La mujer entraba en la estancia sin aparente alegría o tristeza reales, aunque no te diera pie a concluir que fuese alguien depresivo o triste. Pero la opinión al uso de cualquiera que se considere «normal» a sí mismo (esto es: la mayoría de gente), sería que era, efectivamente, alguien depresiva y triste, puede que suicida, o peor aún, peligrosa. Aunque la realidad era que no podías lanzarte así como así a valorar su actitud: o si la tuya sería más o menos respetable que la suya, o más o menos inteligente; o, sobre todo, más o menos hipócrita. Levanta una piedra y saldrán corriendo decenas de hipócritas a tener hijos entre ellos para inculcarles su sana ración de práctica doble moral y tenacidad productiva solo sobre el papel oficial. Si las personas así fuesen vampiros, tendrías que salir a la calle con alguna clase de collarín metálico. Y no está claro que no lo sean; son las ventajas del vampirismo emocional: ganga de muchas instituciones; gasolina para el trailer obsceno siempre mal aparcado que suele ser el sistema. Dieciocho ruedas y todos lamiendo el aceite que se desprende del motor, como chupando de las tetas tóxicas de La Madre artificial. El Clásico. No deja de ser irónico que de vez en cuando se diga eso de un partido de fútbol: El Clásico. Irónico, retorcidamente apropiado.
Otra cosa es que pudieras sospechar drogas en la escena. Alguna erección sin ablandamiento durante una hora, hora y media. Mamadas de veinticinco minutos de reloj en las que resultaba apropiada una fregona. Mamadas frenéticas a dos bocas. A veces parecía que el tío de turno no tuviera pene, sino un falo de madera; hasta que llegaba la eyaculación, que de todas formas era tan sustanciosa (a menudo parecía una manguera de jardín) que no te quedaba más remedio que preguntarte si la naturaleza seguía presente o llevaba un colocón de puta madre. El sol entraba por un ventanal que iba del suelo al techo. La mujer entraba en la estancia sin aparente alegría o tristeza reales, y rondaba los cuarenta y muchos y era básicamente la maestra de las más jóvenes.
–¿La maestra?
–Sí, daba indicaciones, daba indicaciones a las chicas más jóvenes. A veces también a los chicos.
Allí daban por sentado que al tío no se le podía pedir nada más que aguante. Aguantar el tirón. Había bolsas de hielo. Usaban un spray con el que a veces se rociaban la polla, no sé qué era. Había sacos de condones. Había dos armarios llenos de lencería y disfraces. Y tocados, usaban muchos tocados. Ellas se ponían lacitos y cintas y historias así en pelo. Las más jóvenes intentaban parecer menores de edad, y las menos jóvenes jugaban a ser más jóvenes. Y había cámaras, claro, cámaras por todas partes. A veces llegué a ver el pantalón de algún operador de cámara bastante abultado; creo que a veces se preguntaban si la cosa podía salpicarles a ellos, entiéndeme; si alguna chica alargaba la mano y… Era una fiesta de swingers, no es raro. Fue interesante la charla que tuve con la “maestra”
–¿Una charla?
–Ya que estaba allí…
La tía tenía morbo, hay que reconocerlo. No te creas que era ninguna rubia de bote siliconada, con los labios hinchados y cada parte de su cuerpo mirando en una dirección distinta. Eso era lo bueno, era más bien como la madre de un adolescente a la que sabes que te tirarías sin problema. Desprendía vibraciones guarras, te miraba de determinada manera, era como si tuviera a su ninfómana interior siempre activa; a veces con ella misma al mando, a veces con el piloto automático: pero siempre estaba ahí.
–¿No habías dicho que era triste?
–No me estás escuchando…
Su actitud era ciertamente ambivalente a ratos, pero creo que no era más que preocupación por que todo saliera lo mejor posible. No era una preocupación moral, allí no había nadie menor ni nada parecido. Estaba pendiente de lo que pasaba a su alrededor. Claramente estaba cobrando un pico por mantener el orden allí. El equipo de grabación había hecho tratos con ella casi seguro. Lo cual me lleva a pensar que probablemente esas orgías ya se estaban haciendo en ese ático antes de que nadie las grabara.
