si estuvieras tratando con alguien muy mayor y conservador a quien se le consiente que diga gilipolleces solo porque ya tiene bastante con tener un pie en la tumba…
–…
–Es el único modo de poder escucharse a uno mismo de verdad.
–Hechos en cadena…
–Ahora no sois chocolate de verdad. Sois como mucho Nocilla… Y os encanta la puta Nocilla, pero en parte es porque la mayoría ni habéis probado el chocolate de verdad. Y la Nocilla se vende por todos lados.
–No has puesto un buen ejemplo con la Nocilla…
–Bueno, chica, ya sabes a qué me refiero.
–¿Y bien?… Yo debería comenzar a irme, debería intentar dormir o lo que sea.
–Ya. Lo entiendo. Solo quería darte las gracias.
–Lo que tú digas…
–Yo creo que ahora iré a la los lavabos. Ya casi sé manejarme dentro de los cuerpos de esos niñatos… Es una larga historia, el sexo no es fácil después de la muerte…
–No quiero saberlo. Joder, ni siquiera existes…
–Cariño… Precisamente cuando dices cosas así es cuando te equivocas. Pero eres fantástica. Tienes un gran futuro por delante cuando se te acabe el…
Baches en la espalda. Una de esas camillas demasiado duras. Un respirador de esos hospitalarios (no por amables). A. mueve los ojos y alguien comenta que está moviendo los ojos. Se percata de que está dentro de una ambulancia. Abre los ojos y alguien comenta que ha abierto los ojos. Alguien le dice que se calme y se tranquilice y que está en una ambulancia. A. pregunta si va a entrar en coma. Dicho Alguien le dice que es buena señal que ahora esté despierta.
La ambulancia se detiene muy poco después. Se abren las puertas. La sacan, aunque no parece que con demasiado cuidado. Durante unos minutos puede ver el cielo nocturno. Parece que debería estar amaneciendo, pero aún apenas hay luz, el cielo está tapado y neblinoso. Los médicos y demás comentan vete a saber qué. Al parecer llegar del Maskelyne! hace que todos se pongan nerviosos. Alguien le comenta que una empleada del lugar llamó a urgencias;
–¿Era… gruesa?
–No lo sabemos.
Por algún motivo la camilla con ruedas sigue en la calle. A. no ve nada raro, nada fuera de lo habitual. En el cielo atraviesa su campo de visión un avión comercial. Uno ya haciendo gestiones de aterrizaje, aunque aún muy lejano, aún a mucha altura. Ha hecho el cambio de luces. Huele a lluvia por venir. Allí arriba, delante del aparato, queda una gran franja de nubes y niebla iluminada.

Relatos con una mancha sospechosa (5 de 5) – Los juegos del hambre

–No escribas esa mierda. Es mi consejo.
–Pienso escribirlo y pienso presentarlo al puñetero Premio Planeta si me da la gana, el otro día me enteré de que no hace falta que la obra esté publicada…
–No ganarás ningún premio, ni te publicarán en ningún lado esa mierda, porque…
–Hombre de poca fe…
– … mierda
–Siempre estás mierda por aquí y mierda por allá…
–En todo lo relativo a tus ideas es como una palabra polisémica, multiusos…
–Sé que en el fondo es todo ironía, y que no lo dices de corazón, y además aún no te he contado…
–No hay ironía, hermanito, hay mucha mierda, de verdad, estás enterrado en…
–Escucha. Para un momento.
–…
–Koushun Takami… … ¿lo captas?
–No sé quién es ese pavo…
–El autor de Battle Royale, un libro, una peli, anteriores a Los juegos del hambre, la misma premisa; algunos lo llamarían Plagio… Llega cada día por la noche a su casa, cabizbajo como siempre desde hace un par de años. Haga lo que haga se topa con entrevistas a Jennifer Lawrence, en la tele, en los videos de portada de Youtube…
–Muy irónico… aunque creo que sigue siendo mierda…
–Calla… Lo mejor es que además está obsesionado con la Lawrence, y también con Suzanne Collins, aunque por motivos distintos…
–Me pierdo…
–Suzanne Collins, la autora de Los juegos del hambre. Y cada noche se va dormir solo…
–Porque sabes que vive solo…
–Oye, no sé cómo vive, esto es ficción, colega. El Takami, o Katami o lo que sea, lleva meses sin poder dormirse sin hacerse una paja pensando en…
–Perdona… un momento… No…, es mi hermano, creo que es otra crisis… ¿eh?… Tú eras la que iba a buscar a la niña hoy, ¿no?… Vale… Vale, pues ve… Vete… Como yo no sirvo para nada, pues vete… Eso…
–¿Hola?
–Sí, metaficción, metaplagio, lo que sea, masturbarse, sigue…
–¿Todo bien?
–Si vivir con una Gilipollas es correcto, todo está bien, sigue…
–Eh… A ver… Ese japonés, tío, publica un libro y alguien se lo plagia, más o menos, y no tuvo valor para denunciar el plagio (o bien lo hizo y no salió bien, esto tengo que decidirlo), y que ve como la maquinaria de Hollywood se enriquece con su idea…
–Sí.
–Y el tipo está en crisis. Pero lo peor es que ve esas pelis americanas y le encantan. Disfruta como un crío con ellas. Coño, incluso hay detalles en ellas que le hubiera encantado incluir en su libro.
–Entiendo…
–Y siente que tiene que hacer algo, algo para resarcirse, porque creo que es más interesante presentarlo como el tipo que no se atrevió a denunciar a nadie, incluso viendo cómo fusilaban su idea. Y que además nadie, ni sus editores ni miembro alguno del equipo de la peli Battle Royale le ha mencionado el tema ni se ha escandalizado, ni mucho menos le han espoleado a denunciar.
–Solo, amargado.
–Solo y amargado, tío. Incluso en un capítulo que tengo pensado llega a soñar con que los americanos, los productores que le robaron la idea en acuerdo con Suzanne Collins, le ofrecen a Jena Malone –una de las chicas de la segunda parte de la trilogía– para que se vaya con ella a algún viaje del tipo sexual, del tipo no salir de la habitación, y que aunque él prefiere a la Lawrence decide aceptar y…
–Te estás yendo por las ramas…
–Bueno. Yo iba decir que por lo que sea me pone más Jena Malone, pero eso… El caso es que esa saga de libros y pelis americanas que se han nutrido de sus ideas –de ideas japonesas, hermano– gobiernan la vida de nuestro héroe…
–El héroe de tu novela.
–Sí, tío, el héroe de mi novela corta, va a ser cañera, irónica, ácida, divertida, ya verás, tío…
–Y qué pasa después…
–Pues que espero que salga también en versión de bolsillo porque…
–Qué pasa después, digo, qué pasa con el japonés.
–Oh… pensaba que no querrías saber más…
–Quiero conocer la magnitud de la tragedia…
–Ya, yo sin embargo envidio tu vida…
–…
–…
–¿Qué has querido decir con eso?
–Con qué.
–Mi vida es cojonuda, gilipollas, no puedo estar mejor, ahora mismo me está chorreando la felicidad por las orejas, estoy poniendo el suelo perdido de crías de arco iris de colores…
–Ya…
–… y a ti no te importa una mierda lo que pase en mi vida y en mi casa. Aún te puedo retorcer los pezones, hermanito, el día de navidad está cada vez más cerca, cuidado con lo que dices…
–Precioso. Se te ve exultante.
–Lo estoy, mamonazo. Cuenta lo del japonés antes de que te cuelgue.
–Muy bien. Solo espero no enturbiar tu rollo zen…
–Ve rápido, quiero irme a cenar.
–Pues el caso… el caso es que me avanzo a la realidad, y llevo la acción a la etapa posterior del estreno de la última peli, tío, Sinsajo 2 o lo que sea… Katimi está ya en las últimas, todo le va como el culo, sus depresiones son cada vez más jodidas y cada vez le cuesta más salir de ellas.
–Quiero cenar…
–Espera… Y cuando ya está incluso pensando en el suicidio, porque cree que todo es una gran broma cruel del universo… ¿qué crees que pasa?…
–…
–¡¡Que lo es!!
–Creo que vas a conseguir que vomite la cena antes de haber cenado…
–Calla, escucha… Una de esas noches deprimentes, tío, un puto martes o algo así. La última peli está teniendo un éxito arrollador, y Takima llega a su casa cabizbajo otra vez. Casi llorando, pensando en vigas sólidas y cuerdas, en cuchillas de afeitar, venenos…
–Ajá …
–Sí, y además llega de ver la última peli de la saga, nadie le ha conocido en el cine, y todos hablaban de los directores, de Jennifer Lawrence, de Suzanne Collins. Ni un solo comentario sobre Battle Royale…, todo el público de multisalas devorando palomitas desde la ignorancia, haciendo comentarios estúpidos y hablando en mitad de la peli, todo ese dinero para el bolsillo de otros, hermano…
–Mis tripas gruñen…
–Ya queda poco. Es la ironía perfecta. Porque después de todos esos años de silencio y rabia y frustración, ese exceso de educación y no querer molestar nadie, todo ese tiempo de no decirle a nadie “eh, ¿es que no veis que yo escribí esa mierda, tíos?”. Después de todas las depresiones y sabanas crujientes al amanecer, finalmente Tamaki recibe su recompensa.
–Si no acabas ya, dejaré el teléfono solo descolgado…
–Cuando Takami entra en su casa, ¿qué crees que encuentra?… ¡Es Suzanne Collins, tío! Pero parece estar sola, y lleva un camisón que insinúa que no lleva nada debajo. Takami se sobresalta y pide explicaciones. Pero justo antes de que diga alguna gran burrada, se enciende la luz del salón y… ¡¡SORPRESA!!… TODOS están ahí, hermanito, es surrealista y emocionante a la vez, emotivo y cómico. Y Suzanne le hace pasar y le dice “¡Todo ha sido una Gran Broma, Takami, recibirás tu porcentaje por derechos de autor!”
–Dios…
–Y le lleva de la mano por todo el salón y dice que hay más gente en el jardín, dice “Ven, están toooodos aquí, ha venido J-Law, está ese Josh Hutscherson o como sea, ha venido incluso el hermano de Thor, que aún no sabemos cómo se llama… De verdad, quiero presentártelos a todos, y creo que tu familia está en algún sitio por aquí también…”.
–Eh…
–Y Katami echa a llorar, hermano, echa a llorar después de años. Explota y casi parece darle un mareo. Un japonés mareado en el suelo, casi, el autor de Battle Royale, hermano, está a punto de venirse abajo como una señora de 60 años al sol en pleno agosto. Pero llega… ¿quién?, llega Jennifer Lawrence, la mismísima Katniss Everdeen… y abraza al hombre nipón, le susurra que ya se acabó, que todo ha sido una gran tomadura de pelo, pero que su nombre volverá a…
–… ¡Claro que me voy a hacer la cena yo, ya iba a cenar yo solo, no te preocupes…! Ya hablaré yo con la niña, ya, que a saber lo que le cuentas tú… vete , sí, coge el coche otra vez… Claro que sí… ¿Eh?… ¡Pues quédate, cojones, haz lo que quieras!
–¿Todo bien por ahí?… …
–No, pero da igual… ¿Y ya está?, ¿acaba así?
–¿El qué?, oh, no, hay un poco más. Básicamente, tienen una ruta de … bueno, lo contrario a desprestigio para Takami, entrevistas e inclusión en ruedas de prensa de promoción de la peli. Todo comienza a ir bien para él y… y…
–Y ahora estás bloqueado en ese punto…
–No. Creo que lo que haré será liar al japonés en una tórrida aventura sexual con J-Law.
–Es estúpido.
–No. Es justicia poética. El libro funcionará teniendo en cuenta su contexto, la vida real, el punto en el que está la saga real Los juegos del hambre. Es algo ambicioso, hermano.
–A mí me huele más a fracaso, o a líos.
–No, la cosa va de sentido del humor.
–La cosa va de que tienes que escribir de otra cosa que no sea encriptar tus pajas viendo cosas de Jennifer Lawrence.
–Jamás me toco con fotos de actrices comunes, necesito…
–Da igual, pajas mentales, lo que sea…
–No quieres saber en qué pienso cuando me toco.
–No, no sigas por ahí, eres un soplapollas…
–De hecho sí hay una cosa de la reunión familiar de navidad que hace que sea menos incómoda, y…
–Cállate la puta boca…
–En el fondo creo que lo sabes…
–¿Que te haces pajas pensando en mi mujer?, claro que lo sé, pero si fueras mínimamente…
–No, joder, que me he tirado ya un montón de veces a tu mujer, coño…
–…
–…
–¡Eres un…!
–Aquí es donde mi libro comienza a ponerse interesante de verdad. Hermano menor llama a hermano mayor y le habla de sus planes de escribir un meta-libro llamado Los juegos del hambre, porque ese era el principio, y entonces…
–… cabronazo de mierda!!! ¿¿Me estás tomando el puto pelo??? ¿¿es que…
–… Y entonces varios niveles de realidad y ficción se comenzarán a mezclar, la coña de J-Law y el japonés y lo que sea que hagas tú ahora que sabes que tienes unos cuernos tamaño Carnaval de Tenerife…
–¡Escúchame, soplapollas! ¡Tú Calla! ¿¿Lo que me has dicho es verdad?? ¡¡Dímelo ahora mismo!!
–Pregúntaselo a ella… Se acabó el totalitarismo tiránico en Panem, hermano. Bienvenido a los meta-Juegos del Hambre emocional.
–¡¡Te voy a matar, enano de mierda!!
–¿Sí?… oh, “soy una bebé china adoptada y mi padre mató a su hermano…” ¿Eso quieres? Todo esto lo has provocado tú, hermano mayor. Y no sé por qué, me parece irónico, así en general, el que ahora estés pensando si uno puede devolver una persona pequeña china.
–Estás muerto, así de claro te lo digo.
–Eso ha sonado muy… ibérico. Muy latino, diría.
–Mi mujer y mi hija están llorando, hijo de puta.
–Cuando se corría también parecía que fuera a llorar, otra ironía más. Lin es muy pequeña, no se acordará de nada. Os estoy haciendo un favor a todos, y deberías saber que mamá opina lo mismo, aunque no lo reconocerá.
–No puedo creer que me estés haciendo esto…
–¿Estás… algo así como llorando…?
–…
–Llevas toda la vida martirizándome, y ahora martirizas a tu mujer. Os vi, hermanito mayor. Te vi.
–¿Me viste qué?
–Lo que me ha sorprendido es tu dignidad durante toda la conversación, como si todo el rollo de Los juegos del hambre no te dijera nada. He visto a poca gente aguantar tanto tiempo haciéndose los tontos…
–¡¡Me viste qué, gilipollas!!
–Te vi con la chica latina, llegando a esa fiesta de cumpleaños que le prepararon, bobo. Y hace la tira. Nunca te acuerdas de que yo ahora también conduzco… Y luego os seguí varios días, muuuuchos días, de hecho. Puedes llamarlo rencor si quieres–porque a mí ella me gustaba, tu mujer, y me gusta, y la conocí antes que tú–, pero me lo pidió ella, eso debe quedar claro también, y también que te quiere, aunque yo no lo entienda… Te seguí por ella. Y coño, fuisteis al cine a ver Los juegos del hambre como cinco veces. Tú y esa latina. Y coño, fuisteis a ver Los juegos del hambre: En llamas como otras cinco putas veces más, hermanito recto y responsable del alma. Hasta habiendo estado como dos años follando por ahí (y hace solo dos años y medio que te casaste…) ¿y aun así propusiste adoptar una niña china..?… Y la adoptasteis… Y todos hemos tardado mucho tiempo en pararte los pies, demasiado tiempo…
–Cabrón de mierda… ¡¡¡¿te has estado follando a mi mujer o no?!!!

