Archivo por meses: agosto 2019

80 ILEGIBLES (80 de 80) – Preludio

El fulano, el zanguango, el petimetre, con una edad aún lejana a la senectud, pero a buena distancia de la primera juventud, se viste, se disfraza de adulto. Incluso aprende a anudarse una puñetera corbata. Se mira al espejo, incapaz de notar grandes diferencias de cuando era un crío. A los treinta y muchos, la conciencia de ser adulto le parece un mito. Sólo eres un niño que ahora tiene que afrontar putadas de mayor envergadura.
Se pone los zapatos, poco cómodos, muy apropiados. Se intenta peinar. Se echa agua en la cara, una, dos, tres veces. Coge la cartera, el móvil, el tabaco y un mechero. Se queda unos diez minutos mirando por la ventana. Crecer significa salir, irse, aguantar.

Tendrá que hablar con amabilidad, pero también con aplomo. Decir la verdad con valentía, mentir con estilo.
Tendrá que conseguir la pasta.

Ahí va.
Coge las llaves de una bandejita de la entrada. Abre la puerta del piso y respira hondo. Da dos pasos y cierra la puerta. Se oye su progresión en dirección a la calle. Suponemos que no volverá. Quizá incluso se “haga mayor”. Algunos, aun en secreto, esperamos que no.

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80 ILEGIBLES (79 de 80) – Felicidad

Un monitor de esplai, poco tiempo antes de morir de una indigestión, nos hablaba siempre de la felicidad. Era un esplai de verano. Niños y niñas de once años. Aún no sabíamos de qué iba ese rollo del monitor. Es posible que aún no conociéramos realmente la infelicidad. Niños del primer mundo, consentidos y descontrolados, aunque a veces nos pegaran una buena hostia en casa.
Cada jueves íbamos a la piscina, mientras nuestros padres follaban o al menos respiraban tranquilos en casa. En agosto casi todo el mundo estaba de vacaciones. Los menores se convertían en un incordio. Formar una familia, alimentar la teoría de la felicidad completa basada en juntar padres, hijos, perro y días de sol, conlleva sus consecuencias. Como que a menudo así no hay quien coño esté tranquilo un rato. La individualidad se va a freír espárragos; se convierte en eso que tenías a los veintidós años.
Así que los padres, buscando la manera de tener unas horas para poder oír sus propios pensamientos, buscaban donde aparcar a los críos. Que los aguantaran otros adultos, un poco de “felicidad familiar” para ellos.
A nuestro monitor, sin embargo, parecía gustarle de verdad tratar con niñatos de once años. Seguramente porque apenas eran cinco horas de trabajo paternal.
Niñatos era la palabra que mejor nos definía. Lo que nos gustaba, principalmente, era romper cosas. La piscina también nos gustaba. Entonces no había normas estrictas sobre cómo meterse en el agua o comportarse en ella. Nos hacíamos incluso “ahogadillas”. Te sujetaban la cabeza bajo el agua, quizá contaran hasta diez, hasta que ya no era divertido verte patalear en busca de aire.

En las pausas, cuando el monitor nos reunía para llevarnos a un autobús o a la entrada del sitio que fuera, era cuando nos daba esas chapas sobre aprovechar los “momentos felices”.
Esperábamos a que se callara, para poder volver a ser felices.

Cuando los socorristas le sacaron un jueves de finales de agosto del agua, nos impresionó. No nos dio pena exactamente, aunque alguna niña llorara (creo que sobre todo de miedo). Es posible que aquello sí nos hiciera pensar, aunque fuera dos décadas después. Ahora, cuando ya conozco de sobras la felicidad, porque puedo contrastarla perfectamente con el puteo casi constante de la edad adulta, recuerdo a menudo a aquel desgraciado, que no debía tener ni veinte años.
Se diría que su plan fracasó.

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80 ILEGIBLES (78 de 80) – Más real

Soñé que mis padres envenenaban a la gente. Mis padres, que sólo han hecho que currar y preocuparse, como si la vida no fuese más que un trámite inevitable, conocían toda clase de venenos. Los que podían extraer de plantas, los que se pueden extraer de animales. Si alguien les jodía, si alguien jugaba con nuestra comida o dinero, la espichaba.
En el sueño era todo muy natural. Oía hablar de ello a mi padre sin ningún apuro. Como si las cosas funcionaran así y no hubiera forma de cambiarlas. A veces hay que pararle el corazón a alguien.
Un juego de supervivencia.
En mi familia, al menos en mi familia, habíamos asumido por fin el caos y la violencia inherente. La clave inevitable de la vida; de donde surge y donde termina.
Si se puede aprender de los sueños, ahora no me cuesta imaginar lo fácil que debe ser cruzar esa línea. De ser una teórica buena persona a ser un teórico hijo de puta. Y todo en teoría.

