Marte Merchandise 7X

Miles Kent, presidente de Coca-Cola Company, mira su bollo. Henrietta permanece en un rincón, esperando ordenes. P. abre los ojos en simulación de sorpresa;
–Oh, Henrietta, ¿puedes traer también el café para el caballero?
–Sin duda, señor P.
Kent sonríe con desconcierto.
P.:
–Se debe preguntar a qué se debe este encuentro. Siento el halo de misterio al respecto. No ha sido premeditado. En realidad la cuestión es muy sencilla…
Henrietta, la rapidez personificada, coloca una taza de café delante del señor Kent.
–Gracias, Henrietta –murmura P.
–Usted dirá… –Miles Kent parece impacientarse.
–Verá. Como sabrá, nuestra colonia en Marte está en pleno crecimiento. Ya tenemos eficaces instalaciones para el agua, bastos campos de cultivo cada vez más funcionales. Hemos acortado el tiempo de viaje desde la Tierra superando las previsiones más optimistas (como usted ya habrá comprobado), mejoramos día a día las comunicaciones, y tenemos sistemas de protección y adaptación al entorno sólidos y fiables…
–…
–La cuestión es que…
–…
–Cómo se lo explicaría…
–Me tiene en vilo…
–Mis disculpas otra vez. Le aseguro que no es la intención.
–…
–Para empezar…, y aunque no tenía previsto sacar el tema, quiero aclarar algo sobre el pequeño revuelo mediático que sin duda le habrá sobrevenido estos días…
–¿Revuelo?
–… fotos en que su hija parecía haber tenido alguna clase de… relación conmigo…
–¿Cómo, qué?
P. se queda en blanco, sus ojos bailan en las cuencas.
–Oh…, eh… lo siento de veras. Soy estúpido. No ha podido enterarse, estaba usted en pleno desplazamiento…
–Oiga, me estoy empezando a mosquear. ¿Mi hija de diecisiete años? ¿Usted?
–Eh…
–Más vale que me cuente qué está pasando aquí, porque…
–Oiga. Primero quiero que entienda que soy alguien fiable. Soy, entre otras cosas, la mente que puso en pie todo lo que ve. Sin mí, este planeta continuaría siendo un desierto con coches teledirigidos humanos y…
Está mareando la perdiz, señor P., y no soy famoso por mi paciencia…
P. se quita su chaqueta, se queda en mangas de camisa y corbata; cincuentón, una amplia sonrisa, brillo nuclear, muchos logros, muchas cosas por hacer, académico ilustre, esperanzas secretas de inmortalidad, ex profesor universitario, fama de introducir su pene en quien sea que tenga a bien permitírselo, célebre leyenda sobre el tamaño, chistes sobre marcianas embarazadas, una denuncia por acoso de la que salió absuelto. Mucho dinero. Sospechas. Mucho dinero. Un brillo poco fiable en los ojos. Más dinero. Un tatuaje en su pubis depilado: «aquí, ahora».
Dice:
–Su hija vino con un grupo en una de las naves comerciales hace un tiempo, de visita, como usted sabrá. Siendo hija suya, quisimos darle una cálida bienvenida…
–Esto es…
–Le hicimos una visita guiada por uno de nuestros laboratorios, fuimos donde elaboramos la cerveza, entre otras cosas. Cerveza casera. Luego sin duda le llevaré a…
–Por Dios
–El caso es que, bueno, algunos chicos y yo estuvimos con ella, con sus amigas. Y ya sabe…
–El qué… ¡qué se supone que tengo que saber!
–Pues que con la cerveza y demás, pusimos algo de música y la noche se descontroló un…
Si ha tocado a mi…
–¡¡No!! A eso voy. No pasó nada, nadie la tocó. Las fotos que se han filtrado son meros momentos de…
–Hijo de…
–Oiga, solo nos emborrachamos un poco, nos hicimos fotos de grupo, y a veces de pareja, pero no hubo en absoluto sexo; sé que ha oído cosas, pero aquí No Hacemos Las Cosas Así… ¿Comprende?
