Suena odioso y repetitivo, pero no se puede jugar al aguante cuando ya no tienes veinte años. O quizá puedes tú, pero tu cuerpo podría comenzar a llenar de correo no deseado tu cabeza y tu estómago. Han tenido que pasar treinta años para que vomite en el retrete de una discoteca. Si empiezas desde mediodía a juntar cañas y medianas y demás, y si a eso le sumas el que tú siempre has sido más de café, el resultado puede ser demasiado previsible y aburrido como para desarrollarlo. Abundemos en ello, pues.
Un poco antes de la tormenta, no vuelves a casa porque vas más tocado de lo que crees. ¿Tiene eso algún sentido? Sabes –en el fondo– que la paella en grupo de hace unas horas sigue intacta contigo. Ni siquiera habéis cenado. Sabes que no está operando el proceso de digestión. Al menos NO lo está haciendo a la manera agradecida. Tu estómago, desde hace bastante, es más un almacén que un estómago. Tu tracto intestinal está sopesando la posibilidad de cortar por lo sano.
Luego los soldados desembarcan, y comienza la escabechina…
Metes la cara en el retrete y e intentas hacerte un exorcismo a ti mismo. Vuelven todos los aromas del mediodía, pero con un matiz de pesadilla gástrica; te lloran los ojos y todo tu cuerpo se congestiona. Es imposible el sigilo, todos los tíos que entren al lavabo en ese momento oirán toda tu performance treintañera. Ha habido monólogos del club de la comedia mucho más cortos. Ni siquiera hay algún motivo por estéril que sea, solo salíamos a echar un vermú de sábado, puede que una comida tranquila. Y entonces oyes que un tío que estaba en el habitáculo de al lado se pone a vomitar en paralelo contigo. Un tío que estaba con su nº 2, y al que le has revuelto la vida. Lo sabes y él lo sabe; entráis en un bucle de daros asco mutuo. Creo que el otro solo consigue sacar bilis. Al acabar ambos con todo el ritual de danzas y homenajes sarcásticos a la malnutrición, os extraéis como podéis a vosotros mismos de vuestros receptáculos de sufrimiento. Evitáis cruzar miradas al salir del lavabo, como si os acabarais de penetrar desde la «heterosexualidad»…
Luego lo que hago es no volver a casa. Alguien me pone el gancho y balbucea algo cuyo mensaje entre líneas es que todo esto es la sublimación más pura de la amistad. Ahora es cuando tengo que sentirme vivo y agradecido.
Al cabo de un rato te encuentras mucho mejor, así que decides quedarte. Alguien te dice que la noche es joven, lo cual es la forma más clara posible de afirmar que tú y tus amigos ya no lo sois. Solo os habéis empeñado en meter un cuadrado dentro un círculo. A nadie con 19 años se le ocurriría decir que la noche es joven; cuando algo así es cierto no necesitas recordarlo, no tienes que convencer a nadie, y mucho menos a ti mismo. Es bastante posible que toda esa gente que está siempre masticando la palabra «optimismo» esté a dos pasos de mono del suicidio. Que le pregunten a Choi Yoon-Hee.
Todo el mundo en la discoteca tiene diez o doce años menos que tú y tus colegas. Las luces te atontan y la novia de alguien te recomienda qué beber para asentar el estómago. Es al cabo de media hora cuando llegan las tías de una despedida de soltera.