Relatos con una mancha sospechosa (4 de 5) – Sesión en el hangar

El hangar de aviones abierto por ambos extremos. Las afueras de Periferia. Focos de estudio. Un frío que pela. Una avioneta, una modelo y mi tía Cloret haciendo fotos. Le gusta trabajar «sola». La chica de hoy no debe tener más de 22 años. Me suena de algo pero no la ubico. Son casi las dos de la madrugada. La muchacha no lleva mucha ropa que digamos, es uno de esos conjuntos tipo bikini “modelo polar”, algo como un culot y un top por la parte de arriba, blancos. Los pies modélicos enfundados en unas botas rojo navideño, y en la cabeza rubia un gorro de Papá Noel. Tía Cloret tiene unos… casi sesenta años, creo, (juega al despiste desde hace unos diez con eso), y le han dejado estar aquí a esta hora gracias a algún enchufe. Está soltera, pero la lista de amantes de su juventud es casi obscena, y no exenta de celebridades. Tía Cloret es una de esas personas que aun viviendo y habiendo vivido intensamente tiende a adornar las historias, a veces haciéndote dudar sobre si está mintiendo. La quiero tanto como quiero a mi madre (su hermana), y algunos sábados me llama para que le haga de mozo de los bártulos. Hoy tenía una cena y he llegado tarde, pero sabía que la sesión aún seguiría.
–Lo que no entiendo es por qué quieres hacer esto siempre por la noche, Tía.
–Es el momento libre que tengo, muchacho, y no siempre lo hacemos por la noche.
–¿Esa chica te ha llegado por agencia? ¡Buenas noches!… Creo que está con principios de hipotermia…
–Cállate, tiene como 15 años, a su edad solo está al principio de su vida… ¿¡Apoyas la mano derecha en el morro, cariño!?…
–No tiene quince años, Tía, no mientas, tiene 20 por lo menos…
–Tiene los que tenga, no me la despistes.
–Yo no despisto a nadie, Tía.
–No me hagas hablar…
–¡Éste es mi sobrino, tiene 38 años, está casado! –(¡Encantada!)– ¡¿Vuelves a hacer lo que has hecho?!
–No tengo 38 años, tengo 31 y estoy soltero, y ¿por qué sigues haciendo las fotos desde tan lejos últimamente?
–Tienes la edad y el estado civil que yo quiera mientras haya cerca una chica 40 años más joven que yo a la que le esté haciendo fotos…
–Creo que te has hecho una imagen de mí muy equivocada en los últimos años… La chica sigue perfecta, solo tiene un frío que se muere la pobre…
–Solo quiere que vayas y le eches la manta por encima, no te creas que no conozco a las universitarias de ahora, desde aquí he visto cómo le han brillado los ojos al verte llegar.
–… una imagen muy equivocada de mí… Esa chica debe conocer a diez chavales de su edad con los que querría estar antes que conmigo…
–Ya, como la niña que me mandaron de Sports Illustrated. No creas que no os vi. La sesión fue un desastre desde que te vio.
–No nos viste…
–Os oí…
–Y qué, fue solo una vez, tengo la vida sexual de una cincuentona casada, Tía, no creo que por que una vez…
–Me da igual que vayas por ahí con diez mujeres a la vez, pero no despistes a las niñas que vienen por trabajo.
–No intereso a las niñas que vienen por trabajo, Tía, no te preocupes tanto.
–Mira… Mira aquí. ¿Dónde está mirando la chica en esta foto…?
–…
–¿Está mirando mi cámara acaso…?
–… Estoy empezando a pensar que mamá y tú planeáis todo este rollo para subir mi autoestima. Esto no son recriminaciones, ¿verdad? Solo quieres que piense que las modelos que pueden tener a quien quieran se fijan en mí. Y lo de la pelirroja encima os dio más cuerda…
–Yo no hago esas cosas, muchacho, tu madre y yo somos muy distintas…
–Ya, la Tía moderna…
–Exacto, siempre he sido la Tía moderna, eso mismo, y me encanta encajar en ese cliché. ¿Qué te crees que pensó mi padre cuando le dije que quería ser fotógrafa…? Dios bendito, ni siquiera había televisores entonces…
–No te repitas, Tía… ¿Te das cuenta de que eres tú la que se despista cuando llego, y no la modelo? Hace como cinco minutos que no das una sola indicación.
–…
–Parece que hemos llegado a alguna conclusión… Al menos puedo descartar por el momento lo del complot y la autoestima. Quiero seguir teniendo mi derecho a odiarme.
–Échale esa manta por encima a esa cría, anda, o se va echar a llorar.
Hago gestos para que la chica venga hacia donde estamos. Cojo la manta y nos encontramos a medio camino;
–¿Tienes mucho frío?…
–N… n… No…
–Mi tía está un poco loca pero…
–¡Te he oído!
–… es buena persona.
–Estoy bien, de verdad.
–¿Cómo lo llevas, cariño? –Mi tía.
–Tiene frío, Tía, está temblando, ¿no la ves?… ¿Qué edad tienes?
–Diecinueve.
–Estás en la universidad.
–S… sí.
–¿Y cómo te llamas?
–Se llama Marie Claire
–Tía…
–Me llamo Úrsula.
–Ah, es bonito. ¿Te quedan muchas fotos por hacer, Tía?
–Quiero hacer hacer algo con las hélices, sí.
–Y Mamá Noel se puede poner algo más o tiene que seguir…
–Se puede poner algo más, se tiene que poner algo más. Ve a la furgoneta y trae la chaqueta de aviador que hay, y también las gafas. Y tú da saltitos o algo, nena, no te quedes helada…
La furgoneta está aparcada por algún motivo a unos ochenta metros. Tengo, de camino entre otros aviones, uno de esos momentos solitarios que se me antojan casi extremos, mucho más que estar solo en casa o tomando algo solo en un bar. Es el tipo de detalle que me hace desconfiar de mi tía, con todo su discurso agrio sobre mantenerme separado de sus «niñas». Es como si hubiera aparcado el vehículo expresamente a esa distancia planeando mandarme a por cosas justo después de haber tenido un contacto directo con la muchacha. Ella (Tía) sabe mejor que nadie que el momento en que descubres que alguien te ha calado hondo se produce cuando das la vuelta a la esquina alejándote de esa persona y quedándote, aunque solo sea un minuto, solo. La luz crece dentro de tu pecho, y cuando eso pasa tiende a alquilar tu pecho y después quizá hipotecarse en él. Diecinueve años. Vuelvo con la chaqueta y las gafas. Tía me hace ponerle el abrigo a la chica. Se coloca siguiendo órdenes las gafas de aviador en la frente sobre el gorro navideño. Vuelvo junto a Tía y actúa como si nada, haciendo trabajar su cámara otra vez. No creo que pase hoy nada inmobiliario en realidad en mí, pero se produce en mi mente –como poco– un momento de magia sutil; la pose de la chica, obviamente atractiva a la vez que bizarra con su atuendo, me hace pensar en ese tipo de fotos que alguien conserva durante sesenta años, y que siguen durante un tiempo en mesillas y baúles hasta que las personas mueren también en la memoria. Quién sabe si las modelos y sus espíritus gozan de una vida gráfica más larga. Pero enseguida paso a tener otra vez un odio exacerbado por mi persona. Gracias a Dios.

