Fiesta de pijamas

Aunque la verdad es que ya estamos en ropa interior… Pero que quede claro antes que nada que yo aquí sólo soy la narradora. La visión subjetiva. Un solo punto de vista y todo eso. A más señas, soy todo lo joven y maciza que quieras imaginarte, pero más vale que me ahorre descripciones poco ingeniosas. Échame unos veintitantos (cuando lo de «veintitantos» significa que aún voy por ahí con la carpeta de la universidad y demás). Estoy en lo que llaman una Fiesta de pijamas. Abunda -como digo- la ropa interior (calculadamente elegida) y estamos dentro de la casa de una amiga un tanto pija; igual que la casa es pija y lo es la zona residencial. Y todas estamos bebiendo de una botella de licor y somos cuatro. Yo y tres más. Un grupo razonablemente bien avenido. Somos Sandra y yo. Está Chiqui y está Paula (fama de peligrosa). Sandra y Chiqui están en su último año de instituto. Sandra es el prototipo de chica callada y sobresalientes que seguramente preferiría estar en su casa. Chiqui es una fiestera de narices, y su inocencia superficial contrasta con el tamaño de sus tetas. Es el sueño de cualquier pervertido. Y Paula es el prototipo de rubia (teñida) cañón de novios gilipollas, tipejos con moto y veinticinco palabras en su vocabulario. Gallitos de gimnasio, chicos malos pero tiernos en el fondo (o más bien estúpidos y en el fondo potencialmente peligrosos). Pero qué sé yo, yo sólo cuento lo que veo, callo, juzgo en silencio y más tarde, quizá me apunte al carro o quizá no.
El caso es que Paula dice que ahora que estamos ya todas en ropa interior, deberíamos hacernos un examen de tetas, enseñarnos los pechos entre nosotras. Pero todo muy hetero, dice, nada de guarradas. Mera curiosidad. Y será porque ya vamos los suficientemente borrachas, pero por raro que parezca, ninguna de nosotras duda, y todas nos desabrochamos el sujetador (Sandra después de dar un trago largo a la botella), y luego… luego no pasa nada. Excepto que todas confirmamos que Chiqui tiene una tetas enormes y preciosas, pezones grandes y rosados. Y va y coge la botella de licor y se la pone entre ellas; las junta y la botella se sostiene perfectamente y todas reímos y Sandra (pechos pequeños y pezones oscuros) pega otro trago largo y hay otra botella esperando.
Paula se viene arriba y dice que quiere tocarlas. Las tetas de Chiqui, por supuesto. Alarga las manos y Chiqui se cubre soltando un gritito agudo. Puro teatro. Porque luego se descubre y Paula sopesa sus tetas y ella cierra los ojos simulando una tremenda vergüenza. Paula, de algún modo, sabe manipular nuestra sala de mandos neural para que hagamos lo que se le antoje.
Lo siguiente, es pedirle a Chiqui -ya notoriamente borracha- que se quite las bragas. Va, Chiqui. Venga, Chiqui. Por favor, Chiqui. No te vamos a grabar, Chiqui. Por favoooooor… Paula, por supuesto, es quien nos espolea a todas para apoyar cada una de sus ideas. Chiqui coge la segunda botella de licor y da un trago largo. Bragas fuera.
Vítores.
Su vello púbico abundante es del mismo color naranja que su pelo. Qué buena estás, dice Paula. Y todas reímos. Y mientras lo hacemos “alguien” ya ha traído un plátano de la cocina. Paula se sienta blandiéndolo y dice que quiere saber qué cara pone Chiqui cuando se corre. Risas teatrales y nerviosas, pero habla en serio. Por más que que yo sólo sea la narradora, he de decir que puede que sea por el alcohol, pero comienzo a sentirme cachonda.
Chiqui se niega durante un rato, dice que las demás también deberíamos… en fin, desnudarnos y todo eso… Pero Paula no quiere eso, lo que ella quiere -y las demás apoyamos la moción-, es hacer algo que se quede entre nosotras; lo que queremos es crear una leyenda urbana, el tipo de suceso que aunque alguien lo cuente la gente no sabrá si creerlo, o hasta qué punto creerlo. Por eso esto es emocionante. Porque se supone que aquí todas somos chicas bien, en todos los sentidos. Nosotras jamás haríamos esto, y por eso queremos hacerlo. Paula se va y vuelve con un condón. “No queremos que empieces a engordar y dentro de nueve meses tengas unos platanitos gemelos ni nada de eso”, dice.
Para qué negarlo, reímos a carcajadas, es divertido. Es un secreto potencial. Además, Paula dice que ella quiere ser quien masturbe a Chiqui. Ella quiere coger el plátano y… Chiqui ya ha bebido considerablemente más que el resto. Yo me pongo detrás de ella en la cama de matrimonio. Sandra está a su derecha, sobre sus rodillas, los ojos como platos. La casa, por cierto, es la casa de Paula. Sus padres han salido de viaje o algo así, no nos ha dicho mucho. A todo esto, el plátano entra en Chiqui con facilidad. Paula lo mete y lo saca y Chiqui comienza a suspirar. Se produce un silencio cargado en la habitación, alguna clase de tensión masticable. ¿Estamos haciendo lo que estamos haciendo?
Sí.
Por eso mola.
Y la cosa se pone cada vez más interesante, ésta sería la parte de la que más se hablaría si alguien se chivara de esto. Y es que Chiqui empieza a gemir; a gemir de verdad, en plan peli porno. Empieza a pedir más y más, y Paula se la folla cada vez más rápido con el plátano. Paula quiere que Chiqui avise cuando se vaya a correr. Un poco antes, aclara. ¿Vale, Chiqui?, pregunta. Pero Chiqui está en su mundo. Sus tetas tiemblan y empieza a sudar entre ellas y por la frente. Es extraño lo que siento, como si lo que veo en realidad no fuera tan extraordinario, como si el hecho de ver a Paula joderse con un plátano a Chiqui fuera algo rutinario, esperable. Quizá lo fuese de algún modo.
Chiqui arquea la espalda y cierra los ojos con fuerza. Paula, como si lo hubiera hecho ya mil veces, saca el plátano y mete tres dedos en la vagina; los mueve hacia dentro hacia arriba, muy rápido. Chiqui comienza a salpicar, y Paula saca los tres dedos y se amorra en la vagina. Los gemidos de Chiqui son entrecortados, se le quiebra la voz. Sandra (que tiene un cerco húmedo en sus bragas) y yo (que también) nos miramos como unos críos viendo su primer video porno. Chiqui tarda como un minuto en volver a plantar el culo en la cama. Paula se recuesta sobre el vello púbico y se ríe. Sandra se lleva una mano a la boca. Yo quiero decir algo en voz alta, pero no se me ocurre nada.
Y entonces Paula dice que se le ha ocurrido una idea.