Es el paisaje habitual de diademas-polla y griterío, mujeres de todas las edades y chupitos a granel. La media de edad del local se equilibra. Sujeto un vaso de cubata con una bebida no alcohólica. Creo que tengo fiebre, me siento atontando y sigo recibiendo correo de mi estómago, aunque ya solo de naturaleza administrativa. Estoy en lo que en términos de salud estomacal se podría llamar: periodo de posguerra. Creo que no comeré paella en un tiempo, y que necesito que pasen cinco días de golpe y algunos chutes de algo de la farmacia. Uno de mis amigos –ahora ya figuras borrosas en la oscuridad– hace la misma ruta que yo hacia el lavabo y vuelve con la misma cara de culo. También le ponen el gancho. El resto siguen poniendo a prueba su bandeja de correo. Algunos tontean con chicas de la despedida, muy receptivas a toda clase de flirteos, comentarios y mentiras. Todos mis amigos o bien tienen pareja o bien tienen mujer o bien tienen hasta un crío en casa. Pero hoy era salida de tíos, no todo el mundo necesita una excusa para celebrar una despedida (y puede que lo nuestro sea una despedida de la juventud). De entre todos, yo soy el único que no tiene pareja como tal; solo hay una chica que, por no alargarme (ni describir noches de sufrimiento emocional), he de decir que me interesa. Cuando eso sucede, el resto de mujeres se convierten en una visión muy distinta a la habitual. Lo curioso es que a la vez te puedes volver menos tímido, porque tienes claro quién te gusta; hablar con las demás personas se convierte en ese cómodo ejercicio en el que una cagada potencial solo es esa idiotez que al menos no le dijiste a Ella. Un amigo mío –cuya idea de hacer deporte es pasarse periodos de no menos de 40 minutos buscando aparcamiento vaya donde vaya– de repente se convierte en un atleta nato mientras habla con una pelirroja y su didema-polla. Otro le dice a una chica negra y encantadora que es médico; cuando ella le pregunta la especialidad, mi colega le dice que «medico en general, para todas las razas». Otro colega, alguien que cree que la medicina alternativa es una farsa, se convierte en especialista en medicina holística; la rubia le comienza a hacer preguntas y él asiente como si fueran afirmaciones. Otro es director de cine. Otro desfila ocasionalmente. Y Rubén, mi amigo más complejo y rebuscado, le dice a una morena del tipo Biodramina que es gay. Rubén es el gay más activo en el mundo del sexo hetero de la ciudad. Su historia va sobre no atreverse a salir del armario. Así que, delante de la chica adecuada, se «sincera»; ella es la primera en saberlo, su primera confidente, años de mentiras por omisión que el pobre chico consigue obviar, y Ella (la que sea) es la mujer con quien se ha atrevido a abrirse. Todo vale con tal de no parecer previsible o sencillo o simple. No deben pensar que solo eres el mozo de almacén social que transporta su polla de un lado a otro. Lo bueno de las chicas de despedida es que a menudo se ponen a tu mismo nivel peripatético. Lo que se habla es solo una previa, a veces a nada, y otras veces, a estas alturas, a olvidar que te espera un bebé en casa, o una mujer con la que llevas años de sólida y responsable relación. Hay quien cree que sabe identificar a los tíos macarras que engañan a las mujeres, pero lo cierto es que el engaño es algo practicado por toda clase de tíos (y tías). No es exactamente una aberración, es posible que ocurra por lo mismo que hay terremotos. La ocasión la pintan calva, y aunque no sabría decir cuál cojones es el origen de esa expresión, todo esto está basado en hechos reales. No hace falta que nadie secuestre a tu hija para que alguien luego lo represente. A veces la mejor historia dramática puede surgir del simple, responsable y escalofriante hombre del montón.
El asunto de la novia nace de una conversación de naturaleza casi onírica. El local tiene unos apartados con sillones y mesitas a la altura de la tibia. Todo para la foto, y absurdamente incómodo si tu plan no es dormir o tirarte la bebida encima. Alguien me ha pedido un cóctel de algo rojo (y supuestamente saludable) vertido en un vaso con tacón de zapato de travesti venido a más. Estoy con mi colega Bruno, electricista de oficio, y hoy profesional del deporte y que casi fue atleta olímpico si le preguntas a cierta muchacha que ahora se contonea en la pista mientras otro tío le miente y hace su intento.
–La novia –dice en cierto momento. Apura un cubata de algo rematadamente alcohólico, me llega una ola de olor pútrido de borracho.