Ahora creo, en parte, que la humanidad ha pagado un altísimo precio por la civilización.
Los asentamientos probablemente nos dieron tanto como nos quitaron.

Ahora, a veces aquel sueño me parece más apegado a la realidad (Verdad) que la vigilia. La auténtica naturaleza del ser humano, apareciendo sólo ocasionalmente desde el subconsciente de la mente teóricamente civilizada.

 

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80 ILEGIBLES (77 de 80) – El Instagram de Petronila

A veces lo he hablado con amigos. El Instagram de Petronila siempre me ha hecho pensar. Su última publicación, por ejemplo, es un video de ella saliendo a cámara lenta de la piscina. El ángulo de cámara muestra su tanga negro, el agua resbalando por su culo carnoso y bien formado, por su pelo, por sus pies. El punto del video es, como siempre en Petronila: Mira Lo Buena Que Estoy.
Claro, no sería justo obviar que lo hace porque se siente guapa. Así que, hay parte de razón en el argumento del hecho de: “sentirte bien contigo misma”. Otra cosa es qué transmites al final si cada foto o video que subes es una exhibición carnal. Petronila se enfada mucho si alguien la “objetiviza” en los comentarios, pero pareciera lógico que si enseñas tus “encantos” cada vez que tienes ocasión (de hecho, a diario), y dado que somos animales, existe una remota aunque factible posibilidad, Petronila, de que alguien piense en sexo cuando te ve.
O más bien: TODOS pensarán en sexo; pero algunos quizá también lo verbalicen.
¿No?
Es decir, cuando un tío hace eso, cuando enseña sus abdominales, su resultado del gimnasio, lo hace también porque se gusta, pero no suele importarle que le puedan comentar lo follable que está. De hecho, es muy probable que eso le guste.
El Instagram de Petronila, sin embargo, padece de una contradicción radical entre lo que enseña y lo que dice. Posa y se mueve casi todo el tiempo como una pata de pollo sexy, y luego se enfada si los hambrientos reaccionan como lo harían ante una pata de pollo sexy.
Petronila quiere parecer lista y feminista. Sin embargo, lo que proyecta es: Estoy segura de que querrías que me meara en tu boca.
¿Pero no es bonito que Petronila pueda contradecirse? Puedes verla siempre que quieras, es preciosa y claramente da para paja, y no estás obligado a hablar con ella. Es ella la que te lo pone en bandeja. No importa que no parezca equilibrada o coherente. Da igual que no sepa medirse o darse cuenta de que su discurso se aferra sólo a cuatro lemas simplistas.
Petronila se llevaría un chasco del tamaño de su propio ego si descubriera, por ejemplo, que nadie se ha masturbado nunca con sus fotos y videos. Estoy seguro; y no solo eso, además lo comprendo.
Tranquila, Petronila, seguro que podría llover semen todo un día en Londres con lo que has producido.
Tanto los malos chicos como los buenos, tanto los correctos como los maleducados (y probablemente no pocas chicas), estamos siempre pendientes del Instagram de Petronila.

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80 ILEGIBLES (76 de 80) – Mira el reloj

Hay una mujer sola, ahora mismo, sentada en una terraza de Roma. No es necesariamente como quizá ya la has imaginado (morena, pelo largo, vestido suntuoso, melancolía), pero está ahí, seguro. No te está esperando a ti. Puede que no espere a nadie. Quizá ni tan siquiera está triste, o especialmente alegre. Es complicado asumir que no piensa en nada, como si fuese un tío en esas mismas circunstancias. Debe rondar los cuarenta años; no cuesta especular que es más guapa ahora que a los veinte. Los rasgos se afilan, y eso a veces juega a favor y a veces en contra. Sabe que es guapa, pero probablemente hace mucho que no le importa demasiado. Debe vestirse y maquillarse con el piloto automático; seguramente ya descubrió a los quince que no necesita “arreglarse”, sólo vestirse a su gusto. Comodidad.
Puede que algún fulano con pretensiones se le acerque. Quizá alguien sentado en una mesa cercana espera con el mechero en la mano a que ella saque un cigarrillo. Puede que esta misma noche haya más de un tipo y más de dos que, sólo con esa imagen en la mente, no necesiten del repetitivo porno en internet.
Plaza Campo de’ Fiori. Mucha gente puede mirar. El Sol también mira, aunque a diferencia de la mujer, proyecta una luz indiferente.
Un camarero le sirve una tacita. Puede ser desde café solo hasta capuccino, con todos los grises entre ellos.

