25 proyecciones innecesarias (10 de 25) – Animoso

–Fijaos, ahí llega Animoso. Parece animado.
–¿Qué tal, chicos?
–¿Qué tal, Animoso?
–Pues hoy me siento bien, me siento animado.
–¿Te refieres como un dibujo?
–JAJAJA. Chicos, no tenéis remedio.
–Ya sabes cómo somos.
–Me gustáis, porque tenéis sentido del humor. El sentido del humor denota inteligencia.
–¿Un vaso de agua a la mitad, como siempre?
–Hoy me siento diferente. Una coca-cola.
–Vaya, ¿diferente?
–Sí, la verdad, más animado que de costumbre.
–Aquí tienes tu coca-cola.
–Aquí está, mi vaso medio lleno. Qué rapidez. Sin limón, por favor.
–¿Sin limón?, como prefieras.
–Bueno, y ¿cómo estáis?
–Ya sabes, no nos podemos quejar.
–¿Y eso? ¿Nada más?
–Conservamos las habilidades motrices, sobrevivimos.
–JAJA. ¿Estáis otra vez de broma?
–Por supuesto.
–Pues yo me siento genial, hace una mañana genial, ¿no hace una mañana genial?
–Imbécil.
–¿Cómo?
–No comes, Animoso, bebes, una coca-cola.
–JAJAJA. Cierto.
–¿Y cómo va todo con Esperanza?
–Bueno…, ya sabéis…
–¿Qué deberíamos saber?
–Creo que últimamente no se sentía muy bien.
–Tendrás que ser más específico, Animoso, ¿con “no se sentía muy bien” no querrás decir que está estupendamente y os va genial?
–La verdad es que no tanto, chicos.
–Vaya. Siento oír eso, Animoso.
–Ayer discutimos.
–Me alegro.
–¿Cómo?
–¿Y qué pasó?
–Fuimos a cenar, ya sabéis, fuimos a un italiano. Reservé una de las mejores mesas. Yo estaba muy contento. Me duché, la llamé, me puse mis mejores galas…
–Tus mejores galas, eh…
–Bueno, ya sé que no soy un Brad Pitt, pero me esfuerzo.
–Claro.
–Y noté que el ambiente estaba enrarecido.
–¿Enrarecido?
–Bueno, llegué una hora antes de lo previsto a su casa. Tenía ganas de verla, me aburría.
–Claro, lógico.
–Y el caso es que llamé a la puerta y… y…
–Nos tienes en ascuas, Animoso.
–Y ella abrió y…
–…
–Y…
–¿Estás bien, Animoso?
–Estupendo, gracias.
–…
–Así que ella abrió y…
–…
–Y bueno. Pensé que algo no iba bien. No del todo bien, al menos. Aunque ya sabéis que confío plenamente en ella.
–¿Y…?
–Y… en fin, me pareció raro que al abrir tuviera liada una sábana. Parecía agitada. Me dijo que se acababa de duchar. Y que la esperara en el restaurante.
–Ajá.
–Aunque tenía el pelo seco, y el restaurante está a unos quince minutos a pie de…
–Ya…
–Pero en fin, qué iba a hacer. Pensé que quizá se encontraba algo indispuesta, eso pensé, y…
–¿Semen en la cara?
–… tenía como… ¿Qué has dicho?
–Que cómo tenía la cara. ¿Parecía nerviosa?
–JAJA. ¿De qué os reís, chicos?
–De nada, te escuchamos.
–Bueno, pues el caso es que fui al restaurante.
–Eso es bueno, hay que alimentarse.
–¿Verdad que sí? Yo siempre digo que un alimentación sana es…
–Y qué, qué pasó.
–Bueno. Cenamos.
–Ya… ¿Pero ella ya se encontraba bien? ¿No hablasteis?
–Hablamos, sí. O sea, cenamos. Y luego hablamos.
–Ajá.
–Ella parecía menos esperanzada que de costumbre.
–Vaya.