–La novia –digo yo. Repetimos conceptos durante unos minutos sin llegar a ningún lado.
–Ligar –dice él tras muchos rodeos.
–Ligar, sí.
–Alguien debería ligársela.
–A la novia. Estoy de acuerdo. Alguien debería ligársela.
–Salvarla del cretino con el que seguramente se va a casar.
–Un cretino. Seguro.
–Un capullo casadero. Ningún tío con planes de casarse puede ser fiable.
–Un mentiroso patológico.
–Seguro que el padre de ella es dueño de todas la bananas de Asia o algo así.
–De Asia. Seguro.
–Esa chica está perdida. No podemos dejar que eso pase.
–No podemos.
–Si la dejamos, seguro que tira al menos diez años de su vida a la basura.
–Lo típico.
–Echarán al mundo un par de gemelas y luego llegarán los gritos domésticos, puede que incluso el maltrato.
–No deja de pasar.
–Y nosotros podemos evitarlo.
–Todo es cuestión de…
–Podemos corregir el destino terrible de esa chica. Puedo olerlo.
–Lleva una diadema-polla muy estilosa.
–Se ve a la legua que es una chica con estilo. Demasiado joven para quedarse enredada en las redes de un cazafortunas.
–Las redes, tío, sí.
–Deberías ser tú el que lo hiciera.
–Claro que s… ¿Yo?
–Tú, tío, que la tía pase una buena noche con un buen tío, un no-cazarrecompensas.
–Un no-cazafortunas.
–Eso. Tú puedes ser muchas cosas, pero no eres un cazafortunas. Respetas a las mujeres.
–Especialmente a las hijas de los millonarios…
–Tienes que levantarte de aquí, dejar conmigo tu bebida travelo y darle conversación a esa criatura. Salvarla, tío.
–Creo que te está afectando la paella de hoy, creo que estaba corrupta, ¿no estás mareado?
–Lo que tenemos que hacer es cambiar el mundo, colega, salvar a las mujeres, ellas son el salvoconducto.
–¿En serio eres electricista?
–Mi bisabuelo era cartero, mi abuelo era cartero, mi padre es compañero del gremio eléctrico. Es una bonita profesión, tío. En mi familia hemos ayudado a la conducción de toda clase de electricidad. Y tú ahora debes ser el primer tío sensato en la historia de las discotecas de Periferia.
–El primer tío sensato, sí
–Inyecta una dosis de sentido común, colega, aquí y ahora: reconduce. Pasa a la Historia. Yo se lo contaré a mis nietos. Ese fue el tío que comenzó la revolución, les diré, y era colega mío, y estaba bebiendo algo rojo y ambiguo que le recomendó la novia de alguien con quien habíamos comido ese día.
–Tus nietos se aburrirán con todo ese rollo…
–Mis nietos fardarán de que te llegué conocer.
–¿Porque yo ya habré muerto para entonces?
–Eso es lo de menos, lo que importa es qué legado dejamos, ¡eh, qué haces!
Me levanto y voy hacia la novia. Hacia la mitad del trayecto comprendo que quizá era todo una coña muy elaborada de Bruno, pero si seguía un segundo más sentado ahí me iba a dar una aneurisma. La música del local invita a clavarse algo de tu cocina muy profundo en los oídos. Llevo conmigo mi bebida ambigua, quizá por un pasado de maltratos por parte de sus padres, ambos vinos añejos y conservadores. Pasa constantemente. Me llego hasta la barra. Lo que distingue a la novia de sus amigas es que lleva un pequeño velo saliente de la base de la polla de mentira; eso y que en su camiseta pone: “Yo soy la novia, sí, qué pasa”; algo que sospecho forma parte de alguna broma interna entre las muchachas. Están pidiendo otra ronda de chupitos. Al ver que intento meter baza, me quieren invitar. No hacen caso a mis comentarios sobre haber sacado casi las tripas antes en paralelo en el lavabo con otro tío. Acepto el chupito. La novia es sorprendenteme guapa de cerca, y también joven. Puede que al fin y al cabo sí sea víctima de una encerrona. Su piel y sus manos denotan que aún no debe haber pasado un mal día de verdad en toda su vida. Es como si jamás hubiese llorado o estado sentada en una sala de espera. Lo que es seguro es que no gestiona su propio huerto urbano ni ha manejado maquinaria pesada… Es una hija “pija” más de esta nuestra era de lo prefabricado, obrera servicial solo a un nivel mental: un buen trabajo es estar sentado, uno malo es estar de pie o usar las manos. Otra persona “compleja y preparada” cuyos razonamientos en realidad carecen de matices en lo relacionado con la vida de lunes a viernes.