–Tiene sentido.
–Cuidado, ya mismo nos darán permiso para entrar en la órbita geoestacionaria…
–¿Y dónde dices que estaba ese sitio?
El caso es que estaba allí, y me estaba poniendo a tono. Al principio no; tanta gente, las dudas sobre la higiene, tanto cuerpo desnudo, tríos… al principio no tenías interés alguno en mezclarte con todo eso. Pero cuando llevabas unos minutos allí, quizá te fijabas en alguna de las chicas; quizá otra te miraba de forma claramente lasciva. Puede que otra te invitara directamente en voz alta a “hacerle compañía”… Llegaba un punto en que comenzabas a preguntarte si podrías unirte a la fiesta. Y lo único que te acababa frenando eran las cámaras, claro.
–Claro.
Pero dejabas de pensar enseguida en enfermedades venéreas o la posibilidad de cruzar el sable con otro tío. Lo único que no querías es que ningún colega se topara con tu cuerpo blancuzco por Internet buscando porno una noche. Era lo único que te acababa frenando. Porque sabías que eso era una probabilidad muy factible, incluso con la cantidad ingente de porno que hay en la red, porque los vídeos viajan de un lado a otro sin control, son como partículas subatómicas. Son imprevisibles, y el planeta Tierra es como una gran paja.
–Lo es.
–Tienes que virar un poco a la derecha.
–Vale. Así que te fuiste…
¿Que si me fui? Tenía un puñetero festival de música electrónica en mi cabeza. Quería liarme con una tía que me había llamado claramente. Le dije a la jefa que si ella podía evitar que esa parte se grabara. Me dijo que no, ni en broma, y que iba a confiar en mi palabra de que mi polla estaba sana solo porque ese día se sentía generosa (ella, no mi polla). En realidad el procedimiento acostumbrado pasaba por un filtro, papeles que demostraban que estabas limpio, sin mácula, sin venéreas, etcétera. En fin, eso me jodió, lo de grabarme; luego me imaginé en vete a saber cuántas páginas porno a la larga, yo en un vídeo amateur, y no solo en un vídeo amateur, sino en un vídeo amateur en grupo, estaba claro que podía salir escaldado. Bastaba con que una sola persona de tu entorno topara con el vídeo y ya tenías algo supuestamente vergonzoso sobre lo que no podías ofrecer una explicación ni de lejos. Podía ser en dos días, en dos años, en doce… Tú, que te consideras un tipo prudente y demás; es más, que te consideran prudente, medianamente cuerdo o hasta una persona afable y ocasionalmente generosa, ahí, follando con alguien de quien no sabes el nombre real, en medio de una especie de cocido de garbanzos humanos, todos retorciéndose entre tíos empalmados con tejanos grabando hacia un lado o hacia otro según qué pareja estuviera gimiendo más alto o llegando al orgasmo.
–El peor escenario posible.
–El peor escenario posible.
–Bueno, los hay peores.
–Digamos el peor escenario posible sin incurrir necesariamente en delito.
–Exacto.
De modo que durante un momento me digo: No vas a hacerlo. Joder, ni de coña. Sabes, tío, es de esas cosas que se te pasan por la mente y enseguida las descartas, porque aún te queda un ápice de cordura.
–Así que, por fin, te fuiste.
–Joder, mierda, no me estás escuchando.
¡Era un coño, salido de la nada! Era una tía de veintitantos, o treinta o qué sé yo, que estaba esperando; si la hacía esperar mucho más se acabaría tirando a otro, y ni de coña me la hubiese tirado justo después de otro pavo, no iba meter la polla donde había habido otra polla un minuto antes, no iba usar de lubricante el sudor o lo que sea de otro tío.
–Ajá. Entiendo.
–No iba a comerle el coño después de que un gilipollas hubiese estado ahí dale que te pego, ni aunque llevara condón, joder. Vira más a la derecha.
–Más a la derecha.
–Y luego un poco a la izquierda. Fíjate en la pantalla.