Paula ha salido de la habitación y lleva como diez minutos fuera. Chiqui sigue desnuda y sigue bebiendo. Está como en medio de un ataque de risa interminable, y no para de decir: “Tías, no contéis esto, tías no contéis esto…”. El hecho de que tanto yo como Sandra hayamos mojado las bragas, no parece tener ninguna importancia ya. De hecho, al final tanto ella como yo, acabamos tocándole las tetas a Chiqui por invitación de ella misma; llegados a este extremo, ya carece de importancia algo más de magreo.
Escuchamos el ruido de la puerta principal cerrándose. ¿Paula había salido de la casa? Cuando entra en la habitación, vemos que viene acompañada. De todas formas el sobresalto es mínimo. Vemos que es un tío. Un tío de unos treinta y cinco años. Al vernos desnudas y semidesnudas, se tapa los ojos haciendo comedia. Éste es mi vecino, Adrián, dice Paula. Adrián la tiene enorme, añade, ¿a que sí, Adrián? Paula nos cuenta que la mujer de Adrián está fuera en un viaje de negocios. La cuestión es: ¿Quién de nosotras quiere ver cómo Adrián se folla a Chiqui? Paula lo somete a votación. Todas alzamos la mano. Incluida Chiqui, que sigue con su ataque de risa. Incluso se pone a cuatro patas y se da unas palmadas en el culo. Adrián ve que la cosa va en serio. Te quejarás de tus vecinas, dice Paula. Adrián se está quitando toda la ropa mientras murmura que no debería, no debería, no debería… Ya, murmura Paula, pues ya la tienes como una piedra, tío. Sandra se ha metido la mano bajo las bragas y ha empezado a masturbarse, lo cual casi me ha sorprendido, hasta que he visto que yo misma también tengo mi mano derecha bajo las bragas, y tres dedos frotando lentamente.
Una vez desnudo Adrián, Paula le coge el pene erecto y dice que quiere probarlo antes de que Chiqui vuelva a pasárselo bien. Y entonces veo que Sandra se une a ella, se arrodilla y las dos empiezan a lamer el capullo, ya casi morado de tan duro. El tipo, entrecortadamente, dice que tendría que acabar pronto, que su niña está sola en casa. (Paula añade que es una monada, un bebé precioso, y sigue chupando.)
Cuando estoy a punto de unirme a la mamada, Adrián se aparta de las chicas y ataca el culo de Chiqui.
Termina pronto. Ni tan siquiera se ha puesto condón. Todo ha acabado dentro de Chiqui, que tiene los glúteos rojos a base de cachetes, y un sonrisa tonta en la cara. Por la ventana abierta se oye lo que parecen lloros de bebé. Paula dice que ni de coña se va a ir Adrián ahora, que a los bebés les viene bien llorar, etcétera. En realidad el tipo apenas se resiste. Paula se va y trae cinco pañuelos. Ata a Adrián a la cama, por los brazos y por los pies. El quinto pañuelo es para taparle los ojos. Las demás no dejamos de beber. Ya hay tres botellas de licor vacías. Una vez atado, Paula vuelve a salir de la habitación. Trae con ella cuatro cuchillos de cocina sujetos con una goma. Parpadeo, algo nerviosa, pero no agitada. Paula se lleva un dedo a los labios pidiendo silencio. Nos da un cuchillo a cada una. Coge una libreta, con un bolígrafo escribe algo en ella, y nos la enseña: ¿Lo matamos?