El chupito me baja como si fuera un erizo pequeño empapado en alcohol. Las tías se ríen de mí. Qué novedad. Intento hablar con la novia. Podría ser que ella hubiese probado algo más que el bebercio hoy…
–¡Enhorabuena! –grito, por encima de la asquerosa y constante música.
–¿Por qué? –grita ella.
La pista de baile está justo a nuestro lado, lo cual hace que la mayoría de tus potenciales habilidades para relacionarte se anulen. Esto es lo que al gente llama «salir y conocer gente».
–¡Te casas! –aúllo–, ¿no?
–¡¡Sí!! ¡¡Me caso!!
Entonces la amigas comienzan a gritar eufóricas; pero creo que no saben qué decimos, solo han visto a la novia espolearlas a gritar con un enérgico movimiento de brazos.
–¡Estarás contenta!
–¡¡Estoy muy contenta!!
–¡¡¿Cómo va la noche?!!
–¡No te oigo bien!
–(Inaudible.)
–¡Joder, qué fuerte vas!
–(Inaudible.)
–¡No creo que a mi novio le hiciese gracia!
–¡La diadema tiene mucho estilo!
–¡Gracias!
–¡¿Quieres otro chupito?! ¡Te invito!
–¡Gracias!
En realidad no tengo ganas de otro chupito, y tampoco me queda mucha pasta para ir invitando a la gente, pero necesitaba una pausa, algo que me diese un respiro, un respiro a mi cabeza, a las cuerdas vocales, a la propia novia. Nunca entenderé la asociación de las discotecas con la idea de ligar; a no ser que tu idea de ligar sea follarte a la gente inconsciente… Eso tiene bastante sentido, el amor no-verbal; ¿a cuánto está el divorcio?, ¿50 por ciento de posibilidades?
–¡No lo sé! ¡Qué mal rollo!
¿Lo he dicho en voz alta? Naturalizo;
–¡¿Te lo has pensado mucho?!
–¡¡El qué!!
–¡¡Lo de casarte!!
–¡¡No lo sé!! ¡¡¿Sirve de algo?!!
Buena pregunta.
–(Inaudible.)
–¡Qué cabrón eres!
–(Inaudible.)
–¡No, solo un agujero!
–(Inaudible.)
–¡Sí, espera!