–Sí…
–Hoy no va haber buen ambiente en la base. Lo veo venir. Es uno de esos días.
–Vaya…
–Te lo digo porque aún eres bastante nuevo, y el asentamiento en este planeta está siendo un caos absoluto… aunque no quieran reconocerlo aún.
–Bueno. Y qué pasó al final…
–Sí…
El caso es que estaba ahí, sí… la tenía ya casi tiesa. Aunque no me había quitado ni una prenda. Yo qué sé, un colega me había liado. Yo estaba de piedra, por que él ya estaba encima de un colchón por los suelos intentando que dos chicas se la chuparan a la vez o qué sé yo, creo que en realidad era algo más fuerte que eso. Era todo un poco… era como el imaginario porno habitual, y peor, allí no había nadie que no estuviera intentando hacer alguna acrobacia o alguna guarrería que jamás harían a sus novias o novios, o a sus mujeres, maridos, lo que sea… La jefa me había dicho que allí había de todo, toda clase de peña, y que confiaba en que no largara si veía a alguien conocido; solo me había dejado entrar porque mi colega era una especie de VIP, lo cual al principio me escandalizó vagamente; no por nada, mi colega es soltero y puede hacer lo que quiera con su zarrio, por descontado; más bien me escandalicé por lo inesperado que era que él precisamente estuviera en saraos de swingers aliñados con cámaras y toda clase de juguetes y bobadas de porno duro. Puños de PVC… todo ese rollo. Allí había gente cuyo objetivo vital era la dilatación del ano, no digamos de la vagina… Más que placer, era un cuestión de llegar cada vez más lejos. Abrirse, en un sentido literal más que figurado. Yo cada vez la tenía más dura, porque parecía un entorno idóneo para mojar. Cierto que lo de las cámaras era un corta-rollos, pero joder, pensé, estaba hasta las narices de tener que montar un circo de las convenciones para poder follar con alguien; que si decirle algo a la chica de turno en el momento adecuado, que si decirle algo más para que baje las defensas, que si preparar el terreno para que se baje las bragas, que si contarle que eres ingeniero, que si adornar viajes interestelares en los que te aburriste como una vaca viendo pasar el tren, que si recitar tu currículum en voz alta sin que parezca que lo estás haciendo, que si luego ponerte un poco seco para que entienda que solo quieres follar, que si vas a cenar a un sitio o a otro, que si la invitas a dar un paseo con el caza de la empresa, que si la tanteas para saber si vomitaría en un ejercicio de entrenamiento básico para astronautas antes de… Joder, es agotador. ¿Tan difícil tiene que ser? Allí esos tíos estaban follando, sin más, estaban mojando a lo bestia, algunos con dos tías, vi a uno que estaba dándole a tres. Y también ellas se lo montaban hasta con tres tíos. Vale, no todos eran pimpollos universitarios, pero estaban dispuestos, no te pedían explicaciones, no tenías que contarle tu vida aburrida de mierda a nadie, no tenías que hacer que eras más sensible de lo que eras, o más inteligente, no tenías que actuar, esconder información, divagar, hacer cabriolas, no tenías que sentirte como un memo, joder.
–Ya. Entiendo…
–¿Entiendes, tío?
–Sí, claro, te capto…
–…
–Así que entonces te follaste a esa tía.
–Joder. ¡Claro que no, coño!
–Pero has dicho…
–¿Es que no te enteras de nada?
¿Te crees que si hiciera esas cosas estaría ahora aquí dándote la brasa con la gente que hace esas cosas? Porque, dime, tío, ¿acaso salgo reforzado del hecho de no haberme tirado a alguien por miedo a que alguien me vea tirándome a alguien? ¿Conoces a alguien que se avergüence de que le veas disfrutar jugando a tenis o preparando una hogaza de pan o haciéndole un regalo a sus puñeteros sobrinos en navidad? ¿Acaso echar un polvo tiene que ser por fuerza distinto de hacer rafting en cuanto a cosas que haces mientras te ven? Joder, la gente compra esas fotos de mierda que te sacan en las montañas rusas poniendo cara de gilipollas; todos actuando como si Follar fuera el nombre de un Emperador bizantino.