Relatos con una mancha sospechosa (3 de 5) – Los cuervos habituales

Era de sobras sabido que el difunto había tenido esa muerte dulce propia de la vejez que se produce en medio del acto de echar un polvo propio de una franja de edad distinta. La reciente “viuda” celebró no hace mucho su veintipico cumpleaños, y le quedan no pocos veintipico aniversarios que celebrar. El difunto no era rico, algunos se sorprendían al saber ese dato en el funeral. Solo era un septuagenario, pero dicen que con un pene activo más allá de los 20 cm, y de un grosor delirante. La leyenda era sexual y no económica. Era todo real, también el dolor. La muchacha había acabado no hacía mucho sus estudios. El viejo había tenido ya dos infartos; se dice que ella se sentía culpable y que quería haber cortado la relación; la cual se dice comenzó cuando la chica tenía 18 años y el difunto ya 70. Cuentan que hubo no pocos susurros en el funeral; y no pocas cámaras/móviles desvergonzados y mal escondidos. La rubia aniñada que lloraba se había cargado a polvos a un anciano. Flotaba un ambiente de ironía que se superponía en la pena. Los hermanos del finado, con el cual ya no tenían demasiada relación en los últimos años, parecían ambivalentes, sintiéndose invitados a un acto extraño cuya desconcertante atracción principal era la… Esta lloraba de ese modo entrecortado, apucherado, como se ve llorar a las niñas de cuatro años. Su presencia desprendía algo que no invitaba al desprecio, nadie la miraba pensando en adicciones sexuales o prostitución. No se mascaba nada de eso en el ambiente. Incluso, cuando la comitiva comenzaba a alejarse tras el entierro, uno de los hermanos del difunto se acercó a ella y soltó alguna clase de recriminación poco contundente, casi como si hacer eso hubiese sido algún tipo de obligación moral de la que no estaba en absoluto convencido.
Los cuervos habituales comenzaron a sobrevolar en círculos sobre la reciente «viuda». Algo comenzó a suceder alrededor de ella, y ese algo se hizo cada vez más grande, luminoso e incontrolable. Como un enorme pene abstracto que se erigía en representación de todos los penes heterosexuales habidos, existentes y por haber. La historia del polvo y la muerte no eran algo desconocido, había precedentes, pero por algún motivo esta en concreto cogió cada vez más fuerza, y las distintas versiones comenzaron a correr como la pólvora. Un anciano sin hijos menos y un mito más. La muchacha comenzó a recibir cartas. Una familia tenía al abuelo postrado en el Hospital Placa-Base, querían que esa chica de la noticia de moda le hiciera una visita al hombre, un tipo viudo de erecciones aún solemnes y obvias que a sus 68 años quería perecer haciendo el amor con una veinteañera. La familia estaba dispuesta a negociar con ella. Y no fueron los únicos. La gente no quería autógrafos, querían una muerte distinta para sus mayores, algo que no se limitase a esperar en La Última Habitación. Los viejos podían asumir el dolor y algunos últimos segundos de agonía si lo que había sobre ellos era esa hermosa joven acoplada.
Ella no aceptó oferta alguna, pero otras comenzaron a aprovechar el filón. De haber sido legal la prostitución, la muchacha podría haber reclamado derechos de imagen quizá a través de algún representante, ya que los ancianos que estaban comenzando a perecer en medio del sexo habían pedido a la puta de turno que se disfrazara, que querían algo como la Chica Aquella del Viejo Aquel, peluca rubia incluida, para facilitar la fantasía. La familia hacía guardia fuera de la habitación mientras la Profesional cabalgaba al anciano que fuera hasta que el pitido se volviera sonido final. Aumentó la venta de Viagra y la muerte se puso aún más de moda. Un halo de ironía comenzó a invadir los hospitales y los geriátricos, y los cementerios –una especie de efecto colateral– se convirtieron más que nunca en lugar de encuentro para parejas jóvenes que iban a tener relaciones allí en los lugares menos apropiados que encontrasen. Comenzaron a verse manchas resecas en las lápidas, condones usados, envoltorios, botellas de todo tipo vacías. Y el lugar en el que estaba enterrado el septuagenario única víctima de la chica de moda, se convirtió en uno de los dos o tres emplazamientos de la ciudad de foto obligada para cualquier turista. Un documental, una película, estudios alrededor del sexo y la tercera edad, de la muerte en la tercera edad, de la soltería y la tercera edad, del alargamiento en la tercera edad, de las parejas con mucha mucha diferencia de edad, los casos similares en la Edad Media y antaño en general, un refresco de marca/guiño al asunto, un menú de MacDonalds de nombre sospechosamente alegórico, miles de cortos y videos, gags, imitaciones hipotéticas, humor negro, prensa rosa y amarilla, magazines televisivos que recuperaban el tema cuando tenían cinco minutos en blanco, un grupo de rock llamado Ella y el Anciano, minutos basura en el telediario, etc., etc., etc.
Era la Mierda de siempre otra vez. Previsible y aburrida y extenuante otra vez. Era el regocijo pasional de la sociedad alrededor de algo irrelevante fuera de los protagonistas. Pero todos querían chupar del bote. Nadie pensaba aún en el novio joven, formal y común que unos pocos meses después se echó la muchacha. Alguien que le gustaba de verdad (o eso parece). Y a quien no se le levantaba. Ni de broma. Ni para atrás. Un pene del montón de 13 cm en su mayor esplendor y con un grosor del tipo Eso y Gracias que no podía soportar la presión. Ese pene con carrera y máster y ya anteriormente conocido por la chica, un pene cuyo portador era una aparente buena persona por el momento, correcta, casi un yerno ideal. Y asexuado. Aquello colgaba sin vida. Era como un Final de la Fiesta constante, más bien un Después de la fiesta, un Bajón de entrepierna en toda regla. Un colgajo. Material postadolescente defectuoso. Como una polla humana pero mucho más pequeña y blanda. Ese mamoncillo. Torpe como él solo intentando meter ese chicle dentro de esa Hermosura. Imbécil propio de la juventud con pico de oro. Soplapollas tan alejado de la muerte y ya con problemas para ponerla dura. No puedo imaginar por lo que estará pasando Ella. Ese hombrecillo hasta arriba de Aprobados y asentimientos y todo ese semen desperdiciado con porno de Internet. Es posible que ni hablemos de 13 cm, podrían ser once, o diez, o bien podría ser un zurullo de cuatro, que de hecho es lo que es. Ese Vivo descarado que ya no lo es tanto, que me diga alguien quién puede vivir si una Polla. Ese mentecato que no sabe aún lo que es traspasar la madera yaciente a un palmo de tu cara y ver cómo todos rodean tu ataúd sin que nadie se percate de tu Otro Mundo. Mi niña preciosa abandonada a manos de la flacidez de un Moderno sin genitales, futuro Cuervo en un mundo de Vivos lleno de los Cuervos habituales.

Relatos con una mancha sospechosa (2 de 5) – ¿Por qué ScarJo?