Han tenido que pasar 30 años para que sea yo quien dé el primer paso con las mujeres. Vamos a uno de esos rincones con sillones con carácter; tanto carácter que no hay quien los aguante. Pero al cabo de diez minutos capto otra utilidad para los mismos. La de enrollarte con una chica que se ha prometido y tiene todos los preparativos listos para su boda. Entre morreo y morreo adolescente me cuenta la de meses y gilipolleces que ha tenido que aguantar para poder tener «una puta iglesia» y «un puto restaurante» en el que puedan ponerse a comer todos «como putos cerdos». No le gusto, solo me ve apto para su propósito, que es ponerle los cuernos no tanto a su novio como a su vida, o más bien a la vida tal y como los demás le han inculcado tiene que vivirla. Si esta chica está hecha para casarse yo estoy hecho para hacerme agente comercial… Es el principal problema en la vida de la tira de gente, creen existe eso llamado Normalidad, que solo existe de una forma; pero lo cierto es que debería ser el concepto de normalidad el que se adaptase a cada cual según sus intereses y carácter. Esta chica no debe tener ni 25 años, y creo que es bastante obvio que no necesita casarse, y que no solo no lo necesita, sino que además podría perjudicar al menos a un puñado de personas con ello. Con suerte, no a sus propios hijos… Puede que cuando llegue a los 50 años y si cree que va poder estarse quieta, puede que eso (comprometerse) para ella fuera lo normal. Y no necesariamente tiene que tener hijos. Hay para quien lo normal sería no casarse; otros creen que no solo se ha de tener un hijo, sino dos, para que el primogénito no se sienta solo. Otros creen que es buena idea correr una maratón de vez en cuando. Otros creen sublimarse y tener la teoría perfecta sobre el respeto, la naturaleza y la alimentación haciéndose veganos; otros no quieren comer nada que no haya tenido cara; otros practican la lluvia dorada; otros hacen puenting o se tiran de un avión… Una de las acepciones de «normal» es Todo Aquello Que Se Encuentra En Su Medio Natural. El medio natural de esta chica no es una iglesia, ni un restaurante a mediodía. Puede que en treinta años lo sea, pero no ahora. Algo más sobre el término Normal es que se refiere a todo aquello que se toma como norma o regla social, y aquí es donde todos se aferran como a un clavo ardiendo, la agenda que te lleva esa secretaria tuya llamada Dios.
Ambos grupos, tías y tíos en modo despedida, salimos juntos de ese garito. Han pasado qué se yo cuántas horas. La paz te invade cuando sales de una discoteca, es casi como una sobredosis de calma, te sientes medio sordo; con el aire nocturno es como si inflaras los pulmones en medio de un camino de montaña y Gandalf estuviera a punto de pasarse con su carroza y fumando de su pipa.
Varios de mis colegas han sacado botellas de cristal de la discoteca, cervezas que se han escondido como han podido bajo la ropa. La novia ha decidido no separarse de mí aún, porque la otra opción es la de seguir pensando en que si no hace ciertas cosas va a decepcionar a todos. Me lo dijo estando aún en uno de esos sillones. Hay familias, especialmente padres y abuelos que, por aburridas y asquerosas que hayan sido sus vidas (y en muchas ocasiones lo han sido), quieren verte repitiendo el patrón: tienes que emparejarte en serio a cierta edad, casarte a cierta edad, tener un crío para hacer a la gente abuelos o bisabuelos; luego el crío tiene que bautizarse, luego tiene que hacer la comunión para que todos le puedan ver disfrazado de marinero o princesita, etc. La clave, efectivamente, está en un cúmulo de pequeños detalles, pero en todos, y así es como a menudo nuestros mayores, con toda su «experiencia y sabiduría», se encargan de parametrizar y esterilizar gran parte de la vida de las nuevas generaciones. A cierto nivel, a partir de una temprana edad, ya te han cortado los testículos o hecho la ablación del clítoris. Y no hablo de genitales, ni siquiera necesariamente de sexo. Es un clásico bastante silenciado (o poco debatido así), la castración de los padres a los hijos. Ojea unos cuantos libros de Historia y verás que muchos de aquellos que hicieron algo grande (o hasta determinante), lo pudieron hacer porque la primera norma era no hacer ni puto caso a nadie, a NADIE. Eran los raros. Se repite la misma historia hasta el infinito. Ahora cuando la gente te dice que tienes que confiar en ti mismo, lo que parecen gritarte en el fondo es que no se te ocurra confiar en ti mismo, sino en ellos: has de esforzarte en la misma dirección que ellos. Porque si yendo a tu bola acabas siendo feliz no solo de boquilla, ¿en qué lugar les deja a ellos ese escenario?
