Parentesco

¿Quién puede dudar de que ahora el amor en todas sus formas mueve el mundo, a la vez que depende del dinero? Estamos probablemente en la última estación. Y seguro que muchos lo dijeron de su época, pero ya hemos llegado a un nivel de maldad codificada difícil de superar. Antes te eliminaban a tiros, a cañonazos, ahora firman o dejan de firmar un papel. Antes podías fabricar tu propia arma para defenderte, ahora defenderte es irresponsable, cuando no ilegal. Antes te mataban, ahora te inducen al suicido, o te suicidan a lo moderno, que viene a ser lo mismo pero explotado después de muerto. Es la infelicidad elegante, los cuarenta grados al sol, los moratones invisibles, amputaciones que te pican, pero porque sigues teniendo extremidades que prácticamente nunca te llevan donde quieres a medio plazo. Para poder dedicarte a lo que quieras, es muy posible que tengas que arriesgarlo prácticamente todo; lo cual muchos dirán que le dará sentido a tu vida, excepto que el tema aquí no es la voluntad, son las celdas y paredones, antes tangibles, ahora casi metafísicos, y a menudo indetectables. Pero como los números y las estadísticas mandan, y ahora los muertos no corren tan fácilmente por la riera, quejarse ha pasado a ser atonal… Mientras te dicen “Sé tú mismo”, el 90% de las veces tienes que entender “Ni se te ocurra semejante gilipollez”, aunque las añejas bases están demasiado bien asentadas como para que las calles estén llenas de gente con una personalidad propia. Es la peor idea posible para sobrevivir: descubrir lo que quieres, y en lugar de olvidarlo cuanto antes, luchar por ello como si la vida tuviese que ser algo más que las vacaciones para más de cuatro hijos de puta en todo el mundo. Esto es lo que llaman pesimismo, porque ahora todo está etiquetado, mal o bien (necesariamente o no) da igual , lo importante es que siempre hay como mucho dos bandos respetados, y tienes que elegir: o contra ti o en contra tuya. El otro frente, el llamado de los optimistas, proclama en voz alta indirectamente su suerte geográfica al nacer mientras fácilmente viste y consume productos fabricados en el tercer mundo; porque ser optimista es más una camiseta que una actitud, y ser buena persona a una escala respetable a nivel global es quizá la imposibilidad menos vociferada. El pueblo canibaliza al pueblo. Solo eres; o más bien: estás; ser es mucho decir; quizá dura ese lapso de tiempo que va desde que te pones de pie de crío por primera vez y hasta que alguien te ordena que te sientes; más o menos; y la mayoría de veces el asiento es un pupitre. El principio del fin no es cuestión de un instante: es una constante. Nunca empiezas, siempre estás acabando. Y todo para que sólo unos pocos vivan bien de verdad y luego se mueran como todos. La muerte es un alivio; no lo digo por ampliar el discurso agorero (que es lo único que verán muchos), quiero decir que por lo menos esos cabrones se mueren… ¿No da gusto imaginar a un anciano multimillonario que aún atiende a sus negocios? Ya que la riqueza personal no está basada en tu interior o bondad sino en tu dinero; ya que lo que se te va a exigir siempre no va a ser predisposición ni buenas intenciones, sino que pagues y punto, ¿no da gusto imaginarse al viejales comido por los gusanos? Aunque siempre saldrá quien dirá: Hombre, el dinero es importante pero no es lo único, y hay cosas igual o más importantes; lo cual es técnicamente cierto, hasta que te quedas sin dinero.
El dinero es lo único que no te puede faltar: el mundo está exactamente así de podrido. Te pueden faltar hijos, relaciones de pareja, sexo, una buena dieta, horas de sueño, ilusiones, raciocinio, altruismo, generosidad, neuronas, kilos, el puñetero apéndice, la piel del prepucio, un riñón, el corazón (metafórica y hasta físicamente en quirófano unos segundos); te puede faltar cultura (toda la que quieras), cualquier clase de sentido común, tener respeto a tu pareja, a tu familia, en las colas, a todo el mundo, te puede faltar tiempo, tetas, cinco centímetros de polla, brillo en los ojos, descanso, sentido de la justicia, ética, posición, tus padres, tus amigos, tu mascota, te pueden faltar condones, cabeza para las matemáticas, ortografía, poesía, ver el mar, ir a la montaña, caminar, tener dentro algo más que vísceras… Te puede faltar casi cualquier cosa que se te ocurra, pero si tienes pasta, no te preocupes, puedes volver a empezar; la libertad ya hace mucho que no se tiene, sólo se compra: la libertad está únicamente a la venta, la verás a trozos en estanterías y escaparates. Da igual lo que sonrías y mires al cielo, también te pueden faltar los amaneceres y los atardeceres. Eres una ridiculez en medio del Universo, pero ese pensamiento, a veces alentador y a veces terrorífico… qué coño importa, también puedes prescindir de él.
