Usted lo ha querido. A continuación, vida y milagros de moi. Los pensamientos del villano, el escollo de la clase, la maldición –con mis iguales– del sistema educativo.
Iré viendo cómo enfoco esto a medida que avance. Supongo que usted piensa que me vendrá bien enfrentarme a mi propia lista de pecados. No creo que espere que me derrumbe, llore y luego exija una cruz de madera de setenta kilos que arrastrar.
Dudo que eso pase. Pero hoy es martes, día de mierda donde los haya, y pega bastante con el martes hacer una actividad académica para el loquero del centro.
Creo que todo empezó allá por 2017. Para mí hace un huevo. Recuerde lo leeento que pasa el tiempo cuando aún eres un crío.
Salimos varios una tarde de sábado a hacer botellón. Vino un chaval ajeno al grupo habitual, y comenzamos a torturarle.
Creo que nunca me había sentido tan vivo. ¿Cómo se llamaba? Era el primo de alguien. Le comenzamos a poner pruebas, porque vimos que tenía muchas ganas de ser amigo nuestro. (Le sorprendería la cantidad de alumnos que quieren ser amigos nuestros. El Diablo logra siempre las mejores erecciones, moja bragas como ningún comportamiento ejemplar logrará jamás.)
El caso es que le fuimos puteando, y el muy gilipollas se sentía querido cuando le dábamos el visto bueno después de robar una sandía o escupir a un anciano. La última prueba era comerse una mierda de perro. Buscamos una bien gorda (no es tan fácil, ahora todo el mundo se ha vuelto tannn cívico). Cuando nos aseguramos de que la masticaba, nos largamos corriendo y riendo, incluso sin poder evitar algunas arcadas.
Fue increíble. Y no volvimos a ver al fulano.
Aquello fue durante el verano, y cuando comenzó el curso pensamos: JODER, esto lo podemos llevar a la clase.
Ya sabe cómo son las clases: si te descuidas, te matan por dentro. Te desecan el cerebro y chupan el alma. Los colegios son el mayor vampiro emocional e intelectual de entre todas las instituciones. Pero no me alargaré con las bondades del sistema educativo. Simplemente encontramos una forma de no morirnos de asco en medio de él. Era una opción cruel, lo sé, y totalmente prohibida, y por eso mismo tremendamente efectiva. La mitad de la clase eran víctimas potenciales ideales. Críos pasivos, perdidos, apagados, incapaces de reaccionar. Cadáveres que te atraían como un imán; y nosotros estábamos dispuestos a organizar los funerales.
Piense lo que quiera; esos críos recibían por primera vez una respuesta coherente a su actitud. Y nosotros sencillamente no queríamos acabar siendo como ellos: débiles, pusilánimes, ganado de los adultos.
Siempre se portaban como los buenos cochecitos aparcados de un parking. Porque eso es el colegio en esencia, eso es el instituto, don loqueras, un aparcadero de menores. El lugar donde te dejan para que el mundo adulto pueda seguir girando.
La primera víctima en el sagrado ámbito escolar, fue el famoso Carlos. Es ya una leyenda en el centro. Seguro que le suena, ¿Carlos Pinedo? Bueno, qué coño, supongo que habrá tenido sus sesiones con él. Aunque me cuesta imaginarlo articulando palabras y razonamientos.
Carlos era la víctima perfecta, el acabado ideal, un pastelito para el victimario hambriento, el más exquisito saco de boxeo humano. Joder, por no ser no era ni un empollón. ¿Qué clase de padres tenía ese chaval? ¿Cómo se puede ser tan inepto criando a alguien para que te salga semejante vegetal?
Pensará que insinúo que se lo merecía, pero créame, de no haberle puteado nosotros lo hubiesen hecho otros más adelante. Sólo era una cuestión de tiempo. La realidad es algo que simplemente sucede.
Carlos tenía leche desnatada por sangre, y parecía siempre aturdido, como si aún se estuviese preguntando por qué ya no estaba flotando en líquido amniótico.