Obviamente, si no quieres hacer caso, todos se encargarán de pincharte desde el otro ángulo (y el más fácil), porque: has tirado tu vida por la borda, y jamás conseguirás lo que quieres. Esto es una jodienda a varios niveles, porque no solo significa qué cosas deberías hacer y no has hecho, sino cuándo deberías hacerlas o haberlas hecho. Si alguien se casa a los 50, muchos dirán: «ya era hora»; raramente pensarán: «bueno, él ha elegido y era su momento… ». Lo que asumirán es que esa persona no quería hacer eso, pero que por fin se ha dado cuenta de que eso es lo mejor, y de que todos tenían la razón menos él. Ese gamberrete vago por fin ha sentado cabeza. El sentido común ha vuelto a vencer. Otro perdido de la existencia ha salido a flote. Mejor tarde que nunca. A caballo regalado no le mires el diente. Quien a buen árbol se arrima… Y así pueden pasarse cuarenta años adultos convirtiendo a nuevos chicos y chicas en clones cabizbajos de ellos mismos. La novia es un ejemplo de los de toda la vida. Supongamos, en base a la esperanza de vida (que es mayor en las mujeres), que la chica llegue a los 80 años. Ahora qué tiene, ¿23?, ¿24? ¿Boda? ¿No se ve venir demasiado papeleo, confusión, aburrimiento atroz? El primer padre, la primera madre, los primeros padres que sepan callarse la boca en los momentos adecuados, nos harán avanzar 70 años a nivel occidental. Estos pequeños detalles que parecen estúpidos o hasta de rutina amable, pues bien, estos son los anticuerpos, así se expande la gangrena, así los hijos se convierten en sus padres y no en ellos mismos.
Las cervezas no tardan en romperse. Más concretamente, las rompen, y no de un modo silencioso o demasiado responsable. Algo terrible empieza a suceder, y es que comienza a amanecer. Creo que no recuerdo un buen amanecer en mi vida. Todos han tenido que ver o con amputaciones brutales del sueño para ir a sitios horribles, o con noches de este tipo, alargadas hasta lo insoportable, y que te dejan tan hecho mierda en la cama que luego no te sacudes el malestar hasta pasados dos o tres días. Esto es lo que se supone que han de hacer los jóvenes, la vida del sábado y el domingo, y luego ya dedicarse a otros para (con suerte) convertirse poco a poco en ellos. Estas son las historias que siempre se dibujan como míticas y entrañables, pasados de leyenda y vidas cuya capacidad de decisión acabó a los 25 años. Esta es la versión que la gente sigue comprando de la responsabilidad. El desahogo puntual merecido, alcohol legal y doble moral, pensamiento unidireccional, y cosas varias para un rap nunca escrito. Siempre el dinero y nunca el concepto, siempre el profesional y solo un poquito de la persona. Por todo esto y por más la novia me acaba vomitando encima, toda la pernera derecha pringada de su noche. Y por cierto que su móvil lleva como dos horas sonando sin que ella lo coja. El preocupado novio. Vamos todos a cierta zona a las afueras. Corre un riachuelo de algo así como excrementos. Salen de algún tipo de agujero o cloaca. Al fondo podemos ver en el horizonte las luces de Sonora. No hay diferencia a no ser quedándote a medio camino. No hay movimiento real si no es en ti mismo. La ropa me huele a rayos. Llevo bóxers, así que decido quitarme los pantalones. El móvil no deja de chillar. Le ruego a la muchacha que descuelgue, que dé muestras de vida o no dejará de sonar. Junto a nosotros en los hierbajos está Bruno, deportista por una noche. Alarga el brazo y le dice a la novia que le pase el móvil. Ella, con los ojos entrecerrados y la cabeza apoyada en mi hombro, se lo da sin discutir. El atleta legendario pone el manos libres y pide silencio con el gesto internacional de pedir silencio;
–¿Sí?
–¿Niña…?
–¿Cómo?
–¿Niña?
–¿Perdón?
–¿Tú quién coño eres?