En estos tiempos a mucha gente le come el ansia si no pisan un avión de vez en cuando. No hablo de buscarse la vida fuera, hablo más bien de buscarse a sí mismo fuera en lugar de donde uno está, que es en uno mismo. El “huir” o el viajar no se usan como añadido de un modo sano, sino –muchas veces– como solución, una solución que al no serlo acostumbra a funcionar solo como maquillaje, como escoba para barrer esa mierda –que viene con nosotros vayamos donde vayamos– bajo la alfombra brillante del “Cambio” y los Nuevos Sitios por conocer. Algunos procesos de supuesta madurez hacen perder cada vez más la perspectiva a algunas personas; cada vez más datos y más conocimientos y cada vez una digestión más discutible de los mismos. Tipos y tías con la flor de la vida delante y dos o tres folios con todo lo que han hecho, y ni así se plantean que podrían estar horriblemente equivocados. Y todo, curiosamente, simplemente por no haberse tomado la molestia de tomarse un solo café con ellos mismos. Incluso el narcisismo que muchos tanto cultivan no parece ser más que algo reduccionista y ajeno que alguien les ha instalado, lo tienen todo menos… qué, menos a sí mismos. Aun así, como a menudo tienen muchos medios y herramientas para enfrentarse a los avatares de la vida (al fin y al cabo la Preparación no ha consistido tanto en adquirir habilidades para crear su mundo, como en asumir que deben darse de lado a sí mismos para encajar en un mundo propiedad de otros…), han cubierto todo ese procedimiento de adulteración potencial de la propia persona con un aura de Responsabilidad. Eso hace que sea de lo más complejo discutirles esos procesos. Porque cualquier otra opción de Vida queda vista como un estúpido y desesperado intento de librarse, de No Aceptar la Realidad, o incluso de Negarla a toda costa. Esto es lógico teniendo en cuenta que ese perfil predefinido de Educación que les mueve va en la dirección contraria a acentuar lo que sea que tú puedas tener de especial dentro; han comido eso, son eso y dan de comer eso. Así, hay tan solo unas pocas líneas de pensamiento. Una Coherencia, un Sentido Común, un Proceder Prefabricado concreto. Las Instituciones y las Jerarquías ya están por encima de las Personas. Universidad es más importante que Maribel. Parlamento es más importante que José. Un País es más importante que sus Habitantes. Una Moneda de curso legal es más representativa que tu Sangriento Corazón. Una Bandera está por encima de la cama en la que follas con la Mujer que Amas. Las Armas son más relevantes que la Vida de tus Hijos.
Y coño, cómo adoran muchos toda esa basura, les encanta y se revuelcan en ella sin parar, y aun así creen oler después perfectamente.
Hay quien cree en factores externos, por decirlo así. Se habló mucho de cierto asunto en cierto lugar danés hace ya algunos años, aunque como leyenda psicotrónica parece en exceso elaborada. Scarlett Ingrid Elena Johansson tiene raíces allí, y cuando tenía apenas siete u ocho años fue víctima, cuenta la historia, de unos sucesos ya célebres en cierta zona de Isla Selandia, la isla más grande de Dinamarca, entre el estrecho de Kattegat y el mar Báltico. Lugar, se cuenta, antaño infestado de ovnis, y también cuna de célebres supuestas abducciones; aunque algunas más célebres que otras…
Hay discusión sobre dónde exactamente ocurrió todo. Pero lo que ocurrió (o no) tuvo no pocos testigos oculares (o simplemente amantes de lo extraño). La familia no se ha pronunciado nunca, y ni David Letterman consiguió arrancar una sola sílaba al respecto a la actriz durante cierta entrevista (solo una sonrisa algo incómoda). ¿Qué pasó allí? Las versiones en cuanto a la forma y el modo de brillar de la nave suelen ser bastante coincidentes. También se dice que se posó en cierta zona más bien rural. Y que cerca estaban cenando la pequeña Scar y su familia, mucho antes de que llegaran las curvas, los focos humanos y los premios mundanos. Se dice que ella tenía cinco, quizá seis años, Unión Telúrica asegura en todo caso que era aún una infante, y no precisamente carente de encanto. Los habitantes del lugar salieron de sus casas, tenían que ver qué demonios estaba pasando, y sobre todo por qué lo que estaba pasando brillaba tanto. Alguien de la UT dijo que un ser humano solo se siente como un ciervo ante los faros de un coche cuando ve un ovni. Hay cierta parálisis, raramente la primera reacción es la de huir. Aunque de todos modos aquel día nadie podía hacerlo, porque según ciertos informes algo relacionado con ese aparato tripulado te dejaba clavado al suelo. «Esto no es una broma», dicen siempre desde la UT, «podría ser aquí adonde queremos llegar cuando hablamos de musas». Mientras al menos algunas decenas de personas no podían moverse del sitio, dos seres de la nave también luminosos y con cierta transparencia física (según a quién preguntes eran terroríficos o hasta bellos), se movieron entre los humanos del modo en que uno se imagina flotan los espíritus. Entre esas personas se encontraba el fundador de Unión Telúrica, Anders Lauridsen. Según cuenta él, era la persona más cercana a la niña en la que se interesaron lo seres deambulantes. Para terror de sus padres, la muchacha fue la única que pudo moverse a partir de cierto instante, y los seres la instaron a ir con ellos a la nave. Ella obedeció sin pronunciar palabra o resistirse en modo alguno. La gente estaba paralizada, pero eso nos les impedía hablar, gritar, desesperar verbalmente. Todos gritaban Por Qué Ella, eran gemidos desesperados, y en algún caso ambiguos, hasta el punto de que se podía desprender de ellos algún “Por Qué No Yo”. A. Lauridsen dijo haber oído cierta voz extraña en su cabeza, algo que le dejó marcado a varios niveles. Tanto es así que en aquel momento, él, que no tenía nada que ver con empresa científico-ocultista alguna –era profesor de primaria–, comenzó a interesarse por otros campos profesionales.
Los cuerpos quedaron rígidos hasta que la pequeña entró junto a los cuerpos levitantes en la nave. La misma comenzó a elevarse justo cuando los humanos pudieron volver a caminar y rascarse la nariz.
Cuando los padres de la niña Scar ya estaban desesperados, atendidos vanamente por los vecinos, el aparato volvió y nadie alrededor pudo volver a moverse otra vez de la posición en que se encontrase. No habían pasado ni dos horas. Una compuerta se abrió y la muchacha salió sola de la nave. Caminó pausadamente y sin atisbo de emoción alguna hasta la falda de su madre. Unos dos años después, a lo sumo, la niña tímida e introspectiva, hija de Karsten Johansson y Melanie Sloan, debutaba en el cine con Robert Redford en El hombre que susurraba a los caballos.
Por supuesto, alguna gente de UT sostiene que no es una casualidad.

Unión Telúrica se empeña en analizar el Flujo del Sistema. La incapacidad general para salir del mismo y ser uno mismo, o la capacidad para ser uno mismo y salir del mismo. UT nunca hablan de anarquía (acusación que casi les ofende), hablan de vivir de fuera hacia dentro, y de enfrentar lo externo como lo hace un gran actor que consigue que la cámara le quiera a base de talento propio. Hay varios factores, y no es tabú la palabra Dios. Lo que centra los estudios de Lauridsen y compañía tiene que ver con el asunto de si los extraterrestres vinieron a ayudar o sin embargo solo buscaban ayuda. Según la opción, la humanidad podría ser una luz de esperanza al final de algún túnel del universo, o al contrario una civilización a la cola que necesita un empuje de vez en cuando para que algunos de sus habitantes salgan del caparazón del Sistema y se conviertan en lo que realmente son. Todo son señales. El día de no hace mucho que, por ejemplo, S. Johansson despidió a su madre como representante, la UT se conectó a los medios para observar con ojo clínico cada movimiento, gesto o comentario de la actriz en cualquier entrevista de promoción que hubiese hecho en ese tiempo.
Habla Anika Lauridsen, miembro de UT:
–Que digan lo que quieran, esto está pasando todo el tiempo, casi se oye el tic-tac, estamos ante un precipicio jodidamente obvio, y la caída nos va a convertir en historia nuclear de estudio para otros planetas. Y a ninguna nave le interesa tomar Tierra en el puto Cuerno de África; saben que aquello no es más que el resultado de lo que nosotros no sabemos ver cuando nos miramos el ombligo.
Jorgen Westerman, miembro de UT:
–No creo que estemos ante la conclusión de una compleja ecuación espacial a la que alguien verde y con antenas ha llegado, creo más bien que somos una de las pocas gasolineras de la galaxia, estoy convencido de que el ejemplo ScarJo solo va de una cría que ya era como es antes de conocer el interiorismo extraterrestre. Hable con cualquiera de nuestros Clarividentes y verá que asienten con vehemencia. Y ellos tampoco saben si esa mujer tiene alguna marca de aquella noche.
Anders Lauridsen, fundador y principal accionista de UT:
–Le podría hacer una lista interminable de gente célebre que palidece cuando oye en una entrevista la palabra ovni, o abducción, o simplemente cuando alguien saca a colación Star Wars, o no digamos a Kubrick. Vi a Jane Campion cortar por lo sano un programa de televisión para largarse del plató solo porque alguien había insinuado que no todos somos fans de fenómenos como el de Star Trek o Dr Who. No sabe la de cintas y grabaciones extrañas que nos llegan a las oficinas, la de programas de televisión y radio abortados. Incluso corría un rumor que decía que la cleptomanía de Winona Ryder no era más que un efecto secundario debido a cierta abducción de su infancia. Si quiere saber cuál es el mayor enemigo de la Verdad, o simplemente de la búsqueda de la misma, le diré sin dudar que se trata de la Ironía. Uno de los mayores retos de UT consiste en saber ir algún día más allá de la Ironía. A veces la inteligencia del ser humano es el peor bache. La rapidez mental puede ser una maldición. Pregúntese por qué la gente se abre con desconocidos por Internet y no son capaces de hacerlo con amigos de hace la tira de años. Si nosotros somos la gallina, le aseguro que ahora va antes el huevo, todos se arrodillan en adoración ante él. Aún no sé por qué esos seres se quedaron con la futura actriz de éxito de entre todas aquellas personas. Le aseguro que ninguno de los demás allí presentes ha llegado tan lejos, lo he investigado. No digo con ello que no vivan dignamente, digo que lo hacen según la idea de la dignidad por la que la mayoría nos guiamos. ¿Por qué ScarJo? Porque quizá Ellos ya sabían que ella sería la única cuya materia orgánica se desarrollaría no de dentro para afuera, sino consiguiendo poner el exterior a sus pies. Y no crea que hablo de Protagonismo; hablo de esencia. Del mismo principio por el que cerramos bien una bebida con gas para que tarde lo máximo posible en desbravarse. Yo no creo que el ejemplo ScarJo trate de alguien transformada de cría, yo pude ver su mirada. Creo que al salir de esa nave no era Otra, lo que creo es que por primera vez muchos de los allí presentes nos fijamos de verdad en la mirada de alguien de esa edad. (Por más trillado que le suene esto viniendo de un tipo que abandonó su plácida vida para meterse en semejante lío…) Y esa mirada tenía muy poco que ver con la de nadie adulto yendo a hacer lo que sea por la mañana. La vitalidad íntimamente relacionada a lo infantil es un mito, señor, un cuento, una perogrullada si lo prefiere. Lo único que pasa es eso, nos interesaba mitificarla; pero la realidad es que nos desbravamos por deseo ajeno. Yo al menos lo estuve toda mi vida hasta que vi esa mirada.