–Bueno. Alguna gente prefiere la privacidad.
–Prepara el dispositivo de asentamiento. Suave esta vez, por favor.
–Sí.
–Joder, a esa gente me refiero.
¿Acaso meto yo el rabo en sus valores sobre la intimidad? ¿Acaso me molesta que follen dentro de una caja fuerte con hipoteca a cuarenta años? ¿Por qué su idea sobre la intimidad tiene que ser menos ridícula que treinta personas follando sólo por placer en un ático? ¿Hay más hipócritas entre los swingers o entre los de la hipoteca nuclear, el crío y el bombo para el hermanito?
–Pues no sabría qué decirte.
–Da igual.
Estuve un rato más allí, de pie, quieto como un pasmarote. Fue el sábado pasado, ¿lo he dicho?, pues fue el sábado pasado, había tíos allí que ponían cara de llevar toda la semana pensando sólo en ese justo momento, en estar allí; les miraba y podía intuir, o más bien no te quedaba más remedio que intuir que el resto de los días de la semana, el resto de las horas, el resto de su existencia rayaba en lo insoportable. Muchos de ellos con anillos de casados, no se los quitaban, y ellas igual, estaban todos allí y era quizá el único lapso de la semana en el que estaban justo donde querían estar, el único rato en el que no se cambiarían por nadie ni querrían ir a ningún otro lugar. La jefa me decía que pensara en lo que podrían estar haciendo de no estar allí, y muchas de las cosas que me venían a la mente eran terribles. Mi colega le daba palmadas a su polla cada vez que creía que se iba a correr, al final el cabrón me hizo esperar casi dos horas. Cuando se corrió la primera vez, pensé que lo dejaría, pero se limitó a esperar unos minutos y literalmente agarró a otra chica, la cual se dejó hacer del modo más natural, como si el mundo de afuera del ático, con sus normas y reglas no escritas, fuera la cosa más equivocada, estúpida y aburrida del Universo. Mi colega me dijo que a veces se pesaba al llegar a casa después de esas juergas, y había llegado a perder más de dos kilos. Solo de ver lo que marcaba la báscula me dijo que se la tenía que cascar otra vez pensando en el siguiente sábado.
–Vaya… Creo que ya estamos cerca.
A mí todo aquello me dejó pensativo, tío. Sabía que se hacía, claro, pero verlo allí, in situ, algo que pensé que me daría incluso asco… Me dejó muy tocado, muy tocado, tío. Pero tiene sentido, porque yo siempre he sido más así que como son la mayoría de mis amigos; no he mantenido relaciones largas. Todos comenzaron con su novia o su mujer hace la tira de años, y la mayoría la mantienen. Todos desde antes de los veinticinco o veintiséis años. Como mucho tuvieron una o dos chicas antes, como si solo fuera por cumplir con alguna de esas reglas no escritas.
–No tengo claro dónde bajar…
Y a todos se les veía felices, medio cachondos siempre al principio, es algo que notas, no hace falta que se morreen delante de ti ni que se hagan carantoñas. Es un cliché decirlo, pero con el tiempo todos se fueron a vivir con sus parejas, y entonces la relación se comienza a parecer más a lo que hay entre una niña japonesa y su Tamagochi que a la de una pareja que le ve auténtico sentido a estar juntos más allá de las cuestiones prácticas o los objetivos personales. La cosa pasa a limitarse a evitar la muerte de la máquina; por decirlo así.
–Creo que voy a necesitar ayuda con esto.
–No has preparado bien el protocolo de asentamiento, anúlalo y hazlo bien. Y no estamos en la zona requerida. Mira la pantalla.
–Mierda.
