80 ILEGIBLES (23 de 80) – Vaya tetas

Los ingredientes eran sencillos. Un sábado, el aburrimiento, youtube, una booktuber, sus tetas y yo.
A veces las anécdotas más nimias pueden estar cargadas de significado.
Podemos intentar contextualizar. Hay una tendencia constante a buscar un solo culpable (a menudo un grupo social) para todo lo malo que pase. Ha sucedido así a lo largo de la historia. Parece ser que eso nos resulta realajante. De este modo, cualquier gesto del día a día –independientemente de su naturaleza– sólo puede tener significado en una sola dirección.
Es una dinámica golosa ahora para los más politizados. La gimnasia mental para darle sentido a una teoría sencilla, siempre es mucho más cómoda que tener que pensar de verdad en las mil variables por las que sucede cada maldita cosa.
Pensar no encaja bien con ninguna corriente ideológica. Así no te vas a sentir una persona concienciada e inteligente como quieres jamás; sólo la pieza microscópica de un engranaje hecho casi por completo de conjeturas.
Conjeturas, o aún peor: teorías científicas. Las personas que quieren creer en ideas emocionales para descodificar asuntos complejos, acaban chocando tarde o temprano con la ciencia.
Pueden ser curas del siglo XVIII o activistas del ya bien entrado, colorido y desconcertante siglo XXI.

Pero estoy derivando.

Yo sólo trasteaba en youtube, haciendo tiempo hasta la hora en que había quedado para ir al cine. Me gustan los canales de libros, y parece ser que la mayoría son de mujeres. O más bien de chicas jóvenes; supongo que por una cuestión de tiempo y predisposición. Incluso cuando encuentras canales de chicos, suele ser complicado detectar trazas de testosterona.
Ahí estaba yo, viendo uno de mis canales favoritos. La chica debía tener veinte o veintiún años. Yo tenía treinta y seis. Por entonces ya había corrientes morales llegadas desde la izquierda que me habrían considerado prácticamente un pederasta. Lo bonito de la derecha y la izquierda, es que no se dan cuenta de que cuanto más se van al extremo, más se acercan.
A veces incluso dan cierta ternura; sobre todo si se empiezan a percatar en silencio de lo mucho que se van pareciendo.
La mirada pantallazo azul.
Hay gente tan ideologizada a los dieciséis, que probablemente pierde la ilusión antes de los veinte.
El mundo siempre te puede.

El video era uno de esos en lo que la booktuber de turno habla sobre sus últimas lecturas.
Admiro sinceramente a la gente capaz de abrir un canal de youtube y lograr que crezca. Y me encanta el medio. Me encanta lo liviano que acostumbra a ser su contenido, sus cápsulas audiovisuales de diez minutos. Son una forma perfecta de matar el silencio mientras te vistes y te adecentas antes de salir, o para un puente de media hora entre actividades. O incluso para desconectar unos minutos de tu trabajo.
No soy mucho de dejar comentarios, pero en este canal había dejado un par, aunque hacía ya tiempo. Era probable que la interesada no se acordara.
Con youtube, por cierto, pasa como con todo lo demás. Por regla general, una chica una pizca atractiva tendrá muchos más seguidores que un chaval del montón al que le gusta leer.
Parece que cada generación crece con el mismo discurso con doble rasero respecto al físico de los demás. Es como si cada generación quisiera dejarlo muy claro: “Eh, nosotros ya no hacemos eso, no somos así de superficiales, somos todos iguales, todos nos queremos y nunca juzgamos a nadie por sus pintas”.
Y siempre es mentira. Incluso aunque no se valore sólo el físico, es una mentira aborrecible decir que no le das importancia. Eres un mentiroso, una mentirosa, y se os debería caer la cara de vergüenza.