Relatos con una mancha sospechosa (1 de 5) – Rehén

Aun desde un estado de discutible reposo el cuerpo parece seguir respondiéndote; la Costumbre es una palabra que define un temperamento involuntario poderoso ante la vida. La costumbre se te antoja cada vez más el principal motor del aguante, la mejor arma para combatir el sufrimiento cuando éste se compone de la sangre salpicada invisible, con todos tus órganos intactos dentro, el misterio del dolor henchido de salud, el dolor que gana presencia cuanto mejor sigue respondiendo tu cuerpo. Por más abstracto que suene, esto puede ser pan de cada día. Puede ser tu único compañero dentro de una celda occidental en la cual puedes, quizá, –si quieres– viajar, explorar y respirar aire puro, subir a aquella montaña del horizonte o revolcarte por las colinas más cercanas. Es tu celda terrestre, el concepto de libertad más cacareado, el que va desde dentro hacia fuera y que a ratos te puede dejar sentir que eso ya es suficiente. Es ese rollo de las opciones personales, de que controlas tu destino, tu movimiento, algo muy romántico y en parte tan cierto como probablemente falso en porcentajes. Cuando tu libertad, en cambio, funciona de fuera para dentro, podría ser que te pudieras sentir libre incluso dentro de una cárcel real. Sin metáforas de mierda. Trascender. Ser distinto de verdad, más allá de peinados, tatuajes y protocarácteres. Casi como si fueras intramolecular. Nada relacionado con el egoísmo, sino más bien con la calma. La paz entendida en lo que comprende tu zona de influencia. Algo que solo puede quedar enturbiado por Una Cosa, una que conoces perfectamente, aunque solo sea de oídas. Consulta sobre ello en millones de poemas, libros, contacta con millones de suicidados si puedes hacer tal cosa, llama también a los borrachos si conoces alguno, conversa con alguien que alguna vez reconociera en sí mismo ese rollo inabarcable, lo que decidió combatir con agendas y libertad de dentro para fuera. Cítate en sótanos y bajo puentes con desgraciados arruinados, habla con ancianos que ya no se avergüenzan de parecer cínicos. Invita a una copa a payasos de circo o artistas en general y quizá te den una palmadita redentora. No intentes explicarte, solo solapa tu dolor en tu sonrisa y enseguida captarán de qué vas. Llama a la puerta de la anciana de los gatos, charla con tu abuela o con el abuelo (solo de sentirse tan consultados te mostrarán sus tripas del pasado). Cremallera. Limpia la pantalla de tu ordenador por dignidad antes de cerrar la ventana de sus fotos y abre la guía telefónica y llama a un número al azar y quizá des con un oráculo. Mucha más gente de la que crees podría conocer tu mierda de secreto, tu eco de la humanidad, tu falta escalofriante de originalidad sentimental; quizá no seas tan especial. Hay quien dice que no mucha gente siente eso, y te gusta creerlo, pero quizá estemos hablando más bien de un complot internacional basado en la Negación Productiva. No la echo de menos; cosas del pasado; ahora mi vida está organizada; mi pulso está perfectamente controlado; yo ya no hago esas cosas; esos sentires son cosas de juventud, etc. Respira otra vez, aun acostumbrado a tu aparente sino a veces te sigue pasando, crees que perderás el control de los latidos, contén el aire unos cinco segundos, y luego expúlsalo, conoces el procedimiento. La sonrisa extrañamente responsable de mucha de gente, bueno, es mejor que no pienses en ella, puede que sí haya mucha gente que cree que puede controlarlo todo, y que tú solo eres menos valiente que ellos, menos apañado, aunque puede que lo único que pase sea simplemente que ellos son más ignorantes y están menos enterados de la mierda que se te puede venir encima aunque no tengas de 15 a 25 años. Mucha mierda ha salido a relucir aquí, casi tanta como ha enturbiado las agendas de la Historia. Y no pocas agendas han estado trabajando a pleno rendimiento pensando que dicha mierda se planea después de los Títulos y las mamadas curriculares de despacho. Lo que yo quiero es una familia. Lo que tú quieres es que no te cueste respirar a veces un simple martes a los 40 años por algo que creías que era solo cosa de las películas y que en tu mundo solo era un plan relacionado con el sexo, el apellido y la hipoteca. Dale al play y vete al último tercio de la cosa si tienes huevos. Puede que el Carpe Diem solo sea cosa de cobardes… De todos modos no hay Tiempo ni Lógica ni Control ni Optimismo ni Pesimismo cuando lo único que eres, lo sepa Ella o no, es su innegable y absoluto REHÉN.
Epílogo: Signo de exclamación repetido un copón veces después de una frase de contenido escandalosamente autobiográfico. Singo final: Tres puntos o puede que solo un punto final.
Tras bambalinas. XY y XX (o bien XX y XY, lo mismo da):
–Eh…
–Ya…
–O sea…
–Sí…
–¿Cena?
–¿Italiano?
–¿Chino?
Al unísono:
–Japonés.
Dios Todopoderoso (cinco minutos después):
–Fíjate, no sé dónde van… Mandad a alguien que les siga… No hay un japonés en esa dirección… ¿Este trasto funciona?, ¿me oye alguien?…

Lo Femenino

La pareja que tengo cerca hoy mantiene una conversación que denota poco tiempo de relación, aunque podría ser que él hubiera dejado hace bastante su Personalidad guardada adrede en algún tarrito años 2000 en pos de cierta clase de “madurez”; o quizá arrinconada en la bolsa escrotal, expulsada cada pocos días con forma de calientes goterones blancos justo antes de que vuelva a expandirse hasta su corazón y su cerebro. De forma pasivo-agresiva la chica obliga al muchacho a compartir una ensalada. A veces los clichés de pareja toman formas físicas rellenas de tiernos asentimientos ambiguos y decepcionadas tripas reales. El chico parece un chaval al uso con unos 25 años de obediencia responsable (y puede que ciega) a sus espaldas. Siguiente tarea: novia formal. La chica es casi seguro un torbellino perfumado alrededor del cual revolotean exámenes exitosos y calendarios llevados a rajatabla. Puede leerse en su sonrisa y su forma de llevar sutilmente las riendas, adoptando no tanto los ademanes de un carácter propio como la peor clase de feminismo: actuar como un hombre al que ella repudiaría.
Mi cena de hoy consiste en algo marítimo que he pedido como entrante (que podría colgarse de un árbol de navidad perfectamente), y un entrecot con patatas del que un marciano que no conociera nuestras prácticas se comería el elegante plato con forma de encantadora barquita luego de tirar lo demás. El entrecot pedido al punto me hace pensar en el desembarco de Normandía, las patatas son alguna clase de experimento con algún tipo de condimento verde rebuscado con el que mi paladar se siente como una lectora de Crepúsculo que lo intentara con el Ulysses de Joyce…
Abuso de la mayonesa (creo que es mayonesa), viene aparte. Las patatas están cocidas y tengo que partirlas en dos para poder llevar a cabo con dignidad el ejercicio de trituración bucal. Otra vez el aspecto de todo tiene más importancia que la comodidad del cliente (la practicidad en tu maldita casa, parecen decirte). La muchacha de la otra mesa no para de hablar, pregunta retóricamente varias veces a su novio si le gusta la ensalada, y verbaliza (decide) también varias veces que están muy bien aquí (ellos, no las ensaladas) y que han elegido fenomenalmente el lugar. Usa el plural mayestático, aunque no huele a que el chaval haya decidido nada, simplemente no existe en apariencia la opinión masculina. En cierto momento la tía me mira de soslayo; creo que, aunque no me conozca, decide que –gracias a Dios– ha logrado su objetivo de no convertirse en alguien como yo. Creo que a partir de ese momento para ella ni siquiera soy un tío. Creo que ella se ha encargado personalmente de que yo oiga todo lo que pasaba en su mesa, y que después ha hecho ese sutil gesto de desprecio queriendo dar a entender que debería meterme en mis asuntos. Creo oír decir a mi entrecot descuartizado que le diga a su madre que la quiere, que no debería haber venido a esta estúpida guerra. Quizá yo tampoco.

Dinero.
–No tengo puta idea de gastronomía.
–Eso da igual, ve a esos sitios, no queremos que hables como un experto, habla de lo que veas.
–Lo pagáis vosotros.
–Afirmativo. Además ¿qué más te da?, es escribir, escribe, escriiiiibe, no te vas a hacer rico, pero no se te pide nada inmoral, son gente normal, salen a cenar, nada más, es lo que hacen.
–¿Entonces se trata de la gente?
–Se trata de comida, pero si hubiéramos querido un especialista en ello ahora estarías en algún bar y no hablando conmigo.
–Estoy en un bar…
–Bueno, ya me entiendes…
–Creo que me han dado plantón.
–¿Plancton?
–…
–Podrías pedirlo en algún sitio, creo que se come. Oye, creo que es una prueba, un…
–Ni siquiera sé qué queréis de mí, ¿es algún rollo rebuscado?, ¿alguien me quiere ligar pagándome cenas?
–Lo que tendrás que hacer es mandar un par de folios con lo que sea que hicieras el viernes o el sábado, lo que sea que hagas.
–Con lo que haga, ya…
–Creo que es cosa del editor, se ha puesto en plan experimental, creo que está harto de probar con postuniversitarios o qué sé yo… o que su mujer le ha mandado al sillón y se ha puesto reflexivo.
–Sabes que lo voy a hacer, como y me visto y demás, pero tanta libertad descoloca, normalmente hay al menos una reunión, alguien te mira por encima del hombro un rato, te sonríe tras su mesa, te pide una especie de mamada verbal, cosas así, no estoy acostumbrado a encargos vagos y administración por correo…
–Vale, colega, nos vemos para los detalles…
–…
–Oye, perdona, estaba…
–Os pienso mandar los artículos en el cuerpo del mensaje…
–Coño, hazlo como siempre lo haces, ese rollo desganado que haces siempre, es lo que quieren, y luego mándalo como te dé la puta gana…
–Bueno vale, oye te dejo, estoy ocupado.
–Has dicho que estabas en el bar.
–Sí, y se me calienta la cerveza.
–Vale, tío, bueno…, mete muchas salidas de tono, tacos, tonterías, qué se yo, habla del culo de las camareras.