–Ya sabéis que yo siempre hago planes para el futuro. Así que me armé de valor, le hablé de irnos a vivir juntos.
–Guau, eso es un gran paso, Animoso.
–¿Verdad que sí?
–¿Y qué te dijo ella?
–Bueno, aquí fue cuando ya habíamos terminado los postres. No pedimos café, ya sabéis que ambos somos muy estrictos con los estimul…
–A excepción de que ahora te estás bebiendo una coca-cola…
–JAJAJA, es verdad, me has pillado. Sois de lo que no hay.
–Tranquilo, no se lo contaremos a Esperanza…
–Ya… El caso es que…
–Animoso, llevas como media hora postergando la razón por la que hoy te sientes diferente, aunque también animado, por supuesto.
Muy animado, diría. Es más, creo que nunca me he sentido así.
–Nos perdemos, Animoso. Danos algo con lo que trabajar.
–Vale. De modo que ahí estábamos, con nada más que cenar y un elefante en la habitación. La cuestión de su actitud, el asunto de la sábana, el hecho de que alguien se pueda duchar sin mojarse…
–Y entonces salió el tema.
–Y ni siquiera hablamos al final de irnos a vivir juntos. ¿Vosotros conocéis a Iracundo?
–¿De qué coño hablas ahora, Animoso?
–Bueno, tiene su papel en todo esto. Pero mejor ordeno mis pensamientos, porque…
–Qué puñetazo tienes…
–… yo también me sentía algo raro en realidad. Estaba genial, como siempre, pero tenía una intuición.
–Venga, vamos
–Tenía un palpito. Un palpito de que algo iba a pasar… Ella me preguntó por qué no me había quitado la chaqueta para cenar. Pero era una chaqueta de vestir. Es una chaqueta de vestir, le dije. Y me dijo que se podría haber manchado con salsa de tomate.
–…
–Creo que fue por la salsa de tomate, ¿sabéis?
–Fue el qué, Animoso.
–Creo que fue en ese momento cuando até cabos. La sabana, la sequedad, su pelo revuelto… Ella es cuidadosa. Y siempre lo justifica todo. Y es maniática. No soporta que algo no esté recto o en su sitio, o que algo haga ruido o que de alguna forma sienta que no está rodeada de simetría.
–Siííí… Todo eso y que tiene un polvo olímpico. Avanza, Animoso, por-el-amor-de-dios.
–JAJAJA. Vaya, siempre conseguís que me ruborice.
–Hostia puta…
–Vaaale, está bien.
»Ahí estaba yo, ya sudando, con mi chaqueta de vestir. Pesada, porque en mi bolsillo interior derecho guardaba una… Colt, una pipa, una pistola. ¿Conformes?
»Creo que fue al mencionar ella la salsa de tomate.
»Algo hizo clic en mi interior, ¿entendéis?, como si hubiera estado conteniendo algo durante mucho tiempo…
–…
–Iracundo me consiguió la pipa. Él sabe dónde se mercadea con esas cosas. Es primo de Esperanza. Y sí, joder, me levanté delante de todos y disparé a esa zorra en la cara, a esa PUTA. Dos, tres veces, cuatro
»Toda su puta salsa de tomate mezclándose con los restos de su puto postre, que además no era su postre, era la mitad del mío. Y grité, grité como un energúmeno.
»Había gente que lloraba. Pero nadie me redujo. Su cabeza ya no era una cabeza, era como algo crudo a punto para ser cocinado, ¿sabéis? JAJAJA.
»Es que… me hizo sentir TAN… centrado, tan estimulado. Todos me tenían miedo. Nunca nadie me ha tenido miedo; siempre lo he tenido yo.
»Salí de allí como si nada. Luego oí sirenas de la policía, y bueno… reconozco que todo se descontroló un poco…
»Pero hoy me he levantado cargado de electricidad, ¿sabéis? Es un nuevo día, y hace una mañana espléndida. Es una nueva oportunidad. ¿No hace una mañana espléndida?

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