–¿Y tú?
–¡Que quién coño eres!
–Qué amable…
–¡Me oyes o no!
–¿Puedes gritar un poco más, por favor?
–…
–Es que aún no te oigo…
–¡Está ahí la niña o no…!
–Claro que sí, está aquí, no te preocupes, está con mi amigo.
La voz ronca al otro lado del teléfono larga toda una serie de improperios aburridos y previsibles, con el tono aburrido y previsible de quien cree que la vida va sólo de marcar paquete y tumbar chapas con una escopeta de feria.
–Oye, tío –dice Bruno.
Más improperios.
–No te pongas así, hombre…
La novia está adormecida.
–Mira –dice Bruno–, te diré lo que vamos a hacer… Esta chica… bueno, el caso es que no se quiere casar. Bueno, yo pensaba que no se quería casar, pero ahora supongo que la honorable institución del matrimonio no es exactamente el problema…
A todo esto y de fondo, siguen los improperios, ahora ya incluyen amenazas. Primero tienen que ver con matar a Bruno, luego a su novia, y luego a todas las mujeres, sobre las cuales añade que todas practican el que llaman el oficio más antiguo del mundo. Parece estar muy convencido de esto último.
–… y lo que vamos a hacer es cerrar este trato. Nosotros la llevamos sana y salva y tú te metes la cabeza en el culo y la sacas cuando te hayas calmado. Seguramente llevas varios años de rabia encima, y te entiendo, no creas que no, así que yo de ti tardaría en sacar la cabeza. Luego puedes sopesar las distintas posibilidades. Una de ellas es el suicidio, infravalorado en mi opinión y muy útil si lo piensas.
Por lo que sea, el chico echa a llorar, se oyen sollozos por el teléfono; parece que de alguna forma ha creído que su novia está secuestrada, algo por el estilo. Esto aburre a Bruno, que cuelga sin añadir nada más. Alguien dice que ya es hora de irse, algo que pensé yo hará unas diez horas. Cargo con la novia como puedo. El sol nos da en la nuca sin ningún tipo de educación. De entrada me molesta, pero luego me parece brillante por su parte.
Es cierto que lo que importa es el legado que dejamos
De nuevo por tu casa, disfrutando de las cosillas que nos dejas.
Saludos.
!Hola,Jordim!
Sino estamos seguros de querer hacer alguna cosa,si estamos con dudas o por lo menos así lo demuestran nuestros actos,es mejor no seguir adelante.Solo nos traería frustración.
Me ha gustado mucho tu historia.Que me he reído con lo de la diadema-polla jajajaja,la he visto,te lo juro.
Muchos besos y feliz domingo.
Quería hacer un comentario decente…pero creo que mis comentarios son lo que son…perdón… :·)
Sabes…nuestra sociedad está obsoleta…algunos quieren cambiarla pero unos se quedan cortos y otros se pasan…nadie deja vivir a nadie. Las personas son cobardes, se suben al carro de lo establecido, los que saltan, tampoco están cómodos y la otra parte intentan salvar a los descontrolados…
Así que hagamos lo que hagamos no avanzamos.
¿Cuantos siglos llevamos igual?
Pues eso…
Todos los caminos serían correctos si no hubieran imposiciones de ningún tipo..pero eso amigo…no existe…
un besazo
Es curioso el efecto del alcohol, más allá de la furia gastrointestinal, vemos lo que queremos ver, hacemos lo que no haríamos sobrios, disfrutamos de planes descabellados para acabar con el sol en la espalda y la cabeza como una cuadra. Me ha gustado lo de ponerle los cuernos a la vida, porque precisamente eso es lo que buscaba la novia.
Un abrazo.
Si pensáramos mejor a lo que nos aferramos tal vez dejaríamos de hacer el gilipollas y viviríamos más la vida. Consigues enganchar como pocos, trato de no abrir la boca más de lo necesario pero este relato me ha superado crack.
Un abrazo.