–Ahora, señor P., solo comprendería levantarme y hacerle un lifting en la cara con el puño…
–…
–Hijo de perra… He leído mucho sobre usted. No me va a tomar el pelo.
–Henrietta… ¿Puedes dejarnos solos al señor Kent y a mí?
–Por supuesto, señor P. Y… si se me permite la observación, señor… Kent. Yo estuve allí, no pasó nada. Se lo prometo.
–…
–Gracias, Henrietta; por favor…
La mujer (unos treinta años, explosiva, atenta, también desconcertante) abandona la estancia, la compuerta metálica se cierra tras ella.
P.:
–Me quiero sincerar con usted… Es verdad, se han dicho muchas cosas sobre mí. Y no se lo voy a negar: me lo tengo merecido. He hecho muchas cosas de las que no me enorgullezco. No digo que fueran delictivas, ni mucho menos, pero tampoco son para enorgullecerse. Han salido publicadas muchas historias, algunas son ciertas, y otras sencillamente inventadas o maquilladas para convertirme en un personaje sobre el que narrar la última correría.
–…
–Vamos, seguro que usted me entiende. Y no digo que usted se parezca a mí, no me malinterprete, pero estoy seguro de que ha tenido sus malas experiencias con los medios. ¿No es cierto?
–…
–Una vez…
–Oiga –interrumpe Kent–, estoy muy cansado, y solo quiero que me diga por qué me ha hecho venir aquí. No quiero hablar del otro… asunto. Solo quiero que me diga qué hago aquí, y de lo demás, si se ha de decir algo más al respecto, le aseguro que se dirá. Se lo diré yo, se lo dirán mis abogados, se lo dirá la Ley, y hasta el mismísimo San Pedro si le ha tocado un pelo a mi hija. ¿Entendido? De modo que cuénteme qué quiere de mi Compañía. No soy amigo suyo ni pretendo serlo.
–…
–Adelante. Ya le he dedicado mucho más tiempo del que merece.
P. saca una carpeta, en realidad no tiene propósito alguno, solo necesita apartar la vista de Miles Kent un momento, hojear algunos informes para provocar un pequeño paréntesis, y así luego poder retomar la conversación desde ese minúsculo nuevo “volver a empezar”.
–Está bien –murmura–, debo introducir mínimamente el tema para que usted entienda el motivo central de esta reunión.
–…
–Sabe que Marte no es solo una curiosidad para el ser humano. Ya no. Ahora también es una oportunidad… Sé que Coca-Cola ha mostrado un claro rechazo a la idea de suministrar su producto a nuestro planeta…
Nuestro planeta… dice.
–… y que sus razones, aunque objetivamente erróneas, tienen sentido…
–No podemos dejar que se asocie Coca-Cola a un planeta cuya principal colonia de desarrollo tiene fama de realizar orgías multitudinarias, dinamitar la monogamia, burlarse de las religiones, hacer apología de las drogas y presentarse como la alternativa libre de un “planeta obsoleto” como la Tierra, señor P.
–Oiga…
–Sólo he venido… Mi Compañía tiene un principio sólido al que procuramos ser fieles: Escuchar lo que tienen que decir los demás. Pese a que Marte, como le digo, ahora no tiene la reputación adecuada ni de lejos… sigue siendo Marte, y sigue siendo… atractivo. Una idea atractiva, con múltiples asociaciones positivas potenciales. Al menos en cuanto a una proyección de futuro…
–Sí, oiga, creo que estamos avanzando, ¿no lo nota?, empezamos a surfear la misma ola…
–Cállese, no me interrumpa…
–…
–Una vez dicho esto, si he venido –aun a pesar de su precario sentido de la comunicación a distancia– es por dos motivos. Uno: la posibilidad de que ustedes tengan una oferta jugosa que hacer a mi Compañía; y cuando digo jugosa, usted me entiende ¿no?, me refiero a jugosa. Me refiero a que sea algo tan escandaloso que nos veamos obligados a financiar una campaña publicitaria abrumadora para limpiar la imagen de este sitio. Una oferta que me haga pensar en poner en marcha tal maquinaria de marketing que cuando la gente abra la nevera les salten a los ojos las etiquetas sobre lo que mola Marte ahora que ya es un emplazamiento limpio, familiar y apacible… ¿me sigue?