–Tienes que arreglártelas; si sigo sacándote de bretes así, luego cuando estés solo palmarás…
Quedé mentalmente paralizado, luego no pude dormir en toda la noche. Aquello no me había hecho ver con mejores ojos a las parejas que me rodeaban por todas partes en los ambientes que todo el mundo respeta; me había hecho pensar en esos actores porno que se forran a golpe de escena, procuran no pensar en ello, ganan más dinero que la mayoría de gente que lleva por bandera la autoestima “correcta”, y no tienen sobre qué quejarse más allá de lo que la sociedad piensa de ellos mientras se la casca en privado con esos vídeos. ¿Te das cuenta de las capas y capas de hipocresía que hay en todo eso? Una vez más, te pregunto, ¿quién es más hipócrita, el actor porno o los que se la cascan (es decir, todos los demás) mientras hablan del sórdido y machista (por decir algo) mundo de la pornografía?
–Creo que vas a tener que ayudarme, de verdad. Creo que me he perdido… y se ha encendido la luz de combustible. Estoy en reserva.
–Dios santo…
… no me estás escuchando, nunca nadie escucha, estás como todos, como todas… sólo dando de comer al Tamagochi, tenga la forma que tenga, sea lo que sea, da igual si es palpable o una metáfora o una institución o un sistema o un engranaje, físico o figurado… Todos dais de comer a la máquina, y no veis nada más que no sea eso, es como una ceguera selectiva. ¿Y nosotros estamos colonizando planetas…?
–Me estás dando mal rollo…
–Soy tu puto superior, ¿no te lo han dicho?
¿Sabes que algunos tíos, tíos que conoces desde hace poco, mecánicos, electricistas, ingenieros… tíos con novia añeja y hasta casados, están experimentado ya con corrientes eléctricas manipuladas y formas de fabricar coños sintéticos? No pienses en rollos de sex shop, nada de siliconas ni PVC ni consoladores ni torsos falsos con pollas de mentira bamboleándose… Es duro estar solos en el Universo…
–Aún no está demostrado que…, pero en serio…
–No me hables de tu máquina, por favor, solo te pido eso, cinco minutos, deja la máquina, deja que el Tamagochi pase hambre un rato, solo es un Tamagochi, y tengo que decirte, necesito decirte que esos tíos son tíos serios, ¿entiendes?, yo les he visto, yo no soy como ellos, pero les entiendo, les he visto leer libros raros y ver películas viejas en sus turnos de guardia, les he visto recitarse a Sartre y a Wittgenstein entre ellos en voz alta. ¿Entiendes lo que digo?
–Están… ¿están perdiendo el juicio…?
–¿O lo están recuperando? ¡Qué coño pasa, novato! ¿No puedes ver la estrellas?, ¿te está sirviendo de algo? ¡¿Te está sirviendo de algo?!
–Yo, quiero llevar a tierra esta cosa, es lo único que quiero ahora.
–¡Deja al Tamagochi! ¡Yo conozco este Tamagochi como las venas de mi polla!
¿Y crees que cuando estés ahí abajo, en otro planeta bautizado con el nombre de unas galletas saladas, vas a ser libre? Vas a servir al siguiente Tamagochi. Somos exploradores muertos, novato. Sin alma, sin orden ni sentido reales.
–En serio, me estás acojonando, si esto es una broma no tiene gracia.
–¿Una broma? ¿Una broma existencialista? Yo también leo a Wittgenstein, ¿quieres que te recite lo que diría sobre esto?
–Por Dios, nos vamos a quedar sin combustible, y tengo la mente totalmente en blanco, es la segunda vez que piloto esta… cosa… este modelo.
–¡Esta cosa! Coño, es la primera vez que dices algo con sentido…
–¿Qués haces…?
–Hago lo que tengo que hacer. Cada uno tiene su estilo llegado cierto punto. Te he hablado mucho de mí, ¿y ahora esto te extraña?
–Por favor, coge los mandos y bájanos, solo te pido eso.
–¿Ahora te pones a llorar? Por mí bien, me vale.
–Esto es una broma, esto es una broma, esto es una broma…
–¿Sabes qué es lo más ridículo de todo esto?