La chica que llevaba el canal en cuestión, me parecía realmente guapa. Tenía esa piel blanca que tanto valoraba la aristocracia antes. Tenía curvas generosas, un cara bonita y redonda, y unas tetas que resultaban prominentes por defecto. Daba igual si la chica se ponía algo ajustado o un jersey navideño. Sus tetas te miraban. Jóvenes y aún soberbias para con la gravedad.
Parece ser que yo aún no era lo suficientemente “maduro” para pasar eso por alto.
La chica era inteligente, sabía comunicar y sabía entretener, eso era obvio; de otra forma yo no hubiese vuelto al canal. Uno no se hace fiel a un canal de libros por las tetas de nadie, y menos en la maldita Internet.

Pero que el canal funcionara al nivel que pretendía, no significaba que la booktuber no estuviese como un queso. O que eso se pudiese dejar de lado como si nada.

Pensé en ello mientras veía el video. Quería dejar un comentario. Primero pensé en mencionar algunos de los libros, comentar algo sobre alguno de ellos, y cerrar alabando de algún modo la belleza de la comunicadora.
Como quien va a comprar una revista porno y se lleva también dos refrescos, el periódico y una lata de olivas.
Luego pensé que mejor un comentario neutro, sin más, algo para avivar la caja de comentarios. No hables de su físico, sabes lo que puede pasar. Da igual que no tengas ninguna intención de objetivizarla. No piropees.
No eres solo hijo de tus padres. También eres hijo de tu tiempo. Sabes de sobras cómo razonan ciertas personas ahora. Te imaginarán babeando el teclado, cascándotela y no volviendo jamás al canal.
La gente pretendidamente buena cada vez piensa peor de todo el mundo.

En sinceridad, lo que yo realmente quería poner, no sin un punto de ironía, y hasta cierto punto desde la inocencia, es:
Vaya tetas.
Y puede que una carita sonriente.
Eso era lo que yo sentía en ese momento.
Esa vez no me habían interesado demasiado los libros que comentaba, y creo que su vestido no tenía que ver sólo con el recurrente principio ideológico relacionado únicamente con sentirse bien consigo misma. Había encuadrado e iluminado el video de determinada manera. Quería verse bien, pero también que la viéramos bien.
No significaba que las cosas siempre fueran a sí, sólo que a veces también son así. A veces quieres que te miren, quieres lucirte.
Y no pasa nada.

Dudé bastante ante el teclado. No quería explicar mi comentario, sino simplemente hacerlo.
Vaya tetas.
En absoluto habría pensado en hacerlo si hubiese visto esa tendencia en la caja de comentarios. Si hubiese visto a cincuenta tíos diciendo todos lo mismo, incluso me habría sabido mal. Pero nadie hablaba de ella. Sólo de lo que ella había expuesto.
Pensé que mi comentario podría hacer un contraste curioso, arrancarle una sonrisa. Aunque luego no me dijera nada. Aunque no le diera a like.
Y no quería referirme a su vestido. El vestido era bonito, pero el vestido me daba igual.
Era como: ¿Es que nadie más las ve? ¿De repente las tetas han dejado de existir en nuestra cultura?

En el fondo sabía que lo iba a hacer desde el principio. Lo hice con la esperanza de que ella recordara mis anteriores comentarios en el canal, bastante largos y en absoluto relacionados con su físico.
Así que puse:
Vaya tetas.
Y un emoticono sonriente.
Y le di a publicar.
Y me fui al cine.

No entré en el canal hasta unas cuatro horas después.
Hubo no pocas reacciones a mi escueto comentario.
Se me informó.
Todo literal.
Supe que era un cerdo asqueroso. Y que no sabía ver más allá de las tetas de la gente. También supe que seguramente era un viejo de cincuenta años salido. Y un baboso. Me enteré también de que era el típico señoro, el heteruzo de turno. Y así un largo etcétera de lindezas.
No me importó demasiado. Soy completamente anónimo, no era Twitter, y la cosa no fue más allá del improperio.
En realidad, el primer comentario fue de la booktuber. Y fue tal que así:

¿Ein?… jeje.

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