Y la respuesta airada a discursos similares a éste, vendrá de quien diferencia sólo entre el tedio de oficina y la tumbona de playa (o similares), y, por tanto, en lo que a mí respecta, quedará invalidada. No te puedes fiar de una máquina, por mucho que esté rellena de tripas. Nadie te cuenta que la vida está para hacer cosas, para aprovecharla. Que tumbarse y criar malvas es algo que no inventaron los vagos, sino la idea aún predominante del trabajo: la vagancia, por decirlo así, existe por contraste; el tema es con qué está haciendo contraste, y a quién le interesa que sea así. Porque ya hemos llegado a la cumbre del pensamiento simplista. Solo puedes hacer cosas que requieran de tu mente o cuerpo si conllevan proyección económica. Esa es la versión de la inteligencia vigente. Mirar por ti mismo no es un apartamento en la playa, no es explotar los viernes y los sábados, no tiene que ver con tu reloj, no es, desde luego, una agenda de actividades. Estás seguramente muy lejos de ser lo que te han contado que eres. Pero tienen el arma perfecta: si lo intentas de verdad, si procuras por ti seriamente, no saldrán perjudicados los que pusieron en pie la teoría sobre qué significa respetarse a sí mismo, sino tus iguales. Es un engranaje con muy pocas fisuras. Lo digo de verdad, yo se lo conté al Diablo. Él me dijo que siempre estuvo viéndome mientras ejercito la idea moderna de perder el tiempo, que consta de dedicar horas y horas y esfuerzo a cosas que no van acompañadas de firmas ni horarios fijos, y que tienen que ver con enriquecerse a todos los niveles excepto al único que se te exige. Creo que, aún con todo, él no sabía qué lectura hacer de la situación, ¿le favorecía?, ¿cuál es el comportamiento más coherente para hacer el mal? Siendo como es él un ángel caído, repudiado y expulsado, me dijo que Dios estaba en lo que yo hacía. Y me dijo que hablaba en serio. Me describió el infierno administrativo (el Infierno, me dijo, no es como el de Dante, se parece más a cubículos de oficinas y turnos interminables para llevar a cabo ejercicios de repetición burocráticos); me dijo que el Infierno, en todas sus formas, está bañado por el sol a menudo, corta el tiempo en rodajas, erige al ser humano como protoDios que se cree por encima de la Naturaleza (hasta el punto de que cree que podrá sobrevivirla; a juzgar al menos por sus movimientos para destruirla o defenderla…), y definitivamente no está bajo tierra. El Infierno son las ideas de quienes decidieron que la convivencia humana solo se podía basar en el apagado colectivo de la mayoría de gente. El Infierno es lo que, día día, la mayoría de gente está ayudando a mantener. Coño, le dije yo, qué duro. ¿Pero no ves las ventajas?, me preguntó. Apestaba a azufre, su pene colgaba casi como si pudiera usarlo como otra pierna. ¿Ventajas?, dije. Nadie te prohíbe ser un cabronazo, dijo, está permitido, es legal, a veces incluso cuando no lo es, ¿no está claro aún a estas alturas? Le dije que yo no quería ser un cabronazo, o que al menos no era mi intención. No has entendido de qué va la historia, me susurró; lo hizo como si estuviera de verdad intentando enseñarme. Le corté preguntando por qué había dicho que Dios estaba en los actos que uno acometía para intentar enriquecerse a varios niveles y no (sólo) al económico. Porque Dios es un buen tío, dijo, pero ¿crees que ser bueno es un buen negocio? ¿Crees que en el colegio te intentaron enseñar a ser bueno? No me malinterpretes, añadió, entiendo que Dios caiga bien a todos, pero no es a él a quien están rezando a juzgar por las cosas que hacen y dicen todo el tiempo. Hay padres convirtiendo a sus críos en bobos profesionales, por todas partes. ¿No lo has visto? Un grupo de adultos te moldea y extirpa lo necesario para hacerte igual al compañero de al lado, y los padres son cómplices de todo el proceso. Y no solo son cómplices, lo aplauden, lo apoyan, lo mantienen económicamente, ceden a cualquier presión. Aunque es lógico, teniendo en cuenta que no han tenido contemplaciones a la hora de traer a una criatura a este mundo…
