Cinco intentos de terror (1 de 5) – Estás aquí

[Con esta serie se reactiva el blog, el libro está técnicamente acabado (cuando haya novedades las iré notificando por estos lares), y aunque aún tenga que volver sobre él, el ritmo de actualización del blog no disminuirá ya. Estoy algo desentrenado con el relato corto, así que a ver qué va saliendo. Saludos a todos.]

Has de tener en cuenta que una vez respiré fango, y que mi mundo no es el tuyo; me perdonarán ustedes si no sé explicarme.
No es que no fuéramos con preaviso. Lugares exóticos, viajes caprichosos, lo de siempre; gente del primer mundo yendo a la atracción del tercero; de esa forma en que nos movemos, como si el planeta fuera un gran parque temático y todo girara en torno a nuestra necesidad de entretenimiento. Una cabaña para los blancos, los forasteros, al menos alguien estaba haciendo negocio, aunque no es que nos saliera caro. Tres personas y no dos. Yo, mi pareja y el tío que en la versión oficial era solo un amigo de mi pareja, y en la real alguien que goteaba sudor en verano machacándosela viendo fotos de ella por facebook. Qué bonito panorama; se supone que solo eran imaginaciones mías. Ella venga con que él es inofensivo; él era amanerado, eso sí es cierto, pero ¿inofensivo? Y últimamente comencé a pensar que ella también se estaba planteando tener algo con él. Esto no se lo dije a ella. Casi no hablaba ya con ella; creo que para ella había sido más o menos siempre (tres años) como los documentos oficiales; mi carnet de conducir, mi DNI, mi tarjeta de la Seguridad Social, mi entrada, mi pase, mi número identificativo… Mi novio.
Yo era algo así como mobiliario necesario en su vida para que ella pudiera enseñar con orgullo el pisito mono de su existencia.
Por la noches, aun a cubierto, estábamos rodeados de árboles enormes y ruidos de animales por todas partes. Los animales no necesitaban hacer negocio, pero tampoco podíamos explotarles fácilmente. Los animales solían salir por patas, al menos si les dejaban. La cabaña hacía tantos ruidos que no solo no podía dormir, además la idea de que un oso pudiera entrar y desgarrarnos tampoco me dejaba estar tranquilo. La oscuridad se cernía sobre nosotros y todo eso. Creo que nuestro teórico aguantavelas se conformaba con la idea de que en semejante zulo y con semejante distribución no íbamos a poder tener sexo si no era un trío. Ahora sé que eso para él era una victoria.
Al amanecer había varias rutas que seguir, había que explorar. ¿Que si me mataron? Déjame decirte una cosa obvia; déjenme que les diga algo evidente. La gente es buena sobre el papel, cuando es fácil ser buenos; pero sobre todo cuando ser malo está penado. Esto de todas formas no es aplicable a la hija de puta y al marica de armario. Ellos tampoco necesitaban parecer buenos. Si quieres saberlo, al asfixiarte notas que el pecho te quema, pero lo peor de todo es que el cuerpo es ignorante, intenta defenderse aunque sea inútil: es la base del sufrimiento, el motivo por el que la gente tiene miedo a morir; me refiero a morir de muy mayores, no de jóvenes, aunque no creo que el ser humano esté hecho para vivir mucho más de treinta años.
Uno de esos días. Una de esas rutas. Pensaba que estaba acabado, no sospechaba nada, solo era la depresión siguiendo su curso. No quería estar allí, no quería seguir siendo sociable con dos personas a las que apenas soportaba. La vida era otro tema, no es que me pareciera la monda, no somos la monda, somos fortuitos; sí había cosas que tenían su gracia, pero en términos generales la gente lo jodía todo; a veces hacían algo bueno solo para joderlo después. Etcétera. Ahora bebo lava, que no es como el agua mineral pero te quema la garganta y te fríe los intestinos. Pero que vamos, que ese día no sospechaba, pero creo que ellos tampoco, creo que solo tuvieron un golpe de suerte.
Me metí en una especie de charco muy sólido y marrón, al principio casi no me hundía, era como estar de pie en una cama de agua. La cabrona y el chupapollas hetero iban a mi derecha, pero a varios pasos, de modo que ellos no estaban pisando lo mismo que yo. El cielo estaba despejado, un Sol precioso; técnicamente era un buen día. Avanzaba con dificultad. Tardé mucho en darme cuenta de que tenía que ponerme a gritar socorro cuanto antes. Tampoco me puse a gritar. Porque vi algo. La guarra y el mariconazo machote de golpe se detuvieron junto a un árbol grueso. Estaban muchos metros por delante. Vi que él hacía ademán de cogerle la mano a ella y ella la apartaba; pero no la apartaba porque no la quisiera, sino jugueteando, como diciendo “métemela hasta que me duela, pero ahora no, cariñito”. De modo que me quedé embobado, y me fui hundiendo. Ellos no me veían a mí pero yo podía verles a ellos. Gritaron mi nombre un par de veces. Era domingo, al día siguiente tenía que volver al trabajo. Lo odiaba. La puta y el cabrón amariconado se comenzaron a morrear, supongo que era su forma de hacer tiempo mientras yo no estaba cerca. La cama de agua me iba oprimiendo la cintura. Alguna vez leí que un superviviente de un accidente aéreo dijo que a la hora de la verdad no tenías miedo de morir (solo de sufrir). Era verdad. Miré al cielo cuando estaba cubierto ya hasta el pecho. Un azul intenso. La materia se transforma. Me quedaba mucho camino que recorrer hacia abajo. No lo quiero suavizar, durante un buen rato fue horrible, el cuerpo peleando y peleando (al menos por dentro) como un obrero, y solo consiguiendo que me hundiera aún más, como un obrero. Luchando por ir al Infierno. Cuando la cama de agua me entraba por la boca estaba fresca, noté algún bicho. Luego fue como intentar respirar algo sólido.
Ya con todo el cuerpo dentro, intenté acelerar las cosas, pero no había forma de hacerlo rápido, tenía que ser como tenía que ser. Había cerrado los ojos. Se me tenía que parar el corazón, pero el cuerpo seguía en su ignorancia, cabezón como un votante, terco como un contribuyente. La visión se volvió de negro a rojo. No desperté en mi cama, no fue una pesadilla terrible, no había sido todo una ilusión, nadie me abrazó después de haber oído mi grito. Me enseñaron la línea del horizonte, la peste, las Furias y las cascadas de lava. Me auparon y me sacudieron de tierra la ropa. Es aquí, me dijeron. Aquí dónde, dije yo.
Aquí estás tú, me contestaron.

cua

4 comentarios en “Cinco intentos de terror (1 de 5) – Estás aquí

  1. Y así se va al traste mi intento de ponerme al día con tantos escritos antes de que terminaras el libro… Supongo que tendré que trazarme otra meta 🙂
    Felicitaciones por el logro. Me alegra que estés de vuelta. ¡Saludos, Jordi!! 😉

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