Sé que es agradable mirarla, pero si seguimos así se dará cuenta. Nos considerará unos pervertidos; o puede que no, pero sí dejará de respirar tranquila.
Antes de que tengamos que tomar una decisión, es ella la que se levanta. Se ha bebido de dos sorbos el café.
Mira el reloj. Puede que venga siempre a esta hora. No hay por qué hacer nada, pero no tiene nada de malo mirar.
¿O sí?
Tú toma nota: Mira el reloj.

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80 ILEGIBLES (75 de 80) – Relato detallado sobre cómo –a un nivel estrictamente personal–, aprendí a diferenciar de un modo marcado y definitivo la realidad de la ficción, para así no pensar jamás en reproducir comportamiento alguno de los personajes de las películas, además de no basar bajo ningún concepto mis expectativas vitales en cualquier cosa que viera en una pantalla o leyera en una hoja de papel

Debía tener cuatro años, y no es que fuera un niño muy listo. Abrí los ojos, impresionado: veía una peli en la tele. Mi madre (o quizá mi padre), rió ante mi reacción. Dijo:
–Niño, todo lo que se ve en las películas es mentira.

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80 ILEGIBLES (74 de 80) – Ansiedad

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–¿No estarás exagerando?
–Toca aquí, ¿no hay un bulto?
–Es probable. Pero ¿qué es lo peor que puede pasar?
–¿Que me muera pronto?
–¿Y qué es lo peor de eso?
–¿Que me queda poco tiempo de vida?
–¿Y de eso?
–Joder. ¿No lo pasarán mal mis seres queridos?
–Puede que durante algún tiempo. La muerte es muy suya.
–Podría suicidarme
–¿Para qué?
–Para atajar.
–¿Atajar el qué?
–Todo… esto.
–La vida no está tan mal.
–¿Incluso con una enfermedad terminal?
–Tú no tienes una enfermedad terminal.
–¿Y tú qué sabes?
–Tienes la misma cara de mierda que siempre, pero tienes buen color, y si estuvieras enfermo no darías tanto la turra.
–Tú no sabes cómo se manifiesta una enfermedad terminal, podría llevar años incubándola.
–Esa enfermedad se llama: Vida. Nos pasa a todos, no eres especial.
–No quiero ser especial. ¡Sólo quiero vivir!
–¡Premio para el caballero! Ya estás vivo.
–No por mucho.
–Eres gilipollas.
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–Y creo que es hipocondría, no ansiedad, capullo.

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80 ILEGIBLES (73 de 80) – Ideologito

¡Hola a todos y a todas, soy Ideologito, la mascota de tu ideología adulta, concienciada y responsable!

Hoy, un nuevo consejo para sonar fetén en esas reuniones adultas, concienciadas y responsables que tienes con tus amigos y amigas en entornos seguros:
CUIDA EL ENFOQUE.
¿Qué quiere decir esto, amigues?
Siempre hay una forma de que parezca que proyectas bagaje y responsabilidad.
En este caso, necesitaremos dos ejemplos para clarificar el punto.

Ejemplo nº 1: Alguien de tu entorno fracasa en un proyecto personal importante.
¿Cómo se comporta alguien adulte y responsable como tú? Recordad lo importante que es dar la sensación de que vosotres sólo trabajáis con La Verdad, y que se ha acordado tácitamente que la verdad es muy a menudo algo duro y difícil de soportar. ¿Cómo reaccionar, pues, cuando estemos junto a alguien que ha fracasado y a quien teóricamente queremos?
Muy fácil.
Le diremos que, para empezar, el fracaso sólo ha sido culpa suya. Que NO tiene sentido buscar otres culpables. Acto seguido, animaremos a esta persona a emprender otro proyecto vital, una vez haya asimilado sus errores, para no volver a cometerlos. Ay los errores…

Ejemplo nº 2: Alguien de tu entorno triunfa en un proyecto personal importante.
¿Cómo reaccionar ante semejante improbabilidad estadística? En un entorno de confianza y relajación, cuando estés a solas con el triunfador o triunfadora, y como persona adulta y responsable, debes ayudar a esta amistad a permanecer con los pies en la tierra.
¿Qué decir para lograr este efecto?
Nuevamente, muy sencillo. Sólo has de cambiar el enfoque; es casi un engranaje mecánico. Le darás la enhorabuena a esta persona, y le dirás que ha estado genial, y que debe disfrutar de su triunfo.
Acto seguido, añadirás que es muy importante que se acuerde de las personas que la han ayudado a llegar a donde está, porque de otro modo jamás lo habría conseguido, y no mostrarse agradecida sería un comportamiento egoísta.
Y, ¡voilà!

Y hasta aquí el consejo de Ideologito de esta semana. Y recuerda: Estás en el bando Bueno, eres una Buena persona, y haces que Ideologito se sienta Orgulloso.
¡Hasta la semana que viene!