[Me suele interesar lo que pase en el festival de Cannes. Este año el premio gordo se lo ha llevado «El árbol de la vida», de Terrence Malick, película que se me antoja de cada vez más imprescindible visionado. Por otro lado, Kirsten Dunst se ha llevado el premio a la mejor actriz (y me alegro) por «Melancholia» (trailer arriba), lo nuevo de Von Trier, que también tengo que ver pete quien pete. Abajo,+ pin-up (o algo así). Ah, y visitad UN BUEN BLOG emergente.]

15 comentarios en “Fiesta de pijamas

  1. Bueno, bueno, bueno, pues como siempre me dejas la boca abierta y creo que esta vez la debería cerrar pronto si no quiero que Paula me meta un plátano, polla o cuchillo dentro jejeje Pobre vecino, y su bebe llorando, de verdad que poca consideración, y luego dicen que la juventud no sabe divertirse… ya, al parecer esta juventud lo que no sabe es dejar las aventuras a tiempo. Fantástico.
    El trailer es la leche y yo también quiero verla, que hace ya años que estaba enamorada de Kristen, menos mal que se me pasó, porque ahora me doy cuenta de que jamás se fijaría en alguien como yo ¬¬
    Un beso Jordi

  2. Me encanta tu forma de narrar, casi no puedo pasarme a comentar, pero en muchas ocasiones sigo tus relatos desde mi correo. Tienes el toque perfecto para tratar todo tipo de temas. Mira que he sentido muy cercana tu historia ¡eh!

    Por cierto, yo también me muero por saber como está Melancholia y The tree of life. Y creo que Kirsten Dunst no es mala actriz, sino que no ha elegido los mejores guiones, y pienso que su momento ha llegado y obviamente tenía que ser de la mano de Lars Von Tier.

  3. Gracias, Athena, yo sigo en ello 🙂 Kirsten es de esas actrices que luce según lo bien que la dirigen; o al menos esa sensación da…

    Irene. Yo creo que lo del relato es el nuevo botellón, la juventud ya no está para hostias… 🙂

  4. Me pasa lo que Athena, que últimamente sólo te leo desde el correo. Pero hoy ando con un poco más de hueco para decirte que he acabado el relato de aquella manera :).
    ¿En realidad todo el relato es para advertir a los vecinos con niños pequeños que no se preocupen de las hijas jóvenes de los vecinos de enfrente?

  5. Cuando las mujeres nos juntamos no nos andamos con cosas chiquitas ^^
    Me gusta como me espanta que puedas vernos tan bien!
    Un beso!

  6. Ah!, recomiendo absolutamente ese BUEN BLOG, también me gustaría saber cuál es el de la que escribió la frase de la cabecera. 🙂

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