¿Eres solo un humano más?, pregunté. ¡Claro!, gritó; bueno, no físicamente, aunque solo debes tomarte mi físico como una representación, o como un recipiente que llenar; pero el ser humano tenía las cualidades idóneas, todo lo que necesito; es tenaz, puede ser talentoso, pero sobre todo es varias personas en uno: la que enseña, la que esconde, la que va a entrevistas de trabajo, la que hace guarradas de todo tipo, la que elige el vacío como modo de vida, la que lo hace pasar por plenitud, la que hace daño de verdad, la que obvia que lo hace, la que esconde limitaciones bajo discursos sobre la sencillez, la que oculta la basura que es bajo las nóminas que cree demuestran su validez, la que explota, la que se deja explotar, la que elige la mediocridad por puro y simple miedo, la que se cree un dios, la que cree que entiende la maldad… Es un sinfín de atrocidades, un montón de mierda brillante y lo suficientemente alto para ocultar el sol. El ser humano se dedica sólo a buscar joyas no demasiado caras enterradas en una montaña de excremento para venderlas a cuatro duros en una casa de empeños regentada por un maníaco. Y a eso lo llama Ser Una Persona. Era perfecto para mí, el relleno ideal. Es algo que me encanta del ser humano, dijo, su idea sobre la dignidad, lo moldeable que es; puede adoptar casi cualquier forma, puede admitir casi cualquier injusticia, puede rechazar todo tipo de conocimiento que considere sospechoso, es ignífuga cuando la verdad se siente casi como el fuego; es intolerante a la lógica igual que puede serlo a la lactosa. Aunque no haya ni un resquicio de dignidad en él, el ser humano te dirá que sí, que está ahí, porque ha pasado el día fuera de casa, que te fijes bien, que te acerques un poco más; sonreirá sin poder disimular la malicia, y te mostrará su entrepierna, más abierto con cada gesto. El ser humano es sincero a su modo, a su modo increíblemente hipócrita y repugnante; para el conocimiento, el amor y el misterio de la vida, es algo así como lo que es un pederasta para el sexo. Lleva a cabo sus acciones sin darse cuenta de que está haciendo algo terrible, asqueroso y contra natura. El ser humano es como el pedófilo del Universo. Aunque también es muchas otras cosas, claro está.
Pero tú sabes jugar a esto, le dije al Diablo, eres muy capaz de soltar el rollo, de mentir, hacerme ver algo que en realidad solo es un truco.
Me hace gracia que me digas eso, me dijo, es emocionante hablar con vosotros. Es divertido. Es como si os mirara, y mientras tenéis el cuchillo ensangrentado en la mano sentados encima del cadáver de un niño, dijerais: ¿No estás exagerando un poco? Adoro esa dignidad que fluye, que va y viene, que existe para vosotros interesadamente igual que Dios. Hace mucho tiempo fui a hablar con una mujer. Estaba en su pequeño jardín, se le había soltado el cordel donde solía tender la ropa. No se asustó demasiado cuando aparecí. Te habría gustado, era una tía de cuarenta y algo, tenía su morbo, no dejaba de mirarme el colgajo. Le di conversación, le dije que se creía vete a saber qué, que si se estaba dando cuenta de que era mala y estúpida para con sus dos hijos pequeños. No habló mucho, y desde luego no con arrepentimiento. En determinado momento comenzó tender la ropa en mis cuernos. “Si te vas a quedar ahí como un pasmarote, me ayudas”, me dijo. No había escuchado nada de lo que le había dicho. Es cierto que tampoco le solté el rollo con ninguna buena intención de que corrigiera su actitud; usé un clásico truco, creo que ahora lo hacéis mucho por televisión; le canté las cuarenta como si a mí me importara lo que les pasara a sus hijos, y de paso hice lo que realmente quería hacer, que era intentar humillarla. Sé que os encanta la humillación; es decir, esto no es fácil de explicar, pero os encanta tanto humillar como ser humillados. Cierto que no os gusta la humillación seca, momentánea y sin importancia (la que yo intentaba), pero es evidente que adoráis la que se os inflige habitualmente a lo largo de toda la vida. Luego os levantáis cada día, os ducháis, os vestís, os echáis colonia o desodorante, y os creéis que así vuestra sociedad ya no huele a cuco.
Pero el caso, continuó el Diablo, es que aquella mujer no se inmutó. Eso me hizo tenerla en cuenta. No sé qué habrás leído al respecto, pero lo que hice fue usarla…, y tuve una hija.
Apareció una mujer de unos veinticinco años, “vestida” y maquillada de determinada manera, una especie de ejemplo de lo que el Diablo creía que cualquier tipo hetero o lesbiana querría tirarse.
Antes de que me propusiese nada, yo ya estaba metiéndole la lengua en la boca y la mano bajo la falda. Me gustaría decir que alguna extraña fuerza me obligó a actuar así. Una extraña fuerza me obligó a actuar así. Continuaba oyendo hablar al Diablo, pero ya no atendí demasiado. Solo le oí protestar cuando me vio sacar un condón que llevaba en la cartera. Lo hice por inercia. La cuestión es que el Ser que los dominaría a todos no podía quedarse en un charquito de semen dentro de una bolsita de látex.
Todo esto pasó en mi casa de entonces, hace ya mucho tiempo.
Cuando desperté al día siguiente, tuve esa sensación de haber tenido una pesadilla. Era el mismo escenario, solo que ya no estaba el Diablo. Pero en la cama tampoco había nadie más. Respiré hondo. Me parecía poder oler aún la fragancia de la mujer, pero sin duda era una falsa sensación que se iría pronto. Miré por la ventana. Todo estaba en su sitio. Oí la ducha, aparentemente se había puesto sola.