Lo siento, pero sólo de recordarle me dan ganas de hacerle la zancadilla a alguien, o de meterle la cabeza en el váter.
Sé que no éramos muy originales, pero respetábamos los clásicos. El bully con estilo nunca tiene tanta intención de hacer daño físico como de humillar. Yo lo sé bien, porque aunque no lo crea, yo empecé siendo víctima de bullying.
¿Sabe cómo acabó aquello? A la quinta putada que me hicieron le rompí la nariz a un chaval de un cabezazo.
No volvieron a tocarme.
Algo que no entienden los adultos, es que el bullying no es cosa de adultos. El bullying es cosa de críos, y es algo que sólo se puede arreglar entre críos.
O dicho de otra forma, seas crío o seas adulto, hay ciertos asuntos de los que sólo te puedes encargar tú. El resto sólo son debates estériles.
Carlos no sabía eso, pero Carlos no sabía una mierda. Creo que ni siquiera nos tenía miedo; cuando nos veía venir, simplemente ponía el culo en pompa y esperaba a que pasase la tormenta. Como comprenderá, eso nos obligó a subir el tono. ¿Qué gracia tiene la tortura si al torturado le es indiferente?
Que sí, ya sé que no le era exactamente indiferente, ya he escuchado Rape Me de Nirvana. Pero no tiene sentido que los resultados del puteo no sean visibles.
Lo que nosotros queríamos era ver los fuegos artificiales. Que alguien suplicara, que llamara a su madre, que se meara o cagara encima, que se revolviera con torpeza o habilidad, que buscara en sí al hombre de las cavernas que cazó al primer mamut.
Joder, queríamos provocar un poco de VIDA.
Y sé que creerá que esto suena a justificación, pero hay aquí algo auténtico en juego, algo que estamos perdiendo como civilización. Nos estamos reblandeciendo como especie hasta límites realmente alarmantes.
Acabaremos olvidando de qué color es la sangre o a qué sabe el sudor. Primero sucumbirá la violencia que implica supervivencia, luego el sudor del buen sexo, y finalmente pastaremos como vacas hablando un idioma generado por un ser de luz mitad máquina mitad soplapollas.
¿Qué le parece? ¿Le gusta más mi versión expositiva o la literaria? Lo crea o no, he pensado en esas cosas. Me he preguntado muchas veces por qué ese idiota albino nunca se defendió. Ni aplastándole la cara contra las heces de Estefanía.
Por cierto, ¿Estefanía y Tania también tendrán que escribirle un psico-rollo patatero? Ellas siempre han estado conmigo, y han sido tan hijas de puta como yo. Sé que son chicas, y que eso choca preocupantemente con ciertas narrativas a las que el instituto se ha adherido. O, espere, ¿jugarán la carta de la victimización? ¿Las presentarán como mis esbirros, como si sólo me hubiesen seguido la corriente-pobrecitas-de-ellas? No dudo un instante que son ustedes capaces de perfilar esa historia, ahora la peña compra relatos que son puro vómito de perro ideológico.
Aunque me da que esta vez no lo van a tener fácil para poner en pie la monserga patriarcal. He visto a Estefanía y a Tanía hacer llorar a compañeros sólo hablándoles un poquito cada día de su “patética virginidad”. Son peores que un cáncer de huevos.
Es útil tener a dos chicas contigo. Se produce una especie de cortocircuito en el agredido. Es como si vieran algo ético en el hecho de no defenderse, como si fuese demasiado absurdo tener que plantar cara a dos chicas y un chico.