Lo que me alucina es que probablemente todo el que lea ésto pensará cuánta razón tienes… Pero luego volvemos todos a nuestras vidas «normales»… A lo «cómodo»…
Bueno, yo ya la lié parda… Según mi progenitora llevo una vida de locos y he echado a perder mi futuro… Vamos, un claro ejemplo de lo que has escrito hoy…
Un placer leerte, como siempre.
Me gustaron dos ideas en dos frases:
“Toda esa gente que está siempre masticando la palabra «optimismo» esté a dos pasos de mono del suicidio.”
Me hierve la sangre cada vez me encuentro inmersa en una conversación en la que alguien dice “yo lo único que quiero es ser feliz” y son esas mismas personas las que te muestran lo felicísimas que están en sus magníficas vidas, algo huele a que es probable que estén caminando por el filo de la navaja.
“Ningún tío con planes de casarse puede ser fiable.”
Esta me hace sonreír, no sé por qué.
Hola Jordim, me ha gustado tu historia.
¿Realmente hay alguien feliz en la vida al 100%?
No. La vida es bien jodida y la felicidad se nos escapa de las manos.
Somos felices a pequeños sorbos, eso sí, yo sin emborracharme, sin tomar alcohol. Otros son felices emborrachándose o drogándose. El problema es que esta felicidad dura poco. O menos de los que quisieran las personas intentan ahogar las penas o disconformidad en alcohol. Sea como sea cada cual es responsable de sus actos.
Está claro que al nacer ya nos ponen un sello imaginario en la frente en donde el sello dice que nos tienen que guiar como a borreguillos, y si alguien se sale del redil, es persona non grata. De ahí que en nuestra sociedad haya que seguir unas normas estipuladas realmente no sé por quién o quienes. Bueno sí sè por quién, la iglesia tiene mucho que ver en la forma de nuestro comportamiento humano. Quien no es religiosos se guía por las normas que nos van imponiendo de pequeños, todos sabemos lo que está bien o lo que está mal. Aunque esta percepción del bien y del mal cambia con las culturas.
Tal vez salvasteis a la chica, tal vez ella no quería que la salvarais, pero el alcohol fue cómplice y se dejó llevar.
Saludos
Muy interesante, uno tiene un destino que va siguiéndose bien o mal por su decisiones. una historia con muy buena trama te mando un beso y te me cuidas
Vaya vaya Jordim. Q agradable sorpresa descubrir tu blog. Con tu permiso x aki m kedo
Termino tus lecturas con un agobio en el pecho y hoy descubrí la razón, no respiro, es que tus letras siempre son punto y seguido.
No hay vidas perfectas y bastante hacemos si intentamos vivir aunque sea pequeños momentos que nos dejen suavecito el corazón y no revueltas las tripas.
Como ya no estoy en la edad de culpar a otros por la porquería de vida que nos imponen con las tradiciones, me pregunto si estoy exenta de haber: «parametrizar y esterilizar gran parte de la vida de las nuevas generaciones».
No siempre se puede, por lo tanto es un gustazo cuando le pones los cuernos «a la vida tal y como los demás te han inculcado tienes que vivirla»
Has clavado las juergas que nos corríamos hace años, creo que ahora no son iguales, solo toman copas y no comen nada.
Una historia muy bien contada, la fuga de la novia, pero ¿quien contestó al teléfono?, la novia no fue, se fugó o no.
Gracías por tu visita y tu cariñoso comentaro.
Un abrazo, te deseo lo mejor.
Un abrazo, Jordin, me gusta como cuentas las historias…
Rara vez me dejo embaucar por un post tan largo… pero no podía dejar de leer el final de la historia.
Ojala algún día podamos decir que lo raro es la normalidad…. mientras tanto, hay tantas novias a las que besar
Me ha encantao!
Me pasa como a ti, tanta gente jugando a divertirse, me parece una farsa y me agobia. Los diálogos, muy buenos. Un beso