En otro encargo hace un frío que te mueres hasta que llego. No es cosa habitual en Periferia, aunque es cierto que el tiempo aquí es irregular como un profesor de primaria; igual se vuelve cálido que al momento frío y suicida, te arropa y apoya y al segundo siguiente te escupe la mierda de la acera en los ojos. El lugar es un italiano. Nunca me acuerdo bien de los nombres, una vez tuve que volver atrás cuando ya me iba, para echar otro vistazo a la fachada del local. Siempre reservo mesa (si es que el local acepta reservas). ¿Me ha dicho para uno? Sí, para uno. Uno ya no muy joven, malviviente, poco ejemplar para seguir sus pasos, lleva una tarjeta de crédito sospechosa que no tiene pinta de ser suya.
¿Me repite el nombre, por favor? No soy crítico gastronómico. No, es que necesito un nombre para la reserva. Vale, pero que quede claro que mi idea de la cocina consiste en evitar que me salpique el aceite hirviendo, soy así, de gustos sencillos. ¿Señor?
Aun así, esta vez me han dado una especie de mesa de lujo para uno, con vistas, y hasta han dado orden (sí) de que cierta camarera en concreto me atienda. Han apartado a la que se encargaba de esta zona del restaurante. Me han traído tres cartas, como para que las estudie y analice, la de vinos es tan nutrida y barroca que parece alguna rareza de Tolkien. No digo nada, no aviso a nadie de que podrían estar estropeando una de las mesas buenas con alguien que hasta hace poco creía que la vichisua era un grupo francés de la nueva ola de música electrónica. La camarera asignada es tan guapa que casi resulta ridículo, cuando una mujer es exageradamente bonita por fuera me siento como si hablara con un anuncio de United Colors of Benetton o algo así, me cuesta un buen rato superar el asunto físico y hablar con la Persona que hay en algún lugar tras los ojos y las perfiladas tetas y demás. Te hace sentir como debe sentirse un surfista con el mar agitado más allá de lo prudente, miedo y excitación, o ganas de salir corriendo y pegarle un guantazo a alguien y saltar en medio del tráfico sonriendo como si ya no tuvieras nada. La sola idea de que esta chica tenga teléfono o duerma en alguna cama (quizá sola) por las noches, hace que te entren ganas de comenzar a hacer ecuaciones para demostrar algún día antes de morir que todo está interrelacionado.
Enseguida decido que no escribiré sobre ella, porque de ser así me pasaré tres pueblos y todo el artículo irá –solapadamente– sobre cómo me la tiraría, la futura casa con valla blanca, las gemelas iguales a ella pero en pequeño, etc. En el fondo esto a veces es un ejercicio de mitificación espontánea bastante vacío. ¿Obvio? Los hombres me entenderán.
Lo malo de las mesas para uno es que son también las mesas para dos, de modo que suele haber varias mesas así agrupadas; esto hace que los extremos conceptuales se toquen, o vas solo o vas en pareja; el intermedio, que son los grupos de amigos y demás, habitan el resto del restaurante, en un ambiente más ruidoso quizá, pero en cierta forma también más relajado, menos violento a nivel emocional. Una chica cenando sola puede parecer misteriosa y resultar atrayente y… misteriosa. Un tío cenando solo normalmente parece un cutre, un perdedor; no digamos ya si es viernes o sábado y no tiene pinta de haber salido de trabajar de ninguna oficina…
No entiendo gran cosa de la carta, leo los entre paréntesis bajo la palabras en italiano. De todas formas casi todo lleva queso. Cuando la cosa se pone tensa es a la hora de elegir un vino. Se están preocupando tanto conmigo que pedir agua sería como un acto de cinismo; me limito a señalar uno de los vinos tintos no-precisamente-baratos de la carta. La chica, como salida de la mente de mi versión con quince años (imagínate), sonríe y se lleva todas las cartas mientras simulo que no me afecta su onda expansiva.
Nadie se sienta cerca, es un alivio. Cuando me he comido (pasándome claramente de la raya) un plato de pasta y media pizza, me vuelven a traer la carta de postres. Quería meterme en el papel de crítico serio, pero con semejante mujer yendo y viniendo se hace imposible, está todo perfectamente calculado, hacer una mala crítica del sitio te haría sentir como si le hubieras pegado una patada al encantador perro del vecino sin saber muy bien por qué. La carta de postres es casi como escupir en una foto de la Madre Teresa, nada baja de los seis euros, y hay cosas de hasta ocho. Aunque mi estómago ya comienza a escribir mensajes que me mandará a no mucho tardar, le señalo a Helena de Troya uno de los dulces caros, algo realmente cerdo, chocolate por todos lados + una bola de helado, etc. Todo presentado muy fino, obviamente. Reviso la presencia de la tarjeta de crédito en mi cartera.
Al salir del sitio tengo que apoyarme un momento en la pared. Pasa un matrimonio mayor y piensan que estoy borracho. La broma se ha ido a los 45 euros. El vino, el postre. Saco un cigarrillo, me apoyo en la espalda y miro la hora. No consigo recordar el nombre de la pasta del primer plato.

–Me gusta esta cafetería porque antes trabajaba aquí una muchacha que…
–¿Que fondos tiene esta tarjeta?
–… y estaba tremenda, me colgué de ella, tío, era como cuando íbamos al colegio, ¿te acuerdas?, como mirar el culo a las niñas cuando…
–Supongo que no tengo límite de precio en las cenas…
–… el pelo rizado, pero oí algo de que quizá podía tener un crío, no sé. No te preocupes por la tarjeta, guarda los papeles y métela en tu cartera, no te confundas y pagues con la tuya, te lo vas a pasar bomba, colega, te van a mandar a los mejores garitos de la ciudad, vas a ser el tipo solitario resultón, el romano que vomita para seguir comiendo, vas a ganar cinco kilos, tío, ya verás, es una ganga, aprovéchalo, y cúrrate los artículos, creo que te están tanteando.
–Irene, la pelirroja.
–¿Qué?, no, tío, no se parecía a esa niña del cole, ésta era morena, pelo castaño, muy rizado, no se parecía a Irene… Irene… joder… Ni me acordaba.
–Seguro que no…
–Ya sé que fue como el primer culo de los críos de la clase, la primera paja y demás, pero esto era distinto…
–Hago mucho esfuerzo por no pensar en el motivo real por el que sigues viniendo aquí…
–Tío, no sé, me gusta el sitio, y durante un tiempo oí algo de que podía volver, que quizá estaba de baja.
–¿No se te ha ocurrido preguntar a…?
–Tssss, ni de coña, no quiero que la asusten… Es como un cervatillo, ¿me captas?, un solo paso en falso, un solo ruido, y fallas el tiro…
–Ya…

Diez semanas y diez artículos, obscenamente bien pagados a mi juicio, y la siguiente semana es el turno de Central Periferia, cocina moderna, sin lista de espera para mí, raciones de a dos bocados de experimentos realmente caros para mi paladar realmente mediocre. Comentarios elaborados como “Qué rico está esto”, o, “Se me hace que las raciones son muy pequeñas”, se oyen todo el tiempo. Rodeado de votantes de derechas y empresarios, o bien gente del mundo del espectáculo, la verdad es que me suenan varias caras, pero no las ubico, no sé los nombres, y tampoco me prestan mucha atención. Y eso que hoy me he puesto elegante de verdad, una chaqueta de vestir, un rollo de lo más modernete, una camiseta de Jane’s Addiction y mis mejores tejanos (o los más nuevos al menos). Tengo la pinta adecuada, parezco un hipócrita de lo más fino, uno de esos con gusto exquisito para el cine y la música, y la cabeza tan «bien amueblada» que de solo darle el aire se produce tal efecto mariposa kármico que varios niños africanos muy sonrientes pierden la vida en ese mismo instante. Un Tipo de Gran Ciudad, en definitiva. Tecnológico y repleto de curiosidad por mi mundo, por el futuro, por la moda, por la arquitectura. Cena conmigo, nena, soy humilde incluso triunfando, tengo miles de cosas de las que hablar y sé hacer de maravilla como que escucho. Esa es la imagen que proyecto.
Bueno, era lo más que podía conseguir para no desentonar.
Todo resulta extrañamente aséptico. El problema es que para la mayoría de “canapés” finolis que me sirven ni tan siquiera tengo el referente mundano. De repente alguien te dice “Esto recuerda al (nombre de vegetal)”, y tú asientes mientras algo se deshace en tu boca con tanto estilo que quieres echarte a llorar de pura occidentalidad. Cada ración de lo que sea viene acompañada de una explicación, es como si mientras estuvieses follando alguien te hablara desde un aparte sobre cómo sacar más partido a la postura, o qué celebridad se corrió en la Navidad de 1975 haciendo lo mismo que tú ahora. No es tanto comer como un estudio sobre la nueva cocina, algo que siempre he asociado económicamente con cosas como la exploración espacial, es como la versión hipster de la exploración espacial. Es como si le diera un infarto a alguien mientras escribo en la misma habitación y le pidiese (por favor, eso sí) que se muriera en silencio porque acabo de dar con una idea cojonuda para cerrar el artículo.
Como sea, algunas cosas me gustaron y otras no. Tampoco descubrí ningún mundo nuevo, y el arte para mí sigue siendo algo muy distinto de experimentar con croquetas o cobrar una pila de billetes de 50 por dar de comer filigranas a tipos horteras podridos de pasta. No soy ni de lejos lo que este mundo espera.
Me paso toda la cena (por llamarla de alguna forma), pensando en esa etapa de mi infancia en la que unos amigos y yo encontramos una olla abandonada y cada sábado la llenábamos de agua y metíamos en ella todo lo que pillábamos (también bichos) y con palos de madera lo aplastábamos todo, lo machacábamos y cantábamos no sé qué canción repetitiva.
Me calzan 178 euros; menos mal que no a mí… En alguna parte de la carta el lema era “No es solo una cena”. Cierto, parece algo bastante más estúpido y grave.

