20 propiedades del limón (16 de 20) – Trompas

Supongo que era un sueño. Estaba en La vecina de al lado. Dentro de la película, a varios niveles. Hablaba con los protagonistas y me entendían, todos dialogábamos en un fluido castellano. Estábamos sentados en los peldaños de entrada a la casa de Matthew (Emile Hirsch), ya de noche, aunque iluminados por una luz del set de rodaje. Estaba él y también estaba Elisha Cuthbert, que nos ponía nerviosos a ambos con su sola presencia. Hay personas que crees sólo te harían caso en cierto sentido si lograras reunir las siete Bolas de Dragón.
–Las cosas nos van bien por aquí –dijo Emile.
–¿Por aquí?
¿Por aquí?
–Por aquí, en las pelis de la década de los 2000. El estándar ha bajado.
–Eso es seguro –dijo Elisha–, pronto seremos de culto.
Pensé en universos paralelos donde los actores se quedan atrapados rodando (viviendo) una y otra vez la misma película, satisfechos.
–Esta es la escena del primer encuentro –decía Emile –, es importante.
–Siempre lo es –agregó Elisha, mirando al cielo, vehemente, convencida.
Es la escena en que Matthew sale un momento a sacar la basura, y ve por primera vez a Danielle, su nueva vecina, caminando provocativa por defecto desde su coche deportivo hasta su casa.

Más tarde, en la escena de la fiesta, sin comerlo pero bebiéndolo, me veo con un vaso de plástico en la mano. Un ponche muy sobrecargado que en realidad es zumo de uva. Llevo ropa de 2004 que aún atufa a años noventa. Es la escena del beso. La repiten una y otra vez. Yo me fijo en la bragueta de Emile, buscando un bulto, descontrol, pero es todo un profesional.
Un tipo de figuración me dice:
–Todos están cada vez más contentos, pero la peli sigue sin ser nada del otro mundo, ¿verdad?
–Bueno –digo–, hay que reconocer que el estándar ha bajado.
–Oh, “el estándar ha bajado”, ahora no oigo otra cosa. Cuando la vi en su día pensé: qué buenos primeros diez minutos desperdiciados con una trama en la industria del porno que no se cree ni el director. La chica es muy mona, pero actuar es parecer otra cosa, ella no parece ninguna actriz porno, parece una actriz buscando su oportunidad fuera de la serie 24.
Tras varias tomas y conversaciones técnicas, la escena se da por terminada.
Veo de repente en el set un bebé elefante. No recuerdo ninguna escena que incluyera un bebé elefante. Veo que Elisha corre hacia él y lo abraza. El equipo parece montar una celebración en torno al animal. Ha terminado la jornada de rodaje. Una chica de figuración me dice:
–El bebé elefante. Si no viene al rodaje no hay rodaje. Estoy harta de escuchar chistes que incluyen trompas, Elisha Cuthbert y 24.
Me siento en el césped, con esa sensación de desapego, como si estuviera a punto de despertar. De golpe el elefante está a mi lado. Se sienta sobre su culo.
Dice:
–¿Eres nuevo?
Habla como si un trombón hablara.
Le digo que no lo sé.
–¿Te gusta la peli?
Le digo que me gusta mucho más ahora que cuando se estrenó.
–El estándar ha bajado.
Ya. Eso dicen.
–¿Te gusta ella?
–Sí. Ella es muy guapa.
–La conocí muy lejos de aquí, ¿sabes?
–Lo imagino.
–No. No te haces una idea… Creo que es la definitiva. Cada vez que la veo pienso en crías de elefante y una casa con valla blanca.
–Una vaya blanca.
–Todo el mundo quiere una valla blanca, incluso esos tíos, los técnicos tatuados, los hijos de la FP. Esos follarines. Siempre tengo que estar pendiente de ellos.
–Entiendo.
–No, no es que no me fie de ella, pero un hombre tiene que mirar por lo suyo, ¿verdad?
Aparece la chica de figuración de antes, parece colocada, y no de zumo de uva. Le grita al bebé elefante:
–¡Tú no eres un hombre!
–¿Qué? ¡Y tú sólo eres una figurante!
–Chicos… –murmuro.
Elisha Cuthbert llega, muy seria, y el elefante se incorpora. Ella lo monta, y comienzan a alejarse lentamente. La chica vuelve a gritar.
–¡Tú no eres un hombre!
Luke Greenfield, director de la película, responde apareciendo de repente y pegándole un puñetazo en la cara. La muchacha queda inconsciente en el suelo. Luke mira cómo Elisha y el bebé se alejan con parsimonia. Observo que tiene los ojos bañados en lágrimas, y un bulto en el pantalón.

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