Carlos comió mierda y luego llegó Ernesto. Ernesto se picaba simplemente con burlarse de su nombre, “nombre de viejo”, decía Tania. Durante semanas estuvo con lo del nombre de viejo. Usamos con él una táctica que luego ya siempre fue la misma. Tania o Estefanía pinchaban verbalmente a alguien, durante días, durante semanas. Freían a alguien a base de insistencia. Casi cualquier cosa valía. Difundir que alguien tenía la polla anormalmente pequeña, o que se había follado a una puta. O que follaba con su madre. Si repetías lo suficiente una mentira… bueno, ya sabe. Qué le voy a decir a usted, seguro que ha oído de la ingeniería social que corre por los pasillos… La gente está dispuesta a creerse cualquier cosa si A: Es humillante, o B: Es emocional. Lo primero sirve para el bullying, y lo segundo para la política. Aunque viene a ser lo mismo. Allana el terreno a cualquier tipo de ser mezquino, y es puro placer para los ignorantes, que de golpe creen saber por qué pasa cualquier cosa que pase en el mundo.
Se preguntará si yo me considero mezquino o ignorante.
Le dejo a usted el placer de (juzgar) valorar eso.
Cuando Tanía ya le había inflado los cojones a Ernesto hasta el punto de no retorno, un día a la salida él se rebotó amenazándola levantando el puño, totalmente fuera de sí. Ernesto tenía nombre de viejo y era virgen y una vez se comió una polla en el aparcamiento del Luna. Entre otras lindezas. Y Ernesto reacciona, y ahí estoy yo para defender a Tania. Yo, el aliado. Yo no me quedo quieto si le levantan la mano a una chica. Ernesto jugaba con ventaja, Ernesto el chico blanquito, con todo el Patriarcado aupándole. Y quería atizar a una compañera de clase. Ernesto, si me lo curro sales en el puto telediario.
Ernesto tenía esa cara de capullo fiestero que la gente asocia a los miembros de La Manada. Si no fuera porque comía pollas, hubiese acabado violando a alguna chica de la clase. Así acababan esas cosas. Eso era lo que pasaba.
Lo irónico es que el pobre bastardo no era más que un aplicado empollón. Un cagado con memoria de elefante.
Otro día le pillamos camino a casa y le freímos a patadas en el suelo en un descampado. El toque final fue un escupitajo de Tania en su boca. (Ella le ordenó que la abriera, y él la abrió).
¿Y sabe que pasó? Vimos un bulto enorme en su bragueta antes de irnos.
Ernesto no solo no era gay, además le iban todo tipo de perversiones mientras hubiese una chica implicada. Nos lo dejó muy claro en varios encuentros. La única buena jugada fue difundir fotos y videos porno supuestamente suyos (de su disco duro). Todo tipo de sado extremo, ademas de lluvia dorada, coprofagia y hasta zoofilia.
Las palizas y torturas habitualmente tan eficaces, con él no funcionaban. Al tío le bastaba con imaginarse la pedicura de las chicas mientras le pateaban, y se le ponía como un canto rodado. Pero lo del porno sí le jodió.
No siempre es fácil saber con qué se humilla a la gente. Hay que tener en cuenta que la humillación es algo a lo que estamos muy hechos, aunque a veces no sea fácil discernirla de lo que consideramos digno.
Todo salió bien. Los profesores y los padres de Ernesto vieron su porno, lo juzgaron con la hipocresía habitual (por supuesto, hay que ser gilipollas…) y él intento suicidarse, sin éxito.
Es lo máximo a lo que puedes aspirar como bully. Ese tipo de límite. Le aseguro que Ernesto no ha vuelto jamás a ser el mismo, y apostaría algo a que ahora ya no es de corchopán.
Si se pregunta si también atosigamos a las chicas, le diré que no tanto. De hecho casi nada. A mí me motiva poco, y el único par de ocasiones en que martirizamos al sexo femenino, fue sobre todo cosa de Tania y Estefanía, y todo verbal. Es algo que he ido comprobando con el tiempo. Los chavales salen perdiendo la mayoría de veces y en la mayoría de ámbitos. Las chavalas se tienen que joder también muchas veces, ojo, pero como es más puntual también parece más grave. Se ha montado todo un discurso político-emocional alrededor de eso. Se ha explotado hasta la saciedad, incluso hasta el puritanismo. Usted lo sabe. Pero lo cierto es que si eres un chaval, tienes MUCHOS más boletos para que alguien te haga bullying o te ataque por la calle. En general, violadores y tarados maltratadores aparte, ahora una chica tiene las de ganar.