–Por supuesto, señor Kent, estoy…
–Cállese. El segundo motivo por el que he venido, es el de que, aunque no puedan ustedes hacernos esa oferta económica increíblemente obscena, podamos aun así comenzar a trazar un plan de asociación comercial entre Marte y Coca-Cola. Algo que, por supuesto, de momento se gestaría bajo el más absoluto secreto. Oficialmente, para que me entienda, ahora yo no estoy aquí. Estoy de vacaciones con mi mujer y mis dos hijas, casi las estoy viendo… Estamos en algún lugar respetable, verde y familiar de la Tierra. ¿Me explico?
–Eh, sí, c…
–De modo que, dígame. Ustedes y la NASA y todo el conglomerado empresarial… no me van a enterrar en dinero ahora mismo, ¿me equivoco?
–Lo cierto es que…
–Así, pues, antes de que comencemos a hablar sobre nuestra posible fructífera asociación a largo plazo, y ya que soy un hombre curioso, ¿qué era lo que usted quería?
–Vaya… Verá. La idea… Es…
–Oiga. Venga. Usted no está aquí por ser un cantamañanas, ¿no? Aunque sea un gilipollas, y tiene toda la pinta… (y si ha tocado a mi hija, su vida terminó), aun así, digo yo que liderará esta especie de fumadero extraterrestre por algo más que sus méritos científicos. Hable, no me haga perder más el tiempo, por favor se lo pido.
–Miles… ¿le puedo llamar Miles?
–No.
–Señor Kent… La verdad es que esta reunión no está resultando como yo… bueno, como yo la planifiqué. Pero de repente pensé que si iniciábamos algún tipo de relación comercial…, si usted, en ese proceso, se enteraba por medio de la prensa del asunto de las fotos filtradas…
–Es usted duro de mollera, P. Le he dicho que no quiero hablar ahora de eso… Solo quiero, por favor, por favor, señor P., solo quiero que me hable de negocios, o de lo que sea que quería contarme y que espero esté relacionado con negocios, negocios, señor P., tratos, conversaciones constructivas, contratos, papeles oficiales, cerebros en marcha, producción, dinero contante y sonante, gente bebiendo mi producto por todas partes, señor P. Esto es un viaje de negocios, una reunión de negocios. Por favor. No me gusta Marte, ni siquiera me hace gracia salir de mi casa, no me gusta viajar ni la gente ni tener que hablar con ellos, no me gusta este sitio, el frío que hace y la gente que vive aquí… Solo quiero… por favor. Hable. Diga lo que tenga que decir. Es mi último cartucho…
–Señor Kent… Está bien. Como querría haberle contado desde el principio, antes de que se me ocurriera sacar a colación ese asunto que prometo no volver a mencionar… en Marte comenzamos a necesitar… cómo decirlo… necesitamos comenzar a importar ciertas costumbres y rutinas propias de la Tierra. Estas costumbres y rutinas de las que hablo abarcan muchos campos de la vida familiar y próspera de un país del primer mundo, ese que usted y yo conocemos. Coca-Cola, a estas alturas, no tiene nada que envidiarle a otros símbolos a nivel mundial, ya sean físicos, espirituales o empresariales. Lo que creemos aquí, es que… su producto nos ayudaría a comenzar a derrumbar muchos mitos, historias de terror y leyendas sobre Marte…
–Un momento. Como he dicho, ahora no es posible…
–Oiga, disculpe, solo déjeme acabar…
»La cuestión es que…, ya sabe que aquí el asunto de la alimentación aún es muy básico, está solo un poco por encima de los nutrientes básicos que el cuerpo necesita. Tenemos agua, cultivos, elaboramos nuestro pan…; y, como sabe, muchos de los productos que hemos, básicamente, fabricado, no tienen aún, digamos, la consistencia de los que hay en la Tierra. Las condiciones son distintas.