El Mamut: Los heterosexuales no salen del armario

El restaurante se llama El Mamut. Bandera multicolor como símbolo por todas partes. Hablé con alguien que no se presentó como el dueño pero que actuaba como tal (suele ser siempre así). Volvieron a creer que yo soy alguien a quien la comida le importa más allá de la, digamos, ausencia de nutrientes. Un camarero muy amanerado me atendió casi todo el tiempo. Estoy seguro de que piensan –igual que muchos heteros– que el amaneramiento homosexual viste de sofisticación todas las cosas. Bandera multicolor, en la carta, en los platos, el techo. El restaurante en general te hace pensar por algún motivo en esas personas que en un momento u otro, sin que sea necesario para la historia que te cuentan, sacan a colación a sus «amigos gays». En cuanto a la simbología y la intencionalidad, El Mamut parece querer sumarse a esa corriente de Orgullo Gay que, con buena intención, reivindica los derechos de los homosexuales y recrimina la homofobia; a la vez que, por desgracia, al parasitarse en esa batalla, no dejan que la opción sexual personal se acomode como algo natural. El mayor poder de lo heterosexual es que nadie se declara heterosexual ni habla de tener «amigos heterosexuales». Nadie dice cosas como “El otro día fui al cine a ver la última de Los Mercenarios con mis amigos heteros, y se lo pasaron genial, ¡cómo se reían!”… Pero qué sé yo, quizá caigo en contradicción mencionando así todo el asunto homo, y supongo que todo eso tiene más sentido que, por ejemplo, vestir a bebés con camisetas de equipos de fútbol, hacerles socios de un club, adoctrinarles e intentar planificar sus fines de semana antes de que puedan decir la primera palabra… Quizá alguien hetero debería ser el último en querer dar lecciones de cordura.
Lo bueno del restaurante es que la comida está de miedo. En serio, id. Todo resulta amanerado también en la presentación, pero las cantidades son generosas, no hay ápice de vergüenza a la hora de rebañar la olla o la sartén o lo que sea. Disfruté de una ensaladilla rusa deliciosa como entrante y luego de una fuente de carne a la brasa con la que gasté hasta dos de esas cestitas de pan tan monas.
Pero abramos aquí un paréntesis en cuanto al pan.
Y no me refiero ahora solo al pan de El Mamut, sino a la manía que tienen casi todos los restaurantes de ofrecer ridículas porciones de pan, como si las hubiera cortado alguien con serios problemas de personalidad, como si cada vez que en la cocina de un lugar público necesitaran ofrecer pan, trajeran para cortar la barra a alguien que acaba de perder a toda su familia en un accidente aéreo y apenas puede sostener el cuchillo… ¡Un poco de generosidad! ¿No? ¿Soy yo el único al que le gusta el pan como algo más que el adorno de una cestita mona? Demonios…
Cerremos el paréntesis.
El Mamut, en definitiva, es un buen lugar al que ir a comer, a no ser que consideres que “no deberían llamarlo matrimonio”, o que “lo de los 6 millones de judíos no está demostrado”, etc. Y no dudéis en entrar al trapo si alguien del personal os da conversación sobre cualquier tema social o político (no, en serio, no dudéis…).

Durante mi periplo gastronómico, cierta noche de viernes tengo cerca de mí –en la parte del restaurante de mesas individuales y para parejas– a una mujer cenando sola. No surge la más mínima química, aunque estemos casi solos en el local, no hay miradas interesantes ni florece una conversación cebada de intenciones. En resumen, no me pasa nada fuera de los límites de mi cráneo o mi caja torácica; o lo que pasa está más cerca de la meditación trascendental que de nada concretamente relacionado con Hombres y Mujeres y todas las historias conocidas al respecto. Si tuviera que resultar pragmático diría que la chica ha quedado para luego, se ha emperifollado para ver a alguien más tarde y tiene su mente puesta en eso. Lleva un vestido de una sola pieza y ceñido, también tacones, parece que no demasiado maquillaje, nada de medias; no te hace pensar en una chica arreglada para nochevieja, pero tampoco en un prototipo de Tía Buena buscado durante un par de horas ante el espejo. Todo denota cierto tipo de naturalidad en sus ademanes, en su aura. No estoy hablando de sexo, aunque nunca esté fuera de la ecuación. Si tuviera que dar una descripción estética rápida diría que es una especie de Nicole Kidman de texturas Eyes Wide Shut visitando a la Christina Ricci de Sleepy Hollow; pero es lo mismo que si no dijera nada. Quizá solo se trata del inicio de una mala digestión mía, o puede que el vino me convierta en la peor clase de analista abstracto; pero había algo en esa mujer que la conectaba con la tierra, con los orígenes, con las montañas no mutiladas por planes gubernamentales; resultaba fresca y natural aun embutida en diseños contemporáneos. E incluso haciéndote pensar en pájaros no-domésticos o hierba mojada lejana a polígonos industriales, la geometría de la mesa, su silla, y la inundación de luz tenue del lugar, parecían amoldarse con poética dignidad real a las curvas no poco generosas de la muchacha. La idea de que lo que sentía al verla fuese alguna clase de enchochamiento, me resultaba burda, incluso siendo todo el asunto un Fenómeno indudablemente Femenino, igual de poco combatible que la meteorología, los tornados o la lluvia que alimenta las cosechas.

–¿Crees que son horas de llamar…?
–Tío…
–¿Qué pasa?
–He oído que te quieren meter en nómina.
–Ah, ¿o sea que accederán a verme?, ¿algo así de extremo? ¿Tu jefe mide treinta centímetros o tiene escamas o una aleta dorsal o algo así? Dile que no debería sentirse tan cohibido, la revista no es peor que otras…
–Menudo halago…
–Así que has oído un rumor…
–Una tía muy enfadada ha llamado y quiere denunciar a la revista.
–¿Cómo?
–Y se dice que ha sido por un artículo tuyo. Te has ganado el corazón de alguien de arriba.
–¿De arriba?, así que tenéis buhardilla…
–No es coña, tío, ningún publicista puede conseguir lo que dicen que has conseguido.
–Así que alguien me quiere matar y debo alegrarme…
–Exacto, esa es la gran noticia, la rueda comienza a girar cuando le tocas las pelotas al colectivo adecuado… O al menos cuando ellos creen que querías tocárselas…
–¿Ha llamado alguna madre enfadada…?
–No ha sido una maruja, las marujas… ¿Sabes que se dice que bastantes marujas se vuelven pirómanas debido al hastío?, hay videos, se ve que salen con esas pintas de amas de casa ingenuas, provocan un incendio menor, o mayor (si pueden), y después se dedican a esperar ante la tele a que se interrumpa la programación para poder ver la gesta que han llevado a cabo. Luego deben toparse con las vecinas y comentar compungidas la desgracia, y lo ajenas que son ellas a los males del mundo…
–…
–¿Sigues ahí…?
–Así que no ha llamado una maruja…
–No, tío, era una tía, joven, estaba histérica, dicen que apenas se entendían algunas sílabas, solo muchos tacos y tu nombre muchas veces. Casi que igual es alguna tía que va mojada perdida detrás de ti y quiere llamar la atención…
–Me da que no va a ser eso…