No sé por qué es, pero en las tías no percibo casi nunca ese aura de estupidez irritante que sí veo en los críos. Ese rótulo en letras luminosas de puticlub que dice: JÓDEME.
Seguro que sabe que hablo del presente, del pasado reciente. Y desde mi perspectiva. Como hace absolutamente todo el mundo. ¿Cuántos casos de seres omniscientes se han catalogado?
Me doy cuenta de que si enumero a todos los chavales a los que hemos puteado, esto se va a convertir en una novela corta. Y nada más lejos de mi intención que escribir un libro. ¿Se imagina? Seguro que usted tiene contactos. ¿Cree que lo ilegalizarían? Me puedo imaginar a todas las instituciones de izquierdas poniendo el grito en el cielo. Y luego, tarde como siempre, a las de derechas, intentando subirse al barco. Me enternece lo perdidos que están los conservadores; los teóricos progresistas les están robando el ochenta por ciento del discurso. ¿No es una puta locura?
Como sea, sólo le ofreceré dos ejemplos más del terrorífico mundo del bullying. Luego, algo de fanfarria para cerrar, y hasta otra.
Le hablaré de Patán. Ni siquiera sé cómo se llama. Todo el mundo le llama Patán, incluidos la mayoría de profesores. Se habla poco del bullying grupal y plenamente aceptado. ¿Usted ha llegado a tratarle? Sería gracioso que también le llamara Patán.
Patán es un auténtico desgraciado, un despojo a todos los niveles. Te hace preguntarte cómo coño le han preparado sus padres para el mundo. Hay gente que cree que podrá cambiar el terreno de juego global, creen que el mundo se acabará adaptando a ellos. No sé si Patán cree eso, más bien es otro Carlos, otro ser sin sangre, pero supongo que sus padres sí deben ser así. Es como esas feministas que hablan del miedo que tiene una mujer a las tres de la mañana en un callejón cuando oye pisadas detrás. No te jode. Y creen que ellas son las únicas que tienen miedo, y que el mundo es distinto para los demás. Creo que es algo propio de la educación de las víctimas de bullying, cierto tipo de ingenuidad egoísta que viene inculcada por la educación que reciben.
Patán fue acribillado a insultos por Tania y Estefanía, y un día le pegó una patada en el coño a Tania.
Tras eso, volvimos a tener luz verde para aterrorizar a otro chavalín carente de herramientas.
Una tarde le robamos la mochila. Se la devolví al día siguiente después de haberme pajeado dentro de los tres libros que llevaba.
No creo que usted sea tan simple como para concluir que lo único que hago es culpar a las víctimas. Ha de saber que yo sé perfectamente que no soy lo que llaman una buena persona. Pero le diré una cosa, cualquiera es susceptible de convertirse en un abusón. Una vez cruzas la línea las suficientes veces, esta se desdibuja. Puedes ser abusón o víctima, o incluso víctima y luego abusón (y viceversa). O incluso ambas a la vez.
Esto tiene que ver con el último ejemplo.
Dani el capullo. Un pelirrojo al que dábamos por saco simplemente por ser pelirrojo. ¿Se ha fijado en que los pelirrojos aún no son considerados una minoría y se hacen chistes sobre ellos con toda tranquilidad? ¿Y, nuevamente, ha visto que casi nunca se mete nadie con las pelirrojas? Incluso he llegado a oír que los pelirrojos son el precio que ha habido que pagar por tener pelirrojas…
Chistes sobre que son pelirrojos. ¿Se imagina hacer lo mismo con otros tonos de piel o con ciertas tendencias sexuales? A veces intentas racionalizar tu posición de villano, y, aunque es inútil, sí captas muchas hipocresías de la gente buena o que se cree buena. Son un pozo insondable de contradicciones. Van en rebaño y no dudan en tergiversar o mentir o darle la vuelta a cualquier argumento con tal de que no les quiten las alas.