»Lo que hemos pensado, después de darle muchas vueltas, es que de todas formas llegaremos más pronto que tarde a ese nivel de calidad. De hecho ya estamos muy cerca…
»Lo que ahora comienza a parecernos sumamente interesante, es comenzar a crear lo que aquí denominamos (de la forma más respetuosa y genérica posible): Golosinas.
»Esto incluiría la elaboración de nuestra propia bollería industrial (no como lo que tiene delante, básicamente pan), gominolas, chocolate de distintos tipos, productos lácteos diversos…, en fin, un largo etcétera. Y entre esas “golosinas”, obviamente tendrá que haber también refrescos.
»Es algo cultural, como ya estará intuyendo. El campo que creemos necesario comenzar a explorar, es básicamente el de los Caprichos. ¿Comprende?
–Le entiendo. Pero no intuyo de qué hablamos.
–En realidad, nos gustaría producir nuestras propias marcas. Y el primer espaldarazo, por decirlo así, guardaría relación con unas cuatro o cinco marcas blancas de inicio.
–Sigo a mil kilómetros de usted…
–Marcas blancas que… querríamos, de momento, rellenar con productos de marcas ya existentes, hasta encontrar nuestras propias, cómo decirlo, ¿recetas?… o matices.
–No sé si no le entiendo o si no quiero entenderle…
–Si hemos contactado con usted antes que con nadie, es porque sabemos que, a circuito cerrado y sin que trascienda a los medios, siendo una información que solo se transmita entre cuatro o cinco empresas, el hecho de que Coca-Cola fuese la primera, animaría sin duda a otras marcas a colaborar con nosotros.
–Pero, señor P., ya le he dicho que no estamos ni de lejos en ese punto, ahora no vamos a importar nada a…
–No, no se trata de importar, aquí sabemos lo que hacemos. Lo único que nos haría falta, en este caso, es el… el Merchandise 7X… Algo que no saldría de aquí, por supuesto, estamos dispuestos a firmar cualquier contrato de confidencialidad.
–Señor P., usted…, ¿es que esto es una broma…?
–Aquí no hay cámaras, señor, y yo no le gastaría semejante…
Miles Kent comienza a sufrir un agudo ataque de risa. Tanto es así, que P. no sabe cómo reaccionar, ni conoce forma de pararlo.
–Quiere usted…uh, uf…, disculpe, ¡jjjjjijajajajaj…! ¿Quiere que le…? jjjhjj… ¿Quiere que le demos la fórmula de la Coca-Cola?… ¡jjjaj-jaja-ja-ajajajjajajjjjhhj!!. ¡¡Uh, uih, uhajaajaja…!!
–Oiga, disculpe… No entiendo esa reacción. Sé de la magnitud de lo que le estoy pidiendo, pero hablo en nombre de un nuevo mundo, señor Kent, no soy un tendero de barrio ni la vecina del quinto… Oiga…
Kent no puede parar de reír, el pecho le quema y la cara le va del rojo al morado, henchida de sangre. Ni tan siquiera el recuerdo de la posibilidad de que el tipo que tiene delante haya tenido sexo con una de sus hijas, puede hacerle parar.
–Señor Kent…
–Uh… uf jiji… j…
–Oiga, con todo respeto, no me parece correcto por su parte el que…
–Oiga, porrero de tres al cuarto. Por más que lo pienso, no entiendo este fenómeno evolutivo…
–¿Fenómeno evolutivo…?
–Imagino que usted forma parte de una de esas primeras generaciones que creció cuando los tatuajes y los piercings ya se los hacían también los “buenos chicos”, cuando los videojuegos y tener bolsillo con Internet ya eran cosas que se daban por sentado…
–No le…
–No digo que usted y su equipo no sean muy inteligentes; es evidente que saben analizar el entorno y sacar petróleo de él, si se me permite la referencia añeja… pero en cuanto al resto de asuntos, son ustedes la primera generación bazofia que existe.