Llevas toda la vida preparándote para ello, y ahora yo me voy a hacer una paja –porque el ser humano no es ni más ni menos que la gran paja de sí mismo– y va a bastar para echar abajo toooda tu mierda sobre el supuesto buen chico esforzado y trabajador. Porque así es como es la vida, y te lo dice un ex chico esforzado y trabajador.
–Joder, joder, jod…
–¡“Lo que se deja expresar debe ser dicho de forma clara”, Ludwig (mamonazo) Wittgenstein!
–Por favor, no me hagas esto, no…
–Oye, quedan unos minutos de combustible de reserva. Piensa ahora en…
–Espera, espera…, si es una lección o algo así, ya la he aprendido, pensaré en ello y…
–¿Crees que te dejaría contar por ahí que me saqué la polla delante de ti en una Ydris modelo 900 nuevecita? Eso será si sobrevives, o si encuentras la manera de dejar este muerto de quinientos mil kilos en el suelo como si fuera una pluma.
–¿Por qué haces esto?
–¿Cascármela?
–No, es…
–Te diré por qué me la casco.
Y es porque nada me pone más que ver a un jovencito de nuevas generaciones de ingenieros que ayer se tiraba a su novia creyéndose la salsa de la Galaxia, meándose encima porque uno de los tíos mayores de los que se ríe con sus colegas ha decidido que La Máquina ya se ha mofado lo suficiente de él.
–Oye, yo no, solo eran bromas, chorradas en el comedor, no pensamos que…
–¿Chorradas sobre mis colegas y sobre mí? Cositas inocentes. ¿Hasta dónde vais a llegar los nuevos? ¿Quién va a ser el primero de vosotros que se tire a una marciana sólo para contarlo con pelos y señales de marciana en el comedor de UTC?
–En Marte no hay…
–¡¿En Marte no hay?!
Ya miras mi polla como si fuera un extraterrestre. Porque has aprobado cuarenta exámenes en tu vida te crees que sabes cómo funciona UTC o un agujero negro. Pues servidor no se va a jubilar, servidor se va a ir feliz: me voy a acabar la paja y luego voy a mirarte, voy a mirarte hasta el último instante, hasta la colisión, porque va a ser lo más cerca que voy a estar de ver a La Máquina estrellarse y morir.
–¡Dios bendito!, por favor…
–Llora un poco más, aún no la tengo dura del todo.
–Hijo de puta…
–Vamos, quítate el cinturón y destrózame a puñetazos. Sé que no vas a hacer nada, porque llevas cumpliendo órdenes desde que te pusiste de pie y lo siguiente que hicieron fue ordenarte que te sentaras.
Oh, espera, pero si no te he dicho… ¿Sabes tus colegas?, ¿sabes que hoy tenían instrucción? ¿Sabes que les tocaba pilotar hoy estas naves? Pues hoy tendrán la misma clase de compañía que tú. Y más de veinte chicos y chicas listos van desaparecer hoy, y vamos a dejar claro el mensaje. Los pioneros no somos vacas viejas, somos los que descubrimos el camino. UTC se va tener que saltar una generación. Y quizá con la próxima haya más suerte. Tu novia piloto está muerta, tus amigos están muertos. Tu familia resolverá esto en un par de semanas y luego seguirán con su vida, y como mucho tendrán que cascársela como yo ahora viendo la fotos de mierda de tu orla. El birrete de un cadáver. Era esto o quedarnos todos mis colegas y yo sin curro a quince putos años de la jubilación; sin curro, sin dignidad, sin un puto finiquito, porque La Máquina sigue siendo… uh… uh… la misma… ¡la misma!
En el fondo te estoy haciendo un favor, niño de teta. Fíjate en esos cráteres, fíjate en esas montañas, mira cómo avanzamos, ya casi lo tenemos, los cultivos, los equipos de hidratación… ¿No es patético? ¡No mires mi corrida!, ¿acaso quieres chupar?… Puto enfermo que no ha salido de la puta habitación; tanto rollo con tener un buen futuro y ya no tienes futuro de ninguna clase. ¿Crees que esto va a pasar? ¿O crees que aún cogeré los mandos y el sábado que viene iré a tirarme a alguna niña con el anillo de casado puesto?