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21 comentarios en “Parentesco

  1. Buffff…De tan real ha sido como un viaje a los infiernos, ha sido como caer en el pozo de la profundidad existencial pese a la superficialidad reinante, ha sido como una bofetada en la cara, como una patada en el culo…Tan real!…Ha sido lo que es…Y en el fondo siempre la esperanza,y menos mal…

    Mucho nivel…¿Y tu materia gris?, ¿todavía intacta?… 😉

  2. Deseo de ser piel roja

    La llanura infinita y el cielo su reflejo.
    Deseo de ser piel roja.
    A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
    el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
    Deseo de ser piel roja.
    Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
    que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
    Deseo de ser piel roja.
    El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
    desiertos abrasados de silencio. Deseo
    de ser piel roja.
    Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
    para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
    Deseo de ser piel roja.
    Cruzó un último jinete la infinita
    llanura, dejó tras de sí vana
    polvareda, que luego se deshizo en el viento.
    Deseo de ser piel roja.
    En la Reservación no anida
    serpiente cascabel, sino abandono.

    Leopoldo María Panero

  3. Ame tu entrada, me hizo viajar por el infierno ese infierno en el cual no es como todos suponemos y la miseria y infortunios de la vida que nos aplasta cada día mas.
    Gran, te puedes identificar en cada parrafo.
    Un abrazo enorme y nos leemos :3

  4. Un sueño ehh?? Me genera dudas.

    No sé si has leído a Byung-Chul Han, habla de la positividad y de su carga venenosa, habla del control al que estamos sometidos a través de internet… habla, en definitiva, del infierno.

    Un texto excelente.

  5. Me ha encantado el texto. Es más, cuando lo he acabado, el seguido dándole a la ruedecita del ratón buscando algo más, jaja!

    Me recuerda un poco a mi vida: trabajar 6 días a la semana en algo que no me llena en absoluto, rodeada de gente que más bien odio, soportando jefes que disfrutan humillándote y que saben que seguirás ahí porque necesitas el dinero… Puto dinero. Me he reído mucho con lo de «Hombre, el dinero es importante pero no es lo único, y hay cosas igual o más importantes; lo cual es técnicamente cierto, hasta que te quedas sin dinero.». Creo que es totalmente cierto.

    Eso sí, me da pena el Diablo, eso de tenderle la ropa en los cuernos… Jeje!

    Un beso y pasaré por aquí siempre que pueda 🙂

  6. jajaja así que en el infierno es legal ser un cabronazo, como si en la Tierra fuera ilegal.. ojalá! de ser así, medio mundo estaba entre rajas y la otra mitad viviríamos felices y contentos ¡¡¡sin dinero!!! 😉 Sigues escribiendo tan fantásticamente bien que siempre, mil gracias por acercarte y recordarme el camino a tu casa. .. soy un desastre así que ayúdame a volver.. sieempre es un placer JORDIM

  7. tú también has sido el diablo para mí
    ¡mira que citar su colgajo así, a las bravas!
    de ser la lady que tendía ropa, ya te digo que le habría salido otra cantinela x la boca

    a ver si la de la ducha voy a ser yo…

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