No sé cómo narices se les ha ocurrido mandarme a un lugar ampuloso cuando se celebra algún tipo de fiesta de tiros largos. Creo que les divierte notarme cabreado en lo que escribo. Si uno de los candelabros se me cayera encima, moriría antes de que llegara la ambulancia solo de la impresión. Todo reluce, todo es cristal o apliques dorados, he contado como unas diez parejas ya en las que la chica tenía por lo menos 25 años menos que el tío al que iba pegada como una lapa.
Al fin conocí las oficinas de la revista. Como, insisto, creo que les gusta verme en aprietos, me reunieron con una lesbiana más fuerte, masculina e inteligente que yo a la que tuve que convencer de que no la odiaba, y de que en realidad apoyo su lucha. Hablaba todo el tiempo de Su Lucha, aunque nunca especificaba, como si el asunto fuese tan obvio que le diera vergüenza argumentarlo. Era tal su entusiasmo y estaba tan ofendida, que te hacía pensar en esas personas tan nacionalistas y/o independentistas (nombre del país al margen) que si les otorgaran lo que quieren, les dejarían con nada más que un inmenso y agorafóbico futuro por delante, aterrador por vacío de objetivos. Hablaba como si más que luchar contra un enemigo, lo necesitara. Pero no le dije nada de eso, claro, porque vuelvo a repetir que en realidad era más inteligente que yo (al menos en el terreno retórico), y tenía como poco tres o cuatro réplicas preparadas para cualquier cosa que le dijera. Pero que quede claro: incluso aunque yo hubiera sido un homófobo redomado, en ese momento en cuestiones de cabreo y desconfianza habríamos estado a la par. Había algo que no cuadraba en todo el asunto, pero ese algo era incluso más profundo y turbio que el tema de ser gay o no y las consecuencias que lo acompañan.
Camino como si estuviera harto de estos lugares de techos altos y tías vestidas de tal forma que no me parecen tanto mujeres como figurantes de alguna película de James Bond, que es donde estoy acostumbrado a ver tantas así juntas… Ha sido para verme alquilando el esmoquin… la incomodidad es óptima. Si de verdad este ir como un pincel siempre es inversamente proporcional a la comodidad, algunas de las chicas del lugar deben estar pasando por un ritual equiparable con el parto. Diría que hay bastantes menores, aunque disfrazadas de cazafortunas, de hecho algunas diría que lo son; o puede que incluso vengan a aprender de las que ellas consideren mayores, la tías de 22 o 23 años… Este ambiente hace que lo del antro de la cocina moderna parezca una barbacoa en el campo. Comienzan a surgirme dudas, así que llamo a mi jefe. Cuando hablamos por teléfono siempre me da la sensación de que se está aguantando la risa, o de que se tapa la boca con fuerza con una mano para que no le oiga reírse de mí. Creo que eso pasa porque se está riendo de mí casi todo el tiempo… Mi jefe me dice que la sala en la que estoy debería darme acceso a canapés y champán. Pero que debo estar atento, porque lo que pasa en realidad es que la revista me ha enviado a una entrega de premios, una de ésas genéricas, en las que igual le dan un trofeo al alcalde que a un deportista. Un rollo en plan Personajes del Año. A estas cosas me refiero con reírse de mí. La idea es mantenerme siempre desconcertado. Al paso del rato me doy cuenta de que incluso he leído sobre este rollo en el periódico, pero en ningún momento lo he asociado con mi encargo. Simplemente he venido a la dirección que me han dicho y he hecho caso con lo del esmoquin. Esto me pasa por creer que mi labor solo va de escribir. Mi jefe me dice que esté atento a los tránsitos del rebaño de lentejuelas humanas, que luego tendré que pasar a otro salón igualmente pijo y que a la entrada tendré que decirle mi nombre a un pingüino humano para que me diga dónde he de sentarme. Se supone que la cena va en paralelo con la entrega de premios.
Algunas mujeres pasean por el lugar mirando a un lado y a otro como un gato abandonado lo hace por la noche, y puede que igual de desamparadas. Algunas se esfuerzan tanto por parecer agresivas a través del modo en que han moldeado su belleza, que es casi como si pidieran socorro a gritos. Lo que a priori parece una clara demanda de sexo y puede que intención de cultivar una relación con propósitos económicos, en el fondo se me antoja un deseo casi histérico de que alguien las abrace, no las atosigue con discursos éticos o morales, y luego les dé unas zapatillas planas. Es posible que solo con un gesto por el estilo se ablandaran, se plantearan el presente que llevan a cabo. Los tipos del lugar sin embargo no parecen ver nada raro en el ambiente, supongo que porque hay una jerarquía muy clara que no tienen problema en asumir, seguramente porque les beneficia a muchos niveles, tanto en lo material como en, seguro, muchas de las películas emocionales que se montan. Estoy seguro de que muchos de los tíos sesentones que hay aquí creen que la chica de 25 años que llevan del brazo es algo real. No es tan raro de entender teniendo en cuenta la idea del éxito que predomina. Todo este lugar huele a las respuestas a muchas preguntas que solemos decir no las tienen (o que son demasiado complejas); empezando por la prostitución a varios niveles y en varias direcciones, y acabando por el paripé de la entrega de premios.
El pingüino me ha señalado con el dedo mi silla, lo cual teniendo en cuenta a qué distancia estaba era como señalar todo un tercio del puto edificio… Por suerte había una etiqueta con mi nombre junto a una de las dos o tres copas, el plato y los tropecientos cubiertos que he de usar de fuera para dentro (no sé por qué sé esto…). Solo me queda averiguar para qué es cada uno de ellos….
Me toca junto a una señora enterrada en la no-aceptación de su edad y una chica que se va a llevar la decepción de la noche si está buscando a alguien podrido de dinero cual gata nocturna que busca un buen coche bajo el que que hacer noche… La señora se presenta como enviada de no sé qué revista de la que me dice el nombre (suena a francés) tres o cuatro veces sin que llegue a entenderlo. La chica joven al final es una postuniversitaria que viene también a cubrir el acto para algo llamado Arte y Sociedad. Me doy cuenta de que estoy sentado en la zona de prensa… La señora me recuerda a las marujas pirómanas, y la muchacha a cierta chica fascinante de un encargo anterior, esto me descoloca y descentra por completo.
Los camareros son como un ejercito con un palo metido por el culo, van de un lado a otro y todo el tiempo tienen tanta prisa que casi parece que algo trascendente vaya a ocurrir. Son todo responsabilidad y comentarios escuetos, hablan de usted incluso a los niños y tratan como a Diosas incluso a las chicas de pinta más manipuladora. Llevan un look y una actitud tan extrañamente relamidos que no te cuesta imaginarlos chapoteando en el océano atlántico apocalipticamente burbujeante mientras el Titanic va camino de convertirse en leyenda.
Antes de que traigan el primer plato, tengo la imperiosa necesidad de mear. Cuando uno es propenso a las piedras en el riñón, tiene que elegir entre el sufrimiento o ir al lavabo cada dos por tres. Ya no recuerdo la última vez que vi una peli en el cine sin interrupción. Tengo que preguntar hasta a dos camareros dónde están los servicios. Cuando por fin los encuentro, descubro que son unisex. No sé por qué no me sorprende; el contexto del lugar parece llevar a lo unisex. Hay algo enfermizo en todo el interior del edificio, como de oscura realidad paralela, como de Margen de la Sociedad. Supongo que podría llegar a acostumbrarme, y eso es en cierto modo lo que más miedo da. Parece que todos estamos a un paso de ser putas o puteros, de ser esclavistas o guerreros de clases.
Cuando entro a los amplios y nada acogedores baños, descubro que la chica periodista compañera de mesa está dentro. Al principio me pregunto cómo ha podido llegar si cuando yo me fui ella estaba plácidamente sentada, pero supongo que simplemente le ha dado tiempo mientras yo estaba perdido y charlando con las víctimas del Titanic. Se está retocando el maquillaje y no le altera lo más mínimo mi presencia. Cada vez se me antoja más parecida a la chica que me dejó pasmado cenando sola en cierto restaurante del que no recordaría ahora el nombre ni a punta de pistola. Comienzo a dudar de verdad sobre si no es ella. Podría ir algo más maquillada, podría ser que verla hoy bien desde todos los ángulos hiciese que pareciera otra. Mi recuerdo es el de haberla visto más que nada de perfil, no quería ser descarado en aquella cena. Todo esto hace que ahora me la quede mirando casi sin querer, algo de lo que ella se percata. Mira con confianza, me pregunto por un momento si será periodista de verdad. No sería la primera profesional con ganas de ser “Princesa”. Intento resolver el momento incómodo:
–¿Te conozco de algo?
La chica se da la vuelta y guarda el pintalabios en un bolso en el que casi no le cabe la mano. Sonríe. No con suficiencia ni sexualmente amenazadora, pero sí con cierta superioridad natural.
–¿Crees que me conoces?
–Creo que te vi no hace mucho en un restaurante…
–¿Sí?
–…
–Me pasa bastante…
–…
–¿Y crees que soy yo o no?
–Eh… Perdona, creo que me he perdido…
–Ya lo he visto, te he visto hablando con los maniquís…
–No, me refiero a que…
–Ya lo sé…
–…
–Yo creo que quieres creer que soy aquella chica.
–¿Y…? O sea, tú no te acuerdas de mí…
–Podría ser que yo fuera aquella chica y no te recordara… Hoy todos vais de esmoquin, en estos saraos fascistas todos los tíos os parecéis demasiado unos a otros… Las tías podremos ser más o menos zorrones, pero al menos nos preocupamos por ir distintas…
–…
–Ahora te da un poco de miedo volver ahí fuera y sentarte otra vez a mi lado, lo siento…
–No… No, no tengo miedo.
–Entonces qué tienes…
–La verdad es que al llegar te he confundido con una cazafortunas, temía que intentaras algo conmigo creyendo que yo era…
–¿Entonces creíste que la chica del restaurante era una cazafortunas?…
–No, me refiero a que…
–Creo que tienes la cabeza hecha un lío desde que viste a aquella chica, y que ahora no sabes si quieres que yo sea ella o no.
–…
–¿Qué fue lo que te puso así de patas arriba en aquella cena?
–Pues…
–Tengo curiosidad.
–No tenía la sensación de estar delante de una mujer cualquiera, por decirlo así.
–Y…
–Me hizo pensar en muchas cosas, me desconcertó el que sin conocerla me hiciera pensar tanto…
–En qué.
–No sabría cómo decirlo.
–Creo que no hablas exactamente de un enamoramiento repentino.
–No me gusta esa palabra para definirlo, no. Aunque supongo que no podría asegurar que fuese algo muy lejano a eso.
–Porque era algo así, pero superior.
–Sí. Yo diría… trascendental.
–Una iluminación.
–Bueno, entiendo que era solo una persona, pero al verla vi más una parte importante de la Naturaleza que no simplemente a una chica a la que sería interesante conocer o…
–O follarse…
–O follarse…
–…
–No sé, llevo unas cuantas semanas viendo a mucha gente… No viéndoles, sino… observando. Y creo que ese día vi algo en esa chica que no tenía mucho que ver con el resto de las personas, casi ni con el resto de las mujeres.
–¿Quieres decir que podría haber sido un hombre?
–No. No. Se trata de algo claramente Femenino, es… Es algo relacionado con… con la Creación. Creo. Un hombre no puede parir. Pero no solo se trata de eso, también es algo abstracto, y a la vez íntimamente relacionado con la estética femenina, el cuerpo de la mujer, el aura femenina…
–Y cuándo te diste cuenta de todo eso…
–Creo que fue hablando con una chica lesbiana… Aunque no era el hecho de que fuera lesbiana…; era casi como si me hubiera tocado por destino hablar con esa lesbiana con aspecto masculino para darme cuenta de que ella tampoco tenía eso. Como si en realidad ella estuviera a la misma altura que los hombres, también los hombres gays (ya que aunque puedan ser amanerados siguen teniendo cuerpos de hombre, al menos en su origen); y todos un poco, bastante, muy por debajo de aquella chica del restaurante.
–Quieres decir que era la Chica de Chicas, algo así, la representación de todas las mujeres…
–Algo así.
–Pero eso no es todo.
–No, no es todo… Creo que hay una conexión con todos los fracasos de pareja, o con muchos de ellos. Y con los fracasos de la humanidad.
–Piensas que la mujer no está en el lugar que le pertoca.
–Lo gracioso es que hace poco me echaron bronca, me acusaron de homófobo; y también de misógino.
–Creo que lo que no te atreves a decir es que has llegado a pensar que la mujer del restaurante…
–…
–Llegaste a pensar acaso que esa mujer era… ¿Dios?
–Llegué pensar que esa mujer era Dios…, o al menos un Dios… relegado de sus funciones.
–Comprendo…
–Aunque sé de quien ahora solo me diría que doy por hecho que una lesbiana ruda no podría ser Dios…
–No intentes cambiar el rumbo, no lo estropees.
–Lo siento…
–Siempre hacéis eso…
–Quiénes.
–Los hombres. Os abrís y luego enseguida queréis cambiar de tercio o bromear para que nadie piense que os habéis tomado la molestia de intentar profundizar en algo.
–Ya…
–Sigue con lo que ibas a decir cuando te has interrumpido a ti mismo.
–… Lo que iba a decir es que yo no creo en Dios.
–Entiendo.
–Pero sí creo en lo Femenino… Si eso tiene algún sentido.
–Porque estamos sentadas en el banquillo…
–Más bien… maniatadas en el banquillo…
–Maniatadas…
–El hombre… parece que haya dado mil vueltas sobre lo que quería ser, sobre qué libertades quería tener o cómo tenía que administrarlas. Pero la mujer, en lugar de haber tenido su propio camino, siempre ha estado sujeta a la senda abierta por un Dios masculino.
–…
–No sé por qué hablo de todo esto… Seguro que voy a arrepentirme mañana cuando despierte.
–Eso les pasa a los borrachos, ¿estás borracho?
–No. No estoy borracho.
–…
–…
–Te doy miedo. Ahora sí te doy miedo.
–…
–Crees que te vas a dar la vuelta y que yo habré desaparecido…
–…
–O que te irás antes que yo del baño, a paso rápido, y que cuando llegues a la mesa yo estaré allí sentada tranquilamente charlando con la maruja pirómana.
–Yo no te he hablado de eso. No te he hablado de eso…
–Por fin un poco de desconcierto… Sé que adoran tu desconcierto. Tienen razón…
–Creo que… Creo que tengo que irme.
–No. No… Creo que tienes que decidir si vas a querer volver a verme.