–Tu mujer… ¿estás…?
–¡No tengo mujer, gilipollas!
–Lo siento, yo…
–¿Sabes? Por un momento había dudado, pero esto se está alargando ya de mala manera.
–Por favor…
Esta es la nueva parafilia; iniciar otra revolución que se apagará demasiado pronto, pero con la que al menos habrás salpicado de esperma el panel de mandos. O quién sabe; el objetivo es acabar de una vez por todas con los de tu calaña, ya lleváis demasiadas generaciones vivos. Y yo fui uno de ellos, yo fui como tú, con la diferencia, quizá, de que jamás comencé a decir la frase : “No tengo tiempo para leer”. Si contestas a la transmisión o pides ayuda, te meto los pulgares en las cuencas de los ojos.
Eso, intenta pilotar esto, deberías haberte puesto hace rato, joder. Ahora sabes a lo que te enfrentas de verdad por primera vez en tus veintipocos años… No tienes ni idea, si follas igual que pilotas tu novia debe haber tenido un orgasmo al estrellarse. Alguna vez lo de caer en picado tenía que dejar de ser una metáfora para vosotros. Solo podíamos eliminaros desde dentro. Siendo uno de vosotros, estando renegados; víctimas de un ERE moderno. Con cuarenta ya comienzan a considerarte viejo (comenzáis), pero por suerte tú no tendrás que pasar por eso.
–¡¡Por favor!!
Si siguen cayendo lágrimas por todos lados vas cortocircuitar esto, aunque no sería tampoco una novedad viniendo de alguien como tú. Yo lloraba como tú, llegué a llorar sólo de suspender algún examen. Tú al menos lloras con motivo…
Oye, respira hondo. Fíjate en la aurora boreal. Aún puedes verla un poco. Quiero que seas consciente de lo ajeno que eres a ti mismo y a lo que ves ahora. Esto no es un simulacro, no estás en la cabina de entrenamiento virtual. Nuestro ataúd va ser el más caro de la historia. Entierro oficial, uniformes, salvas, hijos de puta institucionales dando el pésame a las familias. Vamos, !saluda a la caja negra!, por si acaso. Ni siquiera sé si esto tiene caja negra.
–No quiero morir, por favor…
Estamos planeando, ya no hay combustible…
Piensa en algo bonito…
–No quiero morir.
–¿En serio?
–Por favor…
–Dios. Nunca me he sentido mejor.
Interesante loa a la soledad y a la hipocresía generales y generalizadas…¡Sí, señor!…Inteligente y mordaz, en tu línea. Impacta porque es explícito y directo, porque lo ves claro y nítido, está muy trabajado.
El tema del contagio colectivo también se ve claramente, las dudas que sobrevienen cuando los demás hacen cosas que en principio nunca te habías planteado hacer, bajo ningún concepto, pero que sin embargo esa visión de «todos lo están haciendo» te lleva a la duda, al ¡porqué no!.
Me quedo con esa frase tuya: «El Planeta tierra es como una gran paja»…
Es buenísimo!, me he reído mucho y lo he disfrutado. 🙂
Un abrazo Jordi!
Gracias por leer todo el tocho, me alegro de que te haya gustado 🙂
😉
Una historia enganchadora con un final que no esperaba realmente y el rollo de sexo o atico sexual del que describen , bueno, muy bien usado. Te mando un abrazo enorme y nos leemos :3
Sinceramente, un escrito demasiado largo y desordenado que lo hace confuso, hay ideas buenas pero se pierden entre la jauría de esos machos alfa que se niegan a ser relegados. Lo siento! no me importa no saber su nombre, ni quién era, ni cómo se llamaba ni cómo llegó allí pero el final es de muerte terrorista.
Un saludo afectuoso
Machos alfa… Vaya, esta vez no te ha llegado nada de lo que pretendía decir más o menos codificado con el texto. Por lo demás, me parece muy lineal para no seguirlo… Ya veré cuando lo lea en un tiempo…
Esta genial, puro texto de jordim, dos historias buenas con un final contundente.
Saludines,
YoMisma