–Oiga, nosotros…
–Por decirlo así. ¿Entiende? La cuestión es que –y me da vergüenza tener que decirlo en voz alta– obviamente Coca-Cola no va a revelar su formula, algo que por cierto solo conocen un par de personas en todo el planeta Tierra, y ni siquiera yo soy una de ellas. ¿Sabe lo que eso significa? Significa que yo, presidente de Coca-Cola Company, no soy oficialmente fiable, ni, digamos, merecedor de conocer el Merchandise 7X. Y tiene su lógica, no crea que no. Puede que incluso usted esté de acuerdo conmigo en que si hay algo poco fiable es un presidente, uno de lo que sea, de una gran compañía, de un país… Son tíos que te la meten doblada en cuanto te das la vuelta, mienten con las cosas más importantes y no dudan en hacer todo el daño posible si saben que eso les va a reportar algún beneficio.
»Así que lo entiendo, aunque me hiera un tanto el orgullo, no crea que no. Pero también soy rico, y eso hace que te puedas comprar lo que quieras, y resulta muy ventajoso en un planeta ya realmente lleno de posibilidades como la Tierra. Marte, amigo, no es más que la mayor decepción del siglo XXI. No por sí mismo, no me malinterprete, pero el ser humano lo está convirtiendo en una comuna hippie. Y no irá a mejor según las condiciones de Marte, amigo mío, mejorará cuando Marte ceda a las condiciones de la Tierra, cuando la industria pueda asentarse aquí, y comience el fin de esta edad de piedra marciana.
–…
–Usted sólo está aquí para ceder. No se saldrá con la suya, sencillamente. Eso no pasará jamás. No al menos si no es por encima de mi cadáver.
Miles Kent coge el bollo que tiene delante y le da un gran y rabioso bocado; mastica aparatosamente. P. lo mira sin saber qué decir. Entonces, decide romper el silencio del peor modo.
–Bueno, ¿y cómo está su hija?
Kent le mira, luego se lleva la mano derecha al cuello. Comienza a perder color. Los ojos abiertos hasta comenzar a salirsele de las cuencas.
–La verdad es que es una chica muy lista –dice P.–, ¿se encuentra bien?…
Miles Kent se está ahogando.
P. duda por un instante. ¿Lo he hecho adrede?, se pregunta a sí mismo. Sabedor de la densidad del bollo y sacando a colación a la chica… ¿lo he buscado? El presidente de Coca-Cola se comienza a poner morado. Y P. se ve a sí mismo diciendo:
–Lo pasamos bien esa noche, la verdad.
–… ugh ugh… ¡ughhh!
–Antes le mentí, lo siento. Pero debe saber, antes de que… que su hija ya estaba activa sexualmente desde los quince años. Aquí ya era una experta…
–… … ¡ugh!
–Una experta y una meona…
P. se levanta de su silla, siente un enfermizo e irracional placer de repente. La generación bazofia. Risas…
–¿Su niña?, su niña tiene muy buenas tragaderas. Los tres orificios. No solo la probé yo…
–… ugh.. uh u…
–Aunque es una meona, le he de decir, ¿ya lo he dicho?…
–… h… u…
–¿Señor Kent?

El cuerpo de Miles Kent se derrumba sobre la mesa. Medio bollo como testigo.
–¡¡Henrietta, puedes venir, por favor!!
Henrietta, la rapidez hecha persona, se presenta al cabo de cinco segundos.
–Sí, señor P.
–El señor Kent se ha atragantado con su bollo y ha muerto.
–Oh, qué calamidad…
–Sí, ¿verdad?… ¿Crees que podrás encargarte del cuerpo y revisar ese programa de abono con cadáveres? Yo tengo que hacer un par de llamadas…

coco

5 comentarios en “Marte Merchandise 7X

  1. Siempre he creído que si finalmente colonizamos otro planeta será para parasitarlo como hemos hecho con este.
    Buen relato, un beso.

  2. ¡Genial!! Jaja, de veras que la cobertura de mercado de Coca-Cola es impresionante, igual que tu capacidad para escribir. Espero que los marcianos no sean tan despreciables como el ser humano. Ojalá los otros planetas logren ponerse a salvo.. ¡Abrazote!! 😉

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