Este Dani, Dani el capullo, como le llamábamos, estuvo seis meses en el colegio y luego se desapuntó. Le clichamos enseguida. No tenía el más mínimo carácter, no hablaba, sólo existía en términos estrictamente físicos. Dani el capullo. Recuerdo que le odiaba. ¿Alguna vez ha odiado a alguien sin motivo? Seguro que sí, le pasa a todo el mundo. Es otra de esas cosas en las que mucha gente miente.
Dani olía raro. Durante semanas, Tania le estuvo diciendo que apestaba. Hasta le pasaba notitas, como si fuera una enamorada; él desplegaba el papelito y:
Hueles a mierda.
Le metimos miedo varias veces en el camino del colegio a casa. Era un enclenque y un pirado.
Quizá se acuerde de su madre, la que dijo que yo era el más peligroso porque tenía dos cerebros de más, entre otras perlas. Reconozco que no esperaba un comentario así de semejante estúpida inoperante. No podía creer que ella hubiera parido a ese mocoso llorón.
La jodienda final fue con pis. Tania y Estefanía le sujetaron detrás de una fábrica, y yo me meé sobre él. Quería hacerlo en su boca, pero el capullín se agitaba como un insecto cuando enchufas el insecticida eléctrico.
Cuál fue nuestra sorpresa cuando, un día que dábamos vueltas lejos del barrio, vimos a buena distancia al capullín reventando a puñetazos a un chaval un par de años menor, mientras otros dos chicos sujetaban al desgraciado.
No nos hicimos notar, y al día siguiente volvimos, y ahí estaban otra vez, pateando al mismo chavalín en el monte bajo.
Reconozco que la imagen me enterneció. Tania dijo:
–¡Dani el capullo es un psicópata! Ahora no sabría si follármelo o matarlo…
Ahora hace mucho que nadie nos atrae lo suficiente para machacarlo. Estefanía está saliendo con un memo empollón al que hace un año ella misma habría humillado con gusto. Tania está como apagada, mohína. Y yo últimamente no hago más que hablar con adultos. Creo que es evidente que se me considera el problema principal, y que una vez atajado dicho problema, el resto caerá por su propio peso. Por supuesto, ambos sabemos que no existen las mujeres peligrosas, y que es increíblemente mezquino y misógino contemplar esa posibilidad (que como mucho sería marginal, ¿verdad, doctor?).
Así que estoy pensando en entregar las armas que no tengo.
Un día me preguntó qué haría si un hijo mío fuera víctima de bullying. No le contesté, me pareció una pregunta absolutamente vulgar, aunque sólo sea por lo obvio de la respuesta.
Supongo que cualquier otra persona iniciaría una especie de danza del diálogo y la administración adulta, intentando proponer medidas para un grave problema social, en lugar de centrarse en su caso y dejarse de gilipolleces.
Lo que yo haría, señor comecocos, y ya que ha quedado claro que no soy un ciudadano modelo, es decirle a mi hijo que al día siguiente le pegara a traición una patada en los huevos lo más fuerte que pudiera a su agresor. Después me presentaría en casa de sus padres con una nota describiendo lo sucedido, y sin mediar palabra le pegaría una patada en los huevos a él y otra en el coño a ella (o a los cuatro huevos o dos coños, si es el caso). Siempre ha de ser con toda la fuerza posible, buscando daños permanentes. Nadie que vaya a por el empate logra la victoria.
Algo que usted no entiende es que yo no quería ser bueno. Y que ser malo casi siempre se premia. Puede que no a medio plazo, pero si a efectos inmediatos. Lo he probado todo antes que los demás, conozco a las personas mucho mejor que los demás, he follado mucho antes que cualquier compañero de clase. Y por cierto, con absoluto consentimiento y con chicas modélicas de notazas y un discurso de lo más pacifista o hasta teóricamente feminista. Pregunte y serán incapaces de decirle la verdad.
Pero dígame, ¿cree que yo le mentiría?