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80 ILEGIBLES (72 de 80) – Material masturbatorio

Es una lata, pero a veces hay que hacerlo. Me levanto del escritorio y voy a por el cubo y la fregona. En verano, a veces incluso es mejor darse una ducha después de masturbarse; pero antes hay que encargarse de las gotas o chorretones que hayan llegado al suelo. Si no, luego eso se solidifica y hay que quitarlo con un rascador. Es sorprendente cómo mancha el semen. Algunos entendimos a Bill Clinton en su día, su frustración, su tristeza; era fácil imaginar sus paseos cabizbajos por la Casa Blanca.
Mientras lleno el cubo de agua, pienso en esa gente que dice saber (también) qué porno usamos todos los tíos para hacernos una paja. El moralista siempre imagina lo peor, trata de que su discurso suene contundente. Según la época, a veces es un cura y a veces un ignorante, pero siempre piensan igual.
Un moralista cree que para tocarse, lo que hace un maléfico consumidor de porno, es buscar los videos más terribles, o al menos que parezcan terribles. Simulaciones de violación, o fulanos que cogen por el pelo a una tía y la arrastran por toda la casa antes de follársela por la boca en la cocina.
Desde luego esos videos existen; pero yo, ya de sobra instalado en la treintena, estoy a dos pasos de cascármela con paisajes.
A medida que he ido creciendo, cada vez me ponen más las sutilezas (si es que tiene sentido llamarlas así). Galerías de fotos; desnudos, sí, pero lo más naturales posible. A poder ser que no estén retocadas, o que no lo parezcan (no voy a buscarle los tres pies al gato, por muy de moda que eso esté). Fotos de chicas que parezcan humanas: “vecinas”, “universitarias”, currantes, madres, mujeres. No tengo un discurso fanático en contra de las modelos, no demonizo el canon ni nada por el estilo, pero mi polla no miente. No hay casi nada que me ponga menos que una tía de metro ochenta, delgada como un palillo, y retocada en la imagen para parecer lisa y pura como una ideología cuando tienes veinte años.
Ojo. Es importante el contexto. Una tía así en la barra de un bar, en tejanos, con su piel humana y sus movimientos naturales, me puede poner como una moto perfectamente.
Friego bien el suelo, casi a la vez que me desnudo. Es una de esas ocasiones en que es mejor que me duche. Ducharse y a dormir.
Antes de hacerlo, me hago una foto de las partes desnudo. La envío por privado. La única regla, es que siempre ha de ser en una dinámica de intercambio, nunca un mero capricho de baboso. Los que nos hacemos pajas (ahora parece que seamos muy pocos…), también podemos tener clase.

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80 ILEGIBLES (71 de 80) – Porche y limonada

–Hay una niña que me pega en el colegio, abuelo.
–¿Una niña te pega? ¿Las niñas ya sois iguales que los niños?
–…
–La próxima vez que vaya a por ti, ¿sabes qué tienes que hacer?
–¿Qué, abuelo?
–Se la devuelves con todas tus fuerzas. Apunta a una zona blanda, como los ojos o el cuello.
–Pero eso…
–Eso está mal, sí, pero el mundo no es como dice tu madre, cariño. Si fuera así de sencillo, hace siglos que se habrían acabado los problemas. Tus padres creen que hay villanos, pero no hay villanos, sólo hay seres humanos. Demasiados seres humanos.
–¿Y si le pego…?
–Si se la devuelves a esa niña que te pega, la próxima vez se lo pensará antes de meterse contigo. Así son algunas personas. Eso no quiere decir que tengas que ir pegando a la gente, nunca inicies una pelea, eso no tiene ningún sentido. Pero, ¿defenderse?, bueno, puede ser desagradable, pero también necesario.
–Mi madre dice que estás loco.
–Tu madre me odia, cariño. No pasa nada, hace tiempo que lo asumí. Por no ser, no soy ni su padre. Tienes que saber algo de los adultos. A los viejos nos quieren sobre todo los niños. Los adultos, en fin, no es que algunos no nos quieran; pero, sobre todo, nos gestionan. Si un viejo dice algo y ellos están de acuerdo, nos llaman sabios; pero si no están de acuerdo con lo que decimos, dicen que deberíamos morirnos ya y dejarles paso a ellos, que de alguna manera aún no quieren creer que vayan a ser viejos.
–¿Los adultos son tontos?
–No, cariño, sólo son seres humanos. Los viejos también somos seres humanos, y hasta los niños, pero hay algo que impide mentir a los niños y a los viejos. Y no es que no lo intentemos, pero se nos nota en la cara. No se nos da bien.
–¿Quieres que te cuente un secreto, abuelo?
–Bébete la limonada, anda.

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